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Al límite: ¿Cómo se construye un canal de convivencia?, por Luis García Mora

Capriles habló. Impugnaré resultados, dijo. Rechazo auditoría chimba. Maduro nos robó… Sí, es muy difícil no estar de acuerdo con él. Dentro y fuera del país. Tanto más si Maduro y el CNE se niegan al recuento y, peor, aún si huyen hacia adelante.

Pero, ¿y entonces? ¿Consideran Capriles y la MUD y Primero Justicia, su partido, que es posible sacar el problema fuera de la calle para lanzarlo al territorio comanche del TSJ y la Asamblea Nacional, o al exterior a la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos?

¿Cuánto tiempo puede soportar su liderazgo la exigencia de actuar de más de 7 millones de votantes poseídos por un sentimiento de frustración y rabia?

Se sabe que la presión es dura. Nadie quiere que esto se dispare. Sin embargo, como ocurre en la poesía, en política palabra dicha es palabra viva, y hablar de “ilegitimidad” fue declarar el conflicto. ¿En el TSJ? ¿En la OEA? No: aquí. Aquí, y ahora. Aunque allá también se prosiga.

No hay manera de sacarle el cuerpo. Vainas. Así es la vida. Hay peines hacia delante, pero también hay peines hacia atrás. Y el reto de responsabilidad del liderazgo de Henrique (como lo es para el de Maduro) es no perder jamás el pulso, el pulso político de la situación.

De la crisis, las cartas sobre la mesa obligan a los bandos a hacer un esfuerzo mayor, que al parecer no están dispuestos o capacitados para hacer.

Me quieren sacar, dirá Maduro (dirá el chavismo), ¿ahorita? ¿En tres meses? ¿O en 2019? Y en la oposición, ¿qué decidirá Henrique? ¿Cómo se mantendrá en esa sintonía, sin dejar que esos 7 millones y pico de votantes de la oposición se le salgan del cauce?

Algunos del otro lado hasta temen una primavera árabe. Sí, aunque no se crea. Priva lo ideológico sobre lo real que sólo se contempla como otro factor político.

Maduro por ahora y sobre la marcha, intenta sortear la situación de culpabilidad que priva en el país sobre su responsabilidad, antes con Chávez y ahora solo, en la aceleración de la crisis. Y acude erróneamente al expediente cubano-fascista de endilgar la culpa del desmanejo técnico profesional al saboteo bélico, a la conspiración imperialista de la oposición.

Uno de los dos únicos militares de alta formación técnico-gerencial y pragmática, Jesse Chacón (el otro, Cabello, ¡se halla al frente del Parlamento! Y demuestra día a día que no sabe nada de eso), se dio cien días para resolver el apagón eléctrico nacional. Reconociendo de alguna manera que, debajo del paraguas propagandístico, al parecer se está ante un trastorno de gerencia de carácter estructural, mientras la cotidianidad se torna más altanera.

A sabiendas los que conducen la situación (en ambos bandos) de que el régimen es sumamente débil en materia institucional. Antes estábamos ante un solo conductor que subordinó la ley a su voluntad. Ahora estamos ante varios que tratan de hacer lo mismo.

Maduro heredó no una democracia institucional sino una democracia personalista. Es decir, con unas instituciones secuestradas política e ideológicamente. Entonces, ¿cómo pasar de la segunda a la primera? Y peor aún: ¿Cómo hacer frente a la crisis con esta debilidad institucional?

No nos engañemos. No hay una creencia compartida sobre esta institucionalidad. Para la mayoría de los venezolanos esta institucionalidad no es de todos. Cuando la fiscal, la presidenta del TSJ e incluso el presidente de la Asamblea se dirigen al resto del país de esta manera tan segregacionista, lo hacen como si esas instituciones fueran de ellos.

Y una ciudadanía, decía alguien, sin instituciones conforma una democracia virtual, sin formas que la contengan.

Maduro y el PSUV quieren esgrimir por la fuerza una mayoría hegemónica que no existe. El problema de gobernabilidad se agudiza por el deficiente diseño institucional, con un partido presidencialista que ya no puede serlo.

Al parecer, Maduro no puede soltar el lastre ideológico ni comunicarse con el país en su totalidad. Y menos mal que ya no habla más de eso de una democracia de soldados que reciben órdenes sin chistar (¿?) y no de ciudadanos libres.

Hay que ver al democrático militar teniente Cabello ante los ojos de los venezolanos democráticos y del mundo trazando la línea de demarcación entre los que hablan y los que no pueden hacerlo en el Parlamento. O a la dama de las cárceles, ahora sí desmesurada dirigiéndose al país como eso que llaman un pran.

Mediante una discriminación de conductas delictivas que deben ser sancionadas y conductas delictivas que gozan del beneficio de la impunidad, de manera grosera, odiosa, se ha ido levantando un descreimiento generalizado que, como diría alguien, “ha ido abriendo paso a un estado de convivencia en el que el Estado de Derecho es reemplazado por una relación de fuerza”.

Capriles (nosotros) podríamos decirle a Maduro: “Admitámoslo, Nicolás, los venezolanos están dejando o han dejado de creer en las leyes”. Desde las más elementales, respetar el cambio de luz de los semáforos para cruzar las calles, hasta aquellas que rigen el ejercicio del poder político y económico. Y es porque desconfían en grado creciente de quienes las hicieron (que las hicieron solo para ellos) o las hacen hoy, y quienes las interpretan, sólo para afectar, reprimir o castigar a los otros, nosotros quizás, pero no a ti ni a los tuyos.

Legisladores, gobernantes y jueces de un solo color político. Que son medidos con la misma vara de desconfianza con la que ellos miden a los demás. Y es lo que ha generado este estado de ánimo ciudadano de no sentirse representado por el Estado de Derecho.

Y con esto lo que se está reportando –y es lo que debió haber dicho Capriles el jueves en la noche– es una privación de justicia que se extiende como el agua mala desde la inseguridad personal más íntima, más familiar (coño, más humana), hasta el desempleo y la imposibilidad de superar una inflación –la más alta conocida–, y que se nos está obligando a abandonar nuestra condición privada para lanzarnos al espacio público.

Sí. Nicolás, amigo mío, le diríamos si fuera un amigo: se está lanzando la gente hacia el conflicto.

Eso que llaman consenso básico sobre las instituciones (si no se corrige de inmediato y se calla a tantos provocadores de oficio) ha entrado en zona de riesgo.

Por lo que surge una primera pregunta: ¿cómo construir una democracia sobre la insurgencia y el odio? Y otra: ¿cómo organizar un proceso de institucionalización durante este período, en la medida en que el chavismo pierde su mayoría? Y otra más: ¿cómo garantizarle al PSUV su supervivencia política cuando comience a perder el poder?

¿Cómo construir un Estado con dos grandes fuerzas políticas?

¿Cómo construyes un esquema de convivencia?

 

Cráteres

– ¿En qué cabeza cabe asignar un papel de reparto, abolir completamente, a unos 7 millones y pico de votantes y reducirlos y excluirlos sus deberes, derechos y garantías como ciudadanos, sin espacios (reales) de concertación? ¿Se va a insistir en no abrir cauces al diálogo y llevar al país a la violencia y la confrontación?

– Aunque Juan Manuel Santos –y Dilma Rousseff– hablaron del recuento, según el director de El País de España, Javier Moreno, la decisión de las autoridades venezolanas de no hacerlo desconoce el consenso que efectivamente se fraguó en UNASUR tras las sólidas denuncias presentadas por la oposición de Henrique Capriles. No son pocos ni faltos de criterio o peso político, dice, los observadores que creen que perder por la mínima es el mejor resultado que ha podido tener Capriles. “De haber ganado, sin duda la democracia se hubiese anotado un gran tanto, pero instalarlo en el poder y mantenerlo en él, con todas las estructuras del chavismo intactas tras 14 años de autocracia, sí hubiese podido llevar el caos y la inestabilidad en Venezuela y de rebote a toda la región. Con el resultado obtenido, Capriles se consolida como alternativa y Maduro, pese a su retórica, sabe que tiene la mitad del país en contra y una situación política y económica que se deteriora a toda velocidad”.

– ¿Se resuelve la crisis para recomponer los consensos o se recomponen los consensos para resolver la crisis?

– Hablando con uno de los miembros del Consejo Nacional de Economía: “Ellos no ven el juego completo, lo ven parcialmente y la dinámica económica es integral. No tienen una visión de conjunto, de causa y efecto. El problema cambiario, por ejemplo, y la caída de la oferta interna: todo ha sido causado por ellos mismos. Y con Maduro no ha habido un cambio real. Continuará el deterioro progresivo. El tamaño y la estructura de la economía no aguanta más este nivel de gasto. ¿El nuevo gabinete económico? Nada. Aquí no ha pasado nada. El jefe económico sigue siendo Giordani, no lo arrinconaron, sólo que Giordani se quitó el problema operativo diario de encima, pero sigue siendo el líder intelectual. Y puso a Edmée Betancourt en el BCV, que hará lo que le pidan como antes Merentes. El cambio real viene cuando se profundice la crisis con el desabastecimiento y la inflación y entonces sí le corten definitivamente la cabeza a Giordani” […] “Vamos hacia un escenario más complicado y en él habrá que tener visión, posiciones y compromisos. Cada quien en su rol. Es un gobierno que por su propia ignorancia actúa sobre las consecuencias de lo que él mismo descompone y no sobre las causas. Es como si tienes fiebre y rompes el termómetro y dices dame otro”

– “Sorprende la cantidad y calidad de información que hay dentro del BCV, que si saliera a la luz…”

– ¿Cierto?: “Maduro aplicará un gobierno moderado. Buscará eficiencia sobre los problemas. Reconoce la existencia de la oposición. No es atávico. Autócrata. Es un Leoni con relación a Betancourt. Ya se reunió con los empresarios, que en el fondo es decir no más expropiaciones” […] “Ya tenía un acuerdo con AD para el 15-A sobre la base de que Henrique Capriles no emergería como líder. Ahora tendrá que hacerlo con HCR. Puestos en el CNE, en el TSJ. Soltar algunos presos políticos. Semanas antes de la muerte de Chávez se reunieron AD, UNT y Copei para imponer una candidatura de consenso, que sería Eduardo, con un acuerdo armado con el gobierno de estabilización democrática. No una estrategia de insurgencia. Por eso HRA el viernes antes de las elecciones declara que AD podía salir contra los extremistas (los loquitos de Primero Justicia) a defender la democracia”…

– “Se trata de pasar la página sobre la crisis política lanzando (adelantando) las municipales para junio-julio”