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La Orquesta Sinfónica Simón Bolívar en Argentina, por Diajanida Hernández G.

 

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Ensayo // Buenos Aires. 3 de abril. 3:30 pm. Teatro Colón. Los integrantes de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar están en el escenario del teatro. Es hora de ensayar. Todo debe estar a punto para el primer concierto de la gira por el sur de América. Antes de comenzar, el maestro Abreu les lee el artículo de Pablo Kohan publicado en La Nación: “Juntos estarán, y podrán ser nombrados en cualquier orden, la mejor orquesta latinoamericana (y entre las del mundo también), el director joven más talentoso y espectacular del planeta, el compositor más trascendente y cardinal de su tiempo (y, tal vez, de todo el siglo pasado) y uno de los compositores más talentosos y originales de nuestro continente. Sinceramente, pocas veces se da una conjunción tan extraordinaria”. Kohan habla de la Simón Bolívar, de Dudamel, Stravinsky y Revueltas. Orquesta, director y compositores. El repertorio de esta presentación es La consagración de la primavera, de Stravinsky, y La noche de los mayas, de Silvestre Revueltas. Exigencia y riesgo.

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Abreu termina de leer el texto y agradece. Aplausos. Dedica el ensayo “con mucho cariño y honor” a las personas que están en el teatro. El maestro Dudamel se sienta al frente de la orquesta. Dice unas palabras, agradece un regalo. 3:55 pm. Toma la batuta.

Empieza el ensayo. La noche de los mayas. Dudamel le pide fuerza al corno. A las cuerdas les dice que deben ser más dinámicas. “No es estático, es expresivo”. Levanta la batuta y sigue el movimiento. “La distancia nos afecta. Hay que estar atentos muchachos”. Continúa la música. Los felicita: “Éste estuvo muy bien”. Ojea la partitura. “Catorce, por favor”. Tararea: pin pin pin ta ta. “Vamos. Son solamente las salidas, pero después no corran. Eso. ¡Aaah! Es muy difícil muchachos”. Pin pin pin ta ta. “No se pongan a inventar, sigan al director. Aquí, conmigo”. Detiene el acto. Dudamel no está conforme con el sonido de tres instrumentos de la percusión. Quiere moverlos, pero no hay mucho espacio. Propone que se pongan al lado del piano. Los chicos se mueven con las sillas y los atriles. Mientras, la algarabía de la afinación de instrumentos. “¿Listos? Vamos a ver”.  Ejecutan el movimiento. “Mejor, mucho mejor”. Dudamel se voltea hacia el público. “¿Cómo suena afuera? ¿Igual?”. Risas. “Para nosotros es mucho mejor”. “¿Les da tiempo de ir y venir?”. Afirmación rotunda. Los tres percusionistas estarán allí sólo para el segundo movimiento y el resto de la pieza estarán atrás. Suena otro movimiento. Dudamel da recomendaciones finales. Breve descanso, que hay que seguir ensayando. Todo debe estar a punto. Orquesta, Dudamel, Stravinsky y Revueltas. Exigencia y riesgo.

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Concierto // Buenos Aires. 3 de abril. 8:15 pm. Teatro Colón. Sala llena. Llenísima. Los músicos de la Simón Bolívar atiborran el escenario. La primera hilera de violines y violas está al borde de la tarima. El último piso del teatro, ése al que le dicen gallinero, se ve como tal. Aparece Dudamel. Aplausos. De un balcón sale una bandera de Venezuela. De una esquina una banda con el tricolor. En la segunda fila otra bandera. El director agradece. Se solidariza con las víctimas de las lluvias en La Plata y Buenos Aires. Les dedica el concierto. Aplausos. Comienza. Primero La consagración de la primavera, luego La noche de los mayas. Con la pieza de Stravinsky permearon el ánimo del público. Con la composición de Revueltas afectaron el ánimo del público. Conmovieron. La audacia, el vigor, el riesgo superado. La fuerza interpretativa de la orquesta fue premiada con una larga ovación. Se escucharon los cantos monosilábicos del fútbol. La gente quería más y más y más. Y aplaudía. La orquesta se fue luego de cuatro bises. Orquesta, Dudamel, Stravinsky y Revueltas fueron, sí, una conjunción extraordinaria.

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Trabajo // Buenos Aires. 3 de abril. 11:30 am. Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo. Los maestros de la Simón Bolívar llegan para dar un taller a los jóvenes del sistema de orquestas argentino. Los maestros son algunos de los muchachos que estuvieron interpretando a Stravinsky y a Revueltas en el Teatro Colón. Al terminar la función comienza otro trabajo: el de compartir el conocimiento y la experiencia, abonar la semilla de la música, de la disciplina, de la constancia, del trabajo en equipo. Eso que cambia la vida.

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Alrededor de cien niños de diferentes partes de Argentina han venido con sus instrumentos y atriles para recibir las clases. Algunos debieron recorrer más de mil kilómetros para participar, como quienes viven en Misiones. Hay algunos muchachos de la Orquesta-Escuela de Chascomus, el primer núcleo del sistema en el país. Inés Vázquez, la rectora de la universidad, Valeria Atela, la directora del sistema de orquestas argentino,  Valdemar Rodríguez, el subdirector ejecutivo de la Fundación Musical Simón Bolívar, acompañan a los músicos. Contrabajo, cuerdas, percusión y metales: ésas son las áreas que atenderán los talleres. Habrá charlas y habrá trabajo individual. Por unas horas la universidad se convierte en conservatorio. Los maestros de la Simón Bolívar honran su compromiso con la enseñanza. Muestran el camino a lo esencial, propician el encuentro con la música. “Si no tienes la música, si no la encuentras, es como hacer una torta sin harina”, dice un maestro a los alumnos de contrabajo. La receta. Sí, pocas veces se da una combinación tan extraordinaria.

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