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“La Última Tentación de Cristo” / #CineEnSemanaSanta

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La Última Tentación de Cristo (The Last Temptation of Christ). Dir. Martin Scorsese. 1988. “Hay una sola palabra que puede describir la totalidad de esta película y al creador detrás de ella: ¡Anticristo!”. Estas son las palabras de un artículo en el site fundamentalista Christian Action sobre la película de Scorsese, palabras que se hicieron eco en muchas comunidades cristianas ante el estreno de La última tentación de Cristo en 1988. La derecha cristiana en Estados Unidos fue implacable, organizando peticiones, campañas telefónicas y marchas en contra del film; el líder evangelista Bill Bright llegó a proponerle a Universal el reembolso de los 14 millones de dólares que costó la película, a cambio de todas las copias existentes para su destrucción. Grupos radicales en Francia quemaron salas de cine donde se exhibía el film, y fue prohibido en México, Chile, Argentina y Turquía, entre otros. Hasta el estreno de La Pasión de Cristo en 2004, la película de Scorsese fue la obra cinematográfica más controversial sobre la vida de Jesucristo jamás realizada.

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Ya ha pasado casi un cuarto de siglo desde que La última tentación de Cristo suscitó tal escándalo, y la fijación amarillista sobre la supuesta “blasfemia” que representaba ha disminuido hasta ser una mera anécdota al momento de discutir el film. Lo que persiste es la imprenta personal que exhibe el proyecto co-escrito por Scorsese y Paul Schrader (basado en la novela homónima de Nikos Kazantzakis), y su innegable sabiduría en representar a Jesús en su natural duplicidad – la de ser completamente hombre y completamente Dios al mismo tiempo. Esta fricción entre divinidad e imperfección humana es el motor del conflicto en la visión teológica de Scorsese y Schrader, quienes juntos o por separado (Schrader escribió para Scorsese Raging Bull y Taxi Driver) dedicaron gran parte de su obra a la elección personal entre la gracia y el pecado. En La última tentación vemos a Jesucristo (Willem Defoe) colaborando con los Romanos en hacer cruces para los condenados, y atormentado por la voz de Dios que retumba en su conciencia, llamándolo a cumplir su destino; y es tentado en el desierto y en la cruz por Satanás, que a través de alucinaciones muestra a Jesús llevando la vida de un hombre común, casado con María Magdalena y con hijos.

Para Scorsese, un director de intensa preocupación religiosa (antes de interesarse en el cine pensó en ser cura), la idea no fue contar con exactitud una historia bíblica, sino capturar la verdadera esencia de la moral religiosa: el acto salvador de Jesucristo no provino de una inclinación dogmática sino de su propia voluntad, que se sobrepuso a sus debilidades para alcanzar la realización de su fe. No es la negación de su humanidad, sino el abrazo de ésta, que Jesús experimentase los mismos dolores y placeres que el resto de su congéneres. Lo que los conservadores cristianos no entendieron y Scorsese sí, es que esto no devalúa a Jesús, al contrario: lo sitúa a nuestro nivel, y legitima la posibilidad del milagro entre los hombres.