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Fragmento de un artículo de Hugo García Michel, publicado en la revista Nexos
Reza el lugar común que hay música que resulta eterna. Ello puede aplicarse a todos los géneros, desde la mal llamada música clásica hasta el jazz, el rock, el reggae, el danzón, la canción vernácula, etcétera. La Novena Sinfonía de Beethoven o los conciertos Brandemburgo de Bach permanecen tan vivos como cuando fueron concebidos. Lo mismo puede decirse de composiciones como “A Love Supreme” de John Coltrane, “A Day in the Life” de los Beatles, “One Love” de Bob Marley o “Cielo rojo” de José Alfredo Jiménez. Parecen piezas musicales perennes.
Pero existe una clase de canción en particular, prácticamente un género, al que los estadunidenses bautizaron como standard y que en sí misma guarda esa calidad de incesante, de siempre viva, de eterna.
Los standards están muy ligados al jazz y en general han sido escritos por grandes compositores. Nombres como George Gershwin, Cole Porter, Johnny Mercer, Hoagy Carmichael, Irving Berlin o Duke Ellington están en los créditos de esas populares canciones a las cuales se les da un origen incluso geográfico y más o menos legendario, bajo la denominación de Tin Pan Alley.
Digo geográfico, porque el Tin Pan Alley era de hecho un lugar, una serie de inmuebles situada en la West 28th Street, entre la quinta y la sexta avenidas, en Manhattan, Nueva York. Ahí, desde 1885 se instalaron algunos editores de música, quienes contrataban a diversos compositores para escribir canciones que pudieran ser comercializadas. Literalmente, los autores se apiñaban en los apartamentos y habitaciones de los edificios, con sus pianos y otros instrumentos musicales, a fin de elaborar sus piezas. En la práctica, se trataba de verdaderas fábricas de canciones.
Este tipo de casas de música, en cuyos aledaños se aposentaron diversas tiendas de instrumentos y casas grabadoras, se extendieron a otras calles de la urbe y a otras ciudades (Londres llegó a tener su propia zona musical) y en su mayoría adoptaron el nombre de Tin Pan Alley, el cual se convirtió en sinónimo de la producción de standards.
El auge del Tin Pan Alley va de fines del siglo XIX a poco después del fin de la Segunda Guerra Mundial, si bien su influencia llegó hasta la época en que surgió el rock ‘n’ roll, a mediados de los años cincuenta del siglo XX.
Miles de standards surgieron en dichas factorías, aunque hay que decir que muchos otros fueron compuestos de manera más íntima y tradicional, según el estilo de escribir de cada compositor.
Básicamente, un standard es una canción que alcanza gran popularidad y es interpretada por una enorme cantidad de músicos y cantantes. En ese sentido, hay standards de blues, de jazz, de rock, de música popular. No obstante, el término se ha centrado en las composiciones más famosas del Tin Pan Alley, mismas que se reunieron en lo que se conoce como el Great American Songbook, es decir, el Gran Cancionero Estadunidense.
Algunos ejemplos de standards (sólo algunos, porque se pueden contar por cientos, si no es que por miles) son temas tan entrañables como “Over the Rainbow”, “Stormy Weather”, “Cheek to Cheek”, “Stardust”, “Georgia on My Mind”, “Makin’ Whoopee”, “Summertime”, “My Funny Valentine”, “Bye Bye Blackbird”, “Fly Me to the Moon”, “I Got Rhythm” y “They Can’t Take That Away from Me”.
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Puede leer el texto completo aquí.
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11 de marzo, 2013
Todos los standars nombrados son inolvidables. Siempre silbo Petite Fleur de Bechet, escuchada por primera vez en 1959 en la versión de Barber,la mas famosa.
6 de abril, 2013
Que lindo que alguien se interese por escribir este tipo de cosas, felicidades por esta entrada. Me gustó.