Perspectivas

Betancourt: La acción exterior también es un arma de combate; por María Teresa Romero

Por Prodavinci | 22 de febrero, 2013

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A 105 años de su natalicio, justo al inicio de un año que se avista entre los más aciagos de nuestra accidentada trayectoria republicana, bien vale recordar esta verdad dicha antes de numerosas maneras: Rómulo Betancourt ha sido uno de los venezolanos con mayor amplitud de miras políticas. No por casualidad se le reconoce como el gran forjador, en pensamiento y acción, del proyecto civilista y democrático de la Venezuela del siglo XX.

Un proyecto que siempre concibió dos caras, la nacional y la internacional. Como pocos, RB comprendió que para el logro, consolidación  y perdurabilidad de un Estado y sistema de democracia representativa, pluralista, libre y justa, era necesario trabajar a la par en la dimensión internacional del proyecto de país y, por tanto, otorgarle la prioridad que merecía a la política exterior.

El politólogo Juan Carlos Rey lo puso de esta manera: “Ha sido uno de los políticos latinoamericanos de todos los tiempos con una visión más amplia y universal de los problemas. Ya desde su época juvenil visualizaba la política nacional como una acción que se llevaba a cabo dentro del marco de un proceso que transcurre a escala planetaria”

De tal forma, RB  nunca relegó ni subestimó –como muchos de su tiempo y de ahora-  el quehacer diplomático y los asuntos internacionales. Fuese como Presidente de la República, como líder del partido AD o como simple militante político, siempre estimó y empleó las políticas internacionales con admirable disciplina y organización estratégica. Inclusive, echó mano de ellas en la clandestinidad y en sus largos exilios. Solía afirmar, “la acción exterior también es un arma de combate”.

En el amplio ideario betancourista  podemos distinguir  tres ideas fundamentales, que luego orientaron la política exterior de los dos periodos constitucionales que le tocó presidir. Se trata de sus ideas de democratización mundial o de internacionalismo democrático, junto a la necesidad de defender y promocionar la democracia representativa, sus valores e instituciones, particularmente en América Latina: la de una integración latinoamericana concebida en el marco de un sistema interamericano, y la de proyección y solidaridad petrolera llevada a cabo de una forma autónoma y soberana, en beneficio primordial del desarrollo de todos los venezolanos.

 Ello explica  que siendo presidente de la Junta Revolucionaria de Gobierno, entre 1945 y 1948, emprendiera la política de “Buenas Compañías”,  y como Presidente Constitucional, entre 1959 y 1964, la denominada “Doctrina Betancourt”. Ambas se dirigieron a construir nexos y alianzas con gobiernos de profesión clara de fe democrática, así como a no reconocer, romper relaciones diplomáticas  y establecer un riguroso “cerco profiláctico” hacia todos los regímenes dictatoriales, fuesen de derecha o de izquierda. Defendió  con coraje esas políticas en el seno de la OEA y la ONU, y desde ellas fustigó la hipocresía y el individualismo de las democracias de la región, empezando por la de Estados Unidos.

Siendo apenas un veinteañero, en 1929, en el diario La Opiniónde Santo Domingo, se hizo estás preguntas de notable vigencia: “¿Por qué mandatarios decentes de pueblos libres se canjean mensajes de cortesía y amistad con el forajido criminal que detenta arbitrariamente en mi país el poder político? ¿Por qué no se acuerdan los gobiernos que aún tienen concepto de la democracia internacional para declarar un boicoteo colectivo a Juan Vicente Gómez hasta lograr situarlo al margen del derecho de gentes?”.

En sus dos gobiernos  también desarrolló una línea de conducta tendente a la unión y el diálogo permanente entre el norte, el centro y el sur del continente. Insistía en que todos se necesitaban entre sí y debían ayudarse mutuamente sin complejos infantiles, sin sumisiones ni arrogancias. De allí su propuesta americanista y sus políticas hacia las “Dos Américas”, que no dejaron de contemplar acciones pertinentes por una mayor integración latinoamericana, ni cuestionamientos y rechazos contundentes al imperialismo, tanto al estadounidense como al soviético.

A su vez, el presidente Betancourt puso en práctica una política internacional petrolera  en defensa de los precios y de los mercados del crudo venezolano, y a favor de una cooperación solidaria con otros países, en especial los menos favorecidos del mundo, pero sin ir en detrimento del interés nacional. Durante el Trienio Adeco estableció, así, la política de no más concesiones petroleras a particulares, mayores gravámenes a las compañías extranjeras y la fórmula del fifty-fifty.

Durante el primer período de la Venezuela democrática, creó la OPEP y dio los primeros pasos para una sensata diplomacia de cooperación petrolera. Su defensa y escrupulosidad en esta materia fue tal, que hasta al amigo Fidel Castro -por entonces aún sin declararse comunista- lo despachó del país cuando en enero de 1959 viajó a Caracas y le solicitó ayuda petrolera. “El petróleo del pueblo venezolano no se regala”, le espetó.

La política exterior, las relaciones internacionales y la buena imagen de Venezuela, no se perdieron –como ahora- bajo la mano firme y democrática de Rómulo Betancourt.

Prodavinci 

Comentarios (1)

Ruben Dario Barboza Carroz
24 de febrero, 2013

Eso es ser PATRIOTA. Defeder y cuidar nuestra soberania. No despues de srr militar, entregar nuestro pais a lo peor de America, el Caribe y el mundo, teniendo ejemplos sociales del primer mundo. Que trajedia!!

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