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El premio espurio, por Fedosy Santaella

05.- Jose Rafael Pocaterra texto

Quizás me vayan a decir que esto es ya cosa vieja, y también otros me dirán que quién me manda. No estoy aquí para poner la rodilla en tierra por nadie. Lo que me interesa mostrar acá es cómo lo bueno de un país se va yendo por culpa de la desidia y la mediocridad de nuestros políticos, de lado y lado.

Como muchos recordarán, y para quienes no lo saben también es bueno recordarlo, la Bienal José Rafael Pocaterra fue alguna vez la bienal literaria más antigua del país, y una de las más prestigiosas. Hoy en día, esa bienal no existe. ¿Qué ocurrió? Pues yo no soy político, yo no me sé los entresijos del asunto, pero este texto que ahora les presento es mi versión del asunto.

Todo comienza por una cartelera, por un anuncio que, a mediados de 2008, vi en la pared exterior de la Escuela de Letras de la Universidad Católica Andrés Bello. Aquel aviso llamaba a concurso para la Bienal José Rafael Pocaterra. Atención: este aviso que contenía las bases estaba en la cartelera de una Escuela de Letras, un lugar absolutamente respetable, un lugar con eso que llaman credibilidad. Por aquel entonces, no voy a negarlo que lo supe, el director del Ateneo de Valencia, José Napoleón Oropeza, escritor a quien respeto profundamente —y quien, por cierto, ganó el más reciente premio de la Crítica—, había sido destituido del cargo. ¿Qué había pasado? Pues tengo entendido que un sindicato de trabajadores afectos al gobierno había tomado el Ateneo, y había destituido a Oropeza (más que destituirlo, al parecer le habían prohibido la entrada, con candado y todo de por medio), esgrimiendo las consignas de siempre: poder para el pueblo, no volverán, corrupción, y todo eso. Por aquellos días, el encargado de la gobernación de Carabobo era nada más y nada menos que el famoso señor de la gloria gaseosa, el general Acosta Carlez, también de tendencia oficialista. ¿Qué asumí yo? Simplemente que el Ateneo había cambiado de manos, como han cambiado de manos en la historia de nuestro país todos los puestos políticos cada vez que entra un nuevo cacique. ¿Pequé de inocente? No les quepa duda. En Venezuela, todos los que trabajamos, todos los que intentamos hacer cosas buenas, todos aquellos que somos unos solemnes caídos de la mata y que no creemos en los gritos que de lado y lado nos tirotean, pecamos de inocentes.

¿Qué hice yo entonces? Pues, como buen caído de la mata, mandé mi libro a concurso. En este caso, un libro de literatura para niños y jóvenes, pues en 2006, todavía con José Napoleón Oropeza al mando, había ganado yo el premio de narrativa. Quería probar suerte de nuevo, pues el Canta Pirulero de Literatura era (ERA) el más prestigioso certamen de literatura para niños y jóvenes del país. Mandé, esperé, y en octubre de 2008, dieron el veredicto. La noticia salió reseñada, debo decir, en los periódicos más importantes de Valencia y también en la red. Surgieron nombres como Olga Marina Molina Campos, Eleonora Requena, Ruth Hernández Boscán, Marissa Arroyal y Azul Urdaneta en poesía. En ensayo, nada más y nada menos que en la Bienal Enrique Bernardo Núñez, resultó ganador Eloi Yagüe. En narrativa, surgió, no sé por qué mucho tiempo después, Pedro Enrique Rodríguez, quien luego ganaría el premio de La Fundación para la Cultura Urbana. Y en literatura infantil, es decir, en el Canta Pirulero, resultó ganador quien esto escribe.

Escritores, ganaron escritores y no políticos, escritores que concursaron en buena lid, a sobre cerrado. Escritores que pasan buena parte de su tiempo con las nalgas bien puestas en sus sillas, trabajando en sus historias, escritores que viven en las nubes, pensando sus palabras, escritores. Escritores no más. ¿Pero qué ocurrió entonces? Que el tiempo pasó, y nadie llamaba a entregar certificados y premios en metálicos.

Empecé a llamar a Valencia, y alguien, una señora cuyo nombre ya ni siquiera vale la pena recordar, me decía que estaban en proceso de realizar los pagos y de emitir los certificados. Que lo que pasaba es que estaban en época de elecciones, que había que esperar. Pues llegaron las elecciones de gobernadores, perdió el señor Acosta Carlez, se coronó el señor Salas Feo, y los ganadores de la Bienal José Rafael Pocaterra, siguieron a la espera.

¿Qué nos terminaron explicando? Pues que por ser la bendita «época de elecciones», el dinero que debía autorizar el señor Acosta Carlez nunca llegó (no me consta, a lo mejor el general sí lo mandó, no sé), y como además perdió la reelección, pues mucho menos.  Ya con el famoso Pollo del sol radiante en la gobernación, nos llegaron con una nueva belleza: ahora el premio era espurio… Disculpen, se supone que escribo, que soy escritor y todo lo demás, pero tuve ir a buscar al diccionario para ver qué carajos era espurio. Resultó que espurio quería —y quiere— decir ilegítimo, fraudulento, falso. Era así, nosotros, los idiotas escritores, o mejor yo —para no meter a mis otros colegas—, el idiota escritor, había participado en un premio fraudulento. Según se dijo luego, era «público y notorio» el carácter «espurio» de aquella bienal, e incluso, de la gente que dirigía el Ateneo, pues ahora, sin el apoyo del gobernador Acosta Carlez, esta gente también era espuria. Tengo entendido que el gobierno de Salas Feo nombró una nueva Junta Directiva, Junta que no ejercía desde al Ateneo, todavía tomado por aquellos «trabajadores afectos al gobierno», ni tampoco ejercía en ningún otro lado.

¿Lo último que nos dijeron allá en el Ateneo de Valencia? Que se estaban haciendo los trámites para pagar los premios desde el Ministerio de la Cultura en Caracas. Eso fue en 2009, o algo así. ¿Que si no me quejé, que si no llevé al reclamo a instancias públicas? Sí lo hice, escribí una carta, la mandé a los medios; nadie, en ninguna parte, me prestó atención.

Señores, no se trata del premio en metálico (que mal nunca viene), se trata de que, ni siquiera nos han dado un diploma confirmándonos como ganadores. El día de hoy, en este raro y abstruso 2013, yo sigo, y por supuesto seguiré siendo, un espurio, palabra que, así uno no sepa lo que significa, es horrenda.

Pero vayamos más lejos todavía. Digamos que no importo yo, que tampoco importan los demás ganadores, lo realmente abominable de todo esto es que, por obra y gracia de los vaivenes, rencillas y mezquindades políticas que nos vienen oscureciendo el pecho desde hace rato en Venezuela, una de las bienales literarias más importantes del país no ha vuelto a abrirse. ¿De quién es la culpa? Gritarán unos que de los de gobierno, gritarán otros que los de la oposición. Señores, la culpa la tiene el odio, la desidia y la mala política, venga de donde venga. La culpa la tienen nuestros mediocres e inconscientes políticos que dejan perder nuestra historia, nuestra cultura, nuestra alma por sus pequeñeces políticas, por su terrenitos de poder a los que tanto les cuesta renunciar. Y no me vengan con que nuestros políticos son humanistas, y aman la cultura, y que ahora la cultura es del pueblo.

Muchas gracias por leerme. Se despide de Uds., un espurio.