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Quentin Tarantino: “No creo en la corrección política”

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Fragmento de entrevista publicada en Página 12 realizada por Bruce Silverstein

–Bastardos sin gloria era una remake de una película del italiano Enzo Castellari. En Django sin cadenas retoma al protagonista de una serie de spaghetti westerns de los años ’60 y ’70. ¿Qué le está pasando con el cine italiano de aquella época?

–¿Será que lo llevo en la sangre? (Risotada.) Desde hace tiempo que quiero hacer un western, y siempre supe que cuando lo hiciera tendría la estética de un spaghetti western, porque siempre me encantó ese género. Eran brutales, operísticos, excesivos, tenían humor negro, llevaban la violencia hasta un punto que se volvía casi surrealista. Hace como diez años empecé a pensar en un western protagonizado por un hombre negro, un ex esclavo que se había vuelto cazador de recompensas, cazando hombres blancos. Al mismo tiempo empecé a escribir un libro sobre Sergio Corbucci, el director de la Django original. Como parte de las giras de presentación de Bastardos sin gloria fui a parar a Japón, donde los spaghetti westerns siguen siendo muy populares. Compré una cantidad de bandas de sonido de películas del género y estuve un día entero escuchándolas. Mientras las escuchaba se me presentó la escena inicial de la película. Así, de golpe. Y me puse a escribirla.

–Más allá de su deseo de filmar un spaghetti western, usted se mete aquí con un tema histórica y políticamente denso para los Estados Unidos, como es el de la esclavitud, las relaciones de poder entre blancos y negros. ¿Cómo lo encaró?

–El de la esclavitud es un tema que los Estados Unidos siempre evitaron. En otros países donde sucedieron atrocidades (pienso en la Alemania de posguerra, por ejemplo), esos temas resurgieron en el curso del tiempo, se trataron, se discutieron, se repensaron. En mi país no sucedió eso. Y no se puede decir precisamente que sea un tema del pasado, en tanto los descendientes de aquellos esclavos son parte sustancial de la población de los Estados Unidos. Por otra parte, tampoco es que estemos hablando de un período breve, algo si se quiere pasajero: ¡Fuimos esclavistas durante dos siglos y medio!

–La película es muy violenta. ¿Se lo propuso como forma de shockear al espectador?

–¡Sí, claro! Imagínese, si es un tema que venimos evitando, la fuerza que hay que hacer para traerlo de nuevo. Pero además, ¿cómo podría no ser violenta una historia que trata sobre algo tan radicalmente violento como la esclavitud de un grupo étnico entero, por parte de otro grupo étnico? Yo lo que me propuse fue agarrar al espectador del siglo XXI y transportarlo a ese momento y lugar precisos –Mississippi, 1858– para que experimentara lo que representaba vivir allí.

–¿Hizo un estudio del tema y de la época?

–Estudié sobre todo lo que más me interesaba del tema de la esclavitud, que era lo más concreto: cuánto costaba un esclavo, cuánto costaba mantenerlo, cuántos esclavos trabajaban en cada plantación, cómo era el tema de los remates, cómo estaba estratificada la población de una plantación. Toda la data básica que se requiere para poder elaborar una ficción.

–¿Qué relación tiene la película con la era Obama?

–No sé, eso deberán pensarlo los historiadores. Lo que sé es que hice la película que quise hacer, sin tener en cuenta en lo más mínimo quién era el presidente de la Nación. Por otra parte, fíjese que yo empecé a pensar en la película cuando Obama ni siquiera “existía”. En plena era Bush, para ser más preciso. Me parece que está bastante claro que no estuve esperando que hubiera un presidente negro para filmar una película con un héroe negro. Además, otra cosa: ya filmé una película con una heroína negra, hace como quince años. Así que difícilmente se me pueda acusar de oportunista, ¿no?

–¿Evaluó las posibles repercusiones de que un realizador blanco mostrara la violencia cometida contra hombres negros?

–No evalué nada: estoy seguro de mi honestidad respecto del tema y eso es lo único que me interesa. No creo en la corrección política, no siento ningún compromiso para con ella. Me acerco al tema desde mi lugar y creo tener tanto derecho a hacerlo como cualquier ciudadano.

–Spike Lee se enfureció con el hecho de que en la película se use el término nigger, que tiene una connotación racista. Ya le había reprochado lo mismo en Tiempos violentos.

–El tema es que no soy yo quien usa ese término, sino los blancos esclavistas de la película. Que es lo que sucedía en ese entonces. Si lo que quiero es meter al espectador en esa situación, ¿cómo voy a hacerlo utilizando un lenguaje que no se corresponda con esa situación? Me parece ridícula la crítica. Entre otras cosas, porque a lo que conduce es a suavizar, a pasteurizar, cuando yo creo que lo que hace falta es lo contrario: darle al espectador una píldora gigante para tragar, sin un maldito vaso de agua a mano.

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