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Meritocracias y movilidad intergeneracional, por Gary Becker

meritocracia 2Hay países que difieren enormemente en la influencia de los antecedentes familiares sobre los logros de los niños. La influencia familiar se mide a través del grado de movilidad intergeneracional, o la relación entre los logros de los padres y sus hijos. Se dice que la movilidad intergeneracional es más fuerte cuando los logros de los niños están más débilmente relacionados con los de sus padres.

La movilidad intergeneracional de un país se utiliza frecuentemente como una medida de la importancia de los méritos por encima de los prejuicios, la influencia política, y otras consideraciones similares para determinar el éxito y el fracaso en ese país. Si bien la movilidad intergeneracional se relaciona con la importancia del mérito para determinar el éxito, la conexión es más compleja de lo que uno podría pensar.

Los economistas suelen medir la movilidad intergeneracional por la relación entre los ingresos (o educación) de los padres y los niños. Si los ingresos salariales (a lo largo de la vida) de los hijos tienden a aumentar en promedio de 4% cuando los ingresos (a lo largo de la vida) de los padres aumentan en un 10%, entonces el grado de movilidad intergeneracional sería de 60% (=(100-40)/100), mientras que si los ingresos de los niños tienden aumentar en un promedio de sólo 1% mientras que los ingresos paternos aumentan un 10%, la movilidad intergeneracional sería del 90%. Esta medida de movilidad oscila entre los países desde aproximadamente 90% a menos del 20%. El grado de movilidad de los Estados Unidos equivale a alrededor del 50%, mientras que parece ser más del 80% en varios países escandinavos, y sólo un 30% para Brasil.

El éxito en una meritocracia depende principalmente de la capacidad y habilidades de una persona. La relación entre la movilidad intergeneracional y una meritocracia así descrita es compleja. Consideremos, por ejemplo, las habilidades cognitivas medidas por una puntuación de coeficiente intelectual (CI). Los genes son un factor determinante de coeficiente intelectual, a pesar de que primeras experiencias, el entorno y la covarianza entre los genes y dicho entorno también son importantes. El notable papel que los genes juegan en el CI significa que los hijos de padres con elevado coeficiente intelectual tienden a poseer un mayor CI que el promedio, en parte porque los niños heredan los genes de sus padres. Si los ingresos dependen en gran medida del coeficiente intelectual de la persona debido a la recompensa de “mérito” que le otorga la economía, los padres que poseen CI elevados tienden a tener ingresos altos, y sus hijos también tendrían ganancias relativamente grandes ya  que tendrían por herencia un coeficiente intelectual alto.

Por lo tanto, en la medida en que los ingresos dependan de las capacidades cognitivas, tal “meritocracia” tendría una fuerte correlación entre los ingresos de padres e hijos. En otras palabras, la movilidad intergeneracional sería relativamente baja en una economía basada en el mérito. Sin duda, la movilidad intergeneracional también sería baja si la posición familiar se pasa automáticamente de padres a hijos, independientemente de las habilidades de los niños (o los padres). Por lo tanto, la movilidad intergeneracional sería baja en estos dos modelos extremos del poder del mérito en determinar las ganancias. Por el contrario, si los ingresos fuesen determinados básicamente al azar en cada generación sin tener en cuenta los méritos o cualquier otra consideración, se tendría una movilidad intergeneracional completa, a pesar de que el mérito no tuvo papel alguno en designar los ingresos.

La relación entre movilidad intergeneracional y  meritocracia se vuelve aún más compleja al  reconocer que las ganancias personales bajo un sistema de méritos no sólo dependen de las capacidades cognitivas del individuo, como su CI. También dependen de las inversiones hechas en la educación personal y capital humano del individuo, en llegar a tiempo al trabajo, en la capacidad de aceptar las críticas y muchas otras características psicológicas. Las familias que han tenido mayor educación y ostentan superiores ingresos suelen invertir mucho en el capital humano de sus hijos, y en varios rasgos no cognitivos. En una economía basada en el mérito donde los ingresos dependen de la totalidad de habilidades y destrezas, los hijos de padres con salarios altos también tienden a ser personas con similares tasas de ingreso, porque sus padres les pasan tanto sus habilidades cognitivas como las inversiones en distintas formas de capital humano.

Incluso después de incluir las inversiones de los padres en la educación y desarrollo de rasgos no cognitivos de sus hijos junto a otros tipos de capital humano, una economía en la que se determina el éxito y el fracaso por el mérito todavía tendría una movilidad intergeneracional baja. Sin duda, las inversiones en educación y capital humano no sólo están determinadas por los padres, sino también por las políticas gubernamentales y por los filántropos. En la medida en que los gobiernos y filántropos invierten más en el capital humano de los niños con padres menos exitosos (como parece ser el caso de los gobiernos de los países escandinavos), una economía basada en el mérito puede tener una movilidad intergeneracional relativamente alta, ya que los niños de familias más pobres y menos educadas pueden tener altos niveles de inversión en capital humano.

Sin embargo, todavía se requiere tomar un gran salto para hacer inferencias desde la movilidad intergeneracional de un país hasta el rol que juega el mérito en determinar el éxito y el fracaso de esa nación. En particular, si bien Estados Unidos tiene una movilidad intergeneracional considerablemente inferior al de muchos países de Europa occidental, esto no quiere decir que el mérito sea un factor menos importante para el éxito de la economía estadounidense que en estas otras economías.

Las economías nacionales basadas en la meritocracia utilizan con mayor eficacia el capital humano de sus  ciudadanos que otras economías, pero un país podría estar dispuesto a sacrificar algo de esa eficiencia a cambio de una mayor movilidad intergeneracional. Las buenas políticas reconocerían que sí existe tal compromiso (trade-off), y que las políticas que conducen a una mayor movilidad entre generaciones podrían convertir la asignación de recursos humanos en un acto considerablemente menos eficiente.

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Pueden leer en inglés aquí.