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Una película extraordinaria, por William Ospina

Por William Ospina | 6 de enero, 2013

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Los peces voladores parecen de las Mil y una noches, la ballena que salta parece inventada a la vez por Melville y por Burger, la isla voraz en cuyas flores hay dientes humanos es una pesadilla de Edgar Allan Poe, el tigre es más real que los tigres de la realidad.

La aventura de un muchacho que se busca a sí mismo, que busca sus dioses, sus amores, sus emociones, se convierte de repente en la historia de un desarraigo, en seguida en una brusca catástrofe, muy pronto en una pesadilla, más adelante en una ardua sucesión de milagros, de pronto en un delirio y, cuando ya todo parece definido como una conmovedora novela de aventuras, a la manera de Conrad o de Kipling, caemos en la sospecha de que acaso no nos han contado todo, de que tal vez lo más importante permanece oculto, y que depende más de nuestra imaginación, o de nuestras emociones, saber al fin cuál es la historia que vimos.

Pero en cada momento del relato hay cosas importantes qué aprender. Kafka decía que de nuestro verdadero enemigo nos llega un don de energía desbordante. ¿Qué puede uno hacer cuando el peor monstruo que ha conocido en su infancia, el ser más terrible y despiadado, termina siendo su compañero en la desventura, el vecino indeseable que hace doblemente difícil la supervivencia, pero que despierta a la vez en nosotros una redoblada energía, una mayor capacidad de luchar?

Kafka dejó también escrito: “En tu lucha contra el mundo apoya al mundo”. Esta película de Ang Lee, Una aventura extraordinaria, parece hecha para ilustrar esa paradójica recomendación. Dice que no es lo mismo luchar con los hombres que luchar con la naturaleza, que no es lo mismo luchar con la intención que luchar con la inocencia.

Lo extraño es que uno asiste minuto a minuto, una hora y otra, a una aventura ciertamente memorable, que uno se siente sacudido, golpeado, extenuado por la naturaleza incontrolable, y al mismo tiempo se siente presenciando una aventura religiosa, un viaje iniciático, un delicado avance desafiando los límites de la capacidad de sobrevivir, de la capacidad de amar y de la capacidad de compadecer. Hay aquí un muchacho que aprovecha todos los recursos, pone a prueba todas sus fuerzas y aprende que en la hora decisiva de la supervivencia hasta nuestros mayores enemigos pueden ser nuestros aliados.

Uno no sabe qué es mejor, si el argumento, la estética de la fotografía, la sabiduría de la narración o el mundo que tan poderosamente recrean para nosotros. ¿Cómo habrán hecho para filmar con tanta vividez esta tempestad marina? Una tempestad es así, pero filmarla de ese modo parece imposible. Y se diría que es todavía más terrible la extrema calma de ese mar luminoso, donde las cosas parecen flotar en su idea pura. Aquí los artificios de la técnica logran hacernos ver con igual nitidez los hechos y los sueños, el delirio y la fantasmagoría.

Pero no puede uno haber recorrido minuciosamente una historia, haberla gozado, haberla padecido, haber vivido todos sus momentos, incluso recordarlos con detalle, y al final no saber en realidad qué fue lo que vio. No saber si ha sido testigo de una realidad o de un sueño, de una aventura o de una quimera, de un hecho o de una mentira.

Esos son los materiales con los que trabaja el arte. Todo en él es ficción y todo en él es realidad, todo engaña los sentidos y es a la vez profundamente verdadero. Esta película de Ang Lee, Una aventura extraordinaria, es, como pocas veces nos permite el cine decirlo, una obra de arte.

Asombrosa la historia, conmovedores los personajes, fantásticos los escenarios, y los hechos de una opresiva intensidad. Todo responde a las profundas necesidades del relato, pero hay algo que ocurre más allá de las imágenes, más allá de los hechos, en el corazón secreto del hombre que cuenta esta historia. Nos desafía a decidir qué es preferible: si una historia real casi imposible de creer, o una historia irreal que todos estamos resignados a aceptar.

El cine fue inventado para que existieran historias como esta. “En tu lucha contra el mundo, apoya al mundo”.

William Ospina  es un poeta, ensayista y novelista colombiano. Entre sus obras se encuentra la novela "El País de la Canela" (2008, La Otra Orilla) y el libro de ensayos "Los nuevos centros de la esfera" (2001, Aguilar). Ganador del Premio de Novela Rómulo Gallegos (2009) Colaborador del diario El Espectador

Comentarios (2)

Dana
7 de enero, 2013

El guión esta basado en uno de los libros mas conmovedores que he leído: Escrita por Yann martel, titulada Life of Pi, Quise colocarles un extracto del libro que relata el porque la familia decide emigrar, creo que en nuestros tiempos actuales define muy bien lo que nos pasa y porque los venezolanos nos hemos convertido en emigrantes: “People move because the ware and the tear of anxiety. Because of the gnawing feeling that no matter how hard they work their efforts will yield nothing, that what they build up in one year will be torn down in one day by others. Because of the impression that the future is blocked up, that they might do all right but not their children. Because of the feeling that nothing will change, that happiness and prosperity are possible only somewhere else.”

Roberto Salazar
14 de febrero, 2013

Está demás decir la carga simbólica que tiene la película. Una obra de arte, bien dicho. Si ahondamos en el mundo psíquico de los personajes, la película es una excelente muestra de como hilvanar una excelente trama, desde lo que nos cuenta que es verdaderamente cierto a lo que construyen entre el cine y el espectador. Como dicen los psicoanalistas, la mitad de la verdad es del paciente y la otra del analista. Quede de ejemplo esta película como bandera didáctica del nudo borromeo.

Fastuosa y tremendo filme.

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