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El Nuevo Nuevo Periodismo, por Jorge Carrión

“¿Qué otro medio de comunicación que no fuera el cómic podría dar una mejor respuesta a la crisis de la prensa escrita?”: esa pregunta retórica la encontrábamos hace un par de años en el editorial de Le Monde Diplomatique en bande dessinée, formulada por el profesor de semiótica Léopold Ferdinand-David Vandermeulen, nacido en 1925 y pionero en el uso de la historieta como método pedagógico. La iniciativa ha creado escuela: el número de octubre de la revista peruana Cometa, dirigida por Marco Avilés y especializada en crónica, ha sido confeccionado exclusivamente en viñetas. Y derivados: la exploración texto-visual de la realidad incluye todo tipo de formatos, desde la fotonarración hasta la infografía, pasando por la ilustración, el cuaderno de viaje, el relato gráfico y todo aquello que los autores puedan imaginar. Porque como reza el subtítulo de Contar la realidad. El drama como eje del periodismo literario, que Jorge Miguel Rodríguez ha compilado para la editorial 451, se trata de desarrollar nuevos dispositivos dramáticos, conflictivos, móviles, que den cuenta de una realidad que solamente de ese modo sabemos leer. En su aportación al volumen Doménico Chiappe crea una fértil serie para pensar el periodismo bélico, la que conformarían John Hersey (Hiroshima), Michael Herr (Despachos de guerra) y Joe Sacco (Notas al pie de Gaza). En esos nombres propios yo vería tres fases de la historia contemporánea de la crónica: el periodismo clásico, el New Journalism y el Nuevo Nuevo Periodismo.

No hay duda de que Sacco es el más importante de los actuales periodistas en formato cómic. Y el único que se mantiene fiel a una poética de la investigación sobre el terreno. Porque sus obras maestras sobre los Balcanes y sobre Palestina, novelas gráficas de no ficción que se han visto recientemente completadas con la publicación de sus Reportajes (Mondadori, 2012) –seis piezas breves que aparecieron originariamente en medios como Virginia Quarterly Review, The Guardian o Times Magazine– constituyen todavía fragmentos de un proyecto singular pese a su cuarto de siglo de existencia. Quiero decir que aunque encontremos autores de la relevancia de Igort (sus dibujos de Cuadernos ucranianos, que aquí ha editado Sins Entido, han sido exhibidos en el museo de arte contemporáneo de Milán) o de Sarah Glidden (que trabaja en esa zona de nadie que hay entre la ilustración, el ensayo y la investigación periodística), lo cierto es que Sacco continúa siendo el único periodista gráfico en el sentido estricto del término, pues no ha incursionado en los otros grandes ámbitos de la no ficción en viñetas. Su condición de pionero, pues, sigue estando acompañada por su naturaleza de rara avis. En el epílogo de Ciudad de payasos (Alfaguara, 2012), ilustrado por Sheila Alvarado y escrito Daniel Alarcón, el novelista y cronista dice que fue en 2003 cuando leyó Gorazde: zona protegida: “Nunca había visto nada igual”. Es, por tanto, en el contexto histórico actual, mucho más favorable para el cómic de ambición artística, que finalmente se ha encontrado con el gran público, cuando la maestría de Sacco está encontrando discípulos.

Su singularidad se acentúa si tenemos en cuenta que Art Spiegelman, Craig Thompson, Marco Corona, Alison Bechdel, Marjane Satrapi, Davide Toffolo, Miguel Gallardo, Aleksandar Zegraf, Peter Kuper, Lamie Ziadé, Josh Neufeld o Guy DeLisle trabajan sobre todo en la autobiografía (sentimental o viajera) o en la divulgación (biografía y ensayo histórico, científico o cultural). Es decir: en la crónica no necesariamente periodística. El caso de Neufeld es paradigmático a este respecto: es autor tanto de A.D.: New Orleans After the Deluge,una obra de referencia sobre el huracán Katrina, que cuenta las historias reales de cinco de sus protagonistas, como de los dibujos de The Influencing Machine, un ensayo de Brooke Gladstone sobre el laberinto mediático de nuestra época. Ese tipo de colaboraciones entre escritores y dibujantes son habituales en el mundo del cómic, pero se han vuelto más complejas en los últimos años. Ejemplo de ello sería Edible Secrets: A Food Tour of Classified U.S., donde han trabajado juntos la investigadora Mia Partlow, el diseñador gráfico Michael Hoerger y el ilustrador Nate Powell: un proyecto en que son tan importantes el hilo narrativo (espionaje y comida) y los dibujos como los mapas, los gráficos o las fotografías intervenidas para relatar la historia contemporánea a través de documentos desclasificados.

Tanto en Bye Bye Babilonia. Beirut 1975-1979, de Ziadé, como en Diario de Oaxaca, de Peter Kuper (ambos en Sexto Piso), constatamos una vez más que se trata de un género polimorfo, con una altísima capacidad de sintonía con nuestra multiforme realidad. Ziadé imagina su texto mediante el retrato, la instantánea bélica, la reproducción de objetos cotidianos y pop, el dibujo naif o el catálogo armamentístico. Kuper combina el relato secuencial con el collage o los artistas invitados, completando su rol de artista con el de curator. Mientras que el periodismo narrativo exclusivamente textual se ha ido codificando en extremo (su defunción ha sido declarada por Nicolás Mavrakis en #findelperiodismo), el Nuevo Nuevo Periodismo, o si se quiere la Nueva Nueva No Ficción, es en estos momentos una forma abierta y con un enorme potencial.