Artes

Literatura brasileña: hay vida después de Clarice; por Edmundo Paz Soldán

Por Edmundo Paz Soldán | 6 de diciembre, 2012

La literatura latinoamericana tiene varias asignaturas pendientes; sin duda, una de las más importantes es incorporar de una vez por todas a Brasil al diálogo fluido entre autores, críticos, editores y lectores del continente. Ya no basta decir que se conoce la obra de Clarice Lispector, João Guimaraes Rosa o Rubem Fonseca; hay otros autores con libros traducidos -pienso en João Gilberto Noll, Luiz Ruffato, Chico Buarque, Daniel Galera, João Paulo Cuenca–, pero estos son vistos más como raras excepciones en la traducción que como parte de un mapa visible y necesario.

Hay señales de que este desconocimiento de la literatura brasileña está cambiando. Las editoriales argentinas independientes, sobre todo Adriana Hidalgo -a la que hay que agradecerle que reeditara Gran Sertón: Veredas en una nueva traducción–, han marcado la pauta. El contingente brasileño en la feria de Guadalajara este año ha sido notable. El gobierno de Dilma Rouseff ha decidido darle un apoyo fundamental a la internacionalización de su literatura, creando un programa de subvenciones para traducir a sus autores (ocho millones de dólares al año, hasta el 2020). Y la revista Granta, siempre muy atenta al zeitgeist, acaba de publicar un número dedicado a “los mejores novelistas brasileños jóvenes”, que contribuirá a consolidar el creciente interés en una narrativa vital y diversa.

Como todas las antologías, la de Granta tiene sus limitaciones. Está animada por un espíritu muy tradicional de lo que se entiende por alta literatura, por lo que los géneros populares no tienen cabida (no hay nada de horror, de ciencia ficción o policial), y tiene una contradicción en la base de su propuesta: pide juzgar a novelistas a través de cuentos y fragmentos de novelas. Una vez aceptadas las reglas del juego, sin embargo, hay que admirar el ambicioso y panorámico esfuerzo de rastrear propuestas de todo el país y dar a conocer voces nuevas, sugerentes, que expanden las fronteras de lo que entendemos por literatura brasileña.

De los veinte autores de Granta, sobresalen en mi lectura, por su trabajo con la forma y el lenguaje: Michel Laub (“Animais” es un modelo de cómo no contar el detalle más importante del relato y extraer de esta decisión una energía contagiosa); Emilio Fraia (“Temporada”: una inquietante maravilla de indirección); Antonio Xerxenesky (“Amanha, quando acordar”: una parábola con un guiño a Marías y un barniz de Calvino y Las mil y una noches, sobre la lectura como una actividad capaz de aplazar el desastre que espera en el mundo real); Carol Bensimon (“Faiscas” juega con la idea de que es más fascinante toda la energía que uno le dedica a planear un viaje que el viaje en sí, “un fracaso irresistible”); Joao Paulo Cuenca (“Antes da queda” es una sátira despiadada al triunfalismo del nuevo Brasil, en el que los habitantes de Rio de Janeiro han sido corrompidos por las Olimpiadas, el mundial de fútbol, el deseo de “emular un cosmopolitismo a través de una cirugía plástica urbana que nunca llegó a ser pero fue muy representada en gráficos coloridos en los periódicos”).

Algunos textos, más que buenos o malos, son simplemente tibios. Están muy bien escritos pero se quedan en la evocación sensible de una situación o una época (Antonio Prata, Luisa Geisler). Hay otros que se acuerdan de la violencia de las dictaduras conosuristas en los setenta (Julián Fuks, Miguel Del Castillo) pero carecen de matices a la hora de registrar el impacto de esa violencia. Están los que intentan juegos con la forma (la farsa, en Lisias; el tono casi ensayístico, en Salem Levy) pero no terminan de convencer.

Algunos de los autores de Granta pertenecen a la diáspora producida en los setenta por las dictaduras: Fuks (padres argentinos), del Castillo (padre uruguayo), Arancibia Contreras (padres chilenos) y Carola Saavedra (nacida en Chile). En esos autores los vínculos entre la experiencia histórica brasileña y la del resto de Sud América son explícitos. Aunque eso de ser de un país-continente que muchas veces parece bastarse consigo mismo ha contribuido a aislarla, la literatura brasileña está hoy dispuesta a reclamar su lugar preponderante entre las literaturas del continente. Por suerte, el diálogo parece ser de ida y vuelta.

Edmundo Paz Soldán es escritor y es profesor de Literatura Latinoamericana en la Universidad de Cornell. Su más reciente novela se titula Norte (2011, Mondadori). Pueden seguirlo en twitter en @edpazsoldan

Envíenos su comentario

Política de comentarios

Usted es el único responsable del comentario que realice en esta página. No se permitirán comentarios que contengan ofensas, insultos, ataques a terceros, lenguaje inapropiado o con contenido discriminatorio. Tampoco se permitirán comentarios que no estén relacionados con el tema del artículo. La intención de Prodavinci es promover el diálogo constructivo.