- Prodavinci - https://historico.prodavinci.com -

Entrevista a Luke Haines

Entrevista realizada por Miqui Otero, publicado en El País (España). A continuación un fragmento:

En el hipotético caso de que el mundo fuera un lugar tan maravilloso como para que Luke Haines apareciera en una tarjetita del juego de mesa Tabú, ése en el que uno debe apañárselas para lograr explicar un concepto o personaje sin mentar unas cuantas palabras vetadas, las que se prohibirían para dificultar la definición del líder de The Auteurs, protagonista pero también virus del brit pop, bien podrían ser: provocador, genio, anti-Oasis (aceptemos anti-Oasis como palabra, venga), ácido, perdedor, autosaboteador, misántropo. Quizá también New (y) Wave, su primer álbum, un disco con el que en 1993 copó portadas y con el que se quedó a un voto de ganar un Mercury Prize que lo habría catapultado al estrellato masivo (ganó Suede; imagino a nuestro protagonista canturreando algo cargadito en la barra de la fiesta posterior: “You’re traaaash, it’s in everything you do”).

Porque Luke Haines es ahora un tipo exiliado relativamente en paz con él mismo y con el mundo, si bien algunas de sus letras, y sobre todo, algunos de sus párrafos en libros de memorias por él firmados como Bad Vibes: Britpop and my part in its downfall, son más ácidos que ejecutar la brillante maniobra de ponerse un despertador a las tres de la madrugada una noche de tormenta y dedicarse a morder y succionar un limón.

El también líder de Black Box Recorder, banda de cariz más comercial que montó cuando lo que se llevaban eran los gestos mohínos de Radiohead (de nuevo, un fracaso comercial y un acierto artístico), es ahora un hombre de mediana edad con un bigote de herradura donde se quedan trazas del vino tinto con el que acompaña sus ultralúcidas sentencias, un mostacho de manillar de Harley Davidson invertido que lo emparenta con otros bigotudos ilustres: la audacia delirante de Richard Brautigan, el humanismo rebotado de Mark Twain (podría suscribir su glorioso aforismo: “El hombre es esa criatura inventada por Dios durante el fin de semana, cuando ya estaba cansado”) y el Sean Connery de El hombre que pudo reinar (o el hombre que pudo convertirse en el emperador del pop anglosajón). Esto último porque toda su carrera es la odisea del artista con el suficiente un carisma para labrarse el podio en la aristocracia pop británica que en todo momento decide, quizás inconscientemente, ponerse una bomba en su propio coche, escupir hacia arriba, truncar toda capacidad de éxito masivo.

Haines, el hermano rebotado de Cocker, el nieto gamberro de Ray Davies, pero con la misma capacidad analítica para captar las convenciones más ridículas del hombre inglés (y del hombre, a secas), visita estos días España para presentar el extraño retrato cubista que es la película sobre su carrera y para hacer lo que mejor borda: tocar canciones de pop maravillosas. También, de paso, para contestar algunas preguntas con las que sacudirse el sambenito de huraño genial. Para desmontar su personaje.

Pregunta. En La contabilidad privada de Christie Malry, de B. S. Johnson (antinovela recién editada aquí por Libros del Silencio, para cuya adaptación fílmica Haines compuso una banda sonora -no se estrenó la peli, huelga decirlo tratándose de este maravilloso estrellado-), el protagonista se venga de una extraña manera de todo aquello que lo ha herido. Vive perpetuamente buscando un balance de crédito y débito, una especie de Mi nombre es Earl, pero al revés; un karma del lado oscuro. A menudo pienso que usted hace lo mismo cuando se sienta delante del ordenador o cuando coge una guitarra: expresarse a través del sarcasmo para intentar buscar algo de justicia en el mundo, aunque sea con víctimas que lo merecen.

Respuesta. No estoy muy de acuerdo… Creo que me confundes con un personajes de ficción. Aunque estoy de acuerdo que el principal objetivo del arte (si es que el arte tiene un objetivo, y dudo que lo tenga y a demás no sé por qué alguien o algo debería tener un objetivo. Intentar que las cosas que hace otra gente tengan un objetivo es un mal hábito del crítico, que no puede entender que algo pueda existir sin tener un “objetivo) es crear un mundo, más que intentar arreglarlo.

P. (¿Lo ven? Ya lo decía también Twain: “Cualquier emoción si es sincera es involuntaria”). De todos modos, ¿por qué cree que, incluso ahora, cuando se toma a usted mismo como material paródico, todo el mundo usa la palabra mágica (“Misántropo”, siento haberla dicho, de veras; no ha sido el entrevistador, fueron ellos) cuando habla de usted? ¿Qué les diría en su defensa?

R. Bien, bien… es la primera vez en unos dos años que la vieja acusación de “misántropo” ha saltado a la luz. Déjame explicarte. “Misántropo” significa “disgustar o desconfiar del género humano”. En el pasado, se me aplicó, es cierto. Lo hizo gente, creo, que no sabe qué significa esa palabra o que no entiende las letras que he escrito. Creo que se me colgó eso por algunas canciones o discos que escribí. Creo que las siguientes son las culpables de todo:

1) After Murder Park, un álbum de rock and roll ostensiblemente angustiado, ácido y enfadado sí. Pero no misántropo. Escucha Unsolved child murder. Es una canción sobre algo que pasó en mi infancia; entonces escucha Suburban Mourning, escrita como una respuesta a esa misma canción doce años después. Además, After Murder Park fue escrito en el máximo apogeo de la Cool Britannia. Mi visión escéptica era en contra del ambiente de aquella época, resultaba fácil rechazarlo aludiendo (de la forma más vaga) a la misantropía.

2) La letra Life is unfair kill yourself or get over it. Ok, muy bien, no es un verso que escribiría ahora, pero lee esas palabras, piensa en ello… no pueden estar más lejos de la misantropía. O ponlo de otro modo: “La vida es injusta, mátate” = Misántropo. “La vida es injusta, mátate o supéralo” = claramente, no es misántropo.

3) Bad Vibes. Es un monólogo interior escrito en primera persona, como los mejores diarios (Joe Orton, Kenneth Williams, Kenneth Tynan, Warhol). Ácido y corrosivo, seguro, pero no misántropo. Si fuera realmente misántropo no haría nada, sólo me quedaría en la cama odiando al mundo, y, a ver, ¿qué razón tengo yo para odiar el mundo? He hecho un montón de grandes discos, estoy felizmente casado con una familia, escribo libros, gano el suficiente dinero, hago lo que quiero. Soy un tipo con suerte. Escéptico, a veces, pero no misántropo.

P. (Gracias, esta respuesta debería constar en los anaqueles de las actas judiciales del pop, por si alguien osa preguntar lo mismo). Aun así, sí es verdad que usted está en contra, porque lo dice en el documental y lo demuestra en sus escritos, de la glorificación del concepto de “el hombre de la calle”. La idea de que la bondad habita sólo la humildad. David Simon se salió de esa plantilla cuando escribía la serie The Wire y soltó aquello de “Que se joda el espectador medio”. ¿Cree que esta tendencia a ser accesible y majo para el espectador u oyente conduce al pop hacia la mediocridad?

R. La glorificación del “hombre de la calle” creo que es algo más una cosa inglesa. Todo debe ser rebajado a algo que el mítico “hombre de la calle” pueda entender. Sobre todo los ingleses, intrínsecamente asustadizos respecto al arte (particularmente, respecto al arte moderno). Lo que los ingleses no entienden de una vez es que el rock and roll es el el Arte Folclórico Británico. Es en lo que los británicos son buenos: música rock. Y por eso todo el movimiento artístico de finales de los ochenta y principios de los noventa (Damien Hirst sería el más conocido) fue tan poco convincente. Era como si todos aquellos artistas no se hubieran enterado de que el rock and roll iba años por delante suyos como arte conceptual. Todos esos artistas volvían la vista atrás a ancianas ideas del cambio de siglo. Todo el rato con la pose: “¿Pero es eso arte?”)

P. (De ahí el título del disco de Television Personalities (Yes, Darling, but is it Art?), de ahí las broncas entre el punk-rocker y pintor Billy Childish a su exmujer, la cotizada artista Tracey Emin) . Francamente, escuchándolo ya era fácil desde un principio imaginarle como un escritor muy fino… ¿Se planteaba esa faceta cuando era un adolescente que empezaba a componer canciones?

R. No, jamás pensé que escribiría un libro hasta que me puse hacerlo. Cuando era adolescente, pensaba que me convertiría en pintor, algo que estoy empezando a hacer ahora, pero sólo para divertirme.

P. (Tampoco daría mal como actor) Art Will Save the World me recuerda mucho a la adaptación de Tristram Shandy. ¿Cómo participó en el proceso? Se puede adivinar su toque durante toda la película…

R. Bueno, es la película de Niall McCann, pero es cierto que hablamos mucho sobre qué tipo de película debería ser. Realmente no queríamos que se convirtiera en la típica película rock… y, sí, queríamos que fuera divertida.

P. A usted le queda tan bien como un traje a medida el papel del “casi exitoso”, pero en realidad tiene muchos fans devotos..

R. No sé si soy tan bueno en eso, pero durante la película hablo sobre las subidas y bajadas de la industria musical. No veo el éxito en términos comerciales. Lo veo en términos de hacer los discos que quieres hacer y de escribir los libros que quieres escribir.

P. Todo el mundo, incluso las pop stars que llenan estadios, echa pestes de la industria musical, pero he leído que usted se siente agradecido por algunas personas que formaban parte de ella pero que confiaron en usted una y otra vez.

R. La industria musical como yo la conocí fue parte de un “accidente”. Desde finales de los sesenta hasta principios del 2000 era posible tener una carrera teniendo una banda de rock más o menos rentable. Te daban suficiente dinero para hacer discos en estudios de grabación, dinero para girar por todo el mundo y te pagaban con adelantos. Todo esto en teoría se recuperaba, pero luego nadie reclamaba esa inversión de vuelta. Ahora, con internet, todo ha cambiado. Pero, como te decía, todo fue un “blip”, una especie de accidente en la historia; la música y la industria musical tenían que que cambiar y ahora tomarán otra forma, quizá no ahora, quizá no en los próximos 20 o 30 años, quizás aún más tarde, pero hay que estar agradecido por lo que tuviste. No hay que quejarse o llevar luto ahora.

P. No sé por qué (de hecho, sí lo sé), pero pensaba todo el rato en usted mientras veía la ceremonia de los Juegos Olímpicos de Londres. ¿Podría compartir con los lectores sus opiniones? ¿Qué le gritaba a la televisión?

R. Danny Boyle casi no usa ninguna influencia del cine europeo y creo que debería hacerlo. El cine británico no lo hace tampoco y por esa razón no es demasiado bueno. Creo que toda la ceremonia de inauguración parecía como la versión de un pobre hombre de Powell and Pressburger. De todos modos, a mí sólo me interesa el cricket, así que nada de todo eso me interesaba.

P. Y, ahora, para finalizar, algunas preguntas cortas dirigidas específicamente a sus fans:

a) Último disco y último libro que ha devorado.

R. Wee Tam, The Incredible String Band. Y The Orton Diaries.

b) Un consejo para algún chaval que esté a punto de firmar un contrato discográfico.

R. No es necesario que lo firmes, sólo necesitas un acuerdo de licencia.

c) ¿Dónde compra usted su vestuario blanco de Mark Twain?

R. Whitechapel Road.

d) Un momento reciente que le haya hecho sentir:

R. Triste: “Cuando otros se sienten engañados”.

Alegre: “Más a menudo que no”.

Aliviado: “Cuando las Olimpiadas de Londres acabaron”.

Celoso: “No desde los noventa; como la culpa, es una emoción inútil”

Nostálgico: “Otra emoción inútil. Estamos aquí ahora… y eso es todo”.

*******

Lea aquí la entrevista completa.