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Postales de Amuay, por Maye Primera

Por Maye Primera | 1 de septiembre, 2012

Foto: AP


Para Prodavinci.com/
El deseo de sus padres era llamarlo René Eduard. Pero se llamó como quiso el notario del registro civil: Reneduar José Jiménez Acosta. Con ese nombre vivió 29 años. Los doce últimos, como trabajador de la estatal Petróleos de Venezuela. Y el último día, como el operador del área de suministros de la refinería de Amuay enviado la madrugada del sábado 25 de agosto a cerrar la fuga en una válvula de gas a la que se atribuye la explosión que, más tarde, lo mató a él y a otras 47 personas, hirió a más de 150 y dejó un saldo nebuloso de desparecidos.

Reneduar creció en la industria. Su abuelo fue plomero en el antiguo “campo Shell”, en Punta Cardón: la segunda refinería que, junto con Amuay, conforma ahora el Centro Refinador Paraguaná. Sus tres hermanos son también petroleros: el mayor, jefe de cuadrilla en la refinería de Amuay; otro, inspector del Ministerio de Petróleo y Minas; y un soldador zurdo en argón, de los que hay pocos. Fueron los compañeros de sus hermanos y no los del difunto los que asistieron el domingo por la mañana al velatorio de Reneduar, en las capillas de Memoriales Paraguaná de la calle Girardot de Punto Fijo. Sí estuvo para dar su pésame la decana del núcleo local la Universidad Nacional Experimental de las Fuerzas Armadas (Unefa): como Reneduar había acabado la escolaridad antes del accidente, prometió que le otorgaría el título post-mortem de ingeniero petrolero.

Una chica –su franela decía en la espalda “representante-de-la-gobernación” de Falcón— entra y sale de las oficinas de la funeraria, llevando papeles o trayéndolos. “Aquí están ‘preparando’ también a ocho guardias nacionales que murieron en el destacamento. Todos eran de San Cristóbal y los mandan hoy mismo para allá”, dice José Luis Jiménez, tío Reneduar, la mañana del domingo. Solo en la sede del Destacamento 44 de la Guardia Nacional, donde había una alcabala, oficinas administrativas y residencias militares, murieron 18 oficiales con sus familiares y visitantes. Murieron, entre ellos, el mayor Eduardo Rivero, su esposa, Neira Labrador de Rivero y Andrea Rivero Labrador, la hija de ocho años de ambos.

Un día antes del accidente, Aníbal Delgado llegó desde Puerto Ordaz con su esposa, dos hijos y un sobrino, a visitar al mayor Rivero en Punto Fijo. Luego todos desaparecieron. “Queremos llevarnos lo que podamos conseguir. Un dedo, un brazo, lo que sea”, dice Engelbert Delgado, hermano de Aníbal. Una parte del Estado admite que la familia Delgado está desaparecida. Aníbal era (o es) empleado de la empresa estatal Electrificación del Caroní y conoció a Rivero luego de enrolarse en la milicia bolivariana; cuando se tuvo noticia del accidente, Edelca pagó el viaje Engelbert para que buscara a su hermano y los gastos de su hospedaje en el hotel Villamar, mientras consigue sus restos. Pero otra parte de ese mismo Estado se empeña en negar que hay decenas de desaparecidos, tal vez atrapados bajo los escombros del comando de la Guardia y de los comercios que molió la explosión. En los televisores de la arepera donde Engelbert fue a tomar el desayuno el lunes por la mañana, aparece la fiscal general, Luisa Ortega Díaz, diciendo que no existen reportes de desaparecidos. “Lo que verdaderamente está pasando no está saliendo a la luz pública”, dice Engelbert y sale a recorrer las morgues cercanas por quinta vez en tres días.

En otra mesa de la misma arepera, Henry Puche cierra negocios, llena facturas y pide que la ciudad vuelva pronto, ya mismo, a la normalidad. “Escriba ahí que yo hago un llamado a la calma, porque este sector de Paraguaná vive es del turismo y los turistas se están yendo”. Henry es de los que atribuye la explosión a la impericia de la gerencia petrolera. Pero es también de los que en ese instante cree que todo está controlado. Afuera, una columna de humo negro atraviesa el cielo y de dos tanques de combustible de la refinería de Amuay salen un par de lenguas de fuego. Lenguas como de camaleón.

Cuando la nafta catalítica de uno de estos tanques arde, lo hace de tal forma que hipnotiza al que la mira arder. El fuego forma bolas que giran y se deshacen en un hongo de humo, y en un radio de un kilómetro, la gente no deja de mirar, de registrar la escena con las cámaras de sus celulares, para Youtube y para la posteridad, con la certeza a medias de que este evento no se volverá a repetir. “¿Otra explosión? No creo. Eso se incendia pero no explota. Vas a ver que no”, dice Edison Delgado, dueño de una casa en la urbanización San Rafael que perdió las ventanas y los marcos de madera de las puertas a causa de la onda expansiva.

Más que otra explosión, a lo que temen en los barrios cercanos -Alí Primera, La Pastora, Creolandia, la urbanización San Rafael—es a los robos de la casas evacuadas. El primer negocio saqueado después del accidente fue el bodegón Lisorca, en la avenida intercomunal Alí Primera, diagonal a la refinería, a un par de cuadras de distancia del Destacamento 44 de la Guardia Nacional, de las panaderías Chada y Virgen del Valle, del restaurant Tropipollo –abierto las 24 horas– y del restaurant Chada Grill, convertidos ahora en escombros y donde, se presume, podría haber cadáveres aún. “La onda le voló los vidrios y la Santamaría, y de ahí se llevaron cajas y cajas de güisqui los mismos policías de Falcón. Si esos son los que nos va a cuidar a nosotros de los saqueos, qué esperanza nos queda”.

La ciudad espera explicaciones. ¿Cuántos muertos hubo en la explosión? ¿Cuántos están aún bajo los escombros? ¿Cómo se generó el accidente? ¿Quién se hará responsable lo ocurrido? “A nosotros, por ejemplo, nadie nos ha dicho en qué parte de la refinería encontraron muerto a mi sobrino”, dice José Luis Jiménez, el tío de Reneduar. Lo que se sabe hasta ahora es que su compañero de guardia sobrevivió al accidente, que fue trasladado al hospital Coromoto de la Maracaibo, lleno de quemaduras y con fracturas en ambas piernas. Se sabe también que las esferas de gas que Reneduar y su compañero salieron a revisar nunca explotaron, como había asegurado el ministro de Petróleo y Minas, Rafael Ramírez, horas después del accidente. La teoría terminó de derrumbarse el lunes 27, aún para los más incrédulos, cuando el ministro Ramírez apareció en pantalla de Venezolana de Televisión, bañado en felicitaciones de parte del presidente Hugo Chávez, con las esferas intactas en el fondo de la toma.

Maye Primera 

Comentarios (5)

LuisCarlos
1 de septiembre, 2012

Y el cuento de las esferas se extiende, porque poco después el mismo ministro culpó a los medios de comunicación de hablar de las esferas explotadas cuando él mismo fue el informante, cuando salió en notas de prensa del ministerio público y de RNV. Así, restaba tiempo de explicaciones reales para enfocarse en “las exageraciones de los medios para generar una matriz de opinión blabla”.

Carlos Subero
2 de septiembre, 2012

El recorrido de Maye Primera ofrece una valiosa entrada en perspectiva a esta tragedia.

Ricardo
2 de septiembre, 2012

Un sentido relato que describe con veracidad la triste realidad de este pueblo.

fernando
2 de septiembre, 2012

¿Y dónde es que está “el amor”?

arelis
2 de septiembre, 2012

este gobernante de turno solo sirve para hablar mariqueras y hacerse ver antes los demas. buenos el que le crea como bueno, este gobernante y sus jalas solo mienten y nunca dicen las verdades….LAMENTABLES PERDIDAS HUMANAS, PADRES DE FAMILIA,CABEZAS DE HOGAR …Y CREEN QUE CON DARLES UNAS CASITA EQUIPADA TODO SE SOLUCIONO? ESAS PERSONAS QUE QUEDAN VIVAS, CON QUEMADURAS GRAVES Y LESIONES, QUIEN LES VA A RESPONDER?

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