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“Mujeres”, diez años después; por Santiago Gamboa

Han pasado casi diez años desde que publiqué en la extinta (y mártir) revista Cambio una columna llamada “Las mujeres de mi generación”, y la verdad es que su curioso destino no para de sorprenderme.

Vuelvo a ella por estos días al verla citada de forma amable en columnas recientes, una de María Elvira Bonilla y otra de Florence Thomas. La cercanía del Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo, me da la disculpa perfecta para recordar ese texto y contar algunas anécdotas.

La verdad es que no recuerdo si lo publiqué en el 2002 o el 2003 (no hay archivo digital de esos años en Cambio), pero lo seguro es que de inmediato empezó a circular como documento adjunto, de correo en correo, entre mujeres, y como solía tener una dirección para atender a los lectores comencé a recibir los más curiosos comentarios, situaciones conmovedoras o divertidas, confesiones desgarradas e incluso comprometedoras. Hasta donde le he podido seguir la pista ha sido traducido a una docena de idiomas y creo poder afirmar que es mi trabajo más famoso y difundido. Si alguno de mis libros hubiera circulado así yo sería un escritor de fama mundial. La propietaria de un hotel en Hawái me declaró “invitado permanente”; una funcionaria de la Embajada de Canadá en Caracas hizo de mí su confidente, me envió poemas, canciones y fotos de su matrimonio; radios de toda América Latina, Estados Unidos y España, en sus programas femeninos, pidieron autorización para leerlo en onda; en un viaje a Moscú para presentar un libro, una periodista se refirió al texto y me preguntó si al escribirlo había pensado en alguna mujer rusa en particular, ya que, según ella, había ciertas claves de la feminidad eslava (le respondí: “pienso todo el tiempo en mujeres rusas”); fue incluido en la página web del sindicato español Confederación General de Trabajadores (CGT); fue plagiado en República Dominicana, con algunos cambios; puesto al día y aumentado en Costa Rica y Venezuela; recibí por él una acusación de plagio en Cali (resuelta a favor, pues el artículo que supuestamente plagié se publicó tres años después del mío, lo que invirtió las culpas); la embajadora de Grecia ante la Unesco, en París, me pidió durante una cena que se lo dedicara —lo traía en griego—, y, en general, para miles de mujeres soy exclusivamente el autor de ese texto.

Pero hay algo aún más curioso y es que al pasar de un correo a otro ha sufrido modificaciones, agregados, y por eso hay versiones largas con párrafos nuevos que son apócrifos, anónimos. ¿Quién los puso ahí? Misterio. Ahora, por ejemplo, se amplió a las mujeres de cincuenta, cuando el original se refería exclusivamente a las de cuarenta. Pero no tengo nada en contra pues en el 2012 las de mi generación son las de cincuenta, o sea que son las mismas mujeres. Desde este punto de vista es el único texto que se transforma con la edad real de sus personajes. En cuanto a los agregados, debo confesar que algunos son demasiado new age y me hacen temblar las pestañas, pero la verdad es que hace ya tiempo comprendí que ese texto, escrito para las mujeres de mi generación, les pertenece a ellas, así que pueden seguirlo leyendo y modificando a su gusto, y por supuesto que lo seguiremos ajustando en cada década que pase.