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Chat con Norberto José Olivar, justo antes del anochecer; por Jacqueline Goldberg

A fines del año pasado la editorial Lugar Común presentó El príncipe negro, libro de Norberto José Olivar que se desliza con soltura entre la novela, el ensayo y la crónica, brindándonos un texto de impreciso género que sólo la necedad exige nombre. De todas maneras, la necedad, la curiosidad periodística y la última luz de un domingo carnestolengo, nos hizo chatear sobre este libro que bien pudiera abrir surcos en la prepotencia de algunos jóvenes narradores de la comarca y ciertos críticos de engolada academia.

Norberto José Olivar viene de la Historia como oficio académico —es egresado y profesor de tal carrera en la Universidad del Zulia—, pero sobre todo como obsesión alimenticia para sus textos. De ahí que este reciente libro —cuyo título hace alusión a una pintura de Paul Klee de la que nadie quiere hablar en el libro—, como los dos muy exitosos que le preceden, esté lleno de guiños intelectuales, una acotada investigación y un largo párrafo que cita con minuciosidad fechas y modos de suicidio de celebridades.

Su novela Un vampiro en Maracaibo (Alfaguara, Premio de la Crítica a la Novela 2008 y Premio Municipal de Novela 2010) ha hecho que el escritor y sus amigos tejieran un discurso en torno a su condición ficcional, tanto que él se despide con frases sangrientas y los demás jugamos a que no lo vemos en fotografías. Pero El príncipe negro no da tregua a ningún tipo de enjambre lúdico. La parca es asunto de respeto, pudor, miedo. Y él lo entiende así. Por eso el libro es exorcismo y amuleto, además de virtuosa escritura, libertad y humor.

Yo: Este libro no es una novela, como dice la contraportada…

Enviado a la(s) 17:30 del domingo

Norberto: Pues, no lo sé. A ratos me gusta pensarlo como novela, pero otras veces me da lo mismo. Puede que si exigimos que la novela cuente algo, este libro lo hace: está la historia rara y zigzagueante de Ángel Santander, que su vida se confunda con lo que lee, puede que recuerde aquello de que la biografía de un escritor es la búsqueda de su estilo, bueno, la biografía de un lector es la memoria de lo leído, pero puede que esté completamente equivocado.

Enviado a la(s) 17:36 del domingo

Yo: ¿Será que comercialmente es más seductor hablar de “novela” que de un libro de una encantadora mixtura, como es el tuyo?

Enviado a la(s) 17:38 del domingo

Norberto: A la gente le gusta el cuento, no hay duda, pero esa mixtura también sirve para darle “credibilidad” a las “mentiras” que terminan siendo esos cuentos, lo veo como un paso adelante para que el lector se lo crea todo, para hacerlo dudar aún en las situaciones más absurdas. Por ejemplo, hace días publiqué aquí en Prodavinci un relato titulado “El monstruo del lago de Maracaibo”, es la historia de una sirena, pero si lo abordaba con el estilo tradicional de un relato, el texto no iba a tener ninguna oportunidad de sembrar alguna duda en el lector, así que escribí el cuento como si fuera un artículo o una crónica, ¿no es lo miso que hacen los canales de televisión dedicados a documentales fantásticos sobre platillos voladores, Pie Grande, El monstruo del lago Ness, etc. Si lo vemos así, cualquier cosa vende (risas macabras).

Enviado a la(s) 17:46 del domingo

Yo: El libro tampoco trata de Enrique Vila-Matas, como dice la contraportada…

Enviado a la(s) 17:50 del domingo

Norberto: Mira, el libro parte de una de sus obsesiones iniciales como era el suicidio (decidió dejarme ese tema a mi, jeje), pero algunos de los personajes del libro son suyos, de modo, que él está presente en cierta forma porque secuestré sus personajes, con la intención de provocar, finalmente, el suicidio del autor al hacerlo volar desde su “sexto piso”…

Enviado a la(s) 17:59 del domingo

Yo: Ciértamente Vila-Matas escribe en el posprólogo que tu libro es “una bella deriva sobre la muerte”.

Enviado a la(s) 18:00 del domingo

Norberto: Sí, no intenté aleccionar a nadie con el asunto del suicidio, no creo que sea posible hacerlo. Quizás, al escribirlo buscaba alguna respuesta, cosa que no conseguí, por supuesto. Lo único posible en ese “embrollo” era extraviarme en el problema, navegar orientado por la literatura, para mirar paisajes muy tétricos, por cierto, pero jamás para conseguir fórmulas. La muerte no tiene ninguna explicación que pueda satisfacer a nadie. Una novela sobre la muerte no podía ser otra cosa que una deriva, como bien dice el maestro Vila-Matas.

Enviado a la(s) 18:05 del domingo

Yo: Podemos estar tranquilos, el suicidio no te quita el sueño…

Enviado a la(s) 18:07 del domingo

Norberto: Sabes que en muchos de mis relatos la gente se suicidaba, y yo ni cuenta me daba del asunto, jejeje, pero tampoco ando en planes de poner el mecate en el cuello que es como se mata un maracucho de verdad, tengo la sensación de que estoy dejando el tema atrás, tal como me lo recomendó Vila-Matas. Además, ¿para qué se va a matar un vampiro?

Enviado a la(s) 18:09 del domingo

Yo: ¿Conociste a un suicida de carne y hueso?

Enviado a la(s) 18:11 del domingo

Norberto: Sí, a varios, el primero fue este jovencito que jugaba al béisbol conmigo, vivía a tres casas de la mía, y que tomé para iniciar este libro. Fue una experiencia muy extraña. Luego una chica que nos visitó varias veces, en fin, no es un asunto como para ponerme a sacar cuentas.

Enviado a la(s) 18:14 del domingo

Yo: ¿Si te fuese dado el don de trastocar la Historia, cambiarías el modo cómo se suicidó alguno de los escritores mencionados en el libro?

Enviado a la(s) 18:15 del domingo

Norberto: Yo siempre cambio la Historia, eso es lo que me enseñaron a hacer en la Universidad, pero dejaría, tal cual, los modos de morir a mano propia seleccionados por estos autores porque, en el fondo, soy muy respetuoso de la libertad individual.

Enviado a la(s) 18:18 del domingo

Yo: Un periodista me preguntó hace poco si Paul Celan, de haber sido maracucho, se habría lanzado del Puente General Rafael Urdaneta…

Enviado a la(s) 18:19 del domingo

Norberto: Los maracuchos se ahorcan, no se lanzan de ningún lado. Los del Puente deben tener un sentido muy pobre del regionalismo. En fin…

Enviado a la(s) 18:20 del domingo

Yo: Pues creo que es más poético deshacerse en las profundas y tormentosas corrientes del lago que ahorcarse en la soledad de una habitación. Seguramente los veinte años que llevo en Caracas me han cambiado hasta la fantasía del suicidio. En fin, no te molesto más, está oscureciendo, supongo que te aguardan tareas fundamentales en tus prácticas sangrientas.

Enviado a la(s) 18:23 del domingo

Norberto: Seguro, pero procuro ser un vampiro educado. Ha sido un verdadero placer.

Enviado a la(s) 18:24 del domingo