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La última entrevista de García Lorca

Artículo publicado en El Cultural, escrito por Liz Perales. A continuación un extracto:

“Miradero” fue una revista muy ambiciosa, editada por José Gallo de Renovales, que solo logró sacar adelante un número. En éste único ejemplar Lorca concedía una entrevista a Juan Alfarache, meses después de su viaje a los Estados Unidos (1930), en la que habla de sus ideas sobre el teatro, de sus estrenos y su relación con Margarita Xirgu y de su afición a los toros. Entrevista que está ilustrada con unas fotografías poco conocidas de Margarita Xirgu en La zapatera prodigiosa, hechas por Calvache.

El Centro de Documentación Teatral se ha hecho con un ejemplar de “Miradero” gracias a la donación de María Jesús Gómez Llano y ha difundido, a través de su web, la entrevista. En ella, Lorca explica que ha diseñado personalmente la escenografía y los bocetos de La zapatera prodigiosa, porque “hasta el menor detalle es dirigido por mi”.

Federico García Lorca, o la simpatía

Un hermoso pateo.- El autor es el que ve la obra.- Margarita Xirgu es maravillosa.- Conferencias de pago.- Cuba y Granada.- Toros y fútbol.

García Lorca me tiende la mano generosamente… En este gesto de amistad llevo aprendida frecuentemente la simpatía. Por vez primera he hablado con Federico García Lorca. Y su mano, extendida hacia mí, generosamente, me ha significado tanto o más que sus palabras…

¿No os habéis fijado en la forma que tienen ciertas gentes de estrechar la mano y tender sus brazos en ademán de cordialidad más o menos sincera? Así como la grafología nos reserva insospechadas emociones al descifrar la letra picuda y redondilla, el acto de dar la mano se presta también a estudios de psicología aplicada.

Cuando un hombre me tiende la mano, ya sé lo que es. No me equivoco casi nunca. Con García Lorca acerté plenamente. Pensé de él que era un hombre todo corazón, amable, atrayente, de una simpatía cordial, de una palabra fácil, de una ternura sin límites, de un españolismo acentuado, de una infantil generosidad, muy propia de enamorados y de poetas.

– ¿Cuál fue su primer estreno en Madrid?

– El primer estreno fué un hermoso pateo. “El maleficio de la mariposa”, que puso Martínez Sierra en escena. La obra tenía un valor plástico, acrecentado por las decoraciones de Barradas; ese querido artista uruguayo, recién muerto… Era un decorado cubista.

– ¿La obra, en verso?

– Sí. La estrené cuando era casi un niño. La prosa nos va haciendo dueños de nosotros mismos al paso de los años.

– ¿Y luego?

– El estreno de “Mariana Pineda”, por Margarita Xirgu, esta vez con éxito favorable, en Fontalba, en 1927.

– ¿Y en 1931, “La zapatera prodigiosa”?

– Exacto; pero escrita cinco años antes. También “Mariana Pineda” fue terminada tres años antes de su estreno.

Los bocetos del decorado y los dibujos de los trajes se atribuyen a usted.

– Todo; hasta el menor detalle es dirigido por mí. Entiendo que el autor no debe abandonar estas funciones de la total dirección meticulosa. Debe ser el verdadero director de escena.

Y en mis próximas obras lo pienso dirigir todo personalmente, hasta en los menores detalles. El autor es “el que ve” la obra, y debe enseñar a los artistas “cómo la ha visto”.

Y esta absorción directiva, ¿no tropieza con resistencias de los actores?

– Con Margarita todo ha ido como la seda. Tiene una intuición maravillosa, y fácilmente se asimila el criterio del autor. Su condescendencia, su adaptación llega a tanto que más de una vez me ha dicho: “En “La zapatera prodigiosa” me ha hecho poner un traje con un brazo vestido y el otro no. En “Mariana Pineda” me ha hecho cantar. Y ahora, Lorca, ¿me va usted a hacer bailar en alguna obra?” Margarita es genial, maravillosa.

– ¿Por qué se estrenó “La zapatera prodigiosa” en una sesión del “Caracol”? ¿La tenía Rivas Cherif en su poder?

– Hacía bastante tiempo que yo di la obra a Margarita directamente.

– Del teatro de vanguardia, ¿qué opina usted?

– Considero que el teatro puede ser muy atrevido; pero con una norma: que sea para todo el mundo. Está bien algo de laboratorio, de teatro experimental; pero toda obra de teatro no debe buscar limitaciones, sino ser ampliamente para todos.

– ¿Tiene usted mucha labor entre manos?

– Dos obras. Una en verso y otra en prosa. Una tragedia de mucha acción.

– ¿En cuantos actos?

– En los que cada obra necesita. Yo no aceptaré jamás encargos de obras con un número determinado de actos. Estas cosas no se pueden concretar de antemano. Los actos son los que pide la obra. El artista la desarrolla como quiere.

Y Federico García Lorca se expresa enérgicamente:

– Yo siempre haré el teatro que me guste, el que siento; y lo haré como me dé la gana.

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