- Prodavinci - https://historico.prodavinci.com -

El monstruo del lago de Maracaibo, por Norberto José Olivar

En otros tiempos, casi en otra época, nadie veía nada, las rarezas eran simples cuentos, decires de otros decires que alejaban cualquier intento de verificación, pero en los días que corren, todo es video y redes digitales, píxeles de móviles prestos y oportunos que capturan y difunden lo monstruoso, lo «improsólito», obligándonos a reconocer lo repulsivo, aunque aceptemos su fascinación y deleite. De modo que los misterios —y hasta los mitos— se construyen a una velocidad medida, ahora, en K bytes/sec. y esto fue, más o menos, lo que pasó con el aterrador episodio que vivió el señor Conrado Fuchs cuando se tomó la molestia de indagar en la supuesta aparición de una repugnante sirena en las orillas del lago de Maracaibo.

Estas averiguaciones emprendidas por Conrado Fuchs, a cuenta propia, no son tan casuales, él mismo declaró a la prensa que su abuelo paterno le había narrado, hace un montón de años atrás, una curiosa historia con una sirena. Le dijo que cuando niño, escuchó que una mujer cantaba sentada en la playa donde vivía. Él se fue acercando con cierta cautela porque la dama, que estaba de espaldas, parecía desnuda y tuvo miedo de enojarla con su impertinencia. Ella sintió la presencia acechante y volvió su rostro hacia él paralizándole las extremidades: «Mi abuelo dijo que tenía ojos de Medusa y que casi lo vuelve piedra». Agrega, el señor Conrado Fuchs, que su abuelo, congelado de puro espanto, vio zambullirse a la “mujer” metamorfoseada en una especie de bagre blanco, gigante, moteado de escarcha.

Explica, Conrado Fuchs, que su abuelo relataba esta aventura sin ninguna emoción aparente, acaso con nostalgia, como si la Medusa le hubiera petrificado el corazón en un santiamén.

«Por supuesto, nunca di crédito a semejante mamarrachada, hasta que vi las noticias sobre la aparición de la supuesta sirena y las fotografías que circularon en internet, que resultaron unas tenebrosas esculturas, trabajo de taxidermista delirante, de un tal Juan Cabana, que combina  o yuxtapone diferentes esqueletos y restos  animales  para fabricar criaturas horripilantes», siguió exponiendo Conrado Fuchs al par periodistas.

 

Desperezándome con precavida lentitud, fui al taller de Sara Storey, una pintora a la que debo la portada de una novela, y le pregunté por Cabana y su obra. Olía a café recién molido, el lugar, digo, y resultó que lo conocía. Me aseguró, después de darme un distinguido Magdalena, bien cargado, que el espeluznante preservador se había dedicado a los monstruos marinos luego de una experiencia similar a la relatada por Conrado Fuchs. Me leyó parte de algo escrito por el propio Cabana: «Siempre me atrajeron las criaturas extrañas. Por razones personales me obsesioné con los relatos que informaban sobre sirenas. Creo que los seres humanos evolucionaron de un antepasado, aún por descubrir, que vivió o vive todavía en el mar. Hemos sido creados en un ambiente acuoso y nuestra sangre es como el agua salada».

De regreso a casa pienso que la gente puede ser muy crédula, unas pocas imágenes en la web y dan el asunto por consumado. Las notas de prensa, hablamos de 2006, aseguran que una pareja de pescadores se tropezó, por entre los manglares de Los Olivitos, con esta asquerosa criatura «mitad pescao, mitad mujer». Dicen los escribientes que el hallazgo corresponde al cadáver de una verdadera sirena. Y se esgrime, como raciocinio comprobatorio, que la difunta no es de la belleza esperada, que el feo espécimen ha servido para saber que los cuentos de la mitología griega son de una vulgaridad inaceptable, que la realidad es otra muy distinta, o sea, que las sirenas de verdad son unos bichos monstruosos. Y esta contradicción se asume como argumento de validez.

Miren estos breves videos antes de seguir la lectura, por favor:

Otro video siguiendo este enlace.

Sin embargo, la sirena hallada en un cierto estado de descomposición, no escapa del imaginario del monstruo común y ramplón. Escribe Víctor Bravo en El mundo es una fábula (2004) que de Jenófanes a Wittgenstein, el hombre es incapaz de imaginar lo desconocido, «que lo desconocido es impensable y que toda representación de lo desconocido es una combinatoria, asaz incongruente, de elementos conocidos».

El caso es que a la gente le gusta creer en estas rarezas, que de manera tangencial abren la posibilidad de existencias o mundos paralelos, y esto es un aliviadero para tranquilizar sus temores ante la muerte. Y porque esta transgresión de las leyes religiosas, naturales (léase la sirena, por ejemplo) entre otras, son la única manera real para aniquilar el tedio, el aburrimiento y hasta la infame repetición. Y esta es la mejor demostración de que la imaginación es, en términos absolutos, al menos para mí, nuestro único refugio.

Conrado Fuchs no abordó  este enredo desde la acogedora teorización, se fue a Los Olivitos tratando de contactar a los pescadores que encontraron a la maltrecha sirena, conmovido todavía, por lo leído hacía apenas unos días y que revisamos nosotros a continuación:

«Las fotografías que están dando la vuelta al mundo muestran una especie de cadáver con cola de pez, de extraña fisonomía, que bien podría confundirse con la descripción del “chupacabras”, claro, si se cree en las leyendas urbanas… El espécimen que se muestra en las fotos es una especie de cuerpo o esqueleto fosilizado, blanco, de un humanoide que tiene membranas entre los dedos de las manos, carece de piernas y en su lugar, tiene aletas de pescado, con escamas, similar a lo que conoceríamos sobre el mito de las sirenas, de las cuales no hay pruebas, pero fueron descritas por los grandes filósofos griegos como Homero, Platón y Eurípides. Esas sirenas, parte de la mitología griega, han sido presentadas como mujeres de gran belleza que encantaban con la dulzura de sus cánticos a los marinos».

Conrado Fuchs, con su calva rojiza de alemán abandonado en el trópico, llegó a Los Olivitos y no consiguió nada. Alquiló una pequeña lancha y se paseó toda la reserva pesquera hasta que el sol empezó a quemarle el cuello.

«Casi no hay trabajo en esta zona, señor, hay muchas restricciones»

«¿Dígame, usted conoce a los pescadores que hallaron la sirena?», dice Fuchs que así interrogó al lanchero que lo llevaba, aunque fue imposible sacarle nada, refunfuñó, sincero.

«¿Usted cree en esas pendejadas?», replicó el otro con cierto asombro. Conrado Fuchs se defendió —dice— explicando que su abuelo siempre contaba que se había topado con una y la descripción guarda semejanzas desquiciantes con su recuerdo. Claro que no creía en sirenas, pero su abuelo era un hombre muy cuerdo y severo y le cuesta pensar que estuviera mintiendo, algo tendría que haber visto ese viejo, de eso sí estaba seguro.

«No podría informarle gran cosa, señor —cedió el lanchero—, ese día hubo mucho alboroto, y que yo sepa, ninguno de mis conocidos vio a la bendita sirena. Lo que sí sé, es que en esta reserva hay animales muy raros, bueno, tan así, que la gente de la universidad se la pasa metida acá y siempre andan con misterios y entaparamientos».

«A veces pienso que puede ser una mutación de toninas a causa de tanta contaminación, como la cosa que engendró a Godzilla», bromeó Conrado Fuchs con los periodistas, como si quisiera reposar de tantas preguntas ridículas y para coger un poco de aire. No se trataba, en principio, de una rueda de prensa, sino de una coincidencia: Robert Arapé, de Panorama y Carlos Moreno, de Versión Final, se habían apersonado, juntos, a su oficina de contabilidad, del Colegio Alemán, a pedir detalles sobre los rumores que corrían enloquecidos por la ciudad.

Antes, los periódicos, la radio, la televisión, el cine, eran la representación de nuestros imaginarios, en cambio hoy, lo virtual, lo pone en escena, lo vuelve real. Y el terror es, precisamente, la insurgencia de esa escenificación contra la realidad objetiva donde nos escondemos cuando la imaginación se subleva. El terror invade nuestra dimensión y ya no es un acuerdo ficcional de circunstancia, no linda con nuestro mundo sino que se mezcla, apuntalando su credibilidad a elevaciones peligrosas.

Conrado Fuchs no fue el único que se detuvo, estupefacto, ante esta mítica y pavorosa criatura, un sinfín de gentes también se pensó mucho el avistamiento de estas imágenes y dejó constancia de sus pareceres:

Eurídyce, dijo… Wow! Ahora creo en más cosas… En fin. Esto sí que es impresionante, todas nuestras creencias acerca de las sirenas es de que son bellas. Jamás se acaban las sorpresas de nuestro mundo, ¿quién iba decir que encontrarían un animal mitológico?

El soldado, dijo… Una vez más la naturaleza nos demuestra que nada es imposible, cuando me enteré no lo creía, hasta que vi las fotos. Es increíble.

Manuel, dijo… Yo no creo que sea mentira, quién sabe, a lo mejor no sea una criatura común, a lo mejor sea una mutación debido a la contaminación del lago.

Leidy, dijo… Hola a todos, ¡qué impresionante!, no pensé que las sirenas (tritón) existieran. ¡Dios mío lo que hace la naturaleza!, pero les digo algo, eso me asusta, bye…

Mariafer.4422, dijo… Me parece súper ver la foto de una sirena, aunque he buscado en internet y no es la única que han encontrado muerta, son demasiadas, pero de todas formas me impresiona aunque no era como yo la imaginaba, pero bueno, ¡¡¡¡ EXINTEN !!!!

Dangercool, dijo… Después de analizar la imagen por un tiempo, he deducido que es mentira en vista de que el cadáver está muy lejos del agua y él solo no pudo llegar hasta ahí. Además, si no tiene heridas es porque tuvo que haber muerto asfixiado, y sin poder respirar no pudo llegar hasta ese lugar, insisto. Por otra parte, ¿en dónde están las branquias?, no tiene, ¿verdad?, ahora explíquenme cómo es que es un tritón además si muere asfixiado no puede morir con las manos junto a la cintura y boca abajo, en mi opinión tuvo que morir con las manos hacia arriba y la cara viendo al frente o a los lados, su cola o aleta, como sea, es demasiado corta, ¿no pudieron hacerlo mejor?, ¡eso fue un pésimo trabajo!

Gabriella, dijo… Qué horror, parece alguna especie de extraterrestre.

Morit_az, dijo… ¡No es verdad putos de la mierda!, el tritón fue encontrado en México en un lugar del municipio de Cihuatlan, Jalisco, llamado Barra de navidad. Yo vivo a dos kilómetros del sitio, así que no me vengan con chingaderas, putos infelices que le quieren quitar a México la fama.

La prensa escrita va en diferido, pero ese retardo tiene sus encantos. Los reporteros asumen estas reseñas fantásticas con cierta intención de rellano, un descaso que no va mal entre ciento de malas noticias. Conrado Fuchs no añadió, tampoco, nada que iluminara el asunto, todo lo contrario, cerró su declaración relatando el final de la historia de su abuelo, Abelard Fuchs, que de joven fue atlético, buen mozo y jamás se le conoció mujer, pese al desfile de pretendientes que nunca faltó.

La declaración de Conrado Fuchs era también un exorcismo, estaba harto de cargar encima esa incertidumbre, y sin mucho adorno, dijo que su abuelo se había enamorado de esa condenada sirena. Sucedió, pasado unos años de aquel primer encuentro, Abelard Fuchs, oyó que una mujer lo llamaba desde la playa al fondo de su casa de Los Haticos. Era la misma que había visto de cuando niño. El tiempo que separaba esos dos hechos pareció comprimirse, le confesó su abuelo para explicar el sentimiento que había brotado entre ellos. Entonces, dice Conrado Fuchs, su abuelo hizo la gran revelación: Llegado el momento, ella vendría a buscarlo y se irían a vivir en las entrañas del lago, en un lugar muy especial.

Aclara, Conrado Fuchs, que su incredulidad siempre estuvo por delante, hasta que un día, ya su abuelo era un abuelo corriente, desapareció de la casa sin dejar ninguna nota explicativa. Desde esa fecha, mira al lago pensando si su abuelo andará por ahí convertido en una especie de “sireno” o bagre gigante. «Entiendan que cuando dijeron que la sirena parecía más bien el ejemplar de un macho, pensé que podría tratarse de él, de mi pobre abuelo, pero hasta ahora no me había dado cuenta de las estupideces que me carcomían la cabeza. Ya me siento mejor, no porque lo haya olvidado, sino porque puedo vivir con esa duda, no quiero mortificarme más con eso…».

Conrado Fuchs es un contable en retiro, tiene dos hijas que viven fuera. Es viudo. Con regularidad coincidimos en la fuente de soda Irama y jamás le he visto leer otra cosa que periódicos. Es un tipo lacónico, no muy social, pero conmigo siempre ha tenido cierta deferencia. Así que no imagino que alguien como él, que además se dice luterano de pura cepa, se tome el oficio de construir una mentira tan desconcertante y estrambótica. Y si así fuera el auténtico Conrado Fuchs, me encantaría conocerlo a fondo. Sería un personaje extraordinario para cualquier aventura literaria. Incluso para un cuento de terror.