- Prodavinci - https://historico.prodavinci.com -

La droga y sus fronteras, Óscar Collazos

Con las políticas antidrogas, seguimos pedaleando sobre una “bicicleta estática”. El tabú empieza a romperse, esa es la percepción que se tiene desde que la Comisión Latinoamericana sobre Drogas y Democracia, integrada, entre otras personalidades, por los expresidentes César Gaviria, Fernando Henrique Cardoso y Ernesto Zedillo, adoptó una tesis que prospera lentamente en el mundo: la guerra contra el narcotráfico no solo ha sido ineficaz sino catastrófica.

La tesis volvió a ser debatida en la “mesa” ‘Ideas para un mundo en transición’, programada en el Hay Festival de Cartagena. El primero en recordar el fracaso de esas políticas, seguidas sin rechistar por gobiernos de los países productores, fue Carlos Fuentes, quien suscribió así la corriente encabezada por Gaviria, Cardoso y Zedillo.

El antiguo profesor del presidente Santos en sus cursos de Harvard consiguió que el discípulo no se quedara detrás del maestro y le sacó una declaración que, sin embargo, es solo un enunciado de buenas intenciones. Al comparar la actual política con una “bicicleta estática”, Santos nos hizo recordar que, en efecto, esos aparatos no se mueven del lugar donde se ponen pero “mantienen en forma” a quienes pedalean sobre ellos.

La confesión diplomática de Santos no puede ser, pues, motivo de elogios. Al decir que cambiar la política actual debe obedecer a un acuerdo internacional dice una verdad a medias pero evade la otra mitad, más comprometedora: la posibilidad de asumir un liderazgo en la materia. Esperar un “acuerdo internacional” equivale a nadar sin mojarse la ropa.

Las corrientes que cambian el rumbo de políticas equivocadas necesitan a “unos” o “algunos” que las lideren. Nadie más indicado para liderar el cambio de las políticas antidrogas, incluidas las diferentes modalidades de despenalización, que los gobernantes de los países productores. El peso de la iniciativa en foros internacionales será mayor si la asumen jefes de Estado, sumados a quienes, desde sus propios gobiernos, fracasaron en el modelo de guerra vigente.

Santos recordó algo evidente: que el narcotráfico es un asunto de seguridad nacional, “porque alimenta y financia todos los grupos ilegales”, pero puso puntos suspensivos en su propia frase. ¿En qué sentido? Otros factores, de igual o mayor peso que la “seguridad nacional”, conspiran desde el universo de la legalidad para no cambiar la política de ahora y aceptar como un primer paso la despenalización del consumo, asumiéndola como problema de salud pública.

Uno de esos factores no se mencionó, aunque estaba en la mente de todos: el papel que juegan esas inmensas utilidades en instituciones legales, apéndices por lo general de gobiernos democráticos, antes de llegar a la última fase ilegal de la economía de mercado: el blanqueo.

La “seguridad nacional” no es solo amenazada por el flujo de recursos hacia grupos ilegales (guerrillas, paramilitares, narcotraficantes), sino por el sistema financiero que sirve de emisario submarino a las utilidades. El “estiércol del diablo” atraviesa así gruesas cañerías, pasa por “plantas” de tratamiento y acaba disolviéndose en el “archipiélago de la criminalidad financiera”, según la expresión de Le Monde Diplomatique.

La guerra contra el narcotráfico ha llegado a “soluciones” erráticas como sacar el ejército a las calles, como en México, donde prospera la creencia errada de que en Colombia se ganó la batalla contra las drogas gracias a la política de represión dictada por Washington. En verdad, seguimos pedaleando sobre una “bicicleta estática”: no nos movemos, pero fortalecemos los músculos de quienes pedalean sobre ella. Incluido el sistema financiero.