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¿Bajarán en 2012 los mercados emergentes?, por Jeffrey Frankel

Por Prodavinci | 26 de enero, 2012

Los mercados emergentes han tenido unos resultados asombrosamente buenos en los siete últimos años. En muchos casos, han superado con gran diferencia a los países industrializados avanzados en crecimiento económico, proporción de la deuda respecto del PIB, política fiscal anticíclica y evaluaciones por parte de las agencias de calificación y los mercados financieros.

Sin embargo, al comenzar 2012 los inversores están preguntándose si los mercados emergente no irán a tener una corrección, desencadenada por una nueva ola de actuaciones para eliminar los riesgos. ¿Experimentará China una caída brusca? ¿Afectará a América Latina una bajada de los precios de los productos básicos? ¿Se extenderán los problemas de la Unión Europa en materia de deuda soberana a países vecinos, como, por ejemplo, Turquía?

De hecho, pocos son los que creen que se pueda mantener el rápido crecimiento económico y los elevados déficits comerciales que Turquía ha experimentado en los últimos años. Asimismo, unas altas tasas de aumento del PIB en el Brasil y la Argentina en el mismo período podrían invertirse pronto, en particular si bajan los precios de los productos básicos, perspectiva nada remota, si la economía china empieza a flaquear o los tipos de interés reales mundiales aumentan en este año. A su vez, China podría tener una brusca caída, cuando su burbuja inmobiliaria estalle y los bancos del país se vean obligados a afrontar los préstamos fallidos.

No se trata de una exagerada elucubración catastrofista. El Banco Mundial acaba de empeorar los pronósticos económicos sobre los países en desarrollo en sus Perspectivas económicas mundiales para 2012, publicadas en este mes. Por ejemplo, se pronostica que el aumento anual del PIB del Brasil, que se estancó en el tercer trimestre de 2011, ascienda al 3,4 por ciento en 2012, menos de la mitad de la tasa de 7,5 por ciento registrada en 2010. Como reflejo de una desaceleración en la segunda mitad de ese año en la India, el Asia meridional está experimentando una desaceleración tras seis años intensísimos, con un crecimiento del 9,1 por ciento en 2010, entre otras cosas. Se prevé que el crecimiento regional se desacelere aún más, hasta el 5,8 por ciento, en 2012.

La preocupación por que los resultados económicos de los mercados emergentes padezcan problemas dramáticos en 2012 se basa en tres posibles líneas argumentales: empírica, literal y causal, todas ellas inciertas y débiles.

Históricamente, el argumento empírico está basado simplemente en la numerología: los mercados emergentes parecen surgir en un ciclo de quince años.

La crisis internacional de la deuda que estalló a mediados de 1982 comenzó en México y después se extendió al resto de América Latina y a otros lugares. La crisis del Asia oriental llegó quince años después, al afectar a Tailandia a mediados de 1997 y extenderse desde allí hasta el resto de la región y otros sitios. Ahora han transcurrido otros quince años. Así, pues, ¿será 2012 el año de otra crisis de los mercados emergentes?

La hipótesis de ciclos regulares de auge y depresión está respaldada por una ya antigua bibliografía erudita, como, por ejemplo, los escritos de la economista americana Carmen Reinhart, pero yo voy a recurrir a una fuente aún más antigua: el Antiguo Testamento y, en particular, la historía de José, que fue llamado por el faraón para interpretar un sueño sobre siete vacas gordas seguidas de siete vacas flacas.

José profetizó que llegarían siete años de abundancia, con cosechas excelentes gracias a un desbordamiento del Nilo, seguidas de siete años de escasez, con hambre resultante de la sequía. Su predicción resultó ser acertada. Por fortuna, el faraón había facultado a su funcionario tecnocrático (José) para que guardara grano en los siete años de abundancia y acumulase suficientes reservas para salvar al pueblo egipcio de la inanición durante los años malos. Es una enseñanza valiosa para los funcionarios gubernamentales actuales tanto de los países industrializados como de los países en desarrollo.

En el caso de los mercados emergentes, la fase de los siete primeros años de abundantes corrientes de capitales se dio en el período 1975-1981, con el reciclaje de petrodólares en forma de préstamos a los países en desarrollo. La crisis internacional de la deuda que comenzó en México en 1982 sirvió de catalizador para los siete años de escasez, conocidos en América Latina como el “decenio perdido”. El año de cambio de la tendencia, 1989, se caracterizó por la primera emisión de bonos Brady (bonos denominados en dólares emitidos por países de América Latina), que ayudaron a esa región a capear la crisis.

El segundo ciclo de siete años de abundancia fue el período de corrientes de capitales sin precedentes hacia los mercados emergentes comprendido entre 1990 y1996. A raíz de la crisis de 1997 en el Asia oriental, llegaron siete años de escasez de capitales. Después llegó el tercer ciclo de afluencias en el período 2004-2011, que persistió aún durante la crisis financiera mundial. Si la Historia se repite, ha llegado el momento de una tercera “parada repentina” de corrientes de capitales con destino a los mercados emergentes.

¿Serán suficientes un par de datos y una parábola bíblica para que nos tomemos en serio la hipótesis de un ciclo de quince años? Tal vez, si tenemos algún tipo de teoría causal que pueda explicar esa periodicidad de las corrientes de capitales internacionales.

Aquí tenemos una posibilidad: quince años es el tiempo que transcurre hasta que los oficiales encargados de la concesión de préstamos y los gestores de fondos de cobertura abandonan sus puestos por haber sido ascendidos. La generación actual de jóvenes encargados de seleccionar activos sabe que hubo una crisis en Turquía en 2001, pero no la experimentó personalmente. Creen que quizás esta vez vaya a ser diferente.

Si los mercados emergentes se desploman en 2012, habrá que recordar dónde se oyó hablar de ello por primera vez: en el antiguo Egipto.

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Project Syndicate

Jeffrey Frakel es profesor de Formación de Capital y Crecimiento en la Universidad de Harvard.

 

Prodavinci 

Comentarios (1)

roque
27 de enero, 2012

Quisiera creer que este artículo “va con onda” porque de profecías apocalípticas, en Argentina tenemos experiencias.

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