Actualidad

Contra el olvido, por Mirtha Rivero

Por Mirtha Rivero | 15 de noviembre, 2011

Hace exactamente un año, con motivo del centenario de la Revolución Mexicana, en la universidad del estado me encargaron un trabajo que exigía leer –y comentar- novelas de la revolución. Me dieron un listado largo, y en cuanto lo vi antes de siquiera reparar en los autores, me pregunté a mí misma algo que antes ya me había preguntado muchas veces: ¿por qué los mexicanos se cuentan tanto la misma historia?

En la lista, reconocí unos cuantos títulos. Los había leído hacía más de treinta años, en mis días de estudiante, como tarea de los cursos de Literatura o Historia de América. Eran novelas autobiográficas, unas, o especie de diarios de combate, otras; textos todos escritos en medio de tiros, revueltas, conspiraciones y muertos con la sangre aún caliente corriendo por las aceras. De eso me acordaba.

Pero cuando uno es venezolana y lee –en su tierra y entre su gente- novelas de la revolución, las lee como si fueran historias (ficciones) de un pasado ajeno y una geografía distante; como cuentos de una pelea antigua entre dos bandos; relatos de un conflicto que –piensa uno con osadía- no terminó de resolverse con la guerra de Independencia.

Después de vivir varios años en México, al releer o leer por primera vez textos que hablan de ese tiempo, las historias no lucen distantes ni parecen cuentos narrados en blanco y negro. Tampoco sorprende la cantidad de escritores que -en novela, cuento, ensayo, teatro, cine- aún hoy se dedican a contarlas. Hasta se comprende el empeño que tienen en seguir recreando esa guerra: los mexicanos escriben para entender, para tratar de explicarse una realidad que, cien años después, les sigue pareciendo inexplicable.

Y cuando me veo en ese espejo, no puedo hacer otra cosa más que celebrar la profusión de firmas que en los últimos tiempos ha invadido con sus obras los estantes de las librerías venezolanas. De un tiempo a esta parte, a pesar de la coyuntura económica que tiende a ahorcar cualquier esfuerzo  editorial, muchos nombres se han dispuesto a echar sus cuentos. Nuevos, viejos o de data reciente. Cuentos que tienen que ver con gente que ya se fue o con la gente que se queda. Cuentos que pintan un país político, o la vida cotidiana. Que hablan de un cantante, un pelotero o un delincuente de cuello no tan blanco. Cuentos que pueden ser ficciones, historias reales, o tal vez semblanzas. La lista de autores es larga: Elías Pino, Inés Quintero, Roberto Giusti, Ramón Hernández, Alonso Moleiro, Carlos Raúl Hernández, Lucas García, Cristina Marcano, Alberto Barrera, Rodrigo Blanco Calderón, Eduardo Sánchez Rugeles, Ibéyise Pacheco, Mary Montes, Juan Carlos Zapata, Gisela Kosak, Sebastián de la Nuez, Francisco Suniaga, FedericoVegas…

Al citar los nombres de memoria, una brisa fresca sopla en mi cara, y pienso entonces en lo que debemos seguir haciendo: escribir mucho. Escribir lo que sea: novelas, cuentos, ensayos, poesía, crónicas, semblanzas o reportajes. Textos buenos, malos o regulares. Pero seguir escribiendo. Escribir para tratar de entender y entendernos, para leernos en voz alta y que otro escuche, y después lo escuchemos y nos escuchemos. Esa es la mejor forma de saber quiénes somos y lo que hemos hecho. Escribir para saber cómo llegamos hasta aquí, para ver si terminamos por entender el presente que padecemos. Eso, más que una ley, es el mejor antídoto contra el olvido.

 

Mirtha Rivero 

Comentarios (6)

Dolores
15 de noviembre, 2011

Abril y su cielo primaveral fue el telón para una señal que quito la calma a los mexicanos aparece el “Cometa Halley”, la gente dio más atención al suceso estelar, que a los síntomas de una ruptura social; el temor era general se rumoraba que chocaría con la tierra, “es el fin del mundo viene la tragedia…”, la gente comentaba que este había sido excomulgado por el Papa Calixto VI, se decía que su aparición traía muerte y destrucción. Al estallar la Revolución en noviembre por el choque ideológico, la crisis añeja y el descontento social, las lealtades “chinacas”, la influencia de la sociedad ilustrada constituyeron el entramado del poder clientelar y regalista porfiriano, se desmadejaron Diego Rivera tenia veinte cuatro años, vivía en Paris, en esos momentos en Coyoacán la pequeña Frida Khalo era una niña mimada de tres años que gozaba de los juegos, y los mimos de su padre el artista Antonio Khalo, nadie se imaginaba que la guerra estaba en puerta, y que Diego seria el que daria forma color otra dimencion a la revolucion en su obra y que esta sería la primera guerra del siglo xx en ser llevada a la pantalla. Por lo que seguira escribiendo

Lilian Rios
15 de noviembre, 2011

Excelente, Mirtha, sólo que no es fácil tener el talento tuyo y de los “cuarto bates” que mencionas. Aquí, los que leemos, los que aprendemos, los que reflexionamos sobre lo que escriben quienes tienen el talento de hacerlo. Gracias por escribir, sigue haciéndolo

Edgardo Rincon
16 de noviembre, 2011

Pienso que en Venezuela la profusion de textos referidos a nuestra historia tiene varias explicaciones, la primera es que de esos hechos se escribio muy poco en su momento y la segunda ha sido la intencion del gobierno de turno de reinterpretar toda esa epoca de un modo distorsionado y los ha obligado a escribir para tratar de poner las cosas en su lugar.

Alix Rosales
17 de noviembre, 2011

Escribir para pensar(y viceversa), escribir para entender lo que tenemos que pensar, escribir para comprender(nos) y comprender la realidad, asirla, dibujarla,plant(e)arla. Nunca es igual y se aprecia mejor toda literatura cuando se asume, se respira mediante cada coma y cada punto, cada momento de la historia. A tí te ha pasado con la Literatura de México, a mí con la “hecha en Venezuela” Gracias Mirtha, saludos desde Italia

Sol
17 de noviembre, 2011

Antídoto contra el olvido …excelente metáfora.

Damellys López
9 de diciembre, 2011

“Con el corazón partío” como dicen la canción y como venezolana con más de veinte años en México…Gracias Mirtha, ese antídoto contra el olvido nos permite seguir aqui, intentando descifrar la historia de un país que “un día se acostó a dormir en alpargatas y amaneció con zapatos puestos”.

Envíenos su comentario

Política de comentarios

Usted es el único responsable del comentario que realice en esta página. No se permitirán comentarios que contengan ofensas, insultos, ataques a terceros, lenguaje inapropiado o con contenido discriminatorio. Tampoco se permitirán comentarios que no estén relacionados con el tema del artículo. La intención de Prodavinci es promover el diálogo constructivo.