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La justicia llega… demasiados años después, por Patricia Lara Salive

Justo eso acaba de ocurrir con el pleito que Gabriel Eligio y Eligio Gabriel García Márquez, es decir, Gabo y Yiyo (el primero, ya con su memoria un poco perdida, y el segundo, ya fallecido), acaban de ganarle, 17 años después, a Miguel Reyes Palencia, el sucreño cuya historia de amor, salpicada de violencia, originó la Crónica de una muerte anunciada, la película del mismo nombre, dirigida por el italiano Francesco Rosi, con la actuación de Ornella Muti, Irene Papas y Anthony Delon, y el reportaje literario de Eligio titulado La tercera muerte de Santiago Nasar… En él, Yiyo revela intríngulis del rodaje de la película y del escándalo suscitado 30 años después de ocurridos los hechos, cuando en 1981, a raíz de la publicación de la Crónica, Cromos y la revista Al Día contaron quiénes eran los seres de carne y hueso transpuestos poéticamente por Gabo: Miguel Reyes Palencia, el demandante, quien en la novela dio origen al personaje de Bayardo San Román, el marido “deshonrado”; Margarita Chica, que inspiró el de Ángela Vicario, la novia repudiada por su esposo en la trágica noche de esa boda, a raíz de la cual el novio se percató de la mentira de su virginidad; Cayentano Gentile, que originó a Santiago Nasar, el supuesto culpable de la desfloración de Margarita, muerto en la realidad y en la novela de manos de los hermanos de la novia quienes, así, pretendían salvar el honor de la familia, etc.

Pues bien, movido por la ambición y la torpeza, en 1994 Reyes Palencia demandó a los García Márquez por supuesta violación de su intimidad, porque no se le pidió su autorización para publicar el libro y por no recibir beneficios económicos, no obstante ser de los que “dio vida a la obra”. ¡Pretendía obtener, nada menos, que la mitad de los derechos de autor de la Crónica de Gabo, de la película de Rosi y del libro de Eligio!

En una sentencia de última instancia, trascendental para los escritores que vivimos de espiar y de hurtarle a la realidad lo mejor de ella para publicarlo luego, siempre pasándolo antes por el tamiz de la ficción y de nuestro propio inconsciente, el Tribunal Superior de Barranquilla absolvió a los hermanos García Márquez y condenó a Reyes Palencia a pagar $2’142.400.00 por las costas de segunda instancia del juicio.

Su abogado, Alfonso Gómez Méndez, utilizó como argumento en su alegato aquello que aprenden los estudiantes de primer semestre de literatura: que “lo que hace que un texto sea literatura es cómo se dice, no lo que dice”. Para demostrar esa verdad, él transcribe una descripción del marido deshonrado tomada de la obra literaria y otra de los artículos que revelaron la identidad del personaje. Así logra que salte a la vista que lo uno es literatura y lo otro periodismo rampante.

En la sentencia se incluye una declaración de Gabo ante el juez, de fines de los noventa, en la que afirma que “los caracteres de los personajes son falsos (…) y todos los episodios que estaban alrededor del drama (…) obedecen a una técnica primordial del arte de novelar, que es tomar de la vida real solamente los elementos que a uno le interesan desde el punto de vista dramático y humano y volver a armarlos en el libro como a uno le parece que será mejor para hacerles la vida más amable a los lectores”.

En resumen, ¡después de esta sentencia, ningún personaje que haya originado una obra literaria se atreverá a demandar a su autor! ¡Aleluya!