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Gonzalo Grau: “La búsqueda interna de un artista no cesa nunca”, por Diego Arroyo Gil

En agosto de este año, Gonzalo Grau (Caracas, 1972) fue distinguido con el Premio de Composición de Europa 2011 por su oratorio Aqua. El galardón es otorgado anualmente a la mejor première presentada en el Young Euro Classic Festival, dependiente de la Gobernación de Berlín, una actividad que convoca a músicos de todo el mundo y que cada vez despierta de mayor interés en el público alemán. Grau conquistó al auditorio con fragmentos de su oratorio, en vísperas de una presentación que ofreció en Caracas, también en agosto, y del estreno completo de la obra, ocurrido en septiembre en el Musikfest de Stuttgart, cuya Academia Bach le encargara la pieza.

En esta entrevista, Grau cuenta detalles sobre Aqua y de paso sobre su formación como músico, sus intereses como intérprete y compositor y los proyectos en los cuales ahora está enfocado. Nominado al Grammy hace un par de años, es un trabajador infatigable. A la vista están los frutos.

Aqua te fue encargado por la Academia Internacional Bach de Stuttgart, Alemania, ¿cómo ocurrió el encuentro?

–El encuentro con la Academia Bach realmente pasó a través de mi padre, Alberto Grau, y de su esposa y directora musical de Aqua, María Guinand. Su agrupación matriz, la Schola Cantorum de Venezuela, ha mantenido una larga y fructífera relación profesional con la Academia Bach y con su director, Helmuth Rilling, quien en principio encargó este nuevo oratorio a mi padre y este a su vez, junto con María Guinand, deciden pasarme la antorcha y convencen a la Academia Bach de que sea yo quien realmente escriba Aqua. Mi padre fungiría como asesor coral y co-compositor.

–¿De qué se trata Aqua? Entiendo que su objetivo era llamar la atención sobre la necesidad de preservar el agua en el mundo.

–Mi primer pensamiento con respecto a la obra dio paso a una visión global del elemento “agua”, a partir justamente de toda la problemática del mundo actual, los cambios climáticos y todos estos fenómenos que, bien sean naturales o causados por el hombre, nos afectan de una manera notable. Pero tampoco quería hacer una obra “conservacionista”. No se trataba de una campaña, se trataba de propiciar la reflexión a través del arte, a través de sensaciones, emociones, conexiones. Es por esto que Aqua, en el fondo, es una obra sobre la relación del ser humano con el elemento “agua” en todas sus posibilidades. El agua significa vida, pero también muerte. Tiene un lado claro y uno muy oscuro. El agua es ceremonia, religión, ofrenda, bautismo, creación, grandeza. Las más grandes civilizaciones se han establecido siempre cerca de donde hay agua. Pero el agua también ha sido causante de guerra, de desesperanza, de sufrimiento. Todos estamos, para bien o para mal, afectados profundamente por la presencia o carencia del agua. Aqua es un viaje multicultural: quise rendir homenaje a varias culturas; no es lo mismo decir “agua” en Alemania que en India, en Estados Unidos que en Etiopía.

–¿Cómo se transforma un encargo de esa naturaleza en una obra musical autónoma e independiente? ¿Qué dificultades iniciales te planteó el proyecto?

–El primer paso era tener una historia, un dibujo que colorear, o, en este caso, un mapa donde navegar. Mis primeras ideas fueron tomadas y transformadas en historia y poesía por la escritora María Fernanda Palacios, quien a su vez es, coincidencialmente, mi tía. Fue su texto maravilloso el que me inspiró y el que me fue guiando musicalmente. Así, el encargo dejó de ser abstracto y se convirtió en algo con forma y destino. Quizás lo más complicado fue tener una visión de la obra como un todo y no por secciones separadas. Era muy importante que la historia fuese fluida, que cada sección pudiese tener un desarrollo musical específico sin que la obra se hiciese pesada.

–Por naturaleza, un oratorio debe tratar sobre un asunto religioso, ¿es verdad? ¿En qué sentido crees que Aqua honra esa tradición?

–Comúnmente se inscribe al “oratorio” dentro del género religioso, pero no está estrictamente limitado a él. Claudio Monteverdi compuso Il Combattimento di Tancredi e Clorinda, considerado el primer oratorio secular. Aqua tiene de ambas cosas. La obra abre con un canto gregoriano, “Vidi Aquam”, y cierra con cantos provenientes de la religión yoruba dedicados a la diosa del mar Yemayá. Aunque Aqua no está basado en un texto religioso, ese aspecto está muy presente en la obra.

–Supongo que es muy complejo “armar” el rompecabezas entre textos y música.

–Sí, puede ser muy complejo, pero realmente conté con un texto que me inspiró enormemente. Antes de empezar a componer, me imaginaba la voz de mi tía María Fernanda leyendo la parte del Corifeo. El Corifeo, o narrador, es el personaje que va guiando al oyente por los caminos del agua, por todas las historias que integran la obra. Creo que esta fue una de mis “armas secretas” o herramientas más preciadas en el proceso de composición. A veces, esa narración era el motor para que mi imaginación volara. No sé, siento que a veces me inspiraba el texto y a veces me inspiraba ese tono de voz que es tan familiar para mí y que me llena de tanta emoción.

–Provienes de una familia de artistas: tu abuela era pintora, tus padres Alberto Grau e Isabel Palacios, son músicos, lo mismo que María Guinand, la esposa de tu padre, tu tía María Fernanda es la autora de los textos, etcétera. No faltará quien atribuya tus logros a la posibilidad que tienes de estar cerca de ellos. Se dirá que así como tu origen tiene su gracia, también debe tener sus retos: el principal, eso que llaman “estar a la altura”. ¿Crees que tu camino de formación ha consistido, a la vez que en reconocer tu herencia, en diferenciarte?

–¡Por supuesto! Haber crecido rodeado de estos grandes artistas me ha dado una formación realmente privilegiada. Es algo que simplemente ocurrió, no es mi culpa ni mi mérito. Es como una herencia genética. A todo el que me dice: “Gonzalo, qué talentoso eres”, yo le digo: “Gracias, les daré el mensaje a mis padres”. Claro que mis logros tienen que ver con esa formación y con esa familia que tengo, pero también con cada una de las experiencias que he vivido y que vivo, muchas de las cuales no tienen nada que ver con mi familia: la salsa, los panas del colegio, los panas de la orquesta, las gaitas, el flamenco, el jazz, Boston, mis estudios. Todas mis vivencias me han hecho quien soy. Soy y siempre he sido como una esponja humana, por donde voy, absorbo, aprendo, asimilo, analizo, y al final “sumo” a lo que ya traigo en el equipaje. No he intentado “diferenciarme” como tal. Creo que mi diferencia se dio naturalmente, y por eso ahora siento que puedo integrarlo todo. Nunca he querido apartarme o renegar de mi origen; todo lo contrario. No vivo ni trabajo para brillar ni ser más ni menos que nadie, mucho menos si se trata de alguien de mi familia. Me siento orgulloso de ella. La admiro profundamente. ¿Que quiero estar a la altura? Sí, pero sólo lo voy a lograr siendo yo mismo, desde mi sitio particular, haciendo lo mío, con trabajo y diligencia. El reto es muy grande. Por cierto, la tenacidad y la buena disposición al trabajo también se heredan, así que una vez mas: “Gracias, familia”.

–Formaste parte del Sistema de Orquestas de Venezuela, pero has hecho carrera aparte. Pudiste haberte quedado allí, ¿por qué no lo hiciste?

–Porque siempre sentí demasiadas otras inquietudes musicales. La música popular y folklórica tocó una célula muy particular en mí. Estuve siempre expuesto a dos sensibilidades: a un Bach y a una Fania, y las dos me llenaban inmensamente. No podía quedarme sólo con una, y definitivamente la música popular dejó salir mucho más mi voz propia y mi creatividad. Siento que en la orquesta aprendí las maravillas del “tutti”, del trabajo grupal, aprendí a formar parte de una sección. Aprendí a cumplir un rol secundario cuando tenía que hacerlo. Si eres cellista de una orquesta, en momentos puedes ser solista, pero el 99% del tiempo eres parte de ese “bajo continuo”, de la base y fundación de todo, eres el piso donde los demás construyen, y tu trabajo es mantener esa edificación lo más erguida, sólida y hermosa posible. Dicho de otra manera, en la orquesta aprendí a jugar “defensa” y a entender el juego. Si hoy en día puedo sentarme a componer un oratorio como Aqua, es sin duda por todo lo que aprendí sentado en las filas de la Orquesta Nacional Juvenil y en cada ensayo de la Schola Cantorum y de la Camerata de Caracas. Esos fueron en realidad mis salones de clase de composición.

–¿Llega un momento en que la vocación se “alcanza” y lo que viene es crear, o la vocación es justamente esa creación que siempre está como por completarse?

–Creo que no funciona de igual manera para todos. Hay artistas que nacen ya con una vocación definida y quizá simplemente tienen que darle forma con la creación. Pero conozco a muchos artistas a quienes la vocación les llegó después de un arduo trabajo. Digamos que “alcanzan” su vocación. Ahora, sea cual sea el caso, el artista verdadero siempre está en una búsqueda. Buscamos algo quizá demasiado abstracto para ponerle palabras o definirlo, porque se trata de sentimientos, de placeres muy personales que no son compensados por ningún otro elemento. Uno busca y busca para ocupar un rincón en la psique que sólo es llenado, por momentos, por esa sensación plena. Es un rincón egoísta e introspectivo que va mucho mas allá del aplauso. Sí, el aplauso te hace sentir muy feliz, es un premio a un esfuerzo merecido, pero la búsqueda interna de un artista va mucho mas allá y no cesa nunca. La creación siempre está por completarse.

–Y dentro amplio mundo de la música, ¿cuál es tu territorio? Se dice de ti que te interesa “la fusión”. Pero, ¿de qué se trata, al fin y al cabo, esa “fusión”?

–Se trata de exponer honestamente quién eres tú. La fusión debe ser ni más ni menos que esa mezcla de especias, sabores, colores, lugares, historias y tendencias que te representan como individuo. En la vida uno carga una maleta y la va llenando muy poco a poco. Habrá maletas más variadas que otras, con mezclas y fusiones más o menos vastas. Pienso que lo importante es ser honesto con tu propia maleta a la hora de fusionar y reconocer lo que hay o no hay en ella. ¿Que cuál es mi territorio? Todo lo que llevo en mi maleta.

–Volvamos a Aqua. Estrenaste el oratorio en Berlín, luego lo presentaste en Caracas y después en Stuttgart, ¿qué viene ahora?

–Internacionalmente siguen los proyectos a destajo con grandes artistas. Sigo escribiendo, produciendo y girando con las pianistas francesas Katia y Marielle Labèque. Escribo arreglos nuevos para la próxima producción del tenor mexicano Rolando Villazón. Tengo proyectos con artistas que he conocido este último año que están por concretarse. Y continúo con mis dos proyectos principales: La Clave Secreta, grupo con el cual quisiera grabar el año entrante un nuevo CD, y Plural, que me llena de satisfacciones muy personales, ya que no sólo me permite combinar toda la música que me gusta, sino que además me permite trabajar con grandes afectos de mi vida: mis amigos David “El Zancudo” Peña, Alonso Toro y Diego “El Negro” Álvarez. La más reciente producción que hicimos con Plural se titula La Receta.

–Ahora que mencionas a las hermanas Labèque, recuerdo que en 2010 presentaron una suite compuesta por ti –a partir de La Pasión según San Marcos de Osvaldo Golijov– en la Salle Pleyel, en París. ¿Qué surgió a partir de esta experiencia?

–Luego de aquel concierto, hicimos la grabación de esa misma obra (ahora retitulada “Nazareno”) con la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, para el sello Deustche Grammophon. El disco se lanzará al mercado en diciembre. Y también el año pasado, en calidad de productor musical y percusionista, realicé una nueva grabación del musical West Side Story (versionada para dos pianos y dos percusionistas), para el sello discográfico KML y con la cual obtuvimos el premio “Choc de Musique 2011”.

–Para finalizar, has dicho que tienes una educación tanto académica como de música popular, es decir, que te has paseado por un largo catálogo de sonidos. ¿A quiénes escucha Gonzalo Grau, de los de antes y de los de ahora?

La lista de “los de antes” es fácil de escribir. No es una lista oscura ni misteriosa. Son los que son y siempre han sido, sólo que en sus respectivas épocas no eran “de antes” sino “de ahora”, es decir, Monteverdi, Vivaldi, Bach, Mozart, Chopin, Ravel, Stravisnky. Un catálogo universal, ¡y con razón! Pero asimismo digo Blades, Colón, Pacheco, Feliciano, Moré, Matamoros, Formell, Guerra, De Lucía, Corea. Para mí todos son de antes y de ahora. Su música y su legado dan para seguir aprendiendo de ellos eternamente. Son la fuente de mi inspiración personal. Yo aprendí esta frase de mi madre: “Sólo hay dos tipos de música, la buena y la mala”. Más allá de las divisiones estilísticas, e inclusive más allá de divisiones cronológicas o de época, trato de seguir el ejemplo de mi madre y de mantenerme rodeado por un catálogo de “buena música”, de antes, de ahora y de siempre.