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Desapego, por Mirtha Rivero

Por Mirtha Rivero | 30 de agosto, 2011

La última vez que estuve en Caracas –en marzo pasado- me regresé a Monterrey con una carga de libros de autores venezolanos. En mi visita anterior, había tenido que dejar el paquete porque mi esposo se fracturó un pie y era impensable emprender un vuelo –de dos escalas- con dos maletas y un marido en muletas. Esa vez los libros tuvieron que quedarse para después porque, además, no soy de las que gusta meterlos en el equipaje; prefiero llevarlos encima, muy cerca de mí. Me da pavor que los destrocen en los controles antidrogas de los aeropuertos o –peor- que se me pierdan si se extravía un maletín.

Los había dejado, pero cinco meses después me los traje. Y abril fue, entonces, para leer escritores venezolanos –en novela, cuento, reportaje-. Empecé con Federico Vegas y su Sumario (Alfaguara, 2010), la ¿ficción? que se construye a partir del asesinato del coronel Carlos Delgado Chalbaud en 1950. La novela venía con harta recomendación y el texto –interesante, serio, muy bien escrito- me gustó, pero, debo decirlo, me dejó una sensación desagradable en el cuerpo. Un amargor en la boca. Un amargor que sentí casi desde las primeras páginas cuando uno de los personajes –Leonardo Bermúdez, secretario del juez que abre el sumario del caso- comenta:

“Mi vida cambió cuando vi al presidente tirado en el suelo. No fue el cuerpo lo que me impresionó, sino el que nadie parecía sentir nada. Lo mirábamos como embrutecidos. Yo mismo no lograba conmoverme. Era como si Delgado nunca hubiera existido”.

Al leer esas líneas enseguida recordé unas palabras que tres años antes me había confiado Paulina Gamus, antigua dirigente de Acción Democrática, cuando a propósito de la caída de Carlos Andrés Pérez en 1993 la entrevisté para La rebelión de los náufragos (Alfa, 2010): “lo que sucedió con Carlos Andrés fue el abandono total. Era como un leproso. Nadie salió a quebrar lanzas por él”.

También me acordé de un artículo que en septiembre de 2010, en Tal Cual, había escrito Laureano Márquez después de asistir al entierro del productor Franklin Brito, que había muerto –de mengua- días antes en el Hospital Militar. Ese texto, que me había dolido, lo tenía guardado, y ahora, a casi un año de ese artículo –y de esa muerte-, todavía cargando con un mal sabor en la boca, entresaco unas frases:

“Fue particularmente triste el funeral de Franklin Brito… Fue particularmente triste, además, por el par de centenares de personas que acompañaron su sepelio, siendo que tenía 28 millones de deudos… murió solo y poca gente acompañó el entierro”.

Pero Laureano no se quedó allí, se fue a lo más hondo y en el último párrafo, lanzó: “A Franklin Brito lo mató la indolencia”, y quiso destacar: “la que se nos ha instalado a todos en el corazón”.

Y es esa indolencia, esa aparente incapacidad de restearnos en los momentos en donde lo único que cabe es restearnos, la que me lleva a escribir hoy. Es esa insensibilidad mostrada en momentos cruciales. Esa particular manera de ser que exhibimos como colectivo y que nos lleva a quedar tan mal retratados en la historia.

Es como un desapego, un desamor, un desinterés que se instala en automático, y de repente. Cuando la puesta en escena deja de ser multitudinaria, espectacular y no produce dividendos. Una forma de ser que, tal vez sin darnos cuenta, nos lleva también a morir de mengua. Pero no por inanición, sino por desafecto.

***

Publicado en Prodavinci por cortesía de el Diario 2001

Mirtha Rivero 

Comentarios (13)

Paulina Gamus
30 de agosto, 2011

Excelente artículo, breve y conciso. Gracias a Mirtha Rivero por la mención que hacede mi nombre y por citarme.

Teresa
30 de agosto, 2011

Excelente artículo que nos deja una profunda reflexión…hacia dónde vamos?. En qué nos estamos convirtiendo?.Desde cuándo somos así y no lo sabíamos?. Por qué sentimos que lo que está pasando es algo que podemos observar desde la acera de enfrente, que no nos tocará?

GABRIEL
30 de agosto, 2011

Tiene razon Sra Rivero, y comparto que ese desafecto viene precisamente por el hecho de que todos esos señores , bien sea ejerciendo el poder o bien sea defendiendo vehemente sus derechos son utilizados por muchos de esos millones de deudos para sus fines personales, son solo egoistas banderas politicas que se utilizan mientras convenga.

Benedicta Rivero
30 de agosto, 2011

Estupendo artículo. Nos conmueve que sea tan ajustado a la realidad que hoy vivimos entre la indolencia o la impotencia? Acaso el desamor o la cobardía…? ¡Dios Santo¡ ¡Cómo hemos cambiado..¡

Pedro Vicente O.
30 de agosto, 2011

Muy iteresante su artículo, especialmente su referencia histórica del desapego , del desamor y del desinterés que pareciera tenemos muy internalezado en nuestro inconsciente colectivo los venezolanos en estos últimos tiempos. Y me hago algunas preguntas a propósito de este tema, recordando también el libro ” Petroleo, cultura y poder en Venezuela ” de Ma Sol Pérez Shael. Será que el “excremento del diablo” nos ha transformado la esencia de nuestros valores morales que anteriormente teníamos? El facilísmo que nos ha producido el petroleo, supera al esfuerzo transformador de la sociedad hacia una sociedad mejor y más justa y con valores más íntegros? Que tipo de esfuerzo ético debemos hacer como colectivo los venezolanos de ahora en adelante? Si nos duele este país y hay cabida para esta polémica, valdría la pena hacerla? Gracias!

Gabriel P.
30 de agosto, 2011

El corazón colectivo del venezolano, que palpitó triunfante el 23 de enero de 1958, quedó devastado con las equivocaciones abominables del liderazgo que protagonizó tres sucesos cruciales: el golpe de estado de 2002, el paro petrolero y el referéndum de 2004. ¿No explica eso, en parte, la indolencia, o a mi manera de ver, la supra-tolerancia actual?

Eliú Araujo
31 de agosto, 2011

Indolencia, desamor, desinterés, cobardía y pare de contar, aqueja al venezolano en toda su dimensión. En breves palabras la sra. Rivero desnuda al venezolano actual. Da temor, seguir encerrado en el folklórico mundo del comandante y su séquito de desgracias. Cuando un país oye a un nuevo Procurador General de la República, expresarse en los más bajos términos al referirse a los representantes populares de la bancada contraria, piensa que todo está perdido, pero nó, la reacción de nuestra gente, de todos nosostros, pondrá fin a ello; y por supuesto, buscaremos mejores caminos. Es más que doloroso lo que ocurre al venezolano, pero su conciencia, al fin, despertará y brillará en las buenas causas. Gracias Sra. Rivero, por el sacudón de conciencia, gracias por su precisión, gracias por el llamado a la reflexión.Muchas Gracias.

Libia Kancev
31 de agosto, 2011

Mirtha Rivero cita tres casos penosos de desafecto, de indiferencia, de desamor que se materializa en la falta de solidaridad. Y si es que fuese por desconocimiento, pero no…los llamados medios de comunicación gritan, a diario, muchas situaciones que merecen más que levantar la voz ¿Los motivos? No sé. No sé…

manuel
31 de agosto, 2011

Excelente articulo. Retrata perfectamente lo que sucede en nuestro pais. Haciendo un simil de esos casos citados, pienso que la misma indiferencia y desapego es la que nos esta llevando a ver morir nuestra patria, sin siquiera preocuparnos en hacer algo. Ahora, cual es la solucion? Cada uno luchar desde su parcela? Organizarnos? Los años nos quitaron las ganas de intentar un cambio.. Y esos 5 millones que dice el cne que votan por chavez en cada eleccion, nos desaniman a creer en que es posible.

Amparo Alarcón Fernández
31 de agosto, 2011

Gracias a Dios existe Mirtha Rivero que puede escribir y decir lo que muchos sentimos y no podemos expresar. Cuanta verdad ¡¡¡

Gonzalo Pérez Petersen
1 de septiembre, 2011

De acuerdo con el planteamiento. Me gusta asociar la palabra desapego más a la falta de dependencia y como una virtud adquirida cuando se le da mayor importancia a lo que lo tiene en realidad y no se depende de lo superfluo o pasajero. Es característica de una experiencia espiritual.Esa emoción que señalas la calificaría más como indolencia, o indiferencia frente a los que sucede, incluso los más graves o impactantes.

roberto diaz
1 de septiembre, 2011

excelente articulo, somos indiferentes ante el mal ajeno pq creemos q somos inmune a las cosas malas que le suceden a los demás, salimos de nuestras casas rogandole a Dios, y estamos convencidos de que no es con nosotros y decimos cancelado y trasmutado como si fueran frases magicas y el que hable de esas cosas le decimos pavoso… Con esa indiferencia y falta de soliralidad no enfrentemos el problema, hasta que un dia nos alcanza y nos damos cuenta que era cuestion de tiempo para que nos tocara.

Lilian Rios
1 de septiembre, 2011

Toda esa indolencia, ese desafecto ese no importarle nada que sufre el venezolano (y probablemente la mayoría de la población en el mundo) viene de una sola raíz: el EGOISMO. Solamente importo YO, lo que me afecta A MI, lo que quiero YO. Nos hemos ido convirtiendo en unos monstruos de egoísmo probablemente por una falla en las familias, en la educación que se recibe en las familias. Antes (yo soy de ANTES) las familias eran grandes, compuestas por varias generaciones, en muchas casas vivían padres hijos y abuelitos y/o tios o tias solteras. Las casas eran grandes, todos con-vivíamos, compartíamos y una cosa importante: las comidas se hacían en común, nadie comía en silencio(porque el televisor estaba encendido y había que oírlo). En esa época nos oíamos los unos a los otros, comentábamos, peleábamos discutíamos quizás…pero juntos, no cada quien por su lado. Hoy en día, es increíble ver desde los niños más pequeños abstraídos frente a una pantallita que los absorbe Y LOS SEPARA del resto de las personas de su entorno. Se crían solos, solitarios, separados de los demás y por consecuencia egoistas. No pertenecen. No forman parte de una familia. Solamente de una pareja: la pantalla (del celular, la Tv, el lap top, la tablet, cualquier cosa, pero una pantalla…con la cual no se corre el riesgo de una relación. Es imprescindible recuperar la familia, la relación, la calidez y la solidaridad del grupo, de la tribu. Me parece.

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