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Sandel, la Justicia y los indignados, por Óscar Collazos

Justicia (Debate), el ya célebre libro del politólogo Michael J. Sandel, tiene un subtítulo que abre la gran discusión que recorre sus 348 páginas: ‘¿Hacemos lo que debemos?’. Así que, además de anunciarse como una obra pedagógica, la de Sandel es un tratado de filosofía política posterior a la colosal crisis financiera del 2008-2009.

Llama la atención la claridad pedagógica de este popular profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Harvard, autor de otro libro de prestigio: El liberalismo y los límites de la justicia (2000). En su recorrido por el mapa teórico de la justicia -desde Aristóteles hasta John Rawls, pasando por Kant, Benthan y Stuart Mill-, Sandel llega a los pantanos podridos de “el mercado y la moral” y a un tema que preocupa más a los ciudadanos que a los profesionales de la política: “la justicia y el bien común”.

Al leer este libro pensé en el documental Inside Job, de Charles Ferguson, distribuido con el título de Trabajo confidencial. La magistral clase de economía y cinismo de esta película (Óscar al mejor documental del 2010), encuentra en el libro de Sandel muchas más explicaciones y una de las más directas es esta: los errores de las élites financieras y políticas acaban siendo pagados por los ciudadanos. Lo peor de todo es que, muy probablemente, respondiendo a un perverso círculo vicioso, ya se esté incubando la próxima crisis en la glamurosa dictadura del mercado.

No hay que hacerse ilusiones sobre el impacto positivo que puedan tener el libro de Sandel y la película de Ferguson en la conducta de nuestros gobernantes. Estas obras se suman al expediente moral de nuestra época, motivo de la querella que hoy sostienen “los indignados” de Europa y que, con desconcertante indiferencia, ignoramos los ciudadanos de este país.

“Si son grandes fuerzas económicas, fuerzas sistémicas, las que explican las pérdidas desastrosas del 2008 y el 2009, ¿no se podría sostener que explican también las deslumbrantes ganancias de los años anteriores?”, se pregunta Sandel. “Si de los años malos hay que echarle la culpa al tiempo, ¿cómo es posible que el talento, la sabiduría y el duro trabajo de banqueros, corredores y ejecutivos de Wall Street sean los causantes de las magníficas rentas que se obtienen cuando brilla el sol?”

Un leve giro en la argumentación de Sandel lleva a preguntar hasta qué punto la llamada “confianza inversionista” fue un disimulado pretexto para jactarse de los pocos éxitos obtenidos sin avergonzarse de los numerosos fracasos de la ética pública, incluidas, por ejemplo, las fantásticas estafas de los Nule y la manguala que unió en complicidad criminal a altos funcionarios del gobierno con prestigiosas empresas de la salud.

La obra de Sandel es un complemente de otra de las grandes reflexiones sociopolíticas y morales de estos años: Algo va mal, de Tony Judt, un texto sobre el fracaso del modelo neoliberal y el hundimiento inducido de la embarcación que dio origen al Estado de bienestar.

El movimiento de los “indignados” es la expresión de un malestar colectivo al que ya no se le puede colgar el collar de piedras falsas de “la amenaza terrorista”. Ni siquiera es de inspiración izquierdista. “La rabia pública por la crisis financiera del 2008-2009” y el rechazo al cinismo con que se recompensó con millonarias bonificaciones a quienes deberían estar pagando largas penas de cárcel son apenas una parte del disgusto.

“Ya es el momento de que las preocupaciones acerca de la ética, la justicia y el equilibrio duradero (económico y medioambiental) prevalezcan”, escribió Stéphane Hessel (1917), inspirador de los indignados. Con otras palabras y menos ánimo proselitista, es lo que dicen obras como Justicia, de Michael J. Sandel.