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Salcedo Ramos: “Jamás le vendo al personaje la idea de que somos amigos”

La palabra franca y una curiosidad inagotable salpican las conversaciones con el cronista. Mantener intacta la capacidad de asombro y el buen humor son elementos palpables en la apuesta por el periodismo narrativo que a diario hace Alberto Salcedo Ramos. No en vano asevera: “Creo que la principal fuente de temas de un cronista es su propia curiosidad. Cuando uno es curioso encuentra temas donde los demás solo ven una realidad de rutina”.

Huirle al tedio del diarismo, a la insensibilidad del grueso de la agenda mediática ha recompensado a este colombiano con una ristra de historias mágicas donde cada personaje, tratado con sumo rigor periodístico, dialoga con los lectores invitándolos a su mundo y circunstancias vitales. Esta búsqueda creativa signa libros como La eterna parranda, volumen en el que se recogen 27 crónicas que aspiran a resumir la intensidad desplegada por este reportero durante 15 años.

Por ello no teme ufanarse al aseverar: “Es el mejor libro de crónicas que he escrito hasta ahora. Ahí están mis mejores trabajos de los últimos quince años; la del viejo Emiliano Zuleta, el autor de la canción ‘La gota fría’, la del cantante Diomedes Díaz, la de las víctimas de las minas antipersonales, la de los enanos toreros, las de las masacres que han flagelado a mi país. Es un libro en el que mi voz de narrador ya está decantada”.

Premios como el Internacional de Periodismo Rey de España, el de la Excelencia otorgado por la Sociedad Interamericana de Prensa junto a galardones del calibre del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar (que ha ganado en cuatro ocasiones) atestiguan la valía de sus trabajos.

Cronista obsesionado por las múltiples posibilidades de construir memoria que le ofrece el periodismo, sus piezas informativas parecieran recordar el legado de Marguerite Yourcenar quien escribió en boca de su Adriano: “Es menester entregarnos a la observación de los hombres, que logran casi siempre ocultarnos sus secretos o hacernos creer que los tienen”.

Salcedo es uno de los privilegiados que logra desentrañar las contradicciones de los poderosos, la singularidad de personajes marginales y la madeja inextricable tras la fama, dura tarea que acometió con célebres cantores vallenatos como Emiliano Zuleta y Diomedes Díaz, por ejemplo.

Desde chico, en la Barranquilla que le vio crecer, el joven Alberto se convirtió en un lector omnívoro que con rapidez pasó de tiras cómicas como Condorito y Kalimán; de ver maravillado los culebrones de la televisión a la fascinación por la gran literatura.

“Yo tenía nueve años cuando empecé a ver telenovelas. En esa época solo había en Colombia dos canales de televisión. Y además en la casa de mis abuelos, ubicada en un pueblo caluroso del Caribe, no había libros. De modo que las telenovelas, en especial las venezolanas y las mexicanas, me pusieron en contacto por primera vez con el mundo de las historias. Lo mismo puedo decir de los cómics. No en vano García Márquez ha dicho que uno, por lo general, se aproxima a la literatura a través de la mala literatura”, rememora sobre sus inicios.

Su reciente visita a Caracas para presentar La eterna parranda, sirvió para que reflexionara sobre el azaroso oficio de los cronistas latinoamericanos.

El periodismo se embellece a medida que uno se acerca a las letras. Al darle la espalda a la literatura el periodismo se empobrece, se vuelve más chato”, ha declarado ¿Cómo reacciona frente a los puristas que critican el uso de las estructuras narrativas en el periodismo?

Cuando el periodismo no está bien escrito, de todos modos le sirve a uno como un surtidor de datos. Pero yo le pido al oficio mucho más que eso: le pido que me ayude a interpretar los hechos de la actualidad convirtiéndolos en relatos perdurables. Un periódico sin textos sobresalientes se envejece muy rápido y cuando ya las noticias que trae se vuelven viejas, ese periódico solo sirve para envolver aguacates. En cambio un periódico que me regala textos bien escritos es digno de ser guardado como un tesoro en el lugar donde guardas tus libros más queridos.

¿Cuáles autores de ficción y no ficción han influido en su estilo?

En ficción siempre me ha gustado Juan Rulfo, no solo porque me crié en un ambiente rural como el que él describe en sus libros sino por su extraordinaria prosa. El mundo, por lo menos el de la literatura, se ha vuelto más urbano que rural, y sin embargo la obra de Rulfo luce cada vez más vigente. En eso consiste su grandeza. También me encantan García Márquez, Camus, Ribeyro, Dostoievski. En no ficción amo los reportajes de Gay Talese, a quien considero el más grande periodista narrativo que ha existido jamás, y las crónicas del que considero mi maestro, el colombiano Juan José Hoyos; también admiro profundamente a Leila Guerriero, a Juan Villoro, a Julio Villanueva Chang y a Martín Caparrós, cuatro capos de la crónica en cualquier lengua y en cualquier tiempo.

Sus crónicas rezuman humor y una habilidad especial para mostrar los contrastes en cada entrevistado ¿Usa el humor como una estrategia más?

El humor es algo que va fluyendo a menudo, según el tema que uno aborda. Muchas de las historias que he escrito lo contienen. Por ejemplo, la del anciano que cuenta chistes en los velorios, o la del equipo de fútbol de travestis. Me gusta el humor cuando es parte del tema pero no cuando es forzado por un autor que quiere hacerse el chistoso. El humor, cuando es natural, es una cortesía del autor con sus lectores.

En otras ocasiones ha comentado que los temas suelen encontrarlo ¿Ha sido determinante el instinto en este oficio?

Los temas de los cronistas salen de la misma agenda informativa que le sirve de materia prima a todo el periodismo: de la realidad misma, de las noticias que uno conoce en la prensa. Pero también salen de lo que uno mismo ve por la calle, de las pistas que le dan a uno ciertas personas con las que se tropieza. Yo creo que la principal fuente de temas de un cronista es su propia curiosidad. Cuando uno es curioso encuentra temas donde los demás solo ven una realidad de rutina.

Las reglas del arte

Cuando uno hace crónica debe controlar al mentiroso que lo habita para que no sea ese mentiroso el que cuente las historias”, ha dicho ¿Cómo controlar la imaginación y no forzar situaciones para que encajen en la historia? (se ha dicho que Talese y Kapucinski no se resistían, por ejemplo)

Talese es uno de los reporteros más rigurosos y serios que han existido jamás de los jamases. No creo que haya un solo dato falso en sus historias. Y en cuanto a Kapuscinski, desconozco aún el libro en el que se le sindica de falsear la realidad. Por mi parte, te diré lo mismo que digo siempre: el escritor de ficción inventa lo sorprendente mientras que el escritor de no ficción descubre lo sorprendente. La realidad está llena de situaciones asombrosas. Todo lo que uno necesita para captarlas es hacer un trabajo de campo juicioso y paciente. Si uno está ahí, la realidad tarde o temprano le regala guiños, lo sorprende a uno. Leí hace unos años que el entonces ministro de Hacienda de Colombia, Juan Camilo Restrepo, fue a El Caguán, la zona en la que se encontraban los guerrilleros de las Farc durante el proceso de paz con el presidente Pastrana. Restrepo estaba dialogando tranquilamente con “Tirofijo”, el comandante de las Farc. De pronto, como a las seis de la tarde, cuando estaba cayendo la noche, “Tirofijo” miró su reloj y dijo que debía irse. Entonces miró a Restrepo y le hizo una advertencia cínica: ‘si se va a quedar por aquí, tenga cuidado, ministro, que por aquí hay mucha guerrilla”. Ojo, eso lo leí en una noticia, no en una crónica. Si la realidad nos regala situaciones como ésa, ¿qué necesidad hay de inventar? La realidad escribe mejor que nosotros, eso es algo que ya he dicho muchas veces.

Muchos personajes anónimos vertebran su obra quizá sea por esa curiosidad natural que siente ante las historias del prójimo ¿Qué fascinación le despiertan esos personajes del margen en los que la gran prensa rara vez  fija su atención?

Los personajes comunes y corrientes me dejan acercar más. Ellos no son seres que tengan una paranoia alrededor de su propia imagen, como sucede con los famosos o con la gente del poder. No se maquillan para encontrarse conmigo, sino que se muestran desnudos. De ese modo es más fácil ver sus corazones.

¿Qué críticas tienes del periodismo latinoamericano actual?

Me parece que los periódicos están cada vez peor escritos. Muchos de los chicos que llegan hoy a las salas de redacción andan por ahí convencidos de que la pericia tecnológica es ya el periodismo. Saben montar una foto en internet a través de un teléfono Blackberry, saben diseñar un blog, pero ejercitan cada vez menos la memoria y creen que la buena escritura es una antigualla. El defecto más extendido del periodismo latinoamericano, con honrosísimas excepciones, es su apego excesivo a las fuentes oficiales y su dependencia de las voces de los poderosos”.

Conoce bien el panorama periodístico latinoamericano ¿Cuán importante cree que es el papel del periodismo en la consolidación de la democracia en nuestros países? ¿Cree que hay amenazas a la libertad de expresión?

Es importante para ejercer labores de vigilancia y control. Desde luego, sirve para consolidar las democracias.

Maldad bien administrada

Cuando habla en público de Capote comenta que admira esa dosis de maldad necesaria para contar algunas historias ¿Hay límites al conseguir una historia?, ¿Cuáles serían en su caso?

Cuando uno lee sobre Capote descubre que era un manipulador perverso de los personajes. En su reportaje ´Lo que Truman no contó’, George Plimpton nos entrega abundante información sobre el tema. En especial, Plimpton nos ilustra sobre la forma en que Capote se relacionó con la gente de Holcomb durante el tiempo en que hizo el trabajo de campo para escribir ´A sangre fría´: los detalles que les regalaba a sus personajes, las invitaciones que les hacía. Los entrevistados dicen, incluso, que la causa por la cual Capote demoró seis años en ese proyecto no fue el rigor en la investigación, sino una necesidad narrativa más bien cruel: era consciente de que necesitaba la horca de los dos asesinos para rematar su obra. Los narradores tenemos esa cierta dosis de maldad. Le damos más valor a las historias que a los seres que las protagonizan.

¿Cómo logra ese acercamiento con los personajes sin que sientan que es su cómplice?, ¿Cómo generar el alejamiento necesario para gobernar la historia pese a que sea la vida de ellos?

Me acerco como fisgón pero jamás le vendo al personaje la idea de que somos amigos. Estamos allí juntos por razones de trabajo. Creo que tener esto claro es bueno para todas las partes. A mí me permite independencia y al personaje lo deja en libertad de guardarse cierta información que considere privada, ya que, al fin y al cabo, él está hablando con un reportero, no con un hermano de él.

¿Qué consejo les daría a los jóvenes cronistas de estos tiempos?

“Te juro que en los últimos dos meses he contestado más de cien veces esa pregunta. Me la hacen en entrevistas, en foros académicos, en talleres. Todo el mundo quiere su consejo para convertirse ya mismo en un capo de la crónica. La insistencia en esa pregunta me lleva a creer que la gente reduce todo a una receta: dígame usted, señor Salcedo Ramos, cuál es su fórmula para hacer la Coca Cola. Me preguntan un consejo para ahorrarse el trabajo que hay que hacer. Averiguan por consejos porque son impacientes, porque quieren ahorrarse pasos en el proceso, porque no quieren recorrer todo el camino sino desviarse por un atajo que supuestamente permita llegar más rápido. Así que mi consejo favorito por estos días es el siguiente: olvídense de los consejos”.

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Video: vea la conversación entre Angel Alayón y Alberto Salcedo Ramos a propósito del lanzamiento de “La eterna Parranda” en Venezuela (pulse aquí)

Lea la crónica de Alberto Salcedo Ramos: “Un viaje con los enanos toreros” pulsando aquí

Foto: Alvaro Delgado