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El nuevo arte de conversar, por Umberto Eco

El bloguero Alfredo Bucciante, reunió 500 de sus favoritas en este tipo de expresiones —lugares comunes que han sido invertidos para crear conceptos divertidos, a veces intrigantes—.

Por Prodavinci | 30 de abril, 2011

Einaudi, la casa editorial italiana, acaba de sacar un libro con un título curioso. La traducción sería algo así: Lamento llegar temprano, pero me topé con una luz verde tras otra. Se trata simplemente de una frase común —“lamento llegar tarde, pero me topé con una luz roja tras otra”—, sólo que volteada de cabeza.

El autor del libro, el bloguero Alfredo Bucciante, reunió 500 de sus favoritas en este tipo de expresiones —lugares comunes que han sido invertidos para crear conceptos divertidos, a veces intrigantes—. El más inteligente, creo, es: “Los blancos tienen el ritmo en la sangre”. He aquí algunos ejemplos más tomados al azar del libro:

“A veces la ficción es más extraña que la verdad”.

“Las drogas duras son el primer paso hacia fumar marihuana”.

“El maestro hace la práctica”.

“Sí, soy senil, pero no viejo”.

“Hubo un tiempo en que todo esto era ciudad”.

“No te conozcas a ti mismo”.

“El mayordomo no lo hizo”.

“No es tanto la humedad, es el calor”.

“Tu cerebro freirá la televisión”.

El libro es sin duda una lectura interesante. Una vez que lo haya terminado, seguramente se sentirá inspirado a crear algunas de estas expresiones “invertidas”. Aquí están algunas mías:

En el mundo actual, nadie sabe ya lo que estás haciendo.

Transfirió todo su dinero onshore.

¿Cómo puedo dirigir si todo mundo está remando en la misma dirección que yo?

Todos utilizamos la forma normal de estas frases comunes con mucha frecuencia en nuestras conversaciones cotidianas. Frecuentemente reflejan una verdad obvia. Pero no hay nada de malo con decir la verdad, pese a que todos ya la conozcan.

El hecho es que tales frases tienen una función fática en el lenguaje. Las expresiones fáticas (para los que no están familiarizados con la obra del lingüista Roman Jakobson, nacido en Rusia) son aquellas empleadas únicamente para establecer contacto social con otra persona. Estas expresiones generalmente no transmiten ninguna información útil o siquiera preguntas auténticas. Cuando nos cruzamos con alguien en la calle, por ejemplo, o en un corredor, decimos, “¿Cómo estás?”. Realmente no necesitamos una respuesta, simplemente estamos haciendo un contacto social antes de continuar nuestro camino.

Los clichés tienen una función fática similar porque no dicen algo que la otra persona no sepa (como “¡El clima ya no es como antes!”). El propósito en este caso es establecer una relación cortés, temporal, con otra persona, al indicar que vemos las cosas en la misma forma que él o ella.

Conforme envejezco, descubro que tiendo a no tener paciencia para relaciones con personas que me parecen irritantes, a menos que sean desconocidos. En esos casos, para evitar problemas con conductores de taxis, porteros, vendedores de periódicos y cantineros, intercambio con ellos observaciones “profundas” acerca de la vida y el clima. Dado que nuestra conversación indica que veo las cosas exactamente como ellos, me consideran respetable. Como resultado, se hacen más cooperativos. Pueden ver que no soy portador de noticias u opiniones controversiales, así que no se molestan en involucrarme en conversaciones largas o debates.

Aún más importante, dado que creen que nuestras opiniones coinciden, no me preguntan qué pienso de la salida prematura de Italia de la Copa Mundial (algo que haría insoportablemente irritante incluso a un completo desconocido).

En esta forma, los lugares comunes nos ayudan a evitar interacciones desagradables —y son un salvavidas para aquellos que, en esta era de comunicación constante, preferimos el silencio y la soledad—.

Prodavinci 

Comentarios (4)

María Eugenia
30 de abril, 2011

yo lo cultivo de diferente manera, a la chilena cuando es adecuado

http://www.youtube.com/watch?v=GFWzDFjBKUw&feature=related

lucia alvarez
30 de abril, 2011

gracias por tus nociones, son tan, pero tan verdaderas, que se parecen a las mias, ja, ja! y eso de lo irritantes que pueden resultar las frases comunes, es algo que experimento con frecuencia…sera sintoma de que estoy envejeciendo? me gustan las conversaciones profundas, pero no tan seguido! por eso cuando quiero descansar, me quedo en completa quietud y silencio y medito, o prendo la tele, para no pensar salud y alegria para todos

Luis
30 de abril, 2011

Cuando no quiero profundizar nada, sobre todo con un desconocido, utilizo un truco/broma perverso, ó me desaparezco o, con destreza, llevo la conversación a la cuestión culinaria y, pongo a hablar al mas pintado de las bondades de la arepa de chicharrón, eso sí, con total seriedad y vehemencia. Inténtelo.

Gustavo Ramírez
7 de mayo, 2011

A mis setenta, he aprendido (Aprendemos algo nuevo cada día de nuestra vida consciente ¿no?) que pareciera más cómodo dejar que otro sea quien intente abrir una “conversación profunda” (Esa profundidad es directamente proporcional a lo que tú crees que conoces más o menos bien, o a lo que no conoces en absoluto) Si estás confortable con el tema, puedes aportar algo de lo que tú has leido u oido, o creido entender sobre la materia; si no te sientes bien, bosteza discretamente, ve tu reloj y anuncia que acabas de recordar que debes hacer-ir-comprar X cosa, y te largas lo más pronto posible. Eso sí, con cortesía, educación y respeto hacia tu interlocutor porque esa persona no tiene la culpa de que tú seas tan ignorante… 🙂

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