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Desigualdad en ingreso y riqueza, por Richard Posner

En la desigualdad de ingreso y riqueza (usaré el término “desigualdad” para cubrir ambas) uno podría enfocarse en la desigualdad entre países – países ricos contra países pobres – o en la desigualdad dentro de los países. Ambas desigualdades podrían cambiar a tasas distintas, incluso en direcciones opuestas. Me enfocaré, como hace Becker, en la desigualdad dentro de los países.

Como él apunta, la desigualdad ha crecido. Esto parece ser el resultado  de cuatro fuerzas: (1)  una tendencia en contra de la redistribución – es decir, en contra de políticas diseñadas para igualar los ingresos después de impuestos al combinar un fuerte impuesto al ingreso con subsidios a los más pobres; (2) mayor competitividad, en parte por menos regulaciones, innovación más rápida, comercio internacional más libre, y una menor discriminación; (3) el crecimiento de los mercados (esto está relacionado con el comercio internacional), lo que aumenta los retornos a la excelencia e innovación; y (4) mejores retornos al coeficiente intelectual gracias al carácter cambiante de la producción. Los primeros tres puntos están relacionados al colapso del comunismo y al fracaso de las políticas colectivistas en países no comunistas (cabe destacar el fracaso de la regulación en los EEUU durante los setenta y lo rígidos que se han vuelto los sindicatos a pesar del apoyo gubernamental), y el último está relacionado con el declive del trabajo mecánico en comparación con el trabajo intelectual a medida que la actividad económica se ha vuelto cada vez más automatizada como resultado del progreso tecnológico. La mayoría de las personas que comentan sobre la desigualdad rebautizarían el punto (4) como un retorno mayor a la educación superior, especialmente en el valor económico que produce. Piensen en personas que dejaron la universidad como Bill Gates, Steve Jobs, y Mark Zuckerberg. La educación superior es indispensable para personas que quieren ser profesionales, y sin duda ayuda a las personas que quieren hacer negocios, pero nunca compensará deficiencias en el coeficiente intelectual (CI).

Comparemos dos personas, A y B. A no va a la universidad, y su ingreso de por vida es un millón de dólares. B va a la universidad y su ingreso de por vida es 2 millones. Al medir el valor añadido por la educación universitaria, uno debe controlar por, entre otras cosas, las diferencias en habilidades cognitivas y no cognitivas (el CI ilustra la primera, y la habilidad para aplicarse a una tarea la segunda). El punto no es si B puede obtener beneficios de la universidad. Quizás sin educación universitaria su ingreso hubiera sido un millón de dólares también. Pero quizás si A hubiera ido a la universidad su ingreso hubiera sido igual a un millón de dólares porque no era lo suficientemente inteligente, o no estaba lo suficientemente motivado para conseguir beneficio alguno de la educación universitaria. El economista de la Universidad de Chicago James Heckman puede tener razón en que la única esperanza para muchos B es una intervención a temprana edad.

Entonces la pegunta es si hoy en día todos los que pueden beneficiarse de educación universitaria en los Estados Unidos la obtienen. De ser así, un aumento en el número de personas que se inscriben en la Universidad no reduciría la desigualdad, aunque las reformas en los niveles de educación básica, media y diversificada pueden aumentar el número de personas que pudieran beneficiarse de la universidad. Sin embargo, las investigaciones de Heckman despiertan escepticismo sobre estas medidas.

La desigualdad está hasta cierto punto auto limitada; si genera demasiada envidia y resentimiento, el gobierno tendrá una presión irresistible para adoptar políticas redistributivas (la igualdad también está auto-limitada: mucha igualdad destruye los incentivos.) Extrañamente, la creciente desigualdad en los Estados Unidos no ha generado mucha envidia o resentimiento. Los principales oponentes de la desigualdad son los liberales de clase media alta en vez de los pobres o las personas de clase media baja, y han fracasado en conseguir que se anulen los recortes impositivos a las clases altas llevados a cabo por Bush. Las reformas en el sistema de salud introducidas por Obama son la únicas medidas redistributivas importantes adoptadas en los Estados Unidos en tiempos recientes, la que los estados (que pagan mitad de los costos del Medicaid) están tratando de socavar al reducir el número de tratamientos a través de los cuales Medicaid van a reembolsar a los proveedores de servicios de salud.

Si estoy en lo correcto y la desigualdad no está influyendo en las políticas públicas en los Estados Unidos – simplemente no es un asunto político – entonces no pienso que exista un “problema” de desigualdad. Sólo existe una realidad, en los Estados Unidos una pequeña fracción de la población tiene una enorme porción del ingreso y de la riqueza nacional, y al otro extremo de la distribución del ingreso hay muchas personas muy pobres. ¿Son los ricos un “problema”? No lo creo. Todo su dinero se gasta en consumo o inversión, y de cualquier modo es económicamente productivo; no es como si los ricos acapararan sus recursos en barrotes de oro. Los ricos influyen en las elecciones a través de su contribución a las campañas, pero tendrían la misma influencia con mucho menos dinero, porque no son las cantidades absolutas que una persona invierte en campañas la que altera los resultados, sino el nivel relativo en el que contribuyen en relación con lo que aportan los ricos que apoyan a otros candidatos.

Warren Buffet advierte que sin impuestos fuertes sobre herencias (algo que los Estados Unidos no tiene), nos encontraremos ante el dominio de una “plutocracia firmemente establecida” (de acuerdo al artículo de The Economist que cita Becker). No entiendo esa preocupación. Los herederos de los ricos gastan ese dinero en inversión y consumo al igual que sus padres; lo disipan rápidamente si son tontos; pero en cualquier caso no bloquean los esfuerzos de otros de llegar más arriba.

La pobreza es un problema, pero si los ricos no son un problema, entonces la pobreza no es un problema de desigualdad. Luce como un problema de desigualdad sólo porque la riqueza de los ricos parece una fuente obvia de dinero para aliviar la pobreza. Pero no es cobrar impuestos a los más ricos lo que va a aliviar la pobreza, sino más bien cobrar impuestos a los más ricos y usar esos recursos para aumentar el  ingreso de los pobres. La desigualdad no debería ser un asunto en los Estados Unidos – y no lo es hasta un punto considerable.

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Lea también: La buena y la mala desigualdad, por Gary Becker

Traducción: economista Jesús Gorrín (@jesusgorrin)