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Tiempo Cobain

En muchas de esas madrugadas interminables de zapping frente al televisor, toparse con un video de Nirvana suele ser una grata sorpresa: ahí, entre la somnolencia y la nostalgia, observando a ese enfant terrible llamado Kurt Cobain, cuyo rostro de niño rubio y risueño, ropa andrajosa y personalidad volátil quedó inmortalizado como la voz de una generación que, aparentemente, nunca llegó a crecer –al menos no del todo- y ahí, frente a una pantalla, recordar ese corto período de Cobain y su olor a espíritu adolescente que el pasado 20 de febrero, de seguir vivo, cumpliría apenas 44 años.

Nació en 1967 en Aberdeen, estado Washington. Flemático e introvertido, durante su infancia tuvo sólo dos pasiones: música y pintura. Su acercamiento a la primera se dio gracias a su padre, Donald, un hombre displicente más preocupado porque su hijo practicara algún deporte a que se involucrara con la música. Allí, en el trailer que su padre tenía por casa, Kurt recibía mensualmente algún LP –Led Zeppelin, The Beatles, AC/DC y The Ramones– por alguna suscripción a alguna revista que nunca recordó.

Hijo de padres divorciados, declaró en 1993 haber sentido lástima y odio por la situación de sus padres. “Recuerdo sentirme apenado, triste por mis padres. Me avergonzaba compararme con mis amigos de la escuela, porque yo ansiaba pertenecer a ese tipo de familia clásica (…) odié a mis padres durante años por esa razón”. Desde los siete años cambió de domicilio paseándose entre las casas de sus padres y sus tíos. A los 14 años tuvo su primera guitarra y –según cuenta en su biografía- en una semana aprendió todos los acordes después de cuatro infructuosos años en la probando la batería. Desde entonces buscó formar una banda, conociendo al contemporáneo de la calle Young, Krist Novoselic, con quien dio vida a la agrupación Fecal matter influenciados por el punk/rock que marcó la década de 1970 hasta que en 1989 el trío conformado por Cobain (guitarra y voz) Novoselic (bajo) y Chad Channing (batería) conformó Bleach, un disco hecho bajo el ínfimo presupuesto de 600 dólares bajo el sello de la disquera Sub Pop Records.

La voz de una generación

Pero no fue sino en 1991 cuando las mieles del éxito, los excesos y la siempre inesperada fortuna tuvieron lugar. Su segunda producción discográfica titulada Nevermind, se transformó en el himno de una generación que se vio identificada al ritmo de acordes distorsionados, letras intensas y adolescentes y una voz ronca y contestataria que devino en un nuevo género musical: el Grunge.

El tema que marcó hito en la década de 1990 fue Smells Like Teen Spirit, que la cadena MTV –hoy día lo hace VH1- hizo sonar hasta la saciedad haciendo de Kurt Cobain, Krist Novoselic y Dave Grohl –nuevo baterista de la banda- los héroes de jeans rotos, cabello largo y música de garaje que logró hacer sonar en la radio todos los sencillos de Nevermind como Come as you are, Lithium, Lounge act, On a plain y Territorial pissings haciéndole franca competencia a agrupaciones consolidadas y –según los eruditos de la música- más sólidas musicalmente como Soundgarden, Smashing Pumpkins, Pearl Jam y Sonic Youth.

Así comenzaron las giras, entrevistas y presentaciones. También los vicios y las juergas que van de la mano del calificativo de rock star. En 1992 grabaron Incesticide, disco que pasó sin pena ni gloria por los anaqueles de las discotiendas, hasta que en 1993, Nirvana volvió a la carga con In utero, sencillo de 12 canciones en el que la banda retoma el Grunge ingénito de los tiempos de Bleach cuyas líricas, siempre adolescentes y contestatarias, gozaban ésta vez de cierta retórica profunda -e incluso poética- en temas como Heart shaped box, Frances Farmer will take her revenge on Seattle y la sentida All Apologies.

Ese mismo año, el 18 de noviembre en la ciudad de Nueva York, grabaron el disco Nirvana Unplugged. Alejados de las guitarras eléctricas, las distorsiones y la masacre de los instrumentos después de cada concierto, Cobain, Novoselic, Grohl y el nuevo guitarrista Pat Smear, se dieron cita con el público en una sala tan sobria como fúnebre decorada con ramos blancos, cortinas rojas y una lámpara de salón en la que interpretaron ocho de sus temas y cuatro versiones (The Vaselines, David Bowie, Mead Puppets y Lead Belly, respectivamente).

El disco acústico estaba previsto ser lanzado a mediados de 1994. En el ínterin, Nirvana hizo una gira en Europa donde Cobain, hipocondriaco y depresivo desde su adolescencia, fumador empedernido y asiduo a la heroína, se hizo de un coctel que puso fin a la agenda de la banda y lo internó en una clínica de Roma por varios días hasta su regreso a Seattle donde inició una terapia de desintoxicación de la que se fuga a los pocos días.

Vagando por las calles de Seattle se hace de un rifle con el que decide, el 5 de abril de 1994, volarse la cabeza en el invernadero de su residencia. Siendo descubierto su cadáver el ocho de abril por un técnico electricista que visitaba el lugar.

El suicido, la hipótesis y la no aceptación

Poco antes de la desaparición de Cobain, Courtney contrata a Tom Grant, un investigador privado cuya misión era dar con el paradero del líder de Nirvana. Una vez fracasada su tarea y con la opinión pública –y adolescente- revuelta ante la muerte de uno de sus ídolos, se hizo de una hipótesis en la que afirmaba que Cobain no fue cómplice de su muerte: en el cuerpo del músico se encontró una cantidad de heroína considerada tres veces la letal por lo que el disparo estaba de sobra.

Las vigilias de miles fanáticos frente a la residencia de Cobain no se hicieron esperar. Altares improvisados, suicidios colectivos y frases lapidarias escritas como Grunge is not dead (El Grunge no ha muerto) escritas en grafiti estaban a la orden del día y el mercado supo hacer de las suyas colocando el Nirvana unplugged en todas las disqueras del país. Así murió y el hombre y nació la leyenda.

Entre 1995 y 1996 salieron a la luz From the muddy Banks of the Wishkah y From the Muddy Banks of Murray, ambos compactos de canciones interpretadas en vivo y en distintos conciertos.

La fanaticada se negaba a perder a su ídolo.

Investigación televisada

Para algunos, la carta suicida de Cobain hablaba por sí misma. Empezaba con un tipo de letra y terminaba con otra; no tenía coherencia; no son las palabras de alguien que desea morir y pare de contar.

Apenas cuatro años después de su muerte, en 1998, el cineasta y documentalista Nick Broomfield saca a la luz el documental Kurt & Courtney donde mediante entrevistas a los allegados a Cobain busca desentrañar los intríngulis de su muerte basado en el poco apoyo que la viuda Cobain aportó a la historia y cómo se negó a que la música de Nirvana fuese utilizada en la producción.

Aunado a esto, uno de los entrevistados fue El Duce, músico que afirmó que Love le ofreció 50 mil dólares a cambio de la vida de su esposo. Dos días después de sus declaraciones, apareció su cuerpo aplastado por un tren.

El documental de Broomfield iba a ser mostrado en el Festival de Cine Sundance, más tuvo que ser suspendida su emisión ante la amenaza de acciones legales por parte de Courtney Love, por lo que Broomfield se ingenió un nuevo final: un discurso en la ACLU (American Civil Liberties Union) donde ironizó la presencia de la viuda del líder de Nirvana como conferencista invitada después de haber cuestionado y obstaculizado la libre expresión. Broomfield fue retirado del salón por Danny Goldberg, antiguo manager de Cobain.

Luces, cámara, interrogación

Gus Van Sant, director de producciones como Elephant y Paris Je T’Aime, realizó en 2005 Last days, un relato ficticio de los últimos días de un personaje aparentemente músico, aparentemente abstraído y aparentemente suicida interpretado por Michael Pitt. En la cinta no se menciona a Nirvana ni a Cobain. Hecha a base de pocos diálogos, silencios que hablan por sí solos y la –incluso escalofriante- semejanza física entre Blake (nombre del personaje principal) y Cobain, le tejen al espectador una maraña de fantasías y conjeturas sobre la muerte de ese joven hipocondriaco, asiduo de ulceras y delgadez extrema que un día hizo una banda exitosa; otro tuvo éxito y un día decidió morir.

Es la última la que el público se niega a aceptar.

Hoy, a 44 años de su nacimiento, basta recordar su figura, enhiesta y eufórica con la guitarra y el micrófono. Congelar la imagen y colocarla en el palco de los músicos que revolucionaron el mundo y se fueron a los 27: Brian Jones, Janis Joplin, Jim Morrison, Jimmy Hendrix y Kurt Cobain.