Economía y negocios

La crisis de las microfinanzas, por Richard Posner

¿Cuál es el futuro de las microfinanzas?

Por Richard Posner | 21 de febrero, 2011

El 29 de octubre de 2006, justo después de la premiación de Muhammad Yunus y su Banco Grameen de Bangladesh como Premio Nobel de la Paz, Becker y yo escribimos en el blog acerca de las microfinanzas, un tema en el cual Yunus y su banco habían sido pioneros. El término “microfinanzas” (o “micropréstamos”) se refiere a la práctica de otorgar pequeños préstamos a pequeños agricultores, vendedores, artesanos, y demás empresas comerciales de pequeño tamaño en países en desarrollo como la India y Bangladesh, a una alta tasa de interés—algunas veces tan altas como 20% diario. En mi entrada del blog, resalté a las microfinanzas como un experimento valioso, superior a la filantropía porque la altas tasas de interés que los microfinancistas cobran deberían inducir auto-selección a los prestatarios: Aquel que pide prestado tiene que tener confianza en el proyecto por el cual busca el microcrédito para poder estar dispuesto a asumir la carga del repago de su deuda. Pero planteé una nota escéptica. Dije que “el éxito [de las microfinanzas] tiene que ser demostrado aún, a pesar de las positivas evaluaciones realizadas por Kofi Annan y otros. Podría ser simplemente la última moda en las políticas de desarrollo… La evidencia de la eficiencia de las microfinanzas en estimular la producción a aliviar la pobreza es mucho más anecdótica que sistemática. La idea de pedir prestado para salir de la pobreza es algo extraña. Y no estoy al tanto de algún ejemplo histórico acerca de naciones que hayan salido de la pobreza sobre las espaldas de pequeños emprendedores financiados por créditos”. Noté que el Grameen Bank tuvo una tasa sorprendentemente baja de morosidad y resalté que “no tenía acuerdos de préstamo escritos y no demandaba a los que incumplían los pagos o invocaba otras acciones legales contra ellos. De esta información, se infiere que el banco es extremadamente selectivo en la elección de las personas a las cuales está dispuesto a prestar, y esa selectividad, si es imitada por otros microfinancistas, debería limitar de manera importante el rango e impacto de las microfinanzas”. Concluí “sugiriendo, aunque tentativamente, que las microfinanzas pudieran no ser tan buenas como su propulsores afirman”.

Las microfinanzas han seguido expandiéndose desde 2006. El número de microcréditos realizados en India se incrementó desde 10 millones en marzo de 2007 hasta 26,7 millones en marzo de 2010. Para el final de 2009 el total de los microcréditos alcanzaron los US$ 70 mil millones de dólares, la mitad de ellos en India y Bangladesh. Pero una serie de suicidios de microprestatarios en el otoño de 2010 en el estado de Andhra Pradesh en la India, donde se acumula el 25% de los micropréstamos Indios, llevaron a acusaciones de que los microprestamistas, que son comerciales en vez de empresas sin fines de lucro (aunque, como veremos más adelante, el Banco Grameen pareciera moverse entre ambos tipos de empresas), estaban cobrando tasas de interés exorbitantes y coaccionando a las personas a adquirir préstamos que no podían darse el lujo de pagar. Políticos instaron a los prestatarios a no repagar sus microcréditos; y tasas de repago, previamente tan altas como 98%, se desplomaron a entre 10% y 20%. El gobierno de Andhra Pradesh ha impuesto estrictas limitaciones sobre los microcréditos, y el Banco de la Reserva de la India (el banco central de la India) ha propuesto el establecimiento de controles similares en el resto de India—controles que incluyen límites superiores sobre las tasa de interés y monto de los préstamos, y limitaciones en la elección de prestatarios que estén por debajo de cierto nivel de ingresos. En diciembre de 2010 el primer ministro de Bangladesh declaró que los microprestamistas estaban “chupando sangre de la gente pobre en el nombre del alivio de la pobreza” y ordenó una investigación del Banco Grameen. Reacciones similares contra los microcréditos han tenido lugar en Nicaragua, otro país que ha abrazado la práctica de micropréstamos con entusiasmo.

Y luego justo hace una semana, en un artículo corto publicado en el New York Times titulado “Sacrificando Microcréditos por Megaganancias” , Yunus escribió: “Cuando comencé a trabajar… en lo que eventualmente sería llamado “microcrédito”, una de mis metas era eliminar la presencia de usureros que se hicieran ricos a costa de los pobres. En 1983, fundé el Banco Grameen para otorgar préstamos pequeños que las personas, especialmente las mujeres pobres, pudieran utilizar para salir de la pobreza. En ese momento, no llegué a pensar que en algún momento los microcréditos darían pie al establecimiento de usureros. Pero lo han hecho”. Yunus comenta que el problema “comenzó alrededor de 2005, cuando muchos prestamistas empezaron a buscar maneras de obtener ganancias de los préstamos cambiando su estatus de organización sin fines de lucro a empresas comerciales. En 2007, Compartamos, un banco mexicano, se convirtió en el primer banco de microcréditos latinoamericano en emitir acciones en la Bolsa de valores. Y este agosto pasado (2010), SKS Microfinanzas, el banco más grande de su estilo en India recaudó $358 millones de en una oferta pública inicial”.

Pareciera que la afirmación de Yunus es un tanto ambigua, tomando en cuenta que el Banco Grameen es una empresa comercial y no una organización sin fines de lucro (ver Estados financieros). Yunus comenta en el artículo del Times que todas las ganancias del banco se le regresan a los prestatarios en forma de dividendos, pero siendo así no entiendo como el banco atrae el capital. Sostiene que el suyo es el mejor modelo de micropréstamos, explicando que “la comercialización ha sido un terrible giro de las microfinanzas, e indica un preocupante giro en la motivación de aquellos que le prestan a los pobres. La pobreza debería ser erradicada, no debería ser vista como una oportunidad de hacer dinero… en vez de crear fondos dedicados únicamente a prestar dinero a las instituciones microfinancieras, como ha hecho Bangladesh, estas organizaciones comerciales invierten grandes sumas en mercados internacionales volátiles y luego transmiten el riesgo a los pobres… Algunos defensores de la comercialización dicen que es la única manera de atraer el dinero que se necesita para expandir la disponibilidad de crédito y para “liberar” el sistema de dependencia de fundaciones y otros donantes. Sin embargo, es posible provechar la inversión en microcréditos – e incluso obtener un beneficios- sin apalancarse en organizaciones caritativas o mercados financieros globales”. La frase que he escrito en negrillas es ambigua, ya que Yunus afirma que su banco no obtiene ninguna ganancia, sino que distribuye a los prestatarios cualquier excedente de ingresos sobre los gastos, e insta a que ésta sea la metodología a usar en la industria microfinanciera.

El reciente escándalo de los micropréstamos nos pone a pensar en nuestras propias controversias sobre los préstamos de “día de pago”, los préstamos asegurados contra títulos (pedir prestado a una alta tasa de interés poniendo nuestro carro como contraprestación en caso de impago), los préstamos de tarjeta de crédito, y los préstamos hipotecarios “subprime” – todos ejemplos de préstamos a tasas de interés muy elevadas, otorgados en gran medida a consumidores poco sofisticados. La diferencia básica entre nuestros usureros y las microfinanzas es que los usureros son usados para conseguir préstamos destinados a bienes de consumo en vez de préstamos comerciales, pero los pequeños granjeros y dueños de tiendas que piden los microcréditos son probablemente menos sofisticados que el promedio de los consumidores norteamericanos que acuden a los usureros. Por otra parte, a pesar de que los “préstamo predatorios”-así llamados por los críticos de los usureros- no están altamente regulados en los Estados Unidos de América y como resultado de esto el fraude y otras conductas explotadoras puedan abundar, las protecciones regulatorias son indudablemente más débiles en países como India y Bangladesh.

El misterioso modelo lucrativo-sin fines de lucro de las microfinanzas de Yunus no puede atraer cantidades importantes de capital, pero las microfinanzas con fines de lucro parecen cada vez menos aptas para conseguir beneficios sociales sustanciales – con o sin controles regulatorios diseñados para proteger a los prestatarios menos sofisticados. Sin los controles, habría sin lugar a dudas una buena cantidad de fraudes. Con los controles, se reduciría la cantidad total prestada. Pero con o sin controles, la cantidad prestada estaría limitada por las grandes tasas de impago a menos que haya una muy detallada investigación de cada posible prestatario. Las tasas de interés se mantendrían muy altas y estrangularían a muchos de los negocios que dependen de las microfinanzas. En consecuencia, las microfinanzas podrían terminar siendo un servicio de nicho, con muy poco impacto global.

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Traducción: economistas Daniel Perira (@dpereiraa) y Daniel Stagno (@stagno_daniel)

Richard Posner  es Profesor de economía y derecho en la Universidad de Chicago y Juez del Séptimo Circuito de la Corte de Apelaciones de los Estados Unidos.

Comentarios (3)

Alfredo Ascanio
21 de febrero, 2011

En Venezuela yo dirigí un programa de la Fundación Marcel Curiel (FUNDASE), para beneficiar a los artesanos venezolanos. Ese programa de la década de los años 70 tuvo mucho éxito,pero a diferencia del Banco de microcréditos de Bangladesh, los aportes lo realizaba una empresa privada al crear una Fundación para al fin y seguramente para obtener una rebaja del Impuesto sobre la Renta.Luego se unión al programa un grupo de jóvenes norteamericanos del Cuerpo de Paz, para otorgar a los artesanos asistencia técnica, muy necesaria para perfeccionar la producción y hacerla más eficiente. Pero en Venezuela los proyectos sociales no se mantienen en el tiempo, como por ejemplo las Casas Viposa de la Fundación Eugenio Mendoza. Siempre son iniciativas muy fugases.

Arquímides Farías
22 de febrero, 2011

Las microfinanzas, el microcrédito, en si mismos no pueden ser una panacea para el combate de la pobreza. Además cualquier iniciativa humana puede ser desvirtuada, no importa cuan “buena” pudiese esta ser. El articulista especula sobre la esencia del modelo microfinanciero propuesto por Yunus, al afirmar “las altas tasas de impago” sino se investiga suficientemente al prestatario. La metodología para entregar los préstamos es la esencia del microcrédito al disminuir las asimetrias en el acceso a la información entre el prestatario y la organización prestamista. De hecho el auge de las microfinanzas se debe a su capacidad de ser autosustentableo. Hablar de las “altas tasas de interés” sin considerar que éstas no lo son en términos absolutos sino en términos relativos podría ser considerado algo tendencioso. Quien no tiene acceso a préstamo alguno pierde un sinfin de oportunidades, ¿Cómo se cuantifica este costo versus la hipoteticamente alta tasa de interés?. Además en este grupo de micronegocios o microempresas ¿cuales son los costos de oportunidad? ¿cómo puede soportar una familia que no dispone de ahorros suficientes los riesgos propios de la vida o su actividad? (me refiero a muerte de un familiar, sequias, inundaciones, incendios, robo, entre otros riesgos vitales). Abogo porque todos tengamos acceso a préstamos, en las condiciones adecuadas a nuestras necesidades. Qué los mecanismos para acceder a ellos sean regulados dentro de prácticas de mercado, sin tratar de conferirle al préstamo dotes que no son propias de su naturaleza (el crédito es una herramienta más en la construcción de la riqueza, como lo es el ahorro). Si bien la crítica puede servir para la reflexión, la ausencia de propuestas no me hace pensar más que en el afán mezquino de negar mérito a quien ha logrado algo admirable. Recomiendo un libro titulado “El precio de un sueño” que dibuja, mucho mejor que este articulista, las características y los retos del microcrédito. Creo que vale la pena mencionar que en el Grameen, los prestatarios pueden ser accionistas del banco (sino me equivoco) y por ende reciben los beneficios de los réditos que la actividad que esto genera. Para finalizar, creo que enfocarse en el “combate” o “reducción de la pobreza” es la filosofia de una batalla ya perdida. Mi humilde criterio es que debemos esforzarnos en la construcción de la riqueza, de la prosperidad para todos, que las “reglas” del capitalismo estén disponibles para las amplias mayorías (ahorro, crédito, mercado, seguros, acceso a información, etc) y así evitemos que discursos bien intencionados, pero carentes de realidad, sirvan para engañar a los pueblos y llevarlos por sendas fracasadas.

Albi Rodríguez Jaramillo
20 de marzo, 2011

Hablar de “Crisis de las Microfinanzas” en los actuales momentos sería equivalente a concebir que la democracia del mundo se encuentra en crisis, como consecuencia de que alguno de sus históricos representantes presente resquebrajamiento de sus instituciones internas o revisión de sus procesos electorales o develando la corrupción inadvertida de algunos de sus agentes políticos. Y es que en el presente siglo debemos ser cuidadosos al momento de efectuar generalizaciones en relación a una industria de corta vida y alta evolución y dinamismo, cuyos origines se vinculan con la lucha contra la pobreza, pero en la cual es realmente el Derecho al Acceso Financiero lo que caracteriza y vincula a cada una de sus expresiones alrededor del mundo. Hoy por hoy las microfinanzas no pueden ser vistas como la expresión de una operación comercial o sin fines de lucro vinculada al microcrédito, sino más bien como una serie de mecanismos, servicios, prácticas, regulaciones y transacciones de una serie de agentes que concentran sus esfuerzos en permitir que sectores históricamente excluidos de los servicios financieros tenga la posibilidad de acceso a los mismos, en condiciones de calidad y eficiencia. En tal sentido, el Acceso a los Servicios Financieros de los excluidos solo puede ser entendido y evaluado a la luz de las particulares regulaciones financieras de cada país, sus condiciones institucionales y regulatorias en materia de protección al consumidor y defensa de la libre competencia y su estabilidad macroeconómica y política, que sirven de sustento y entorno para que agentes con vocación y visión de trabajar con los sectores de bajos ingresos desarrollen y capitalicen las mejores prácticas que se han podido validar en los últimos 40 años. En los comienzos de las microfinanzas existía la visión de que mediante el acceso a servicios financieros se lograría atacar a la pobreza de forma directa en los sectores más vulnerables de la población del mundo, luego de los primeros resultados arrojados por iniciativas como la de Muhammad Yunus con el Grammen Bank de Bangladesh o las experiencias capitalizadas en los años 70 y 80 por los precursores de ACCION International, y Finca International o los programas apoyados por USAID y la GTZ de Alemania. Durante los años 70 y 80 los entes de cooperación no tenían el claro entendimiento que en la actualidad se posee sobre los niveles y clasificaciones de la pobreza, sus mecanismos de atención y métodos de medición, así como de políticas de intervención directa en materia de mejoramiento del ingreso de los más vulnerables como las Transferencias Monetarias Condicionadas, programas de intervención integral de medio ambiente, prestación directa de servicios de alimentación y salud, así como programas de alfabetización y educación para el trabajo. Por esta razón no era descabellado pensar que si un mecanismo financiero logra ser eficaz en los más vulnerables, tal vez podría configurarse en un elemento de palanca en la lucha contra la pobreza. Por el contrario, en muchos países haber pretendido intervenir con el microcrédito como mecanismo para aliviamiento de la pobreza extrema (Menos de 2 $/día para subsistir) no resultó ser la vía, habiendo comprendido la necesidad de la intervención estatal directa o a través de la cooperación internacional para atacar este segmento, o avizorando el impacto que otras realidades como las Remesas de los migrantes trajeron a los sectores menos favorecidos y a las economías de los países emergentes. Pero la industria de las microfinanzas ha dado otras lecciones y demostrado que otros son sus beneficios para la economía y la sociedad, particularmente en aquellos que, en razón de la informalidad propia en los sectores de bajos ingresos en los que se concentran los sectores de pobreza, no podrían ser incorporados al acceso al financiamiento mediante los criterios y prácticas de la banca tradicional Desde el nacimiento de las primeras iniciativas en microfinanzas era completamente claro que el modelo “Referencial” utilizado por la banca tradicional, a través del cual ésta conoce y evalúa el riesgo crediticio del cliente mediante referencias indirectas y formales como Estados Financieros, Reportes Fiscales, Record Crediticio y referencias comerciales, resultaba inaplicable e insuficiente para la realidad de los empresarios informales vinculados a los sectores de pobreza, por lo que constituye un mecanismo común de todas las metodologías microfinancieras el que el riesgo crediticio sea evaluado mediante un trabajo “Relacional” con el cliente, para su conocimiento y levantamiento de información sobre su negocio, realidad familiar y vulnerabilidad. La implementación del modelo “Relacional” implica elevados costos de transacción, como consecuencia de necesitar mayores niveles de recurso humano calificado para trabajar en campo con los clientes, a diferencia de los costos transaccionales de la banca tradicional sistematizada a partir de la década de los 90, que no sólo los diluye en transacciones comerciales de montos elevados, sino además que se beneficia de una sistematización en la que vía Internet y sistemas se reduce el coste de capital humano e infraestructura. El impacto financiero de dichos costos en las operaciones de microfinanzas aparejó la necesidad de establecer previsión en sus precios, como consecuencia de que los mismos eran más severos al ser imputados a carteras y montos pequeños de créditos y saldo promedio de cartera de corto plazo (Menor a un año). En este sentido, quisiera establecer una primera precisión a la referencia formulada por Ricahrd Postner en su artículo publicado en http://www.prodavinci.com titulado “La crisis de las microfinanzas”. Y es que sería completamente superficial comparar los precios de distintas industrias y prestaciones sin efectuar un análisis, al menos conceptual, de los componentes y realidades que las integran. Es indudable que en términos de precio nominal, un 30% promedio de tasa activa anual que cobra la industria de las microfinanzas en el Perú es significativamente mayor que la tasa cobrada para préstamos a la mediana empresa por los primeros 6 bancos de EEUU o que la tasa LIBOR manejada en los mercados internacionales, o incluso el mismo 13% promedio que pudiera cobrar la banca comercial peruana. Pero las razones de esto no se deben debatir en la esfera de las especulación del valor nominal de los totales, sino más bien mediante el análisis formal de los aspectos vinculados con conceptos tales como “Costos de Transacción Implícitos y Explícitos”, “Transparencia en los Costos”, “Información al Usuario”, Derechos del Usuario” y “Comportamiento Competitivo o adherido a las Buenas Prácticas de Libre Competencia de los Agentes”, sin dejar a un lado las específicas regulaciones financieras impuestas por las superintendencias financieras para el manejo del riesgo crediticio, que se encuentran aplicando Basilea II y que en muchos casos van un paso más adelante en la previsión y análisis del riesgo, como lo hace la Superintendencia de Banca y Seguros del Perú. Evidentemente, las eficiencias de la industria en poder recuperar efectivamente el 100% de sus carteras, a través de gestión directa o liquidación de colaterales o garantías, es otro aspecto que incrementa el diferencial entre tasas de interés, ya que como es sabido, uno de los componentes de las tasas de interés activa lo configura el porcentaje de mora o cartera en riesgo, que al no ser recuperado y para no poner en riesgo el patrimonio del ahorro del público, debe ser imputada a la tasa activa pagada por los nuevos deudores. Ante esto, la mora de una industria de las microfinanzas como la del Perú, caracterizada a finales de 2010 por una cartera bruta en microcréditos que rondo los 6 billones de dólares, distribuida en 4 millones de clientes, presenta una mora global alrededor del 5%; esa ineficiencia sectorial es necesariamente cargada dentro de la tasa del 30% a la que hemos hecho referencia, hasta tanto operen mejoras en los esquemas de recuperación y calidad de cartera de la industria. Luego de 40 años de historia de las microfinanzas 116 países del mundo cuentan con instituciones reguladas y especializadas en la materia, más de 1.800 instituciones microfinancieras reportan data financiera y de desempeño al portal especializado The Mix Market (www.themix.org), atendiendo a más de 92 millones de clientes en microcrédito y a más de 27 millones de clientes en microahorro a nivel mundial, con una cartera global de microcréditos que para finales de 2009 se encontraba cercana a los 65 billones de dólares y altos niveles de cumplimiento (Mora Inferior al 4%). Estos datos que pudieran implicar generalizaciones, sobre diferentes y contrastantes realidades, demanda de una revisión y entendimiento de los países en los que confluyen las mejores condiciones para el desarrollo de la industria. No en vano, el Banco Mundial, Banco Interamericano de Desarrollo, Corporación Andina de Fomento se encuentran desde hace ya varios años respaldando el trabajo de The Economist Inteligent Unit del Grupo The Economist denominado “Global microscope on the microfinance business environment” a cuya publicación de 2010 le pueden acceder por el link: (http://idbdocs.iadb.org/wsdocs/getdocument.aspx?docnum=35379430). En este trabajo se efectúa un análisis de 51 mercados en los que operan instituciones de microfinanzas, evaluando el Marco Regulatorio para las Microfinanzas de cada país, su Clima de Inversión y Desarrollo Institucional, concluyendo con un ranking general y por dimensiones. Como todo mercado que evoluciona, el reto de esta década es que en los países donde operan las microfinanzas incrementen los niveles y exigencias de información accesible a los usuarios, así como fortalecer sus instituciones regulatorias y de protección al usuario financiero, con modernas normativas que, entendiendo a plenitud las complejidades de esta industria, permitan garantizar el ejercicio de los derechos de los usuarios, sin entorpecer la sana y eficiencia marcha del mercado. De la misma manera, mercados microfinancieros que reportaron altos índices de rentabilidad durante 2007, 2008 y 2009 atrajeron a un elevado número de inversionistas y nuevos competidores, seducidos por los retornos financieros, sin un claro entendimiento de las prácticas y tecnologías debidas, originándose en algunos casos canibalizaciones y competencias desleales que pudieran traer serios efectos en los usuarios, derivados del sobreendeudamiento. La profesionalización y entendimiento de esta materia por parte de las Agencias Gubernamentales promotoras y protectoras de la Libre Competencia, pasará a jugar un rol central en los próximos años. Experiencias como la de la India o Bangladesh deben ser entendidas en su contexto regulatorio, cultural y tecnológico para poder capitalizar lecciones generales que, lejos de estigmatizar el proceso evolutivo de una industria que nació para proponer correctivos a una falla de mercado como la pobreza, sea vista en su justa dimensión. No cabe la menor duda que el crecimiento de las microfinanzas será mantenido y dejará de entenderse como un subsector de la banca, cuando los gobiernos, agencias de cooperación, agentes y operadores de mercado entiendan el valor central de la inversión que debe efectuarse en Educación Financiera de los Clientes, como un mecanismo mitigante del riesgo de crédito y palanca directa del desarrollo social de los más vulnerables.

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