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Políticas públicas y el incremento de los precios mundiales de los alimentos otra vez

Desde el 2002 al 2008, los precios de los alimentos, incluyendo maíz, trigo y arroz, se han incrementado de forma sustancial. El índice de precios de los alimentos del Banco Mundial ha aumentado en más de 100% durante ese período. Los precios de los cereales y otros alimentos cayeron rápido durante la crisis financiera, al igual que lo hicieron los precios del petróleo y otros commodities. Pero los precios de los alimentos han comenzado a subir otra vez. La FAO indicó que su índice de precios de los alimentos ya alcanzó niveles que se vieron por última vez durante el pico del 2008.

Los precios de los alimentos se disparan nuevamente principalmente debido a la recuperación de la economía mundial luego de la crisis. Economías de rápido crecimiento como China están incrementando su demanda de trigo, carne (los animales consumen granos como alimento) y otros alimentos que estaban fuera del alcance de una familia típica de esos países. Las reacciones frente al incremento de precios de los alimentos incluyen desde la prohibición “temporal” de exportación de trigo y otros cereales ordenados por Rusia y Ucrania hasta la amenaza de China de imponer controles de precios a varios alimentos, como el jengibre y el ajo, que son importantes en la dieta china, y cuyos precios han crecido rápidamente.

Un poco de economía básica es útil para evaluar estas y otras propuestas. El precio mundial de los cereales resulta esencialmente de la interacción de la oferta y la demanda mundial de cereales. Un incremento en la demanda mundial de cereales y otros alimentos –quizás debido a que el desarrollo económico en las naciones más pobres ha incrementado la demanda de trigo, maíz y carne en la familia promedio- incrementará tanto los precios de los cereales como las cantidades producidas y consumidas. Un incremento en la oferta mundial –quizá debido al buen tiempo en las regiones productoras de trigo, o a una mayor eficiencia –producida, por ejemplo, por el desarrollo de alimentos genéticamente modificados- incrementaría el consumo de cereales, y disminuiría los precios mundiales de los cereales debido a una mayor oferta.

Un factor que complica el tema de los precios de los alimentos es el uso creciente del maíz y de la caña de azúcar en la producción de biocombustibles para la sustitución de la gasolina. En particular, los Estados Unidos dedican, erróneamente, una fracción considerable de la producción de maíz a la producción de biocombustible. En consecuencia, es necesario distinguir la producción de maíz de su consumo como alimento bien sea por humanos o por animales cuando se utilice el marco analítico de la oferta y la demanda. De acuerdo con el USDA, la producción de Etanol en los Estados Unidos se ha incrementado desde los 3 mil millones de galones en el 2003 a más de  6 mil millones de galones en el 2007, y se estima que exceda los 12 mil millones de galones en el 2020. En el 2008, cerca de un cuarto de la producción de maíz de los Estados Unidos se utilizó en la producción de biocombustibles, y esa proporción se ha venido incrementando desde entonces hasta llegar a casi un 35%.

La mayoría de las políticas que se han implementado en contra del incremento de los precios de los alimentos son contraproducentes y afectarán la eficiencia. Por ejemplo, la prohibición de exportación de trigo ruso implementado por Putin supuestamente hasta el fin de este año obliga a los productores agrícolas rusos a vender toda su producción en el mercado doméstico en lugar de vender una parte en el mercado mundial. Esto reducirá el precio del trigo en Rusia por debajo del precio mundial de trigo. Por lo tanto, los productores rusos obtendrán menos dinero por su trigo que si hubieran exportado una parte de su producción y los consumidores rusos pagarán menos por el trigo debido a que tendrán  una mayor oferta de trigo disponible para ellos.

Este resultado será políticamente popular si los consumidores urbanos en Rusia tienen una fuerza política mayor a la de los productores de trigo. Sin embargo, Rusia, como un todo, estará peor debido a que los productores  obtendrán menores ingresos por no poder vender parte de su trigo en el exterior. Adicionalmente, los productores rusos sembrarán menos trigo de las cantidades eficientes debido a que recibirán un precio menor al que podrían obtener en el mercado mundial. Rusia estaría mejor si permitiera a sus productores acceder a los precios mundiales, mientras que, al mismo tiempo,  se implementaran transferencias de dinero a las familias urbanas para compensar, al menos parcialmente, el mayor costo del trigo y otros alimentos.

Los controles de precios propuestos por China para los vegetales y otros alimentos son una medida incluso peor que la prohibición de exportaciones en Rusia. Los controles mantendrían los precios bajos para los consumidores, lo que incrementa la demanda por los alimentos controlados, comparado con la demanda que existiría si las fuerzas de la oferta y la demandan operaran libremente. Al mismo tiempo, los productores del campo en China comenzarán a sembrar productos que están fuera de la regulación, afectando negativamente la oferta disponible de los alimentos regulados. El resultado será una escasez “artificial” de jengibre, ajo, lechugas y otros alimentos con precios controlados debido a la respuesta a los controles de precios tanto de los consumidores como de los productores.

Otro conjunto de malas políticas son las restricciones que muchos países, incluyendo a los Estados Unidos y otros países ricos, le están imponiendo a las importaciones de alimentos provenientes de los países en desarrollo y otras naciones. Estas restricciones desestimulan la producción de alimentos en los países más pobres, precisamente los países en los que la producción de alimentos es una fuente importante de generación de ingresos. La restricción de importaciones también produce un desplazamiento excesivo de la producción de alimentos mundial hacia los países de la Unión Europea, Japón y los Estados Unidos, en perjuicio de la producción de alimentos en África y otros países pobres y en vías de desarrollo.

La gran ventaja del sistema de precios como mecanismo para asignar recursos es que se generan señales tanto para los productores como para los consumidores. Mayores precios desestimulan el consumo, pero al mismo tiempo estimulan una mayor producción de los productores agrícolas que buscan ganancias. En todo caso, vale la pena advertir que la demanda de cereales y otros alimentos no es muy sensible a los precios en el corto plazo, aunque el grado de sensibilidad aumenta a medida que los consumidores tienen más tiempo para ajustarse a los mayores precios. Similarmente, la oferta de alimentos no es tan sensible a los precios en el corto plazo debido a que los productores necesitan tiempo para hacer sus ajustes en la siembra, uso del capital y en otras decisiones de producción.

En el largo plazo, sin embargo, la oferta de alimentos es muy sensible a los precios. Los alimentos no son como el petróleo, el gas natural, o el cobre, productos en los que la oferta está limitada por las cantidades existentes de esos recursos bajo tierra o bajo agua. La producción de alimentos puede incrementarse de forma importante con el tiempo suficiente usando más tierra, más fertilizantes y más capital para extraer mayor producción de la tierra, y estimulando la investigación científica y la adopción de tecnologías en temas de producción de alimentos para encontrar nuevas maneras de incrementar la productividad, tal como sucedió con la “Revolución Verde” y los alimentos genéticamente modificados.

Por todas estas razones es debemos esperar que la oferta mundial de alimentos sea muy sensible a los precios de los alimentos en el largo plazo, en la medida que se permita que las fuerzas de la oferta y la demanda operen libremente en el mercado de alimentos.