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Despachos desde Guadalajara (y IV) – Sobre el final y los balances

Todo lo bueno termina y mientras la Expo Guadalajara cierra sus puertas para reacomodarse y los organizadores de la FIL se preparan para celebrar en 2011 sus 25 años apostándole a la literatura latinoamericana, a nosotros nos da tiempo de hacer un breve recorrido por las emociones de la semana y por sus las más frías estadísticas.

La FIL 2010 fue muy distinta a la anterior, porque reafirmó la vocación integrista de la literatura iberoamericana. Si bien en el año 2009, cuando se le dedicó el evento a la ciudad de Los Ángeles, se vio la gran influencia que la cultura estadounidense tiene sobre la literatura de la región hispanohablante, este año se reafirmaron los vínculos con España y con la patria que es el idioma español.

Lo anterior se debe, claro, a que este año se le dedicó la feria a la región de Castilla y León, lo que quiere decir que se le dedicó al idioma. Como si eso no fuera suficiente, la Real Academia Española y todos sus apéndices regados por la región tuvieron su reunión extraordinaria allá, donde refirmaron una nueva edición de la Ortografía en la cuál (ellos lo juran y lo vuelven a jurar) solo hacen recomendaciones —qué lástima que ya ese “solo” no lleve tilde, porque quería enfatizar la afirmación—. A mi me sigue pareciendo que los más grave es lo de la “ortotipografía”, porque ahora le van a decir a los editores (de libros y de periódicos) cuándo deben usar negritas, itálicas o subrayado. Claro que me van a responder que solo van a sugerir… Sólo.

Pero lo más importante es que, en los mismos números, quedó demostrado que el castellano está más vivo que nunca, con o sin la influencia de la cultura estadounidense y de la revolución tecnológica. Las editoriales registraron ventas de aproximadamente 33 millones de dólares, de los cuales, alrededor de 10 millones fueron del público asistente, estimado en 612.000, unas 6.000 más que el año pasado, según informó Raúl Padilla López, presidente de la FIL Guadalajara.

El resto de las estadísticas son igual de impresionantes. Asistieron este año 1.928 editoriales, con cerca de 375 mil títulos. Se organizaron 471 presentaciones de libros, 16 más que en la edición anterior. El presidente de la Feria también destacó la presencia de tres agentes de derechos más que el año pasado, con lo que se contabilizó en 182. A fin de cuentas, esta es una feria de libro: asistieron más de 500 autores y hubo 49 foros literarios y encuentros, contra las 43 de 2009.

Este año, sin embargo, se echaron de menos a las superestrellas de la literatura latinoamericana, como Mario Vargas Llosa y Carlos Fuentes. Uno por los compromisos generados por su reciente nombramiento como Premio Nobel de Literatura 2010 y el mexicano, que adora la FIL, tuvo que abstenerse este año por motivos de salud. No fueron los únicos que cancelaron a último momento, pero al ser asiduos y ser estrellas que distraen mucho del centimetraje de la prensa, la gente se quedó extrañada de no verlos. Yo igual me fui contenta, porque considero que ya viene siendo hora de nuevas estrellas. Yo vi a las estrellas rutilantes de mi panteón individual: Ricardo Piglia, Álex Grijelmo, Jorge Volpi y otros más que no voy a nombrar. Y observe de cerca a Le Clézio, que es más de lo que puedo decir de Mario Vargas Llosa. No, no entrevisté al francófono, pero tampoco a Vargas Llosa.

El año que viene el encuentro volverá a ser enteramente nuevo, porque el país invitado es nada menos que el convocante de la feria editorial más grande del mundo: Alemania, que organiza todos los años el encuentro en Fráncfort, que está enfocado, casi enteramente, en el negocio asociado a la literatura. Los alemanes llegarán a México con una buena referencia porque este año, la Junta de Castilla y León, Invitada de honor, invirtió un millón 700 mil euros, pero se espera una retribución en un lapso de cuatro años de cerca de 15 millones de euros (ventas futuras de libros, vinos, discos de los artistas invitados, etc.), según anunciaron sus representantes en la rueda de prensa del domingo.

A los que estamos menos interesados en los números que en las experiencias literarias, nos toca cruzar los dedos a ver si FIL Guadalajara, que celebrará su medio siglo en 2011, podremos ver Premios Nobel que nos cuenten historias de otras latitudes… Günter Grass o a Herta Müller.

Los deseos son porque, en su cuarto de siglo, la FIL Guadalajara mantenga su pulso de todos los años y que con su dedicación a la excelencia y a la literatura nos demuestre que sí hay espacios para la cultura en el mundo… y hasta en la vapuleada región latinoamericana.