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Alter Ego

En 1999 viajo con unos panas a Margarita. Acabo de renunciar a un trabajo. Voy a rumbearme el dinero de la liquidación.

En 2010 me busco en internet. Tarde floja en la oficina. Surgen los links a las crónicas de Prodavinci, un par de referencias a mi libro de cuentos, Payback. Harold Bloom no me ha incluido en su canon, Babelia no me entrevista, las listas de bestsellers desconocen de mi existencia. No me he ganado la lotería.

La madrugada de un martes de 1999 me encuentra en la autopista Caracas Guarena, Charly en el reproductor, tres panas y yo bostezando, hablando pistoladas, mentalizando unas empanadas. Los propios zagaletones, pues.

En la tarde del 2010 hago roll en la lista de resultados. Una serie de Lucas García se suceden en la pantalla. Lucas García, surfista de fama internacional / Lucas García, personaje de una novela de Antonio Fuguet / Lucas García, miembro argentino de Facebook… Todos los padres del mundo creyendo que se la comen poniéndoles los nombres a sus hijos e internet restregándonos lo ordinario que somos en la cara.

Viajando por la carretera, atravesamos las alcabalas con cara seria. Somos cuatro tipos en chores en un carro, la gran papita. Gonzalo maneja, expone distintas teorías acerca de pasar un control sin problemas: estar afeitado, llevar cinturón puesto, mirar al guardia a los ojos (sin aires de superioridad pero sin pasar por idiota), decir buenos días. Evaluamos los puntos, teorizamos al respecto. Los propios zagaletones, pues.

Continúo leyendo, descendiendo por la pantalla. Hay algo en la acción de roll que me hace sentir como si bajase en un ascensor al Hades. Un Lucas García en particular llama mi atención: Fernando Romeo Lucas García. Tiene nombre de latin lover. Tal vez un viejo ídolo de matiné mexicano. Hago click. Wikipedia primero. Es latin, sí, pero no lover

Las afueras de Puerto La Cruz. La discusión se desarrolla sobre quien conoce el mejor puesto de pescado o de empanadas en la zona. Yo me pongo exquisito y digo que en el paseo Colón existen algunos de los mejores restaurantes árabes del país. Ram considera la propuesta genial, Octavio dice que viajar hasta la playa para comer falafes es una soberana sifrinada. Hago argumentos dignos de Anthony Bourdain antes de que existiera Anthony Bourdain. ¿Ya he dicho que somos unos zagaletones? Pues sí, sí, lo somos.

De la biografía en Wikipedia de Fernando Romeo Lucas García: “(San Juan Chamelco, Guatemala; 4 de julio de 1924 – Caracas, Venezuela; 27 de mayo de 2006) militar guatemalteco, presidente de Guatemala del 1 de julio de 1978 al 23 de marzo de 1982. Llegó a la primera magistratura de la mano del Partido Revolucinario -PR- y el Partido Institucional Democrático -PID- el 01 de julio de 1978. Durante su gobierno se vio incrementado el clima de polarización y se acentuó la lucha de guerrillas tras el triunfo de la revolución Sandinista en Nicaragua, en julio de 1979. Se considera a su régimen dictatorial como uno de los más brutales, registrándose en éste masivamente crímenes, masacres y represión. Poco antes de concluir su mandato, y cuando se disponía a entregar el poder al general Ángel Aníbal Guevara Rodríguez, declarado vencedor en las elecciones, fue depuesto por un golpe de Estado liderado por general Efraín Ríos Montt. Tras el derrocamiento se estableció con su familia en Venezuela, país natal de su esposa Elsa Cirigliano, y se asentó en Puerto la Cruz en donde vivió por 12 años padeciendo de Alzheimer hasta que murió en un hospital de Caracas el 27 de mayo de 2006 a los 81 años”.

Al final terminamos comiendo pescado. Los pasajes en el ferry son para la medianoche de hoy. ¿Que hacer con las casi diez horas de espera hasta embarcar? Aun son los tiempos de los teléfonos públicos. Octavio hace unas llamadas desde uno situado en medio de un mural de con peces que sonríen antes de ser devorados. Vuelve restregándose las manos. Compremos unas cervezas, dice, matemos el rato en la piscina de mi prima. ¿Tu prima?, pregunta Gonzalo. Sí, conejo, responde Octavio. Mi prima, la que tiene amigas.

Busco otras entradas sobre Fernando Romeo Lucas García. Exacciones en el ejército, escuadrones de la muerte, combates sangrientos y torturas a las guerrillas indigenistas. En 1980 un grupo de campesinos perseguidos se refugia en la embajada española. Saltándose todos los tratados internacionales un grupo de ataque entra a apresarlos, en un operativo en el que mueren, entre otros, Vicente Menchú, padre de la premio Nobel a la Paz, Rigoberta Menchú.

La noche cae sobre Puerto la Cruz. Soda Stereo y ron con chinotto en la casa de los tíos de Octavio. Un vecindario bien. Grandes casas con amplios jardines. En un momento me quedo bebiendo debajo de unas palmeras. Un vecino sale a su jardín. También bebe un trago. Las luces de su casa le dan de espaldas. Su rostro son sombras, una calva, el atisbo de un bigote oscuro, grandes cejas y facciones aguileñas. Un viejo retirado disfrutando de su whisky en la noche caribe. Lo observo y levanto mi copa. El duda un momento y la levanta también.

Busco imágenes de Fernando Romeo Lucas García. Baja resolución, sacadas de recortes de prensa de los ochenta.

Me digo no puede ser, no puede ser posible.

Intento recordar con claridad el brindis hace once años atrás, si alguna vez pregunté a la prima de Octavio quién vivía al lado. Contemplo la foto en pantalla.

Bigote y grandes cejas. Un rostro de rasgos aguileños.

No puede ser, me digo. Hubiese sido demasiada casualidad. Demasiada casualidad.

En 1999 abordó el ferry, ligeramente ebrio. Una hermosa noche estrellada.

En 2010 apagó la computadora, recojo toda para irme a mi casa. Demasiada casualidad, me repito. Demasiada casualidad.

La sensación de que el Caos me susurra una advertencia:

Sigue en esas pendejadas, Lucas García.