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Mujeres malqueridas

A continuación publicamos un extracto del libro "Mujeres malqueridas" de Mariela Michelena (Editorial Alfa)

Por Mariela Michelena | 25 de noviembre, 2010

A lo largo del último siglo son muchos y muy valiosos los territorios que la mujer ha conquistado. El voto, la independencia económica y decidir cómo, cuándo, dónde y con quién tendrá sus hijos, son logros indiscutibles.

Sin embargo, en medio de los aplausos por tantas victorias, llevamos algún tiempo escuchando las quejas de mujeres independientes y emancipadas que sufren por un mal amor. Hace no tantos años su lamento encajaba perfectamente en el listado interminable de maltrato y postergación social del que la mujer ha sido víctima.

Su padecimiento por amor era una queja más, o casi podría decirse que una queja menos, porque entre tanta reivindicación fundamental, una lágrima, una espera, un nudo en la garganta o un insomnio, parecían detalles insignificantes. Tomando en cuenta las condiciones de menoscabo que ha sufrido durante siglos la mujer, interrogarse por su felicidad en el amor hubiera sido como si, ante un niño que empuja una carreta de carbón en una mina de Gales, nos hubiéramos preocupado por el estado de sus uñas o de sus dientes.

Hoy, que otros problemas más acuciantes están resueltos, las voces de las mujeres que sufren por amor se escuchan con más intensidad. Sus lamentos chirrían en un mundo que muchas dan por conquistado. Todos conocemos a más de una mujer que se queja de que la quieren mal. El eco de su pena se escucha en los lugares de trabajo, en el gimnasio, en las animadísimas comidas entre amigas y en las series de televisión. Dicen que es un tema femenino de actualidad. Por supuesto que conozco y frecuento todos esos foros, pero en este libro voy a hablar desde mi experiencia como psicoanalista.

Malqueridas

Cuando hablemos de malqueridas hablaremos de mujeres que padecen por un mal amor, no necesariamente de mujeres maltratadas físicamente, sino de mujeres enzarzadas en relaciones imposibles, destructivas, que lloran por un amor perdido o sin futuro aunque pasen toda la vida enganchadas a ese llanto y a esa relación.

Mujeres fieles a parejas intermitentes. Amores furtivos, prohibidos, clandestinos. Mujeres extraordinarias que se transforman en niñas enfermizas si un hombre no las llama. Mujeres encadenadas a una pena de amor, condenadas a ser la horma de cualquier zapato, o a instalarse debajo de cualquier zapato. Mujeres que no se cansan de escuchar: «No quiero compromisos». Mujeres sumisas, mansas, asustadas, complacientes. Mujeres que son fuertes ante todos los retos de la vida, brillantes para resolver sus tareas, para enfrentarse a cualquier desafío, valientes para todo, excepto para resguardarse de ese hombre que las quiere mal. Mujeres dispuestas a esperar y a esperar y a esperar. Engañadas, traicionadas, malqueridas…

De sus parejas sería arduo delimitar dónde empieza el maltrato emocional y dónde termina la malquerencia.

Y cuando digo que las malquieren, no me refiero a que NO las quieran, al contrario, puede incluso que las quieran muchísimo, lo que ocurre es que las quieren mal.

Quieren a una que no es ella, la quieren raro, torcido, al revés, y ella se retuerce y se contorsiona hasta encontrar la forma exacta que encaje con el trazado caprichoso de ese mal amor. A veces el hombre quiere a «otra» que tiene en su imaginación y pretende transformar a su amada en alguien que no es ella, y la amada descoyunta su ser intentando complacerle. A la mujer verdadera apenas la tiene en cuenta, a veces ni siquiera se ha preocupado por conocer sus gustos, sus inclinaciones, sus dificultades; ¿para qué? Es suficiente con que ella siempre esté allí para él.

Se trata de un amor que suele quedar un poco estrecho de cintura y holgado de espalda. Es un amor «de otra talla» que no le sienta bien a casi nadie y que, no obstante, esa mujer insiste en llevar a cuestas a pesar del sufrimiento que le supone.

Una mujer subida a un amor como ése, debe tener la misma sensación que una mujer subida a unos zapatos prestados, estrechos, puntiagudos y de tacón muy alto.

Mientras todos los que la rodean la ven haciendo malabares y tambaleándose, ella se cree elegantísima y maravillosa, incapaz de reparar en que no es más que una mujer que sufre y que se siente profundamente desgraciada.

Lo que yo sostengo es que en toda mujer malquerida por una serie de hombres, hay una mujer que se quiere mal a sí misma. Y cuando digo que se quiere mal, quiero decir que se quiere con un amor tergiversado. Con sus palabras ella dice que quiere una cosa, pero sus actos revelan que quiere otra. No estoy hablando de que «no se quiere suficiente»; no me refiero a que tenga una«baja autoestima». Puede que, sin saberlo, incluso, se quiera a sí misma en exceso y se sienta en el fondo tan fuerte y tan poderosa como para ser capaz de salvar, por amor, todas las dificultades que se le presenten en el camino, aunque en el empeño se deje la sangre y la piel. Alguien que hace un mal negocio no necesariamente es alguien que no tiene dinero, puede quedarse sin dinero por no haber sacado bien las cuentas, causa de un negocio torcido, o de una mala inversión. Pero quedarse sin dinero es una consecuencia, no una causa. Quedarse sin autoestima puede ser la consecuencia de haber invertido mal el amor propio. A veces el amor propio tiene una preocupante tendencia al heroísmo, a adornarse a sí mismo con una capita de superhéroe, que lleva a su dueña a sentirse capaz de acometer ciertas proezas titánicas que no le reportarán ni el éxito, ni la fama mundial, ni siquiera le servirán para asegurarse un lugar en el Cielo. Sólo obtendrá cansancio, humillación y sufrimiento.

Ellas tienen la palabra

Desde mi experiencia como psicoanalista, he tenido ocasión de toparme con muchas mujeres malqueridas.

En estas páginas, sus historias aparecen lo suficientemente enmascaradas como para que ni siquiera ellas mismas puedan reconocerse. Todas ellas me han enseñado algo. Todas y cada una me han permitido descubrir una fascinante y singular respuesta. A todas ellas, para empezar, mi agradecimiento. A cada una de sus historias me acerco como si fuera la primera y no puedo dejar de preguntarme «¿y por qué?». ¿Y por qué esta mujer, tan inteligente, tan desenvuelta y exitosa en su trabajo, no se da cuenta de cuánto está sufriendo? Y, si lo sabe, ¿por qué lo acepta como si no tuviera otra alternativa? ¿Y por qué sufre tanto por el final de una relación que iba tan mal? ¿Y por qué vuelve con él después de todo lo que ha sufrido a su lado? ¿Y por qué lo echa tanto de menos si apenas se soportaban? ¿Y por qué sigue esperando a que cambie, si es evidente que nunca va a cambiar? ¿Y por qué le parece que ese hombre es tan extraordinario si tampoco es para tanto? ¿Y por qué se ha buscado a otro hombre exactamente igual al anterior?

De todas estas preguntas se desprende una que resulta esencial: ¿qué ventaja saca ella de todo esto? ¿Qué extraña y secreta transacción ha realizado ella, consigo misma, con su pareja, con la vida, para creer que una situación tan dolorosa le resulta rentable? ¿Cómo explicar que se resista con tanta voluntad a abandonar ese lugar que aparentemente es tan incómodo? Intentar responder a estas preguntas es el tema que va a recorrer como un hilo rojo las páginas de este libro y lo que va a diferenciarlo de otros.

«¿Qué he hecho yo para merecer esto?»

En mi consultorio, yo no soy la única que se hace preguntas. La paciente que acude a una consulta también está buscando respuestas. Cuando alguien, cualquiera, hombre o mujer, sufre y reza ante otro su letanía de quejas, al final, aunque no pronuncie las palabras, hay algo en él o en ella que reclama: «¿Qué he hecho yo para merecer esto?». Generalmente, repito, aunque no se pronuncien las palabras, el tono suena más a un reclamo que a una interrogación y no parece que el afectado esté esperando una respuesta sino un consuelo. Con frecuencia, lo que espera escuchar de su interlocutor es algo muy parecido a:

«Tú no has hecho nada, esto es una injusticia, tú eres estupenda(o), claro que no te mereces una situación como ésta. Las circunstancias son duras y ‘el malo’, es el otro».

Claro que hay sufrimientos que nadie se merece. Nadie merece ser malquerido y mucho menos maltratado. Pero cuando un paciente formula esa misma queja en la consulta de un psicoanalista, éste se toma en serio la pregunta del paciente, en un sentido literal, y se pone a la faena de ayudar a comprender al paciente qué ha hecho él para merecer tal o cual situación. Se empiezan a anudar las preguntas del paciente con las del terapeuta y se emprende un camino conjunto en busca de respuestas. Con el correr del tratamiento y la ayuda del psicoanalista, el paciente termina por responderse con el reverso de su propia pregunta: «Pues sí, puede que yo haya hecho tal o cual cosa para contribuir a esta penosa situación que estoy viviendo…».

En el caso de las mujeres que sufren por amor, las respuestas a estas preguntas suelen ser múltiples. A la mujer malquerida que pregunta «¿qué he hecho yo?», podríamos empezar por contestarle que lo primero que ha hecho es ser mujer. Y luego indagaríamos en cada caso particular para entender cómo deambula ella, a su manera, por el territorio de su feminidad, un deambular que vendrá determinado por su historia infantil, por una familia, una madre, un padre, un lugar entre los hermanos, un carácter y una forma de ser.

Si bien encontraremos rasgos comunes en unas y otras malqueridas, no hay una causa única que explique todos los casos. Hay que pensar más bien en una dialéctica constante entre lo general y lo particular, entre aquello que atañe a todas las mujeres como género, ese extremo burdo de la generalización, del «eterno femenino», y lo estrictamente particular y personal que concierne a cada mujer según su propia historia.

Si sólo tuviera importancia lo general, lo universal, escribir este libro no tendría demasiado sentido porque todas las mujeres, sin excepción, estaríamos abocadas, condenadas, a ser mujeres malqueridas. Si, por el contrario, sólo tuviera peso la historia personal, también nos veríamos obligados a abandonar nuestro empeño, pues no tendríamos nada que aportar con un solo libro, tendríamos que escribir un libro para cada lectora, que diera cuenta de su propia biografía. Así que, en estas páginas iremos permanentemente de lo general a lo particular y viceversa.

No son pocos los rasgos de «lo femenino» que contribuyen a que una mujer se preste a representar en su vida el papel de malquerida, sin embargo, en este libro veremos que algunos de ellos parecen más relevantes que otros.

Desde la perspectiva de lo particular, nos encontramos ante el peso de la historia infantil y su influencia en la vida adulta, que hará que esos rasgos femeninos se modelen de una forma peculiar en cada mujer. Esa historia infantil va a generar una especie de «agenda oculta», un plan secreto que escapa a la lógica formal y a la conciencia.

Se trata de una guía silenciosa que se sigue a pies juntillas y a ciegas. Una guía que no siempre lleva al usuario por el mejor camino, ni mucho menos por el más despejado, ni el más sencillo. Al contrario, lo lleva a repetir situaciones dolorosas, una y otra vez, sin saber ni cómo, ni cuándo, ni por qué. Se trata de la guía secreta de los nudos del inconsciente que con frecuencia nos domina y nos traiciona.

Los hombres y las mujeres

Buscando analogías que nos permitan acercarnos en toda su complejidad al misterio de lo femenino y lo masculino, he pensado que Hamlet, la tragedia de William Shakespeare, cuenta con dos personajes que encarnan, cada uno en su propia tragedia, el extremo de la posición femenina y el extremo de la posición masculina.

Me refiero a la pareja malograda de Hamlet y Ofelia. Hamlet y Ofelia están locamente enamorados el uno del otro. Todo está bien hasta que el rey, el padre de Hamlet, muere en extrañas circunstancias y él, como su único hijo, está obligado a vengar esa muerte. A partir de ese momento toda su vida gira en torno a convertirse en el digno vengador de su padre. El resto del mundo deja de interesarle, incluida Ofelia. Sólo lo mueven la obsesión de venganza y la duda de si será o no capaz de dar la talla y de cumplir con lo que el padre espera de él. A lo largo de la tragedia, acosado por la indecisión, Hamlet se hace muchísimas preguntas, pero entre todas ellas, hay una que lo caracteriza: «¿Ser o no ser?». Su pregunta me parece típicamente masculina; algo así como «¿soy suficientemente hombre para cumplir con mi padre?», «¿cómo tendría que demostrarlo?». Su pregunta encarna la preocupación masculina, el hombre está mortificado por «ser»,

por parecer lo que se supone que debe ser: un hombre. Para la posición masculina es importante demostrar activamente que él «tiene» lo que hay que tener y suele pasarse buena parte de sus días poniendo sus atributos sobre todas las mesas. Él «tiene que ser» el más valiente, el más potente, el más listo, el más conquistador.

En fin, ha de ser siempre el primero de alguna lista, de alguna competición que continuamente está librando con algún otro hombre en su cabeza. De hecho, en la tragedia de Shakespeare, Hamlet está dispuesto a matar –y mata– para «ser» un hombre, digno hijo de su padre, para defender su lugar en el mundo.

Pero ¿qué pasa con las mujeres?, ¿qué pasa con Ofelia? Mientras Hamlet está obsesionado por la venganza, ocupado en dilucidar si él «es o no es», en averiguar qué tendría que hacer para «ser» un hombre como su padre; Ofelia, ajena por completo a las luchas por el poder, sólo sabe que ella sigue enamorada de Hamlet y que él la ignora. Incapaz de tomar ninguna iniciativa, sólo atina a soñar con su amor. Es así como Ofelia se pasa las horas perdidas, entregada a preguntarse otra cosa. Ofelia se vuelve loca de amor y se rinde sin moderación a su locura. Ha perdido la razón porque Hamlet no la quiere. Rodeada de flores, dedica los últimos días de su vida a deshojar margaritas y a preguntarles «¿me quiere? o ¿no me quiere?». Ofelia está dispuesta a morir –y muere–, se quita la vida por amor. Ofelia encarna el extremo de la pasividad femenina.

La queja de Ofelia es la queja que más se escucha en boca de una mujer, quien, más tarde o más temprano se preguntará: «¿Me quiere?, ¿no me quiere?», «¿cuánto me quiere?», «¿cómo me quiere?», «¿me querrá siempre?», «¿qué tengo que hacer para que me quiera más?».

Estas preguntas: «¿Me quiere?, ¿no me quiere?», no suelen ser el mejor camino para despejar dudas respecto a una relación maltrecha. No es suficiente con que la respuesta sea «¡Sí! ¡Me quiere!». También los maltratadores quieren muchísimo a sus víctimas, tanto, que no soportan estar sin ellas y verlas vivir lejos de su control…

Las quieren, sí, pero las quieren mal, las quieren con un amor monstruoso, con un amor enfermo. Las quieren tanto que prefieren verlas muertas antes que en brazos de otro, por ejemplo. Así que «¿me quiere?, ¿no me quiere?» son preguntas que arrojan respuestas engañosas. Para empezar, la respuesta está en manos de la otra persona y siempre es preferible plantear preguntas que pueda responderse cada quien, por ejemplo: «Una relación así, ¿me compensa o no me compensa?», «¿Es esto lo que yo quiero para mi vida?», «¿Estoy dispuesta a perdonarle otra infidelidad?», «¿Cuántos años más puedo esperar hasta que se decida?», «¿Tengo que creer en sus palabras o en sus actos, en sus promesas o en los hechos?».

¿Sólo mujeres?

Vamos a hablar de «mujeres malqueridas», para entendernos y porque son mayoría, pero por supuesto que también hay «hombres malqueridos». Excepto la Barbie, no conozco a ninguna otra mujer que sea cien por cien una mujer, ni a ningún hombre, excepto Rambo, que sea cien por cien un hombre (y digo Rambo porque me parece que ni siquiera el Ken, la pareja de la Barbie, tiene su identidad sexual muy definida). El ser humano se distingue, entre otras cosas, por su disposición a la bisexualidad.

Ante cada persona concreta, más que de «hombres» y de «mujeres» en estado puro, cabe hablar de posición masculina o posición femenina, identificando «femenino» con pasividad y «masculino» con actividad. Para explicar en qué sentido identifico el par femenino/masculino con el par pasividad/actividad, voy a recurrir a la expresión biológica más elemental: la fecundación. Desde el punto de vista más descriptivo, en la fecundación, aun a riesgo de ser considerados políticamente incorrectos, podemos afirmar que el óvulo espera (pasivamente) la llegada del espermatozoide, mientras que el espermatozoide ha de buscar (activamente) el encuentro con el óvulo. Así se forja la historia de amor entre el óvulo y el espermatozoide.

¿Qué pasa cuando esa expresión biológica elemental se hace más compleja, cuando hablamos de seres humanos? Entonces contamos con un abanico muy variado, en el que lo femenino y lo masculino, la pasividad y la actividad, se mezclan en distintas proporciones, dando como resultado una gama amplísima de actitudes humanas que recorre desde los extremos más caricaturescos de la homosexualidad en la que se supone, por ejemplo, que un hombre se coloca netamente en una posición femenina o una mujer en una posición indiscutiblemente masculina; a la supuesta heterosexualidad sin mácula representada por los iconos del «macho latino» y la «mujer objeto», pasando por la ejecutiva agresiva de «ordeno y mando», uniformada con su impecable traje de chaqueta, o el metrosexual atildado que se depila, usa el secador de pelo durante más tiempo que su mujer y gasta en cremas tanto o más que ella.

Una vez aclarado que parto de la idea de un gradiente masculino- femenino de infinitas combinaciones, quiero destacar que en la posición femenina pasiva hay una mayor disposición a sufrir por amor, que en la posición masculina activa.

Para Simone de Beauvoir, el estilo de querer considerado como «típicamente femenino» es la consecuencia inevitable de la situación de desventaja social en la que se encuentra la mujer, una situación de dependencia que le impide situarse en la vida como sujeto y ser protagonista de su historia. Según su punto de vista, la mujer, condenada a depender de un hombre, no tendría otra alternativa que transformar a ese hombre en un dios y, a partir de ahí, convertir su condición de esclava en una virtud, y el amor en su única razón de ser. Lo curioso es que la mujer no se revela contra esta situación, antes bien, la mujer sometida se siente orgullosa de su esclavitud, y experimenta una especie de honra de sierva. Es así como el amor, para la mujer, más que una forma de expresión afectiva, se constituye en una religión.

Personalmente yo comparto la opinión de Simone de Beauvoir respecto a la mayor parte de las mujeres hasta hace escasos decenios. Pero este planteamiento me resulta insuficiente para explicar la situación de un enorme número de mujeres que sufren por amor en la actualidad. Hoy en día hay cada vez más mujeres que cuentan con una entrada económica estable y que son las únicas dueñas de las riendas laborales de su vida. Cualquiera conoce a una mujer que se ha labrado a pulso un lugar propio en el mundo, sin tener que depender de un hombre. Sabemos que, a pesar de que persisten las diferencias por razones de sexo, cada vez hay más mujeres que alcanzan puestos de alta responsabilidad en la política, en los negocios, en la cultura, etcétera. Simone de Beauvoir se sentiría orgullosa de todas ellas porque son la demostración de que su lucha y sus palabras, inspiradoras del feminismo más fecundo, no han sido en vano.

Y, a pesar de todos esos logros, la misma Simone de Beauvoir se sorprendería si comprobara hasta qué punto las consultas psicológicas se siguen nutriendo de mujeres autónomas, emancipadas, independientes, que, cuando nadie las ve, lloran desconsoladas las heridas que deja un amor desdichado, como solían llorarlo sus antecesoras. Esas mujeres brillantes, reconocidas, a quienes no les queda casi nada por demostrar desde el punto de vista laboral, siguen emulando a Ofelia y, a escondidas, deshojan la mustia margarita del «¿me quiere?, ¿no me quiere?».

Visto así, el argumento de la subordinación económica y social de la mujer respecto al hombre no es suficiente para explicar este estilo femenino de querer. Tenemos que buscar la explicación en otra parte. En este caso, «la verdad no sólo está allí fuera», en la sociedad, sino también «aquí dentro», en la misma condición femenina, lo que veremos en el próximo capítulo.

El ciclo de la repetición

Hacerme las mismas preguntas a lo largo de tantos años me ha llevado a concebir la ilusión de que se pueden responder. El amor es un animal extraño y caprichoso que se mueve sin brújula, y sus razones escapan a toda lógica consciente. El amor es un animal que se alimenta de certezas absurdas y de verdades falsas. Mi experiencia terapéutica con este tipo de casos me ha permitido vislumbrar un patrón reiterativo.

La repetición es una marca de identidad de la conducta humana. Solemos repetir a ciegas desde la conducta más sublime hasta la más impresentable. Quiero que a través del libro recorra conmigo una especie de ciclo que se repite y que empieza con toneladas de ilusión y expectativas que, sin entender muy bien por qué, naufragan una y otra vez en un amor lastimoso.

Después de acercarnos a esa disposición típicamente femenina para el amor incondicional y el sacrificio, continuaremos la historia con la propia elección de pareja que siempre es fruto de todo menos del azar. Me referiré a esos casos en los que se establece un tipo de relación en el que la mujer convierte a su hombre en un dios y ella pasa a ocupar el lugar de su sierva, de su dueña. Repasaremos lo que he llamado «pecados capitales» de una relación, algunas de esas situaciones, actitudes o vicios inevitables pero que, en exceso, se convierten en pecados que llevan a la mujer a verse envuelta en relaciones destructivas y sin futuro.

Recorreremos varios de los ingredientes típicos de este tipo de relaciones: la infidelidad, la Otra, los celos. Repasaremos también algunos de los recursos de los que echa mano una mujer atrapada en este tipo de relaciones; en el mejor de los casos empieza a funcionar un radar que la lleva a buscar ayuda y compañía. Recurre a sus amigas, que se convierten en pilares firmes que la sostienen; además busca consejo con el mismo interés en un libro de autoayuda, en el horóscopo o en las cartas del tarot y, finalmente, cuando nada de lo anterior le ha funcionado y el sufrimiento persiste, acude a un terapeuta para pedir ayuda psicológica. Veremos que cada una de estas «tablas de salvación» cumple una función diferente, tiene sus peculiaridades y ninguna de ellas sustituye a las demás.

La mayoría de estos amores imposibles, por suerte, no son eternos, y aquel que hasta ayer era un dios y ocupaba el lugar más alto de un pedestal, una mañana cae sin remedio y casi sin explicación. Un buen día resbala el velo que no dejaba ver a la mujer con claridad y su ídolo se presenta en toda su humanidad. Será cuando ella esté preparada para desprenderse internamente de él, aunque se hayan separado mucho tiempo atrás.

Caído el ídolo del pedestal, empieza el proceso de reconstrucción de la mujer, que habrá de atravesar un duelo inevitable. Veremos que son muchas y muy variadas las estrategias que puede emplear una mujer para evitar ese duelo, sin embargo, sin ese trabajo de duelo, no hay final. En los casos de peor pronóstico, una mujer todavía convaleciente de un amor desdichado, y que no conoce las verdaderas razones que la mantuvieron atada a esa relación, se prepará –sin saberlo– para emprender otra relación igual de perniciosa para ella que la anterior y repetirá el mismo ciclo. Sólo cuando la mujer ha podido determinar qué papel ha desempeñado ella misma en su sufrimiento, en esa desgraciada historia, entonces podrá restituir su propia identidad, su valía y su razón de ser, más allá de la relación que mantenga con un hombre. Sólo entonces será capaz de relacionarse consigo misma y con los demás, de una manera menos destructiva y más provechosa. Si lo consigue, habrá deshecho la rueda de la repetición y su próxima historia de amor, su propia historia, será otra.

Mariela Michelena es psicoanalista y miembro de la Asociación Psicoanalistas de Madrid.

Comentarios (25)

ATAMAICA MAGO
25 de noviembre, 2010

Hay algo que siempre me pareció interesante destacar: el hombre vagabundea en su neurosis y la mujer mendiga en su histeria. Desde pequeña, siempre me llamó la atención que la mujer se autoflagele a no ser feliz ni intentar serlo y luego emplee la pose víctima, sufrida, mártir, susceptible, convaleciente, orgullosa y excesivamente adnegada para sembrar remordimientos en el otro; culpas, recriminaciones que paradójicamente ellas mismas han generado como escape de la monotonía, búsqueda de emociones inéditas y recurrentes llamados de atención cuando se sienten invisibles en su propio ego o en cacería,amenaza perpetua. No es machismo blasfemo de boca de una mujer lo que digo -ni más faltaba- sino que precisamente esa confrontación adversiva, divergente, en disyuntivas constantes, diferencias y oposiciones irreconciliables que han vivido y sobrevivido hombres y mujeres en las que la vida o el amor les ha jugado una mala pasada, los han convertido en enemigos gemelos, complementarios porque si bien es cierto que hay mujeres malqueridas, también debemos reconocer que los hombres no han salido bien airosos de ese aparente no saber o ignorar el conjuro necesario para poder querer a una mujer sin que ésta salga a la defensiva, anulando cualquier acto de correspondencia y reciprocidad en su naturaleza humana, sensible, sin que las etiquetas sexistas de dominio y supeditación; sujeto-objeto; disposición-pasividad hagan acto de presencia. De allí que la mujer se sienta tan poderosa en cuanto a estado emocional mas no anímico se refiere porque cree tener el control de los sentimientos obviando el del hombre y es por esa razón que cuando salen heridas se evidencia un trauma afectivo que sólo habría de compensarse con una relación peor que la anterior porque necesita o cree requerir constantemente y en vano de esas pruebas que la sumen más y más en un abandono o exilio patrocinado, financiado por ella misma. Todo ello me recuerda un cuento titulado “Foto de un mar vacío” de Federico Vegas donde la mujer sentía la imperiosa necesidad de que su marido le confesara y hasta constatara que le fue infiel; calamaba ese toque de angustia, drama y autocompasión en su vida porque desde el espejo del conflicto quería o podía reflejar su amor propio así como el de su pareja a través de la eterna reconciliación y sus retornos en virajes tuertos. Y por esa causa ante la filosofía de su propia desdicha sucumbió entre los recuerdos de un tiempo viudo y soñoliento. He de confesar (me) que ni yo misma entiendo a las mujeres como tampoco a los hombres y eso también es una falta grave: no hay que interpretar nada sin vivir la experiencia como una estrellada contra la pared. Sé es mujer con la gracia y entusiasmo de que algún día los esteriotipos declinen y se proclame la libertad alterna.

Alejandro
25 de noviembre, 2010

Atamaica; te digo algo: Esto que reflexionas aquí es más o menos lo mismo que dice Luis Fernández en sus libros y monólogos..

Luisanna
25 de noviembre, 2010

No considero que se trata de poses que ella adquiere para evitar motononía y las otras cosas que mencionaste Atamaica…se trata de patrones, de vivencias que aprendió de su infancia la mujer, que la marcaron a tal punto de amar de una manera dependiente hacia sus hombres…y del cómo afrontar, cómo desaprender estos patrones, es lo que hará que finalmente reconstruya su identidad y logre entrar en una relación de real beneficio para los implicados y en la que seguramente ella conocerá lo que es amar de verdad y ser amado.

katina ferrer
25 de noviembre, 2010

Hola,

Leí el texto, entero, y los dos comentarios. Me pareció tan acertado y lúcido el enfoque… Hay como un “up date” del Arte de Amar y de “las mujeres que aman demasiado” entre otros. Me gustó la prosa suelta además. Creo que para quienes nos hemos sentido malqueridas, o sea que hemos sido ( o somos) malqueridas por nosotras mismas un libro de este tipo nos podría ayudar a conocernos mejor, y ayudarnos.

Gracias a la autora por este texto y al editor del blog por compartirlo.

Voy a twittear este enlace.

Saludos,

Katina

Pedro Velasco Astudillo.
26 de noviembre, 2010

La CRISIS “existencial”, que vive actualmente la mujer, tiene -(tal lo “consciencie” un observador de sesudo parecer)- un origen simple y “olvidado por sabido”: el ABANDONO, casi obligado o estimulado por el “feminismo” exaltado, de su “añeja” y GLORIOSA condición de REINA del hogar, MADRE de la familia y DUEÑA de la casa, que tuvo siempre; otorgado por la REALIDAD secular de la pareja, según su “movilidad” e “importancia” biológica y social…Abandonar la “querencia” y seguridad del hogar, para adentrarse a navegar en ese como “mar de los sargazos”, que es la “competencia” social y laboral del mundo moderno; debiendo “prepararse”, en una fatigante y siempre dura “carrera”, al nivel de sus “competidores”; para lograr el no siempre fácil ÉXITO, frente a sus “avecinados” de cualquier sexo; ha sido una “AVENTURA” muy dura, que le ha cambiado el carácter y hasta la dulzura de mujer…porque para luchar contra su masculino par, en un terreno de “gladiadores”, por la “gloria” de un “nombre” o de una “posición”, o por algo de menos “presunción” como un sueldo o un jornal; ella ha tenido que cambiar su singular “textura” y “revestir” un disfraz, que mimetize su genética ternura de femenino SER , en un áspero o duro PARECER…Y he allí que el hombre está confuso y “casi” abandonado por su MADRE,que – para “completar” el pan de la familia que el marido no alcanza- se sale a trabajar de sol a sol…o por su MUJER, que ya no tiene tiempo para ser su pareja, porque es mucha y le cansa su “ocupación” fuera de casa y no le deja ocasión, para la PAZ y el disfrute del AMOR ! Habría que analizar las “consecuencias” del RENCOR masculino, que como la unidad menos “valida” del par, resiente la soledad y la falta de “mimos”, que siempre recibió de su MAMÁ…No será esa,( habría que analizarlo, seriamente ) la más importante-quizás- de las CAUSAS “inconscientes”, de la VIOLENCIA y “agresión” por el hombre a la mujer ?… Como médico de mujeres que he sido, con miles horas de “vuelo” en su conocimiento y tratamiento, de dolores, frustraciones y lesiones; pienso que: habría que inaugurar una CRUZADA activa, entre Ginecólogos, Sexólogos, Sociologos, Psicólogos, Cientistas Sociales y hasta Antropólogos y Políticos, indispensablemente; para hacer un ANÁLISIS a fondo de la situación familiar y social de la MUJER; con el fin de encontar y señalar un sendero más tranquilo, productivo, crecedor, calificador y trascendente, por donde la MUJER pudiese transitar, con satisfacción y orgullo de su SER, sin abandonar su condición de DUEÑA, MADRE y REINA de la misma CREACIÓN que crea… como MUJER !!!

Mariela Michelena
29 de noviembre, 2010

Hola a todos, ¡gracias por sus comentarios! Estoy de acuerdo con Atamaica, sobre todo en lo que respecta al poder. Se trata de un poder secreto, tejido en la oscuridad, pero indestructible, que es lo que más engancha en estas relaciones. Algo así como “no podrás vivir sin mí”, que no es otra cosa que el reverso de “no puedo vivir sin ti”. Gracias Katina, todo un elogio ser la actualización de “El arte de amar” y “Mujeres que aman demasiado”, cada uno de ellos paradigma en su momento (ambos por supuesto en la bibliografía de Mujeres). Espero tus comentarios cuando leas el libro. Gracias Pedro, tu enfoque es muy interesante, no se parece demasiado al mío. Entiendo que, además de todas sus luchas y sus logros, la mujer sigue eherciendo de madre con su pareja y no estoy segura de que sea muy buena idea… a pesar de que cada uno de ellos consigue algo importante con esto. Él, ser mimado, consentido y perdonado incondicionalmente, ella, ser la dueña del perdón. Otra vez gracias y seguimos en contacto.

Pedro Velasco Astudillo.
29 de noviembre, 2010

GRACIAS!…Mariela, por tu opìnión sobre mi “comentario”, que -como “enfoque¨-, dices no se parece mucho al tuyo…Pero “viendo” el asunto que te ocupa, desde esta larga experiencia que ya se me hace, con casi medio siglo de tanto conocer a la MUJER, como ginecólogo integral que soy y con cuidadosa práctica – en consulta¨- de una medicina “dinàmica” y “holìstica”; me da el “pié” para “suponer” que la tal “malqueriencia”,que es tu TEMA y de la cual se quejan nuestras mujeres que viven como parejas, tenga su “raiz” en ese “RENCOR” del hombre, “malqueriente” del cual hablo: abandonado por su MADRE, antes de tener “uso de razòn” y por bastante tiempo, generalmente (por las razones personales o sociales, que ya hemos comentado)… y dejado al descampado del afecto que -hacia la MUJER de su futuro- representa, forma y conforma la MAMÀ !….Un “Complejo de Edipo” mal elaborado, puede ser una “bomba de tiempo”, que explota cuando el hombre se junta con su “AMADA”, en PAREJA de AMOR; y que termina en DESAMOR, en ODIO o en TERROR !!! Las “CARENCIAS” afectivas, sobre todo cuando son las FUNDAMENTALES, que son los “MOTIVOS” esenciales ( Hambre, Sed y Amor, segùn Maslow, que bien conoces) y que dan SEGURIDAD a la vida, como en este caso es el AMOR de la MADRE; suman “fenotipias” de violencia, de las cuales rinde fruto el “inconsciente”, que intenta “cobrar” ( el desafecto sufrido) en la madre “sustituta”, que el hombre busca y pretende encontrar en: la ESPOSA, COMPAÑERA o AMANTE!…Independientemente del anàlisis de las “posiciones” FEMINISTAS que se puedan tener, siguiendo a nuestra genial, admirada y amada Simone de Beauvoir, y de tu respetable y respetado criterio; serìa interesante explorar este aspecto (como lo propuse en mi comentario anterior), como “desencadenante” y culpable de hacer de muchas de nuestras MUJERES, una desafectadas y dolidas “MALQUERIDAS” !…No crees que serìa interesante INVESTIGAR en los HOMBRES, parejas de las MUJERES aludidas, las razones de su infiel, indiferente,desafectiva y -cuàntas veces-violenta CONDUCTA, picoanalìticamente? Asì podrìamos “aconsejar” a nuestras MAMÀS, actuales o futuras, las “maneras” de tratar a sus HIJOS y al mismo tiempo “evitar”que sus HIJAS se conviertan en futuras y dolientes “MALQUERIDAS”…Es mi humilde opiniòn! SALUDOS con AFECTO y RESPETO !!!

Mariela Michelena
30 de noviembre, 2010

Hola Pedro. Estoy de acuerdo contigo, un Edipo mal llevado es una bomba de relojería para cualquiera de los dos. Además, me parece que tienes toda la razón en cuanto a la necesidad de investigar ¿qué le pasa a él? En el libro yo me dedico a responder al “¿Qué he hecho yo para merecer esto?” desde el punto de vista de ella, pero también habría que responder al “¿Cómo he llegado yo hasta aquí?” por parte de él. ¡Tienes razón! Lo que me parece que tú corroboras en tu comentario es que curiosamente ellos siempre se sienten con derecho a TODO (mimos, perdones, cuidados) y con derecho a resentirse si no los obtienen y ellas en la obligación de cuidar, de controlar, de perdonar… Un saludo agradecido!

María Eugenia Sáez
30 de noviembre, 2010

La mujer como Imago Dei ve su propio valor como algo compatible con el ser parte de una pareja, familia, clan, comunidad, —para ellos y no solamente para sí misma es que trabaja y crece y se multiplica en funciones— y no se autoevalúa incesantemente de acuerdo a la “biblia” secular: tanto tienes tanto vales, sea dinero o juventud o tiempo para el sicoanalista.

Pedro Velasco Astudillo
30 de noviembre, 2010

GRACIAS!…de nuevo Mariela, por tu “acuerdo” con mi comentario del 29/11. Espero poder leer- en breve plazo – una OBRA literaria tuya, tan INTERESANTE como la que comentamos; sobre los “motivos” de los hombres, para hacer “malqueridas” a sus mujeres ! Te aseguro que sería un BEST SELLER ! Te reitero mis SALUDOS con APRECIO y RESPETO !!!

Teresa Sanchez
30 de noviembre, 2010

Hasta el titulo del libro me parece mas que apropiado, sobretodo en el entendido que no pretende emitir un juicio de valor, se refiere especificamente al malestar que genera el no ser apreciada como uno siente o desea ser querido!!!!!! Evidencia como nos podemos aferrar a una mala relacion, sucumbiendo ante “yo te quiero”‘ sin entender, que independientemente de ese sentimiento manifestado, el mismo no es el deseado!!!!!! Realmente lo disfrute……. Y me permitio entender muchas cosas, te felicito!!!!!!!!!!!

Laura Lancini
2 de diciembre, 2010

El mero hecho de haber sido madre, nos niega el derecho de perfeccion ante los ojos de nuestra pareja. somos perfectas para nuestros hijos varones e imperfectas ante el objeto de nuestro amor “ese hombre maravilloso”. Nunca podremos alcanzar el nivel exacto de una madre (la de ellos), capaz de preparar “las mejores hayacas”… Ese condimento que las convierte en inigualables e insuperables a manera, de ejemplo… Yo he sido considerada buena cocinera, pero nunca supere a mis suegras. Ellas fueron siempre las mejores, aunque a mi no me gustaran sus manjares. Sera Edipo?

Mariela Michelena
7 de diciembre, 2010

Gracias Teresa. Efectivamente el libro no pretende ni juzgar ni sentar cátedra. ¿Quién conoce las respuestas? Intenta acompañar y, como mucho, servir de espejo para comprender las cosas que nos pasan en este terreno tan pantanoso y tan irresistible del amor, a lo que estamos dispuestas en nombre de ese “esque yo lo quiero” o “es que me quiere”.

Y en cuanto a lo que dices, Laura, efectivamente, el Edipo es un animal traicionero que nos confunde de lugar. ¡Hay que huír de la perfección! ¡Deja que otras hagan las mejoras hallacas! Es muchísimo mejor comerlas, que sufrirlas y penar por alcanzar ese trofeo de “madre perfecta”.

LIZ
30 de diciembre, 2010

ES MUY INTERESANTE LA FORMA EN QUE HACE REFERENCIA A ALGO TAN COMPLEJO COMO LO ES EL AMAR O COMO LO DICE EL MAL QUERER, ES ALGO QUE PARECIERA TAN OBVIO PARA LOS QUE ESTAN FUERA DE LA RELACION, SIN EMBARGO CUANDO ESTAS VIVIENDO UNA RELACION PATOLOGICA ES MUCHO MAS COMPLEJO PRIMERO RECONOCERLA Y DESPUES AFRONTARLA. . .

andreina
17 de abril, 2011

Hola a todos tengo una pregunta para Mariela, si el padre fue infiel y la madre sumisa, aunque todavía se ataque al padre por esa actitud y uno este consciente de esas infidelidades. Se puede repetir la historia buscando un hombre infiel, lo digo porque creo tener un novio bueno, pero constantemente descofio de Él y trato de buscar pruebas q no consigo de su infidelidad?

carolina
2 de mayo, 2011

hola!!! no he leido el libro pero desde que lei el titulo me engancho y el extracto del libro simplemente para mi es un espejo!! pues me veo reflejada en gran parte soy joven tengo exito laboral una familia maravillosa pero vivo sufriendo por un hombre que idealice, pero que no se decidio y para el que ya no soy importante…. si y lo sigo esperando sigo sufriendo.. lo sigo intentanto.. estoy conciente de que esto no va para ningun lado pero simplemente siento que soy lo que soy gracias a el y me duele desprenderme de el aunque tengamos mucho tiempo distanciados con la intermitencia que menciona mariela!! no entiendo por que me duele tanto el que no este.. sin casi nunca a estadooo…..

Orlys
30 de mayo, 2011

Felicitaciones Mariela, no te imaginas, la fuente de inspiración que puede ser su libro, para una mujer que se ve retratada en algunas de la historias narradas allí. En lo personal, su libro me ha inspirado a escribir, el mio; si salgo airosa de esta relación en la que estoy! se llamara ¿Quien lo hará por ti?. Mariela esto es muy fuerte me gustaria me recomendaras a un o una profesional terapeuta que tenga su consulta en Caracas y este, preparada en este aspecto de malqueridas o que aman demasiado, por lo pronto estoy asistiendo a un grupo aar y de una manera u otra a diario tomo más conciencia de esta enfermedad. Mas quisiera poder salir airosa de esto a veces me da miedo conmigo misma de ver la forma en que caigo, y vuelvo a caer. Seria de gran ayuda la sugerencia de una colega suya ubicada aca en caracas vuelvo y le comento en verdad seria fiel a mis terapia. Gracias de antemano por su atención.

Mariela Michelena
30 de mayo, 2011

Hace mucho que no respondo, lo siento. Lo intentaré uno por uno: Liz: Tienes razón, muchas mujeres de las que asisten a mi consulta coinciden en decir que si una amiga les contara lo que ellas están viviendo, no tendrían dudas en decirles: ¡déjalo! ¡Te está haciendo daño! No es tan fácil cuando es uno el que está inmerso en esa relación y conserva la esperanza de que el milagro del cambio se produzca.

Andreína: Cada caso es cada caso. Por lo que cuentas, parece que la situación de tus padres te ha influído hasta el punto de no poder vivir la tuya propia en libertad. Es como si estuvieras condenada a desconfiar aunque no haya motivos. De quien desconfías es de tu padre, deja que tu pareja te roponga una nueva historia de amor sin rastros del pasado infantil. ¡Suerte!

Carolina:Bueno, ¿qué decirte? Busca el libro, léelo y después me cuentas si has descubierto alguna pista que arroje luz sobre tu historia y tus preguntas. Un abrazo y suerte.

Orlys: ¡Qué alegría saber que el libro no sólo te ha servido para revisar tu propia historia, sino para escribir tu propio libro. Eso sí resulta estimulante, no sólo para ti, sino para mí también. Te doy mi correo personal, así te facilito los datos de una psicoanalista en Caracas que te puede orientar. michelena.mariela@gmail.com Un abrazo y mucha suerte en todo!!!

Orlys
30 de mayo, 2011

Gracias por la atención Mariela, te escribire, las muchachas del grupo y yo te agradecemos de antemano tu sugerencia, ya que, como sabes, en el grupo tenemos solo la herramienta de la catarsis, las reflexiones y los pasos, en los que hay que trabajar de manera personal, más, no existe el profesional, que de una manera u otra puede, escucharte, despertarte, orientarte, darte una luz con sus instrumentos y conocimientos. Para mi un placer conocer, a una mujer que desde su profesión a aportado un arcoiris, con su libro de mi parte, deseo para ti solo EXITOS!

Lisbeth
19 de junio, 2011

Hola!!! Recibi este libro como regalo por parte de madre que escucho una entrevista y se acordo de mí, desde que tuve una relacion hace 11 años y desde entonces que sido incapaz de tener y mantener una relación sana y se que le preocupa esta situación, he estado full con el trabajo y la uni, y no he tenido tiempo de leerlo completamente, pero con lo poco que he leído he logrado entender muchas cosas de esa relación tóxica, espero desocuparme pronto para terminarlo de leer, y encontrar en el la orientación necesaria para reencontrarme conmigo, y recuperar mi yo…

Lisbeth
30 de junio, 2011

Gracias por escribir libro¡¡¡ Termine de leerlo, excelente, aunque en estos momentos me encuentro en la habitación del duelo, ya tengo visializada varias salidas ya en ninguna esta él… Una de las cosas que logro hacer es hacerme llorar, cosa que no queria hacer… Hay detalles que sin leer el libro ni consultar a un psicoanalista me había dado cuenta, pero no lograba corregir pues no sabía como, no me estoy justificando con esto, pero como todo ignorante que necesita a alguien que le guie y le enseñe yo necesitaba de este libro para comprender mejor muchas cosas que dices con tal naturalidad y sutileza, sin perder la idea… Antes de leer este libro fui a un psicologo, no fue de mucha ayuda aunque tome algunas recomendaciones. De los 10 años que menciono anteriormente la mayoría fue de intermitencia, era una pesadilla ya no sabía que era mentira y que real, como un sube y baja de repente estas arriba y de repente la persona que te sostiene te suelta y caes sin saber porque, y cuando lograba recuperarme del golpe, otra vez subia y bajada de manera an violenta, hasta que decidi no volver a estar en esa situación. No es fácil, se que no lo es, pero se que lo puedo hacer, una manera es invertir la esperanza de tenía cuando volviera y nuestra relación iba ser mejor, invertir esas esperanzas en que todo va estar mejor sin él y de alguna u otra forma voy a ser feliz… Puedo tambien decir que mientras leía el libro me pasee por un sin fín de canciones, entre las cuales estan era mi vida él de Paloma San Bacilio, Pobre Diabla de Don Omar y Amores extraños de Laura Pausini, así como dicen las letras de esas canciones entre otras me llegue a sentir… Pero tambien me paseo por canciones que son más consoladoras como aprendere de David Pavon, Ni como amiga ni como amante de grupo niche, escuha tu corazon de laura pausini… De verdad gracias no creo mucho en los libros de auto ayuda o de superacion personal pues es deficil llevar seguir los pasos que te dan sobre todo sino tienes fe ni crees en ello… Totalmente diferente a descubrirse uno mismo para poder hacer esos cambios tan necesarios… Te deseo los mejores éxitos…

noemi gonzalez
21 de julio, 2011

Estoy en Paraguay, como puedo conseguir el libro? o por lo menos fragmentos en internet?

ANAIS CUPARE
21 de junio, 2012

hola!!.. siempre me han interesado este tipo de libros, pienso que son una ayuda aunque aun no estés pasando por algo así, tiene mucha razón en eso de las preguntas que las mujeres frecuentan suelen hacerse, pensé en algún momento que esas preguntas podrían venir de la misma inseguridad de la mujer que tenia hacia ellas misma, pero ya veo que no es así. el titulo del libro esta muy bien planteado, porque abarca diferentes puntos de vista que para hacer todos mas doloroso se suele evadirlos y no enfrentar la realidad que se esta viviendo. Yo aunque no he tenido una relación de pareja y no suelo hacerme este tipo de preguntas, porque pienso que cada quien es especial a su manera. al leer el enfoque del libro me agrado bastante el hecho de saber que me servir de aprendizaje. Éxitos en sus próximos libros!!..

Fernan
11 de junio, 2013

Es un libro estupendo, en cuanto lo leí me dieron ganas de releerlo y encontrar nuevos detalles. En este enlace podéis encontrar una revisión personal sobre el libro y lo que me transmitió su lectura.

http://www.fernan.com.es/2009/12/02/mujeres-malqueridas-de-mariela-michelena/

angie
15 de septiembre, 2013

hola, he querido leer el libro y no lo consigo esta agotadooooooooo, como hago para obternrlo gracias….

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