Artes

Viendo a Monet con los ciegos

Héctor Abad Faciolince: siempre me ha fascinado el problema de la música para los que no oyen, de la pintura para los que no ven. También el problema del sabor para los que no tienen gusto.

Por Héctor Abad Faciolince | 22 de noviembre, 2010

¿Cómo te explicaré, querida, a qué sabe la miel? ¿Cómo podré decirte que el pan toscano es simple como una hostia, pero que el pan francés es casi tan gustoso como un chicharrón? Si uno al beber no distingue el agua del vino, ¿me entenderás si te digo que son como el día y la noche?

El día y la noche, el mediodía y el crepúsculo, la tarde y la mañana: esa fue precisamente la obsesión pictórica de Monet. Durante años quiso trasladar a sus lienzos las variaciones de la luz. Manet, para mi gusto, fue un pintor muchísimo mejor. Era casi un pintor español, pues recibió completa la herencia de Velázquez y de Goya, y trasladó a Francia aquella pincelada segura, esas personas de carne, esos juegos de espejos que simulan la realidad y nos obligan a mirarla como una perfecta ilusión.

Sólo en una cosa era superior Monet: en su estudio obsesivo de la luz. Sus ninfeas y nenúfares, a estas alturas, a mí me parecen relamidas y cursis como la música de Saint-Saëns. Pero sus paisajes marinos, sus catedrales a todas las horas del día, los árboles y acantilados que parecen otros según los bañe una u otra luz, son un descubrimiento superior de la pintura.

Al ser un pintor de la luz, fue más extraño aún visitar su exposición al lado de un grupo de ciegos. Algunos con su bastón, otros del brazo de una amiga, un par guiados por sus pacientes perros lazarillos, y todos apiñados alrededor de un guía que les iba contando los cuadros y les explicaba la luz. Yo cerraba los ojos y quería entender y no entendía. Ser ciegos no es ver esa oscuridad que cae como una cortina negra contra los párpados. Ser ciegos es como intentar ver con los codos a la persona que está a nuestra espalda. Y el bastón de un ciego es como la antena de un insecto que ondula en el espacio en busca de información.

Las tías de una amiga mía eran tres y tenían muy poco dinero. Cada domingo su padre les daba una mesada que alcanzaba para una sola boleta de cine. Así las tías se tenían que turnar. Una de las tres entraba al cine y al salir les contaba la película a las otras hermanas. Una de ellas dice: “Siempre me gustaron más las películas contadas”. Hay una canción de Bola de Nieve que tiene una idea parecida; habla de “cómo es mejor el verso aquel que no podemos recordar”.

Yo me pregunto si la exposición contada que no vieron, pero que oyeron los ciegos, no podrá ser de algún modo, en su imaginación, algo incluso mejor que los cuadros de Monet. Yo me pregunto si en el silencio los sordos no habrán imaginado lo que es la música celestial. Al salir de la exposición, la hija del poeta Juan Manuel Roca —que me muestra un detalle casi insignificante de un cuadro de Monet— le pregunta a uno de los escritores que nos acompañan: “¿Viste a los ciegos que estaban visitando la exposición?”. “No, no los vi”, contesta. Y entonces me doy cuenta de que el ciego era él. Hay muchas cegueras, y la peor, tal vez, es la ceguera de la sensibilidad.

Al salir a la calle, el cielo de París, por primera vez en diez días, estaba azul. Una nube negra, casi morada, se extendía como una boina sobre la torre Eiffel. El sol cálido de la tarde bañaba de oro las estatuas, el río, los palacios. Philippe Lançon nos acompaña y muestra con la mano la belleza de la Place de la Concorde; vive aquí y todavía lo emociona su ciudad. No quiero consolar a los ciegos. Es una lástima, de todos modos, que ellos no hayan podido aprender de Monet a ver las variaciones de la luz, atravesando el Sena, en la ciudad más hermosa que hayan construido jamás las manos de los hombres.

Héctor Abad Faciolince 

Comentarios (5)

Acker
23 de noviembre, 2010

De acuerdo, pero no en todo. Soy un fanático de la obra de Monet, y algo que me gustaría es poder conseguir reproducciones de buena calidad de sus cuadros: “campo de amapolas” y alguno de la catedral de Rouen, sobre todo de uno a una hora del atardecer en que las sombras de las estructuras de la fachada están en un color diferente al de la pared exterior, sin embargo, el ojo humano las interpreta como sombras… Y por cierto, los nenúfares nunca me parecieron cursis.. es admirable el esfuerzo del pintor, ya viejo, en reproducir el cielo y los árboles en el reflejo del agua.. para mí es genial…

Helena Arellano Mayz
23 de noviembre, 2010

¿Sabes cómo aplauden los sordo/mudos? Mueven ambas manos en el aire como las hojas al viento. Lo aprendí asistiendo a una conferencia en París, ciudad que despliega ante mis ojos —cada vez que la camino— la capacidad del hombre en crear belleza. Por contraste, en otra ciudad que tampoco dejo de admirar, dotada de una exuberante belleza natural, Caracas, le escuché a un psiquiatra decir: “El instinto más poderoso en el hombre es el de la autodestrucción.” Aunque no manifieste ninguna de mis dos potencialidades, espero al menos conservar mi capacidad de asombrarme en cualquier lugar, como un escritor que observa a un ciego que mira un cuadro que ninguno de los dos ve. Ambos persiguiendo una luz que se les escapa.

Alexandre D Buvat Irazábal
23 de noviembre, 2010

TERRIBLE EJERCICIO ESE DE IMAGINAR LA LUZ Y LOS VOLUMENES QUE CREA Y ADEMAS REPRESENTARLA, SINHABERLA VISTO NUNCA . eS REALMENTE, PARA UNO, VIDENTE, COMO UNA PELICULA NARRADA POR OTRO..Y QUE ESEOTRO EXPRESE SUS PREFERENCIAS POR UN ACTOR Y UNO LAS ACEPTE CUAL UN CIEGO, IMAGINANDO CON CÓDIGOS DESCONOCIDOS POR EL NARRADOR LO QUE ES UNA ACTUACION Y UN MOVIMIENTO… aSI UD LOGRO QUE ME PUSIERA A IMAGINAR LAS DIFERENCIAS ENTRE MONET Y MANET Y DE ALLI A VOLAR HACIA OTRO MAGO DE LA LUZ: REVERÓN, Y AL MOVER DE ESE MODO MI SENSIBILIDAD SEN TIRME MAS O MENOS CUAL CIEGO QUE ALGUNA VEZ VIO,GUIADO POR ALGUIEN QUE VIO Y VE DISTINTO..¡¡ UN LOGRO LITERARIO DIFICIL DE ALCANZAR!!! gRACIAS

Sydney Perdomo
23 de noviembre, 2010

Monet, su nota me ha puesto a recordar cuando les daba a mis alumnos un ejemplo que tenia que ver con el diseño grafico y el arte, utilizaba a Monet para ejemplificar lo que quería decir en mi clase. Sin duda es uno de los artistas plásticos dentro del repertorio de mis favoritos. Pero es cierto, bien es el dicho ese de que: <> Algunas veces nos auto absorbemos y olvidamos a los que tenemos derredor, siendo así, nos volvemos insensibles ante los demás, precisamente por la ignorancia hacia los otros en un intento de evitar la realidad. París, la ciudad en vilo de la belleza, no hay sitio de ella que mis ojos no quisiesen contemplar, pero mientras… me quedo con los hermosos efectos de luz y sombras que deslumbran al verles en cada retrato donde se dibuja la arquitectura en compañía de los paisajes y la genuina personalidad de esa hermosa ciudad.

Deguste placenteramente con el sentido de la imaginación cada línea de su relato, muchas gracias. 🙂

Saludos y mis respetos sinceros. 😉

Sydney Perdomo
24 de noviembre, 2010

Bueno, disculpadme todos, no sé que paso pero el dicho era : “No hay peor ciego que el que no quiere ver” La página causo una mala pasada. 😀

Saludos y mis respetos sinceros. 😉

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