Actualidad

El sueño del celta (primer capítulo), de Mario Vargas Llosa

Aquí publicamos el primer capítulo de El sueño del celta, la más reciente obra de Mario Vargas Llosa, con autorización de Alfaguara.

Por Mario Vargas Llosa | 3 de noviembre, 2010

El Congo

Cuando abrieron la puerta de la celda, con el chorro de luz y un golpe de viento entró también el ruido de la calle que los muros de piedra apagaban y Roger se despertó, asustado. Pestañeando, confuso todavía, luchando por serenarse, divisó, recostada en el vano de la puerta, la silueta del sheriff. Su cara flácida, de rubios bigotes y ojillos maledicentes, lo contemplaba con la antipatía que nunca había tratado de disimular. He aquí alguien que sufriría si el Gobierno inglés le concedía el pedido de clemencia.

—Visita —murmuró el sheriff, sin quitarle los ojos de encima.

Se puso de pie, frotándose los brazos. ¿Cuánto había dormido? Uno de los suplicios de Pentonville Prison era no saber la hora. En la cárcel de Brixton y en la Torre de Londres escuchaba las campanadas que marcaban las medias horas y las horas; aquí, las espesas paredes no dejaban llegar al interior de la prisión el revuelo de las campanas de las iglesias de Caledonian Road ni el bullicio del mercado de Islington y los guardias apostados en la puerta cumplían estrictamente la orden de no dirigirle la palabra. El sheriff le puso las esposas y le indicó que saliera delante de él. ¿Le traería su abogado alguna buena noticia? ¿Se habría reunido el gabinete y tomado una decisión? Acaso la mirada del sheriff, más cargada que nunca del disgusto que le inspiraba, se debía a que le habían conmutado la pena. Iba caminando por el largo pasillo de ladrillos rojos ennegrecidos por la suciedad, entre las puertas metálicas de las celdas y unos muros descoloridos en los que cada veinte o veinticinco pasos había una alta ventana enrejada por la que alcanzaba a divisar un pedacito de cielo grisáceo. ¿Por qué tenía tanto frío? Era julio, el corazón del verano, no había razón para ese hielo que le erizaba la piel.

Al entrar al estrecho locutorio de las visitas, se afligió. Quien lo esperaba allí no era su abogado, maître George Gavan Duffy, sino uno de sus ayudantes, un joven rubio y desencajado, de pómulos salientes, vestido como un petimetre, a quien había visto durante los cuatro días del juicio llevando y trayendo papeles a los abogados de la defensa. ¿Por qué maître Gavan Duffy, en vez de venir en persona, mandaba a uno de sus pasantes? El joven le echó una mirada fría. En sus pupilas había enojo y asco. ¿Qué le ocurría a este imbécil? «Me mira como si yo fuera una alimaña», pensó Roger.

—¿Alguna novedad?

El joven negó con la cabeza. Tomó aire antes de hablar:

—Sobre el pedido de indulto, todavía —murmuró, con sequedad, haciendo una mueca que lo desencajaba aún más—. Hay que esperar que se reúna el Consejo de Ministros.

A Roger le molestaba la presencia del sheriff y del otro guardia en el pequeño locutorio. Aunque permanecían silenciosos e inmóviles, sabía que estaban pendientes de todo lo que decían. Esa idea le oprimía el pecho y dificultaba su respiración.

—Pero, teniendo en cuenta los últimos acontecimientos—añadió el joven rubio, pestañeando por primera vez y abriendo y cerrando la boca con exageración—, todo se ha vuelto ahora más difícil.

—A Pentonville Prison no llegan las noticias de afuera. ¿Qué ha ocurrido?

¿Y si el Almirantazgo alemán se había decidido por fin a atacar a Gran Bretaña desde las costas de Irlanda? ¿Y si la soñada invasión tenía lugar y los cañones del Káiser vengaban en estos mismos momentos a los patriotas irlandeses fusilados por los ingleses en el Alzamiento de Semana Santa? Si la guerra había tomado ese rumbo, sus planes se realizaban, pese a todo.

—Ahora se ha vuelto difícil, acaso imposible, tener éxito —repitió el pasante. Estaba pálido, contenía su indignación y Roger adivinaba bajo la piel blancuzca de su tez su calavera. Presintió que, a sus espaldas, el sheriff sonreía.

—¿De qué habla usted? El señor Gavan Duffy estaba optimista respecto a la petición. ¿Qué ha sucedido para que cambiara de opinión?

—Sus diarios —silabeó el joven, con otra mueca de disgusto. Había bajado la voz y a Roger le costaba trabajo escucharlo—. Los descubrió Scotland Yard, en su casa de Ebury Street.

Hizo una larga pausa, esperando que Roger dijera algo. Pero como éste había enmudecido, dio rienda suelta a su indignación y torció la boca:

—Cómo pudo ser tan insensato, hombre de Dios—hablaba con una lentitud que hacía más patente su rabia—.

Cómo pudo usted poner en tinta y papel semejantes cosas, hombre de Dios. Y, si lo hizo, cómo no tomó la precaución elemental de destruir esos diarios antes de ponerse a conspirar contra el Imperio británico.

«Es un insulto que este imberbe me llame “hombre de Dios”», pensó Roger. Era un maleducado, porque a este mozalbete amanerado él, cuando menos, le doblaba la edad.

—Fragmentos de esos diarios circulan ahora por todas partes —añadió el pasante, más sereno, aunque siempre disgustado, ahora sin mirarlo—. En el Almirantazgo, el vocero del ministro, el capitán de navío Reginald Hall en persona, ha entregado copias a decenas de periodistas.

Están por todo Londres. En el Parlamento, en la Cámara de los Lores, en los clubes liberales y conservadores, en las redacciones, en las iglesias. No se habla de otra cosa en la ciudad.

Roger no decía nada. No se movía. Tenía, otra vez, esa extraña sensación que se había apoderado de él muchas veces en los últimos meses, desde aquella mañana gris y lluviosa de abril de 1916 en que, aterido de frío, fue arrestado entre las ruinas de McKenna’s Fort, en el sur de Irlanda: no se trataba de él, era otro de quien hablaban, otro a quien le ocurrían estas cosas.

—Ya sé que su vida privada no es asunto mío, ni del señor Gavan Duffy ni de nadie —añadió el joven pasante, esforzándose por rebajar la cólera que impregnaba su voz—.

Se trata de un asunto estrictamente profesional. El señor Gavan Duffy ha querido ponerlo al corriente de la situación. Y prevenirlo. La petición de clemencia puede verse comprometida. Esta mañana, en algunos periódicos ya hay protestas, infidencias, rumores sobre el contenido de sus diarios. La opinión pública favorable a la petición podría verse afectada. Una mera suposición, desde luego. El señor Gavan Duffy lo tendrá informado. ¿Desea que le transmita algún mensaje?

El prisionero negó, con un movimiento casi imperceptible de la cabeza. En el acto, giró sobre sí mismo, encarando la puerta del locutorio. El sheriff hizo una indicación con su cara mofletuda al guardia. Éste corrió el pesado cerrojo y la puerta se abrió. El regreso a la celda le resultó interminable. Durante el recorrido por el largo pasillo de pétreas paredes de ladrillos rojinegros tuvo la sensación de que en cualquier momento tropezaría y caería de bruces sobre esas piedras húmedas y no volvería a levantarse.

Al llegar a la puerta metálica de la celda, recordó: el día que lo trajeron a Pentonville Prison el sheriff le dijo que todos los reos que ocuparon esta celda, sin una excepción, habían terminado en el patíbulo.

—¿Podré tomar un baño, hoy? —preguntó, antes de entrar.

El obeso carcelero negó con la cabeza, mirándolo a los ojos con la misma repugnancia que Roger había advertido en la mirada del pasante.

—No podrá bañarse hasta el día de la ejecución —dijo el sheriff, saboreando cada palabra—. Y, ese día, sólo si es su última voluntad. Otros, en vez del baño, prefieren una buena comida. Mal negocio para Mr. Ellis, porque entonces, cuando sienten la soga, se cagan. Y dejan el lugar hecho una mugre. Mr. Ellis es el verdugo, por si no lo sabe.

Cuando sintió cerrarse la puerta a sus espaldas, fue a tumbarse boca arriba en el pequeño camastro. Cerró los ojos. Hubiera sido bueno sentir el agua fría de ese caño enervándole la piel y azulándola de frío. En Pentonville Prison, los reos, con excepción de los condenados a muerte, podían bañarse con jabón una vez por semana en ese chorro de agua fría. Y las condiciones de las celdas eran pasables. En cambio, recordó con un escalofrío la suciedad de la cárcel de Brixton, donde se había llenado de piojos y pulgas que pululaban en el colchón de su camastro y le habían cubierto de picaduras la espalda, las piernas y los brazos. Procuraba pensar en eso, pero una y otra vez volvían a su memoria la cara disgustada y la voz odiosa del rubio pasante ataviado como un figurín que le había enviado maître Gavan Duffy en vez de venir él en persona a darle las malas noticias.

******

Pueden leer la reseña de Boris Muñoz de El sueño del celta pulsando aquí.

Mario Vargas Llosa 

Comentarios (26)

Julio Albornoz
3 de noviembre, 2010

Gracias por compartir este capítulo. No me queda más sino buscar el libro. Grande Vargas Llosa.

Sandra
3 de noviembre, 2010

Con tantas ganas de leer y los libros estàn un tanto caros…de todas maneras gracias por abrirnos el apetito, hay que ir reuniendo para comprar el de Vargas LLosa, Los Imposibles,el de Carlos Andrès,etc, etc.,etc

Sydney Perdomo
3 de noviembre, 2010

¡Genial! Esplendida pluma Maestro Vargas Llosa; me ha entusiasmado el continuar su libro, este primer capitulo logro capturarme. Curiosa por saber lo que esconden esos diarios que según el ayudante de Gavan Duffy han de ser de un contenido extremadamente escandaloso como para ser divulgados a Vox Pópuli.

Como siempre mi cualidad admirativa por sus escritos. Es un placer leerle. 😀

Saludos y mis respetos sinceros. 😉

Luis Yslas
3 de noviembre, 2010

¡Jai!

CrisTTiano
4 de noviembre, 2010

EL Gran Vargas LLosa . uno de los mejores escritores del Peru .. premio novel de literatura.. super emocionante el capitulo 1 , uno de los mejores regalos es regalar un libro y q mejor q este …

ofelia
4 de noviembre, 2010

Gracias por abrirme el apetito- Este es el libro que quisiera me regalaran en estas Navidades

rafael alexander ruiz valdiviezo
4 de noviembre, 2010

la perseverancia de un hombre… el sueño de un hombre de hacer relidad su ideal es fabuloso… novelado en las plumas de nuestro gran escritor es un gran ejemplo… sé que nos asombrará con su talento… el Perú ha despertado con el amanecer. Nadie sabe de lo que escapaz hasta que lo intenta…

rafael alexander ruiz valdiviezo
4 de noviembre, 2010

el Perú tiene que luchar por su libertad

RiMbAuD_21
5 de noviembre, 2010

“…Otros, en vez del baño, prefieren una buena comida. Mal negocio para Mr. Ellis, porque entonces, CUANDO SIENTEN LA SOGA, SE CAGAN…” , jajaja, que risa, al parecer este libro va a tener un cierto humor negro, un tanto de humor maldito. Espero que si. Y por lo demas la pluma de Vargas lLosa es impecable, da la sensacion que es sus escritos nada sobra, nada falta.

David Saldaña León
18 de noviembre, 2010

Apasionante, definitivamente su fina y privilegiada manera de comunicar los hechos materia de su narrativa, tienen en él esa capacidad de embelesar y despertar en el lector esa indefectible adicción por la literatura, orgulloso de que sea peruano.

Micheel Lopez Rosales
29 de noviembre, 2010

…! GRANDE GRANDE Vargas Llosa Mario. el gran leon dormido(PERU) despierta, nos demuestra q debemos seguir nuestros sueños.Nosotros vamos logrando metas q parecian una utopia años atras. Emocionante la lectura.

yolanda ferrero
30 de noviembre, 2010

Interesante espero poder seguir disfrutando de esas historias.Gran ad miradora de Vargas Llosa.

Augusto Valarezo
10 de diciembre, 2010

Al fin una personalidad brillante como Vargas LLosa es reconocido con el Premi Nobel, al fin triunfa la sensatez sobre ese socialismo perverso que ha manipulado los hilos en estocolmo, al fin un crítico inteligente que con sabiduría y coraje a enfrentado a esas izquierdas infames e hipócritas de latinoamérica, un reconocimiento a su postura genuina y coherente para señalar a esos caudilluelos mentirosos que se han afincado en la mas asquerosa demagogia y populismo afincando un poder seudemocrático en el engaño, al mas puro estilo fascista.

Alejandro
10 de diciembre, 2010

“socialismo perverso que ha manipulado los hilos en estocolmo” “caudilluelos mentirosos que se han afincado en la mas asquerosa demagogia y populismo afincando un poder seudemocrático en el engaño, al mas puro estilo fascista.” Señor Valarezo, le recomiendo un libro, se llama “Gente que necesita Terapia”.

angel
15 de diciembre, 2010

Por mucho nóbel un tostón de novela,lo peor de Vargas.Mucha letra para tan poca chicha.Os aconsejo Siete casas en Francia,de Atxaga,de la misma temática.¡Donde va a parar!

María Eugenia
15 de diciembre, 2010

Gracias Angel

Rolando Granados
31 de diciembre, 2010

nos invita a leer, estoy seguro que don Mario al escribir esta obra se recordó de su rival político, don A.Fujimori, porque al final corre la misma suerte que el personaje personal de la obra, bien merecido por cierto

Emanuel
8 de enero, 2011

Gracias Mario Vargas Llosa por hacer al Perú y al mundo feliz con tus escrituras

argenis palacios mosquera
22 de marzo, 2011

peronas como usted señor vargas, es que queremos que escriban estas obras tan significativas, porque cada vez nos motiva a leer con mas y mas pasion. gracias y mil bendiciones, ademas le deseo, no solo suerte en su viada profesional y personal sino que tambiem muchos axitos…

linda figueroa
2 de abril, 2011

BUENA VARIO VARGAS LLOSA ERES UN BUEN PERUANO EL PERÚ TE AMA Y TE RECONOCE POR LO QUE HAS SABIDO HACER “VIVA EL PREMIO NOBEL” FELICITACIONES ERES UN GENIO DE LA LITERATURA SIGUE ASI MARIO. FELICIDADES TE ADMIRAMOS AQUI EN COLOMBIA

lises
29 de abril, 2011

este es una obra demaciado xevere y bueno no es para menos es mejor peruano que deje en alto el nombre del PERÚ

Ricardo
1 de junio, 2011

Interesante gran parte del contenido de la página Prodavinci. Gracias por facilitar capítulos como este. Lo que no convence es la osadía de mezclar a Borges, Vargas Llosa y otros grandes junto otros colaboradores X y Z. Pierde seriedad la web y la editorial. Buen día!

Dayán
1 de junio, 2011

Lo amé, lo amé, lo amé.

Maravillosa obra de Vargas Llosa… me dejó mucho El Sueño del Celta.

Henry
4 de junio, 2011

El sueño del celta, es una obra maravillosa de Mario Vargas Llosa, en donde se resalta la defensa de los derechos en el Africa, hombres que son entrenados para hacer el trabajo duro de la fuerza pública, indigenas que son mutilados y humillados engañados con la posibilidad de una mejor calidad de vida, en esto Roger Casement un luchador que emprende una aventura por el alto y bajo Congo, donde prepara un informe sobre los abusos que se cometen en contra de esta población y termina preso por varias cosas en su contra, además de tener cierta orientacion sexual que en aquel tiempo era visto como una enfermedad mental y la imposibilidad de hacer lo que el realmente deseaba ser.

llasmin calderon
21 de junio, 2011

grandioso el primer capitulo y con las ganas de saber lo que escondes ese diario.mis felicitaciones grandioso mario vargas llosa

GHINA
19 de septiembre, 2011

esta bacan es muy interesante y al principio es miteriosa solo q los q no tenemos el lbro queremos leerlo tada la obra y aqui no la encuentro los siguientes capitulos gracias

Envíenos su comentario

Política de comentarios

Usted es el único responsable del comentario que realice en esta página. No se permitirán comentarios que contengan ofensas, insultos, ataques a terceros, lenguaje inapropiado o con contenido discriminatorio. Tampoco se permitirán comentarios que no estén relacionados con el tema del artículo. La intención de Prodavinci es promover el diálogo constructivo.