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El torneo de joropo de Villavicencio

Hace poco recibí una llamada de mi amiga Lucia Pulido, cantante colombiana radicada en Nueva York. Me explicó que habíamos sido invitados a través de la red de festivales de Colombia, a participar  como jurados en el torneo internacional de joropo de Villavicencio.

Siempre me había llamado la atención ese festival que es bien conocido entre la gente que interpreta música llanera. Villavicencio es la puerta del llano. Para llegar a “Villavo”, como le dicen a esta localidad, se atraviesa una montaña que viene desde la serranía bogotana hasta pasar por un túnel de unos tres kilómetros, en donde súbitamente se abre ese mar de sabana infinita que llega hasta Venezuela.

Cuando se ve esa maravilla sin fin, esa sabana desplegada en el horizonte, es difícil entender que existen unos límites puestos por el hombre que separan una extensión de terreno que es la misma tierra.

Resulta difícil entender que existe una frontera invisible, que pese a la división política existe un territorio con el mismo llano, la misma cultura y la misma música. “Villavo”, en el comienzo de los llanos que unen a los territorios de Colombia y Venezuela, es el escenario desde hace cuarenta y dos años de un evento impresionante, por todo lo que conlleva y ofrece: cinco días y noches de sólo joropo.

¿Qué es el Joropo?

Es una música mestiza, herencia sincrética de nuestra cultura. El término al parecer viene de la palabra árabe “Xarab”, que quiere decir jarabe. No sé en que punto de la historia se empezó a llamar “Xoropo” al baile o a la fiesta en sí.

Una de tantas teorías propone que el nombre proviene de la costumbre que tenían de beber un “Xarab” espirituoso y empezaron a llamar a la fiesta de esta forma. Lo cierto es que el género viene del fandango español y está muy vinculado a la música de los andaluces combinada con la herencia africana e indígena. De hecho el flamenco es la única música que conozco que tiene esa fuerza recia que es hasta doliente.

El arpa o la bandola tienen que hacer fuerza contra el ritmo mismo, creando situaciones tan percusivas que da hasta un susto en la barriga por la fuerza generada. Por otro lado está la riqueza rítmica y armónica del cuatro. Es el instrumento que otorga la dinámica a este estilo musical, así como las maracas le dan la elegancia rítmica.

El joropo es un conjunto de géneros musicales que se extienden geográficamente por los llanos de Venezuela y Colombia, desde la salida de los valles de Aragua hasta llegar a Villavicencio en el Meta colombiano.

El 42avo Torneo Internacional de Villavicencio

El torneo se realizó en el coliseo de Villavicencio y se vieron actividades tan superficiales como la elección de “Miss Joropo”, con figuras como el actor de telenovelas Marcelo Cezán de anfitrión, transmitida en vivo por la cadena RCN, hasta el torneo de joropo con toda su calidad y majestuosidad.

Después de mi visión crítica al evento televisivo, me puse a pensar que aunque sea por el show, las concursantes tuvieron que aprender a bailar “escobillao” y “zapateao”, y toda Colombia se enteró de que hay un torneo del joropo en Villavo.

Además de eso en otra ocasión pude ver en la televisión latina de Estados Unidos el Festival Vallenato, así como también me he enterado que tienen transmisiones del Festival del Bambuco, el de la Música del Pacífico etc.

No recuerdo que se transmitan en nuestro país, a través de la televisión comercial, ningún evento relacionado con la identidad cultural, siendo más duro aún, no recuerdo ninguna transmisión televisiva de ningún festival del interior del país y mucho menos en horarios estelares.

Luego seguían cosas típicas de los llaneros como los toros coleados, caballos de paso y cabalgatas- Enmarcado en el torneo también se realizó el “Joropódromo” que consistió en una actividad con cerca de 1500 bailarines de joropo, algo realmente vistoso e impresionante. En las noches después de la participación de los concursantes, se realizaron shows de cantantes llaneros de Colombia así como de los venezolanos Julio Pantoja, Reynaldo Armas y Reyna Lucero.

Les puedo comentar que ésta última fue, no sólo un lucero sino una estrella de gran magnitud, se comió la escena e hizo con la audiencia lo que quiso. Si alguna vez subestimé a esta cantante debo decirles que me tengo que tragar todas mis palabras, la señora es una diva sobre una tarima.

Todos los eventos del torneo aparte del concurso fueron una hermosa sorpresa. Una de esas noches se presentaron unos niños bailando que me dejaron con la boca abierta, sobretodo un chiquillo de unos cuatro años que apodaban “pata’e queso”, que no exagero, es de los bailadores más impresionantes que he visto zapateando joropo y les digo: ¡Joropo de verdad!, no ese joropo de televisión que lamentablemente es el que la mayoría de los venezolanos conocemos.

Ahora déjenme comentarles acerca de lo que fui a hacer. El concurso fue fabuloso, toda una amalgama de sentimiento criollo. Los participantes concursaron en diferentes categorías: mejor joropo recio, pasaje, voz, contrapunteo, ensambles nuevos, poema llanero, hasta mejor arpista, bandolista y otras.

El concurso de contrapunteo, por ejemplo, consistió en una querella verbal improvisada en parejas que fueron sorteadas y utilizando géneros típicos del estilo como pueden ser una “Periquera”, “San Rafael” o “Merecure”. Los contrapunteadores sacaron un papelito para escoger el tema a improvisar. Estos eran por ejemplo el mundial de fútbol, o faenas del llanero.

Por ahí arrancó la contienda verbal sin posibilidad de cantar versos aprendidos, componiendo versos que tienen que rimar en cuartetas, hecho que denota una velocidad mental sorprendente. En algún momento de la contienda, se lanzaron con un contrapunteo con pie, esto quiere decir que el contrapunteador tiene que empezar por el último verso de contrincante.

Otro rubro interesante fue el de los cantantes, en donde tenían que interpretar la música de Alfonso Niño “El Alcaraván” un compositor de los llanos araucanos. De esas anécdotas que quedan para la vida, uno de los contendores se molestó con el jurado que estaba conformado por seis miembros y contaba con sólo un venezolano: yo.

Según él se había favorecido a un chico –que es tremendo cantante- porque era venezolano, del Estado Portuguesa. Siempre he sido una persona correcta. No estoy acostumbrado a la xenofobia y menos aún entre la misma gente. La molestia del cantante llegó al punto que me estaba buscando para “meterme una mano”, porque del jurado yo era “el venezolano” y, supongo que pensó que ejercí algún tipo de presión para que ganara el cantante de Portuguesa.

Hice caso omiso a la amenaza y la verdad es que el chico era demasiado desafinado como para ganar algo por las buenas. Le mande a decir que con mi peso tendría que usar las dos manos y quizás hasta tendría que buscar otras manos prestadas, pero que si quería dialogar podíamos hacerlo, que para eso somos hermanos. Pero lo importante es que no hubo ningún hecho que lamentar.

Las voces del resto de los concursantes fue una lección de reciedumbre. El llanero acostumbrado a la faena, a la vida dura del cabrestero o del ordeñador, tiene que hacer una música tan intensa como el despliegue de la sabana y tan íntima como la soledad del arreador en esa inmensidad. Estos cantantes emiten sonidos que vienen de las entrañas de la tierra. La ganadora de la voz femenina era una señora con una voz hermosamente veguera.

Por otro lado, en los rubros instrumentales, quedé muy sorprendido por el elevado nivel técnico de los instrumentistas. Es bueno indagar de donde vienen las cosas. La ejecución instrumental de la música llanera ha llegado a niveles de excelencia que son dignos de estudio en las mejores academias musicales. Es un universo desconocido para muchos, quienes creen que la música llanera actual son sólo las baladitas a tiempo de pasaje que parecieran ser imitaciones de algún baladista comercial, pero con arpa.

No estoy hablando de esa música. Hablo del fabuloso universo subterráneo que tiene la música de nuestros llanos, muchas veces desconocida o menospreciada. Y podemos hablar incluso de innovación, el rubro de mejor composición para arpa lo gano un “pelaito” de unos dieciocho años, con una pieza de estructura modal, cosa muy difícil en un instrumento diatónico como es el arpa, denotando otra direccionalidad dentro de este estilo musical. La evolución de la música de los llanos es un hecho incuestionable.

Un punto interesante es que en las comunidades del llano colombiano ha habido en los últimos años una labor educativa, que ha levantado increíblemente el nivel de los músicos llaneros. Creo que en Venezuela ha pasado algo similar, pero más empíricamente. Realmente nos llevan una morena en metodología, escuelas y vínculo con las tradiciones. Muchos de estos concursantes son venidos de escuelas populares gestadas por las alcaldías y gobernaciones.

Guardando las distancias es como el Sistema de Orquestas Juveniles del maestro Abreu, pero con arpa, bandola, cuatro y maracas. Es un tipo de educación basada en la identidad que según mi punto de vista, es necesaria. Este evento me puso a pensar en lo interesante que sería tener una mayor cercanía a la tradición desde la formación. Sin duda alguna, tenemos mucho que aprender de nuestro hermano país, que tiene más de 300 festivales de música tradicional, algunos de ellos con concursos.

La experiencia fue muy hermosa, llena de esa fuerza que tienen los llanos. La identidad es algo que llevamos en la sangre y que a veces rechazamos como si fuera un virus al cual atacar, en vez de entender que es parte vital de nuestro torrente sanguíneo.

Esos cinco días de joropo me hicieron sentir la importancia de que existan concursos en los estilos tradicionales. Esta es una energía que estimula a los nuevos músicos para realizar música a partir de su cultura. Me queda la nostalgia con ese sabor del mastranto, con el olor a faena y el canto recio de un pajarillo o un contrapunteo.

En la vida lo imprescindible es lo que nos queda en el corazón y el mío se quedo con ese guayabo bonito, que me dejo Villavicencio y su festival a las puertas del llano.