Artes

Una afeitadora de dos hojillas

"Si alguna sensatez roza la sabiduría en esta ciudad aturdida, es la de no anotarse en ambas rifas a un mismo tiempo: la de las balas perdidas y la de las hechas a la medida. En la primera todos estamos anotados, queramos o no. "

Por Héctor Torres | 17 de agosto, 2010

Don’t try to push your luck, just get out of my way
AC/DC (Back in Black)

Señalaba Jonathan Jakubowicz, en una de las tantas entrevistas concedidas luego del estreno de Secuestro Express, que una de las experiencias más impresionantes durante la filmación de esa película (palabras más palabras menos), fue haber pasado tanto tiempo rodando dentro de una camioneta repleta de armas, atravesando Caracas, sin haber sido detectados por autoridad alguna.

Es decir, ¿si no estuviesen filmando una película…?

Demos una vuelta de tuerca a la pregunta. ¿Cuántas escenas similares se ruedan a diario por Caracas sin que ninguna autoridad detecte actividad sospechosa en ello, ni se escuche jamás el clásico “¡Corten!” del director?

Ese es el punto.

***

El problema de la violencia en Caracas no es la gran cantidad de armas-en-manos-de-civiles (que ya es un problema), sino la gran cantidad de armas-en-manos-de-civiles que no están sujetas a control ni a forma alguna de detección.

Y, en último caso, el problema de la violencia en Caracas es sí, el anterior, subrayando que estamos hablando de nosotros, de sangre caribeña, de demasiado calor y ruido como para ejercer el hábito de la reflexión. Estamos hablando de la cuna de la expresión no me calo malandreo de nadie.

En fin, en ese contexto, el sorteo diario que se canta en Caracas (te gusten o no los juegos de azar) no es de la lotería del Táchira ni de Oriente ni de Zulia.

Es el de la Lotería de la Balaperdida.

Y si ya ese es un problema con el que se lidia a diario, ¿a qué fin buscarse una bala con nombre propio, una bala con entrega inmediata, voluntariamente personalizada?

Por eso, si alguna sensatez roza la sabiduría en esta ciudad aturdida, es la de no anotarse en ambas rifas a un mismo tiempo: la de las balas perdidas y la de las hechas a la medida. En la primera todos estamos anotados, queramos o no.

O sea, es una afeitadora de dos hojillas.

***

Martes. El reloj se acerca a las doce de la noche. La estación de servicio está bastante oscura. El depósito de la cauchera está abierto. El cauchero toma cervezas en la gasolinera con un avance que está lavando su microbús, como si estuvieran en el patio de su casa. Un flaco va pasando y siente que ese negocio no se puede dejar pasar. Mide la distancia del cauchero al depósito y del depósito a la pared de atrás. Se dice que sí y resuelve llamar a un compinche. En menos de cinco minutos están preparados para la incursión. Sigilosamente, trepando por la pared, logran sacar dos cauchos nuevos hasta la calle de atrás. Resultó tan fácil que se ponen ambiciosos. En cuanto los llevemos a la caleta venimos por más. Si va, le dice el otro.

Un carro pasa. Al volante, un señor cincuentón, grueso, con chaqueta. Se detiene. No se ve muy atildado, pero pregunta de forma amable, por la ventana.

¿Qué pasó, chamos? ¿Y esos cauchos?

Uno de los flaquitos, más rápido que el otro, contesta sin levantar la vista:

Los compramos.

¿Los compraron?, pregunta el viejo afable. Aprieta un botón que abre la maleta y en un rápido movimiento está afuera. Ahora es un señor bien vestido que lleva en la mano un pistolón larguísimo. Negro como los presagios. Con esa mano señala hacia atrás.

La maleta está abierta. Métanlos ahí y se van al trote, antes que les queme el culo.

***

Miércoles. Cerca de las cinco de la tarde. Comienza la hora del ventilador. Todas las nenas que regresan de su trabajo pasan por esa calle. Un tipo va con la novia. Es una flaca linda, pero nerviosa. Dos tipos cuarentones están parados en una esquina. De pantalón y chaqueta (en otra época entrompaban bancos, según dicen por ahí). ¡Pero qué muñecota tan bella!, comenta uno de los dos, y siguen conversando. La novia se indigna. El novio se indigna. Se detienen y manifiestan su indignación a viva voz. El novio (lo que hace un hombre por una mujer) tartamudea pero la complace. Su cara de gallo les da lástima. Casi risa. Se disculpan galantemente, advirtiendo que no fue vulgar su piropo. El novio insiste en hacerse el ofendido. Es un ping-pong que a los tipos se les antoja tierno, pero que los impacienta antes de finalizar el primer set. Comienzan a variar el amable tono de sus voces. El gago siente que está quedando bien parado ante la novia. Que puede pujar otro poco.

Para los espectadores está abusando, pero él sabrá…

Va bien, hasta que ve dos cañones de guerra en formato portátil salir de detrás de las chaquetas. Los tipos educados tienen ahora una fría expresión asesina.

Se pierden o les metemos taladro, que estamos viendo culitos.

***

Jueves. Diez de la mañana. Pocos puestos dónde estacionar, como siempre. La rutina es dar vueltas por el estacionamiento hasta encontrar uno. Menos mal que aquí la gasolina es más barata que el agua. Se desocupa uno y un carro se detiene unos dos metros delante y pone la caja en retroceso, para estacionarse. Es un tipo parsimonioso. Detrás viene un baby-jama en una camioneta. Vio el puesto y sintió que le daba chance de poner en práctica su viveza criolla. Aceleró y se metió de frente. El caballero parsimonioso, que no vio luz, se bajó ostensiblemente indignado.

¿Coño, tú no viste que yo me estaba cuadrando para estacionar?, le grita.

Yo no, dijo el baby-jama con desdén, sacando el reproductor.

¡Coño, vale, tú si eres abusador! Le dice por la ventana.

Yo sí, respondió alegre, subiendo los vidrios eléctricos.

Tú sí eres arrecho, escuchó decir y vio al tipo perderse en dirección hacia su carro.

Escuchar una, dos, tres detonaciones y sentir que la camioneta se estremecía y se inclinaba a un lado fueron acciones encadenadas. Un par de tenazas heladas le apretaban el cuello al ritmo del corazón. Por el parabrisas vio que todo el mundo lo miraba con asombro. A través de un pito en el oído escuchó, antes de verlo, al flaco (que luego apareció inmenso, titánico), con un poderoso tubo negro en la mano, del que todavía salía humo:

Ahora te quedas con el puesto, pero buscas al cauchero, mamagüevo.

No se atrevió a moverse. Ni aún después de ver por el retrovisor al flaco montarse en su carro, dar un portazo y arrancar haciendo chillar las ruedas. Le gente seguía viendo y a él le daba pena salir a evaluar el daño. Tenía el pantalón mojado.

***

Por eso, va un consejo (y este entra dentro de la promoción, pero el siguiente si se paga): calma el Caribe. Contén el gesto. Mide las palabras. Respeta al otro. Shhh, baja la voz, que es por tu bien. Pierde, por favor, ese feo hábito de manotear. No te creas más pilas que los demás. Abandona esa fantasía de que eres el más malo. No mires así, largo y a los ojos, que macho no llega a viejo.

Demasiada, demasiada testosterona para alcanzar la cola de la pensión.

Que no te lo tengan que recordar, que aquí nadie habla dos veces: esto es Caracas. Noventa y tres por ciento de homicidios impunes. Cuarenta, cincuenta muertos por fin de semana. Decenas, centenas de miles de armas, legales y no, paseándose por la ciudad, invisibles debajo de camisas, asientos, chaquetas; dentro de koalas y morrales. Gatillos alegres, blancos pálidos. ¿Las cajas de balas? ¡Ja! Esas se cambian a pelo por unos cuantos gramos de perico. Y ese mercado no para.

Lo dice nuestra historia: si algo hemos producido en este país, es inútiles y ausentes arrechos. Un minuto de silencio por el último arrecho. Y es una cola larga.

***

¿Quieres aprender a controlar el gesto, a tener un carácter flemático, respetuoso del prójimo? Pásate unos días aquí. Caracas es una escuela gratuita, cuya oficina del director está en Bello Monte.

Y hay cola.

Héctor Torres  es autor, entre otras obras, del libro de crónicas "Caracas Muerde" (Ed. Punto Cero). Fundador y ex editor del portal Ficción Breve. Puedes leer más textos de Héctor en Prodavinci aquí y seguirlo en twitter en @hectorres

Comentarios (24)

Rosa Prat
17 de agosto, 2010

Es muy triste pero muy, muy cierto esto.

Juvenal Freites
17 de agosto, 2010

Pana, me enfriastes la sangre.

Julieta Buitrago
17 de agosto, 2010

A mi se me enfrió, se me calentó, se me volvió a enfriar (la sangre)… Y después me dio taquicardia!…la injusticia me da taquicardia!… Caracas me da taquicardia!

Zoilo Abel
17 de agosto, 2010

¿Sólo en Caracas? No, pana, es en todo el territorio, incluyendo aguas, de la República Bolivariana, socialistasigloveintiuñera y revolucionaria. Así es, y empeluzca sabernos en juego en esa lotería de la que deliberadamente no hemos comprado ni siquiera un quintico. Al menos yo, en ese sentido, me he vuelto medio paranoico y, por tanto, más bien “casero” (aunque igual se angustia uno por los demás de la casa que, despreocupados ellos, aún no están de vuelta); menos mal que abundan las historias en que gastar las horas que no son imperativas de la calle. Escalofriante el asunto, pero muy bien logrado texto, estimado Héctor.

mamifunk
17 de agosto, 2010

Una forma literaria hermosa de narrar una cruel realidad, de la que nadide se ha salvado ni se salva, y con todo y eso Caracas, cuanto te amo y te extraño.

seleccionada Ligia Isturiz
17 de agosto, 2010

Leer a Héctor Torres versionando la realidad cotidiana de inseguridad ,en dos o tres anécdotas de sucesos, es recrear el miedo de la calle , siempre en el límite, al alcance de la bala perdida y en la apuesta por la que Torres llama bala perzonalizada y de entrega inmediata. Es recordr con morbo que estamos en la Estadística, participando en la Teoría de las Probabilidades. Esa que oficialmente no se registra pero que se informa a sí misma como evidencia empíricade Es, en fin, reflejar nuestra imagen en el inmenso espejo urbano

David
17 de agosto, 2010

Excelente como siempre tu narracion, narrativa que fotocopia nuestra cruda realidad.

EDB
17 de agosto, 2010

Gran texto, muy bien escrito: la política en Venezuela se ha vuelto crónica policial!

GranLemur
17 de agosto, 2010

Esta cuidad necesita superhéroes. Hombres invencibles, de acero, titanes enmascarados, pero mientras llegan (si es que algún día llegamos a tener tal suerte) mejor nos mantenemos a buen resguardo. Y recordemos que en ciertas situaciones, “la cara de pendejo nro. tal” (en mi caso es la nro. 9) será la que nos asegure un poco glorioso pero definitivo regreso a casa. Así estamos… Buen escrito hermano, como siempre. Salud!

Beatriz
17 de agosto, 2010

Buen artículo pero me pasó lo mismo que a Julieta y Juvenal me dió un escalofrio y taquicardia; y pensar que a eso estamos expuestos todos los días. Ruego a Dios que nos cuide y protega diariamente a todos los venezolanos. Cuando podremos salir a la calle sin sosobra?

Helena Arellano Mayz
17 de agosto, 2010

⁄!Qué buen texto!

¿Alguna vez has visto la agilidad de un torero en saltar —de un brinco— la barrera al sentirse demasiado amenazado? Las hormonas masculinas que empujan a la acción son las mismas que le otorgan impulso a la huída. Habría que ver correr a uno de esos “machos” caribes —sin su amuleto de varón— frente a unos pitones de toro bravo.

Por eso yo prefiero a mi flemático perro leyendo en casa.

carlia
19 de agosto, 2010

Esta es la nueva fotografía de la fuente de sucesos. Aunque la realidad es triste, la descripción es maravillosa. Gracias por contar estas cosas…

miriam osorio
21 de agosto, 2010

Cuando leí esto: “¿Quieres aprender a controlar el gesto, a tener un carácter flemático, respetuoso del prójimo? Pásate unos días aquí. Caracas es una escuela gratuita, cuya oficina del director está en Bello Monte”… pensé en que fuera la frase de la portada de cualquier diario y no dijera más nada Excelente escrito aunque terriblemente verdadero… yo me convertí casi que en una sra inglesa, de las flemáticas, de las que casi da gracias cuando la chocan en el medio de la noche ….sí soy una miedosa…..Buena Héctor

Sol
22 de agosto, 2010

Escrito reflexivo para unos tiempos tan violentos. La emocionalidad se exacerba en el interior de nuestra humanidad y nos sentimos impotentes ante una atmósfera que asfixia. Héctor qué podemos hacer si el propio discurso que viene del máximo gobernante habla de demolición? …Muy poco, sólo cómo tú dices, no comprar todos los números de la rifa y …bajo perfil ante tanta soberbia e injusticia de calle.

Raul Abzueta
23 de agosto, 2010

Excelente. Llevamos demasiado tiempo en esta historia que recrudece ciclicamente y suma más numeros a la estadistica. Como no se puede con tanta conciencia de la atrocidad olvidamos. Estamos llenos de plegarias que nadie escucha.

Luis Yslas
23 de agosto, 2010

Héctor escribe con la destreza del que lleva un alto kilometraje de calle en la mirada y sabe cómo hacerla hervir en la escritura. Un texto duro, ácido, exacto.

Héctor Torres
24 de agosto, 2010

Muchas gracias a todos por sus comentarios, estimados amigos. Ciertamente, ese es un problema de nuestra sociedad enferma al que no podemos ser indiferentes. De alguna manera todos tenemos nuestra cuota de responsabilidad en esta violencia desatada que vivimos; sea por acción u omisión. Por eso nunca estará demás usar la palabra para iluminar con reflexiones nuestras oscuridades. De allí la importancia de piezas como Rotten Town, o la película Hermano, que nos retratan con una altísima calidad discursiva. El arte no puede ser indiferente a los momentos que vive. Saludos y un gran abrazo a todos.

Mariela Díaz
24 de agosto, 2010

terriblemente bueno

Avelino Ornelas
24 de agosto, 2010

Creo q el que escribió esto no tiene muy claro de algo: el concepto de respeto al prójimo. No todas las víctimas de la violencia son tan pendejos como te imaginas, Héctor.

Mickey
25 de agosto, 2010

Gran trabajo Héctor. Reflejas un miedo primitivo que muchos tenemos y el consejo que muchas madres nos dan. Avelino, supongo que como no eres pendejo, algún día se contarán tus glorias frente al hampa y la violencia.

Saludos a todos

Héctor Torres
25 de agosto, 2010

Sí, aquí se pone de manifiesto que la interpretación de un texto es un hecho subjetivo. El amigo Avelino, por ejemplo, ve en el mismo un irrespeto y una generalización que en ningún momento estuvo en mi ánimo, y que no logro ver, aún releyendo cuidadosamente. Son posiciones que se respetan, por supuesto. No en vano se dice que se interpretan los discursos a partir de la propia experiencia. Gracias por la lectura y el comentario, estimados Avelino y Mickey.

Juancho
25 de agosto, 2010

Simplemente da arrechera tanta impotencia, hasta cuando!!!

Francisco Caraballo
10 de septiembre, 2010

Una de las ciudades mas hostiles en su trato en las que he estado es Paris. La gente se trata francamente mal, desde el mesonero que les habla golpeado a los clientes, pasando por el funcionario publico que insulta a sus usuarios hasta la persona que llevas sentada en el metro que te dices dos cosas horribles antes de que transcurra una estacion. Viendo este fenomeno con ojos de turista no pude evitar llevarme la impresion de que ese comportamiento no era mas que un teatro, un producto de la valentia que te da el saber que el riesgo de violencia verdadera en realidad es bastante bajo, el de violencia letal casi cero. En Caracas el fenomeno es distinto, aqui discutimos y nos decimos vainas, pero ya no nos agredimos tan abiertamente, ahora cuando se te atraviesa un motorizado y te arranca el retrovisor tu bajas la ventana y le pides disculpas por haberte entrometido en su camino. Ya los Caraqueños no nos podemos dar ese lujo, aqui si agredes a alguien de esa manera tienes que estar dispuesto a respaldar tus palabras con violencia, y hasta el mas pendejo te puede apagar las luces en un abrir y cerrar de ojos.

Héctor Torres
10 de septiembre, 2010

Muy lúcido el comentario, Francisco. Es fácil ponerse con bravuconadas cuando sabes que el riesgo a consecuencias dolorosas es mínimo, como bien lo dices. De eso va esta crónica http://prodavinci.com/2010/04/21/es-caracas-la-que-muerde-no-el-caraqueno/ Esto es lapidario: “aquí si agredes a alguien de esa manera tienes que estar dispuesto a respaldar tus palabras con violencia, y hasta el mas pendejo te puede apagar las luces en un abrir y cerrar de ojos”.

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