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Ciencia y tecnología en el arte de Rolando Peña

La ciencia es conocimiento. La tecnología, aplicación práctica de ese conocimiento. Ambas disciplinas han tenido una poderosa influencia en el arte de Rolando Peña. Por lo menos en cinco etapas de su exitosa trayectoria como pionero del arte contemporáneo de vanguardia en Venezuela.

Inicialmente fueron tecnologías artísticas derivadas de la ciencia, como el cine, proyección de diapositivas, luces estroboscópicas, música electrónica, que en 1965, integradas a teatro y danza, dieron vida a los primeros espectáculos multimedia realizados en la Universidad Central de Venezuela: Testimonio (Teatro Experimental de la Facultad de Arquitectura) y Homenaje a Henry Miller (Sala de Conciertos), con la participación de Rolando Peña, José Ignacio Cabrujas y otros.

Era una manera de romper los límites entre arte, vida y tecnología. Este tipo de actividad creativa acompañó al Príncipe Negro en su etapa de Nueva York, donde filmó películas con Andy Warhol y compartió escena con muchos artistas, también de ruptura, a través del movimiento Fundación para la Totalidad (Fundada y dirigida por él en 1967)

Un segundo acercamiento a la ciencia fue en 1975, cuando presentó sus trabajos sobre Santería ( altares, graficas doradas, mapas y un gran mural fotografico llamado Diariografia ) en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, obras que ciertamente entran en el ámbito de la antropología cultural.

En 1979 volvió a tocar el territorio de la ciencia con Los Siete Puntos de Fuga, en los que integraba dibujos de perspectivas renacentistas con fotomatones intervenidos. Sin duda, un trabajo importante para comprender la relación arte-ciencia en el trabajo de Rolando Peña, puesto que la perspectiva marca la influencia de la matemática en la creación artística, precisamente en el aspecto de la estructura.

La estructura, en términos de matemática aplicada al arte, no sólo se refiere a proporción (la sección áurea) y simetría (unida al estudio de álgebra y teoría de conjuntos), sino también a perspectivas (representaciones realistas de escenas espaciales en un plano), estudios que comenzaron en la antigüedad y se reactivaron con Brunelleschi, Piero della Francesca y Leonardo da Vinci.

Rolando Peña retomó las ideas de perspectiva, en los 90, ya en términos de tecnologías digitales, en la obra gráfica Mene Digital, realizada con la colaboración de Claudio Mendoza, astrofísico del IVIC, y Thomas Fromherz, del Centro Científico IBM de Venezuela. Y por si fuera poco, en 2001 también rompió la simetría, con tecnologías digitales, en El Barril de Dios.

¿Y la cuarta etapa de ese viaje de Rolando Peña por los caminos de la ciencia?

Remontémonos a los años 80. Fue en esos tiempos de post-modernidad cuando comenzó su pasión por la ciencia más básica de todas: la física, Quedó fascinado por los misterios de la energía y la estructura de la materia. El arte es transmisión y transformación de energía de una manera específica.

La energía máxima que lo ha estado inspirando desde esos años es la energía del petróleo, energía que mueve a Venezuela, el símbolo más poderoso de nuestro país, la mitología de lo cotidiano, el artefacto de suprema devoción, el desencadenante de conflictos bélicos internacionales y pare de contar.

Recordamos El Laberinto minimalista de 1990, con 384 barriles negros impecables, espejos y pantalla de videobeam, instalado en la Sala Rómulo Gallegos, en Caracas, señalándonos que la ciencia y el arte se mueven en una interrelación continua. Básicamente por su forma de ver la realidad (investigando lo que está detrás de las apariencias), por su manera de vislumbrar el futuro (y forjarlo a veces), por su afán de concientizar acerca del presente, y por muchas cosas más.

A lo largo de la historia de la cultura (la ciencia es cultura), el laberinto como símbolo categorial ha estado asociado al destino, principalmente en forma de corredor oscuro, que va cambiando todo el tiempo, pero sin dejar entrever la salida y que siempre nos deja perplejos. Una perplejidad unida a la incertidumbre, al dramatismo, a lo inesperado, a las cosas que marchan al revés, a tantas sensaciones que experimentamos en el laberinto petrolero de Rolando Peña y en cualquiera de las instalaciones de este creador venezolano.

Su arte alrededor del petróleo incluye, entre otras obras – que apuntamos sin estricto orden cronológico, ni preferencial- Petróleo Crudo, El Petróleo Soy Yo, La Espiral, Tri-Totem (para la Olimpiada de Seúl 1988), Diagonales, Mene, El Derrame, El Mar Negro, El Pozo. Ya a finales de los 90, Rolando Peña expresaba la estructura de la materia con instalaciones multimedia como El Modelo Estándar de la Materia: Tributo al siglo XX, y posteriormente Energía Oscura: Tributo a Albert Einstein, con hallazgos digitalizados sobre expansión cósmica, antigravedad y cosas por el estilo. En ese universo de revelaciones e incertidumbre surgió Ruptura Espontánea de Simetría: El Barril de Dios.

En 2005, Año Internacional de la Física, volver a ver El Barril de Dios fue todo un privilegio para los amantes de la ciencia, el arte y la tecnología.

En ese barril, que Rolando Peña llama Barril de Dios – recordando un poco la codiciada “partícula de Dios” (el bosón de Higgs), tal como la denomina el Premio Nóbel Leon Lederman – en ese barril no van a encontrar 42 galones o 159 litros de petróleo de Cerro Negro o de Morichal, ni crudo pesado, liviano, aromático o parafínico, a un precio promedio de 70 dólares.

Ese barril, icono y elemento modular del lenguaje artístico de Rolando Peña, patrón infalible de sus obras, es todo un universo de sensaciones, interrogantes, incertidumbres, el imaginario cósmico, portador de una actualísima estética científica y tecnológica, expresada en una instalación multimedia interactiva, que desde 2001 anda energizando los escenarios del mundo.

En 2010 el compromiso es con la naturaleza, la ecología. El nuevo proyecto de Rolando Peña también reúne arte, ciencia y tecnología: Make Oil Green (Hagamos el Petróleo Verde), que a través de una instalación multimedia interactiva aborda el tema del calentamiento global.

Incluye proyección múltiple de videos, estaciones de trabajo computacionales (blog, site), estructuras de barriles de hielo y espejos.

Una vez más, y como el mismo Rolando Peña dice, “la ciencia y el arte se convierten en herramientas con las cuales el visitante se involucra y motiva, enfatizando el sentido de urgencia que debe imperar para poder lograr el reverso mientras todavía se pueda”.