Artes

La ciudad en el imaginario venezolano de Arturo Almandoz

Caracas en su transformación y mutación

Por María Elena D´Alessandro Bello | 8 de agosto, 2010

Se trata del estudio y proyección de otra ciudad: ella misma.
Armando Silva Téllez

La obra La ciudad en el imaginario venezolano de Arturo Almandoz Marte es una encomiable labor investigativa que ha arribado a su tercer volumen mostrando un recorrido por el pasado reciente de nuestra cultura urbana. Dividido en tres grandes momentos históricos-culturales, cada libro plantea “un periplo” que se reinicia como una especie de nuevo abordaje sobre el mismo tema para configurar esta sugestiva indagación. Organizada de esta manera, los tres tomos trazan dos tipos lecturas, dentro de las muchas que propone una investigación como ésta. El lector puede elegir un libro y leerlo sin necesidad de los otros dos, pues cada incursión por el imaginario de una etapa tiene la independencia que le da el análisis de un momento socio-económico y cultural preciso de nuestra ciudad capital. Asimismo, puede leerlo de manera secuencial La ciudad en el imaginario I, II y III, pues tener los tres libros publicados permite acceder a la evolución histórica de la ciudad mediante la vinculación del imaginario con el proceso de transformación urbana y lo que ello va significando para la conformación de la mentalidad y cultura capitalina. En cualquiera de las dos elecciones el lector no pierde, pues cada texto establece cómo una etapa se interrelaciona con la otra; de la misma forma que en cada uno proyecta a una ciudad distinta a la anterior porque Caracas cambió no sólo de ropaje o de piel, sino en estructura, dimensiones geográficas, arquitectura y urbanismo y en el ciudadano. Todo ello propone un imaginario que evoluciona constantemente al ritmo que impone una Caracas entendida en su transformación.

La propuesta investigativa plantea cómo una ciudad influye en la creación de su imaginario y cómo ese imaginario re-define la ciudad real que lo genera. En tal sentido, el investigador entiende la novela y el ensayo como géneros representativos del alto nivel de segmentación del imaginario de la urbe caraqueña, los convierte en fuentes primarias aunque apela a planteamientos discursivos de otras disciplinas que concurren para explicar y definir una reflexión sobre la urbanización de Caracas a lo largo del siglo XX, dejando “hablar” al intelectual sin encasillarlo en tendencias literarias, filosóficas o escuelas sociológicas. La manera particular de acceder a las novelas y los ensayos no acepta las clásicas limitaciones de fechas de publicación, organización temática o corrientes literarias. Almandoz logra en un largo discurso que fluctúa entre lo académico y lo cultural un entramado donde dialogan diversos textos para darnos una interpretación sobre el proceso de transformación de Caracas sin desmerecer al sujeto protagonista y receptor de estos cambios. La percepción del urbanista y de un acucioso lector ha renovado el tradicional punto de vista sobre nuestro pasado urbano y nuestra definición como sociedad urbana, estableciendo los diversos significados de un proceso muy complejo y dando pistas puntuales de nuestra identidad. En fin, una mirada crítica al pasado para cuestionarlo, interrogarlo e intentar esbozar algunas respuestas.

Los tres tomos hacen gala de una magnífica flexibilidad; pues, apelando a la diversidad discursiva y múltiples conocimientos, presenta una enriquecedora interrelación que renueva tanto la manera de ver a la literatura urbana como a la transformación de Caracas a lo largo de ochenta años haciéndola más comprensible para las generaciones que la vivieron y más asequible para las nuevas. Asimismo, esa misma flexibilidad la encontramos en el diálogo textual de las áreas involucradas en la investigación, lo que aportó una nueva interpretación sobre un proceso sociocultural desde la perspectiva única que sólo puede establecer una mirada en retrospectiva, entendiéndolos en su aporte y alejado de los apasionamientos interpretativos que pudieron generar en su momento. De mismo modo, es significativo que lejos de pensarse en una ciudad avanzada en un país atrasado, Caracas también se transforma y re-define en su relación dinámica con el interior del paìs, aspecto presente en los imaginarios urbanos, demostrando que es imposible interpretar la urbanización sin tener en cuenta las diversas manifestaciones de la provincia, la migración del interior a los centros poblados y la evolución del sujeto rural a urbano. Lo más importante es cada libro se interrelaciona con los otros dos, no sólo por la continuidad que le da el proceso de transformación de la urbe, sino por la propuesta intelectual, caso Uslar, que ocupó los tres momentos socioculturales; la obra novelística de Otero Silva o Meneses que abarca las tres etapas; Díaz Sánchez cultor de diversos géneros literario sólo por mencionar a los más representativos. Finalmente, lo mejor de los tres libros es su invitación permanente a ser leídos gracias a la fluidez que establece su lectura, que impide parar y queriendo conocer cómo concluyen los postulados enunciados.

Si bien la obra literaria y ensayística deviene en fuente primaria para establecer el imaginario urbano, la estructura de la investigación alude en particular a José Luís Romero: Latinoamérica: las ciudades y las ideas (1976), así como el manejo de conceptos e ideas desplegadas en la vasta obra ensayística de Picón Salas y Uslar Pietri. Luego de las precedentes consideraciones, podemos señalar los aspectos representativos en cada uno de los libros.

La ciudad en el imaginario venezolano.

I. Del tiempo de Maricastaña a la masificación de los techos rojos.

Es un estudio sobre la Caracas pre-moderna que arranca en 1890 hasta 1936, es decir, cuando una capital aldeana comienza a esbozar una propuesta modernizadora en todas las áreas. En palabras de A. Almandoz: “sólo he tratado de identificar (…), las ideas claves de ese temprano ciclo de urbanización, que desdibujó la rural Venezuela de Maricastaña, a través de cambios en las ciudades pueblerinas, cuyos momentos de representación (…) he tratado de distinguir y concatenar” (p.141). Los autores representativos implicados en esos “momentos de representación” son Mariano Picón Salas y Arturo Uslar Pietri sobre cuyas propuestas se asientan muchas de las reflexiones que Arturo Almandoz reelabora en el texto, Rómulo Gallegos tanto en sus obras cuyo referente es Caracas como en las novelas regionales; Teresa de la Parra y Antonia Palacios como autoras representativas del imaginario de la ciudad pre-moderna; Manuel Díaz Rodríguez y José Rafael Pocaterra que brindan las representaciones ilustrativas de una época no sólo de Caracas sino de todo un país; los primeros textos de Miguel Otero Silva y Guillermo Meneses, quienes proponen representaciones culturales de una Venezuela que se moviliza en búsquedas para salir del atraso en todos los órdenes. Finalmente, Almandoz le da un espacio textual a la literatura regional y a la literatura carcelaria, temas obliterados y soslayados por el tradicional pensamiento dicotómico ciudad-campo en cualquier investigación sobre la urbe, demostrando una frase dicha por Uslar Pietri: “toda literatura es urbana” y señalando uno de los aspectos más cuestionados en el camino hacia el progreso como lo fue la represión política, temas ambos que lejos de cerrarse en este libro seguirán dando obras hasta más allá los años que ocupa esta investigación.

II. De 1936 a los pequeños seres.

Esta segunda incursión por el imaginario expone cómo la modernización significó la transformación física y a ultranza de Caracas para convertirla en una metrópoli equiparable a las grandes capitales de continente y cómo el imaginario de ciertas obras, directa o metafóricamente, apoya, niega o soslaya esa puesta en práctica de la modernidad en la ciudad real. En tal sentido, vinculado al libro anterior pero estructurado entre el renacer democrático posterior al gomecismo y las manifestaciones de la urbanización que cobraron forma durante el período perezjimenista, este segundo tomo se organiza en cuatro fases: el reporte que tanto el ensayo como la novela ofrecieran de la revolución petrolera y urbanización entre 1936 y 1945; la nueva mirada de la intelectualidad venezolana a un país con una declarada modernidad americana, pero a la vez atrasos ancestrales, incomprensibles e inexplicables en una opulenta economía petrolera; Caracas como un espejismo metropolitano promovido por del Nuevo Ideal Nacional y el nuevo tipo de economía en un país económica y territorialmente fracturado y, finalmente, la masificación del sujeto popular en la Caracas de las primeras luces de neón y amplias avenidas.

III. De 1958 a la metrópoli parroquiana.

Comenzando con la apertura democrática de 1958, el tercer tomo se centra en las décadas del 60 y 70, interpretando los aciertos y desaciertos urbanos como consecuencia de las políticas implementadas por las decisiones de gobiernos anteriores. Para ello, Arturo Almandoz relee críticamente ciertos textos que fueron determinantes en esos años para la conformación de la cultura urbana y así establecer las bases interpretativas de esta etapa. Este libro es el más largo de los tres por la cantidad de discursos en diálogo. Comienza con una larga indagación sobre ese nuevo sujeto que se urbanizó en Caracas, asimismo argumenta cómo el nuevo ciudadano fue el resultado de un progreso que arrancó, pero se frustró en una imponente urbanización que careció de desarrollo; demuestra a través del imaginario novelesco como Caracas, pensada como gran metrópoli, se fue convirtiendo en una ciudad segregada en parroquias, urbanizaciones, centros comerciales y periferia miserable. El registro del imaginario comienza con los tempranos reportes novelescos sobre las desigualdades urbanas legadas por el régimen perezjimenista: un supuesto desarrollismo y una modernidad refractada en varios momentos, contextos y estratos. En palabras de Almandoz: “Los sujetos de las novelas van a ser rastreados en su movilidad espacial y social a través de la metrópoli expansiva remarcando sus odiseas hacia el este caraqueño que emergía como bohemio y cosmopolita” (p.31). En este tomo, sin dejar de lado a Uslar Pietri y Picón Salas, así como apelando a Liscano y Díaz Seijas, son determinantes para la interpretación los ensayos de corte político de Rómulo Betancourt y Rafael Caldera; el de Carlos Rangel Del buen salvaje al buen revolucionario (1976) y los de Ludovico Silva. En el ámbito de la crítica literaria, Almandoz se apoya en Literatura venezolana contemporánea (1972) de Orlando Araujo el crítico literario testigo de una Venezuela transformada a partir de la violencia. De la mano de estos intelectuales accede al imaginario urbano representado en las obras literarias de Balza, González León, Noguera, Liendo, Britto García, entre otros, sin dejar de lado a la cultura de masas y los medios de comunicación social representados en la novelística; reconoce una nueva forma de crónica urbana y renovación teatral en las obras de Elisa Lerner y de José Ignacio Cabrujas. Finalmente, presenta a un grupo de escritores con una producción literaria urbana que frente el tema del recuerdo del pasado personal se vinculan con representaciones de una provincia idealizada, comarcal y mítica, como lo son ciertas obras de Orlando Araujo, Oswaldo Trejo, Alfredo Armas Alfonso, Salvador Garmendia, Adriano González León, José Balza y Antonia Palacios demostrando como el quiebre de la “ciudad vitrina” provocó la auroral memoria del terruño perdido.

Más allá de lo que reza su título, los tres tomos son una investigación importante sobre la puesta en práctica de los postulados de la Modernidad en Caracas. La voz serena y equilibrada de Almandoz ubica, interrelaciona, analiza, sistematiza, dilucida claves y establece conclusiones sobre un amplio y sinuoso proceso sociocultural para darnos una singular reflexión sobre una historia urbana que ha abarcado casi un siglo. La paradoja fundamental es que luego de una investigación tan bien estructurada y sistematizada, la obra es una interpretación de la idiosincrasia caraqueña a partir de los imaginarios recreados, dejando al descubierto las distintas estructuras donde se fundamentó nuestra identidad ciudadana, en un discurso que habla de nosotros desde nuestra producción ficcional, ensayística, poética y televisiva aportando una nueva perspectiva del pasado que define al presente de la Caracas del siglo XXI y dejando abierta la posibilidad de un cuarto tomo sobre el período que comenzó en 1983 y que podría llamarse “Del viernes negro al lunes rojo o a la Caracas roja”.

María Elena D´Alessandro Bello 

Comentarios (3)

Luisa Rondón T.
19 de agosto, 2010

Hola Maria Elena: felicitaciones por tan bello artículo. Lo leí una vez rapidamente pero lo conservaré para dedicarle tiempo. No dejes nunca de escribir, es una delicia leerte. Un abrazo cariñoso

Carlos sanabria
16 de agosto, 2015

Caracas se ha convertido en una pesadilla. Es lamentable.

Rossana Salas
26 de agosto, 2016

Quisiera obtener informacion donde conseguir estos libros de Arturo Almandoz.

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