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El puzle de Nabokov

El escritor ruso, nacionalizado estadounidense, Vladimir Nabokov murió en 1977. Dos años antes, en 1975, había comenzado a escribir en index cards el borrador de la que sería su siguiente novela: The original of Laura (Dying is fun) (Alfred A. Knopf,. Publisher. New York, 2008, 277 págs). Pero también durante esa época la salud del autor de la exitosa novela Lolita comenzaba a resentirse y, presintiendo que podría morir sin concluir la obra, instruyó a su esposa, Vera, respecto a lo que debía hacer con las tarjetas. Su voluntad estaba clara: si al momento de su muerte la novela se encontraba inconclusa Vera tenía que quemar todas las tarjetas.

Pero llegó el momento del deceso de Vladimir Nabokov, el 2 de Julio de 1977, y Vera no cumplió con la voluntad de su esposo; postergó la quema de las tarjetas y prefirió guardarlas en una caja de seguridad de un banco en Suiza. En 1991 Vera murió y entonces las tarjetas pasaron a ser propiedad de Dmitri, hijo de Vera y Vladimir Nabokov, quien las guardó durante treinta años y se decidió finalmente, en 2008, a editarlas y publicarlas.

En The original of Laura (Dying is fun) no solamente está transcrito el contenido de las tarjetas, sino que, además, cada capítulo es precedido en la página por su correspondiente copia del original de la tarjeta. Se puede apreciar, así, la letra apretada, o a veces demasiado distendida, se puede adivinar a un enfermo Nabokov, aunque por momentos los trazos tienen fuerza. Se pueden apreciar sus tachones, rayones y borrones. Si el lector así lo desea, esta edición también facilita la extracción de una o todas las tarjetas, pues tienen un prepicado alrededor y si así lo hiciéramos, podríamos también formar un pequeño fichero como lo tuvo el autor en su momento.

En el prólogo, Dmitri discurre acerca de la vida junto a su padre. Habla especialmente sobre ese período entre 1975 y 1977 en que el autor se encontraba enfermo, pero aún así trabajaba febrilmente en esta novela que a veces les comentaba a Dmitri y a Vera.

En alguna parte del prólogo, Dmitri también recuerda que Nabokov siempre lamentó el haberse visto obligado a dejar de escribir en su adorada lengua rusa para mudarse al inglés, idioma en el que escribió la mayoría de sus obras y las más importantes, y al que tradujo, además, sus primeras obras escritas en ruso. Dmitri cuenta como Nabokov sufrió y dudó muchísimo escribiendo The Real Life of Sebastian Knight (La verdadera vida de Sebastian Knight), su primera novela en inglés. Nabokov llamaba a la lengua rusa “La Más Suave De Las Lenguas” (Softest of the Tongues) como el título de un poema suyo publicado en 1947.

Después de los recuerdos y justificaciones con las que Dmitri escribió su prólogo, viene esta novela en fragmentos, como es presentada en la tapa. Aunque la pregunta inicial debería ser ¿se puede hablar acaso de esta obra como una novela?

Algunas reseñas que se han publicado en Inglaterra y Estados Unidos sobre The Original of Laura (Dying is fun), coinciden en que esta no es precisamente una novela. William Skidelsky del diario inglés The Guardian, se preguntó si esta obra es siquiera «el embrión de una obra maestra», como lo define Dmitri en el prólogo, y el escritor Aleksandar Hemon dice en su reseña para la revista Slate, que si bien esta obra está lejos de ser una simple ‘lista de mercado’, también está muy lejos de ser una novela. ¿Qué es entonces The original of Laura (Dying is fun)?

The original of Laura cuenta la historia de una mujer de 24 años, Flora, delgadísima, con pechos y huesos de niña prácticamente, que en su infancia es asediada por su padrastro, Hubert H. Hubert y ya de adulta atormenta a su marido, un neurólogo de carrera brillante quien se obsesiona investigando el placer que produce ‘provocarse’ la muerte. Más que suicidarse, Philip Wild experimenta con una muerte lenta, química y rigurosamente vigilada, casi clínica. Pero las tarjetas son inconexas, los fragmentos a veces se deslindan unos de otros, a pesar de estar publicados respetando el orden en que los dejó Nabokov, estos ‘trozos’ de novela son las piezas de un rompecabezas, dispersas sobre la mesa, para quien desee unirlas en la búsqueda de un todo y es precisamente la falta de ‘unidad’ lo que hace imposible llamar ‘novela’ a esta colección de tarjetas del gran autor ruso.

Al comienzo de la obra parece haber menos confusión y discurre un tanto clara (aunque un tanto atropellada) la narración de la historia de Flora, hasta que, repentinamente, las tarjetas se transforman en Laura, una novela sobre la vida de Flora (la pronunciación en inglés de los nombres Laura, y Flora, es fonéticamente muy similar), una novela dentro de la novela.

Sin duda Nabokov tenía una idea clara sobre lo que sería esta novela. En su cabeza había una historia que contar y un deseo imperioso de contarla, reflejado tanto en sus trazos más firmes, como en los más débiles. Algunos de esos minúsculos capítulos contienen momentos brillantes y hasta un Nabokov crítico de la literatura francesa moderna; un Nabokov que se atreve, no muy sutilmente, a arrojarle un chorrito de ácido a un grupo de autores franceses (Malraux, Mauriac, Maurois, Michaux, Mishima, Montherland y Monrand), acusándolos prácticamente de escribir lo más ‘execrable’ a condición de ‘representar su época’.

Algunos personajes entrañables vagan en una o dos líneas y se pierden, como también desaparece la historia de Flora (o Laura) en algunos apartes para dar paso a las obsesiones del neurólogo Philip Wild. De las 138 tarjetas que dejó Nabokov, al menos la mitad son más un recordatorio, un acopio de ideas, grupos mínimos de narraciones que seguramente luego serían pulidos e interconectados para generar el libro definitivo.

Dmitri se justifica en el prólogo y en las entrevistas que le han hecho. Dice que su padre estaba muy enfermo. Asegura que Nabokov no habría querido quemar las tarjetas, que sólo necesitaba más tiempo. Se atreve incluso a ironizar diciendo que la gente del mundo simpatiza con el ‘dilema de Dmitri’.

En Rusia, The original of Laura (Dying is fun) es ya un best-seller, y tal vez lo sea por la encrucijada familiar que rodea a ese producto del compendio de 138 tarjetas sin quemar, como lo pidió el autor. Tal vez porque de alguna forma se quiere repetir el ruido (¿escándalo?) que provocó en su momento Lolita. Sin duda porque la curiosidad es muy poderosa en los lectores y sobre todo en los lectores que tienen a Nabokov como uno de sus autores preferidos, que son millones.

La paradoja en toda esta historia de tarjetas no quemadas, embrión de obra maestra, y novela en fragmentos, viene con la tarjeta final, la que cierra el libro, que trae las siguientes palabras:

efface

expunge

erase

delete

rub out

wipe out

obliterate

Todas ellas traducen lo mismo: ‘borrar’.