La vida le da a uno experiencias irrepetibles que son parte la historia artística del país. Tuve la oportunidad de producir un disco con canciones de Agustín Lara, cantado por el artista plástico Jesús Soto, acompañado a la guitarra por el maestro Rodrigo Riera.
El poeta Humberto Márquez, uno de esos personajes de la bohemia caraqueña, un día me llama y me dice: vamos a hacer un disco con el maestro Soto y Rodrigo. Anteriormente ya había producido un disco con Humberto, en donde el maestro Riera improvisaba sobre los estudios de Fernando Sor, interpretados por un caballero de la cultura: Jonathan Coles. Coles para esa época era el presidente de las industrias Mavesa y el responsable del proyecto cultural Mavesa. Coles como es un excelente guitarrista quería apoyar a la guitarra en Venezuela. Ese proyecto generó una plataforma para que nuestros guitarristas se formaran y tuvieran un espacio en el universo cultural del país. Es importante reconocer los méritos de la gente que ha hecho una labor positiva. Jonathan, te doy las gracias en nombre de los guitarristas venezolanos y de todos los venezolanos que disfrutamos de la actividad del proyecto cultural, hace mucha falta proyectos alternativos venidos del mundo privado.
Volviendo a la grabación, Rodrigo y Soto eran amigos desde que ellos vivían en Maracaibo en los años cuarenta. Seguramente allá se gozaron más de una parranda, muchas serenatas, porque los dos eran muy parranderos. Aunque el maestro Soto tenía fama de tener un carácter fortísimo, Rodrigo le hacía y decía unas barbaridades que el solo reía. Existía una hermandad muy hermosa. De esas cosas de Rodrigo recuerdo esta anécdota. Soto compraba prácticamente cada año una guitarra a un luthier español muy famoso: Manuel Contreras. Un día, en una fiesta, Soto le da a probar a Rodrigo una guitarra hecha por Contreras para el maestro, de repente Rodrigo se voltea y le dice a Soto: esta guitarra si que está buena, así que Jesús Rafael, como tú no tocas un coño, me llevo esta guitarra. Hubo una tensión con el resto de la fiesta, dada la fama del carácter de Soto, sin embargo Soto respondió con una sonrisa y le dice: si la quieres es tuya. Ese era el nivel de hermandad entre ellos.
El maestro del movimiento
Al maestro Soto lo conocí por ser el padre de mi amigo Cristóbal Soto, con quien compartí mucha música. Recuerdo que en un cumpleaños de Cristóbal, en su casa de la Pastora, sucedió mi primer encuentro directo con el maestro. Siempre fue muy cordial y cariñoso pero fuerte. Me encantaba sentarme a conversar con él, ya que era sumamente inteligente. Una vez empezamos a hablar de cómo se había planteado el cinetismo. Me contestó: viendo el movimiento de las vibraciones de las cuerdas de una guitarra. El era un amante de la guitarra, no era un virtuoso pero se defendía bastante bien. El maestro se fue a París a finales de los cuarenta, con un beca del ministerio de cultura de Venezuela que nunca le llegó, por lo que le tocó defenderse como podía y la música fue su salvación. Vivió por mucho tiempo de tocar en las calles de Paris. Una anécdota que una vez me contó otro mago del cinetismo y compañero de Soto, el maestro Cruz Diez, es que estaban conversando en una reunión y Soto no hablaba. Todos le empezaron a preguntar que le pasaba, si estaba molesto con ellos. Soto no dijo nada, solo cayó desmayado, tenía tres días sin comer.
Me comentaba de su amistad con músicos de la escena Parisina como Alexander la Goya un guitarrista francés famosísimo en esa época, los compositores Jacques Brel , George Brassens o su entrañable amigo el cantautor español Paco Ibañez. También conversamos mucho sobre arte, su amistad con Yves Kline, Calder o Vasarely. Además de las anécdotas de esa generación que se fue con él a Paris, del grupo de los disidentes, sus puntos de vista sobre el movimiento y la música. Era un hombre lleno de historias. Una de esas historias buenísimas que me relató, es que un día una señora de la alta sociedad le compra una obra. Esta señora vivía en un edificio con ascensor privado. Llega el maestro con sus asistentes para instalar la obra, y ésta los hace subir por el ascensor de servicio. Soto pensó que eso era lógico ya que era algo pesado y de metal. Cuando llega al apartamento, el maestro vestía una braga de trabajo. La señora no se da cuenta que es él, y este le pide un vaso de agua, a lo que la doña le contesta: yo no atiendo a gente sucia en bragas, y Soto le respondió: entonces me llevo mi obra, y mañana busque su cheque, ya que no le vendo cuadros a señoras maleducadas.
Otro cuento es que un día lo invitan a una fiesta, la señora que lo invita le dice que venga pero que no olvide la guitarra, a lo que Soto pregunta.: ¿quiere que vaya yo o quiere que vaya por la guitarra? La señora le respondió: por supuesto que usted es importante pero más importante es su guitarra para echar una “cantaíta”. Soto entonces, envió la guitarra sola en un taxi. Creo que se podría escribir un libro completo de los cuentos de Soto.
Realmente me encantaba conversar con él, sus planteamientos eran muy inteligentes. Un día me dice: la música popular venezolana debe evolucionar, tu generación está llamada a realizar una transformación, hay que hacer música con identidad pero desde perspectivas más contemporáneas.
La última vez que vi al maestro Soto fue precisamente en Paris en junio del 2004, a donde había acudido a un concierto con mi grupo, y paradójicamente coincidió otra vez con el cumpleaños de su hijo Cristóbal. Era un hermoso día de verano, y tanto mi bajista Roberto Koch (que además es antropólogo), como yo, nos instalamos a hablar con el maestro por horas, hasta que el mismo dijo: dejen la preguntadera, me voy a tomar un whiskicito. Después estuvimos tocando por horas en esa fiesta, él se quedó sentado de simple espectador, sin decir una palabra más. Cuando nos despedimos, me abrazó fuerte, como si supiera su destino. Ese fue mi último encuentro con el maestro. En diciembre de ese año pregunte por él, y me dijeron que estaba muy enfermo. Dejó de estar con nosotros en enero del 2005.
Rodrigo el “Chueco” Riera
Rodrigo era todo un personaje . A pesar de realizar estudios con el maestro Segovia y vivir en ciudades como Nueva York, Madrid, etc. nunca perdió su particular estilo caroreño de hablar y de sentir. La historia de Rodrigo es sencillamente hermosa, venía de un universo muy humilde en Carora. En su infancia sufrió de poliomielitis y quedó con secuelas de esa enfermedad. Por eso le llamaban “El Chueco Riera”, cosa que no le molestaba. Un vez le pregunté: ¿no te molesta que te llamen el chueco? y con esa simpatía que lo caracterizaba, me dijo: por qué me va a molestar eso, ¿no ves que estoy todo chueco?, en mi pueblo a todo el mundo se le llama por lo que es, si eres tuerto te llaman el tuerto tal, yo en cambio, y lo decía con mucho orgullo, soy el chueco Riera .
De niño trabajó de limpiabotas para ganarse la vida, también era un hombre lleno de anécdotas. Una vez me contó un cuento fabuloso de cuando era músico de la radio en Maracaibo, que en las noches se quedaba tocando en un bar y como estaba tan recortado económicamente dormía en las mesas de billar del local. Tocaba tangos como nadie, tenía un volumen en el instrumento que pocas veces he visto, a pesar de tener artritis deformante se las resolvía para hacer música. Para mi es uno de los grandes compositores de guitarra en Venezuela, un genio de la inspiración, carismático, un guitarrista acompañante de alta factura y un filósofo de la vida.
Mi primer encuentro con el maestro Rodrigo sucedió cuando tendría unos diecinueve años. Estaba en una fiesta de esas en donde siempre te piden que toques, pero nadie le hace caso a la música. Recuerdo que me puse a tocar una de mis primeras composiciones “ La Casa Azul”, Rodrigo se me acerca y me comenta que le gustó mucho esa pieza, que de quien era, le dije entonces que era mía. Después me pidió que le tocara otra de mis composiciones. Al rato estaba tocando prácticamente sólo para él, entonces me dijo: todo el mundo quiere tocar cosas que ya se han tocado, me parece muy importante que toques tu música ya que por ahí está el camino, el de hacer la música que uno siente y cree que debe hacer. A partir de ahí nació una gran amistad. Cada vez que venía de Barquisimeto a Caracas me llamaba. Le compuse una pieza llamada Chueco X 8, cuando se la enseñé me comentó: toda chueca y romántica como yo. No me acuerdo exactamente de la última vez que coincidimos, sólo recuerdo todas las otras veces que nos reímos, que disfruté de su magia, su música y sus consejos. Sé que no nos despedimos, pero su guitarra es parte de lo que soy como músico, como creador y como persona. En agosto de 1999, Rodrigo se convirtió en el primer serenatero oficial en el cielo.
La Grabación
Soto adoraba la música de Agustín Lara y con el poeta Humberto Márquez coordinaron hacer este disco llamado Lara-Soto-Riera. Más allá de la calidad musical del disco, la experiencia de la grabación fue toda una odisea. Primero el dueño del estudio puso unas condiciones particulares como nada de bebidas alcohólicas. Cuando llegamos al estudio, Soto pega un grito en el cielo y dice que el sin un “whiskicito” no graba nada. Casi decidimos irnos a grabar a otro sitio, pero cuando el dueño del estudio vio quienes eran los personajes, cedió súbitamente. Así fue que bajo mi absoluta responsabilidad, accedió a que incluyeran lo espirituoso.
Luego Soto estaba acostumbrado a cantar en parrandas pero no en un estudio, eso es otra cosa. Rodrigo por su lado estaba regañando todo el tiempo a su pana Jesús Rafael. Lo cierto es que grabamos ese disco en un par de sesiones de unas cuatro horas cada una. Soto decía : ya está, ¿para qué tanta grabadera?, eso está bien así, Rodrigo por su lado presionaba porque quería hacer la cosa otra vez, y uno en el medio sin poder refutarle nada a ninguno de los dos. Y como eran como hermanos, Soto le decía a Rodrigo cosas como: toca esa vaina bien, tanto Segovia y no puedes tocar bien un bolerito. A lo que Rodrigo le respondía: acá el que tiene el complejo de Agustín Lara que anda siempre perdido por las mujeres eres tú. Si no fuera porque ya los conocía, creería que se estaban dando con todo, pero nada más lejano a eso, estaban literalmente gozando una bola, hablando en criollo. Lo cierto es que el resultado es una curiosidad, un artista plástico cantando y acompañado por uno de los maestros de la guitarra en Venezuela. Para mí es un disco hermoso, de colección por lo particular.
Desde la distancia
Estos maestros me ensañaron mucho de la música, el arte y la vida. Las memorias hacen las cosas un tanto distantes, pero la obra siempre es mucho más contundente que el recuerdo.
Hace como un mes, me voy solo de museos al MOMA de Nueva York. Allí hay exhibidas un par de obras del maestro Soto. En la intimidad del visitante de museo, me detengo en las obras de Soto. Me quedo un buen rato, me lleno de orgullo, brotan un par de lágrimas de mis ojos y me digo: ¡que arrecho era este viejo!, que una obra de él está acá así como en los museos más importantes del mundo. Termino mi recorrido por el MOMA y luego casi por azar, como por esa hermandad divina, entro al metro y hay un guitarrista tocando el preludio criollo de Rodrigo. Sentí que eso era una señal. Me le acerco al hombre que no hablaba español y le digo que soy venezolano, que era amigo de Rodrigo. El hombre me ve con cara de sorpresa y me comenta: que bueno, yo amo la música de Venezuela, de las piezas más hermosas de mi repertorio son las composiciones de Rodrigo Riera. La verdad es que esas palabras me emocionaron, me quedé escuchando un rato y me despedí como llegué. Entendí así como de sopetón cual era esa señal que había recibido. La señal era que mi amigo Rodrigo Riera donde esté, dejó su huella y trascendió al punto de ser una referencia mundial en la guitarra.
Hablar de mi amistad con Rodrigo Riera y Jesús Soto, es algo que me llena de emociones y sensaciones bonitas. Estamos hablando de dos personalidades excepcionales, quienes dejaron un aporte incuestionable a la cultura venezolana, a quienes siempre admiré y sigo admirando. Conociéndoles como los conocí, seguramente deben estar tomándose unos whiskicitos, cantándole unos boleritos a San Pedro o más bien a algunas vírgenes. Así es que esta noche, pienso comprar un vinito y brindar por ustedes. ¡Salud Maestros!
De ñapita conseguí estos videos en youtube:
http://www.youtube.com/watch?v=F8bgeBvcKnk
http://www.youtube.com/watch?v=0U8g-piNFH8
http://www.youtube.com/watch?v=pAnwAlBl7Vk&
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