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Ciudad dividida

Una mirada caribe sobre la ajetreada historia de Nueva Orleáns

Por Leopoldo Tablante | 8 de julio, 2010

Desde la compra del estado de Louisiana hasta la Guerra Civil, entre 1861 y 1865, los anglos no lograron hacer valer por mero peso político su pax republicana. Por el contrario, entre 1835 y 1852 Nueva Orleáns se convirtió en un pastel cortado en tres pedazos que respondían a autoridades morales y políticas diferentes:

-El Barrio Francés, lugar de asentamiento de una aristocracia latina y francófona, que apenas toleraba que los yanquis ocuparan los edificios y las oficinas de las antiguas autoridades coloniales. El Barrio Francés todavía conserva algo de la antigua repulsión que los criollos francófonos sentían por la autoridad yanqui. Un solo edificio de la zona resume este espíritu: el llamado Napoleon House (500 Chartres Street), hoy uno de los cafés más deliberadamente franceses del Vieux Carré, construido con el propósito de albergar a Napoléon Bonaparte, prisionero en la lejana isla de Santa Helena. La comunidad francófona y bonapartista de la ciudad (de la que formaba parte el alcalde, Nicolas Girod, que ni siquiera hablaba inglés) habría recurrido a los servicios de Jean Lafitte y de sus colaboradores para buscar a Bonaparte. El responsable de la expedición debía ser el cañonero Dominique You. Los bonapartistas de Nueva Orleáns no sólo levantaron un edificio de tres pisos que está dotado con una cúpula panorámica orientada hacia el Mississippi, sino que financiaron la compra de uno de los barcos más rápidos de la época, el Séraphine, que nunca zarpó porque antes llegó un despacho desde Santa Helena notificando sobre la muerte de Bonaparte.

El Barrio Francés es hoy el lugar turístico de Nueva Orleáns, lleno de galerías de arte y de bares así como de residentes que viven, o se empeñan en vivir, una vida que oscila entre la creatividad estética y un esnobismo de clase salpicado por la bohemia atmosférica;

– La segunda ciudad del Nueva Orleáns decimonónico era el Faubourg Marigny, fundado por el criollo Bernard de Marigny, duelista, bon vivant y genio epigramático profesional. Obsesionado con la idea de trasladar la grandiosidad de París a la modesta Nueva Orleáns, Marigny bautizó con nombres caprichosos las calles aledañas a su propia villa. Es por eso que Nueva Orleáns tiene una avenida des Champs Elysées y otras vías: Amour, Bagatelle, Music, Good Children y la más conocida, Desire (originalmente Desirée). El Tranvía llamado deseo del dipsómano más famoso de la ciudad, Tennessee Williams, eran las unidades de la red de tranvías de Nueva Orleáns que tenían sobre el cristal de la cabina del conductor un anuncio con la palabra Desire. Su última parada era la calle bautizada por Bernard de Marigny.

El Marigny, que tiene hoy la reputación de ser uno de los sectores más hip de todos los barrios urbanos de Estados Unidos, fue desde comienzos del siglo diecinueve un reducto variopinto y librepensador. Por sus calles alternaban individuos de la etnia choctaw en traje típico, gente de color libre y, por supuesto, dignos criollos renuentes a hablar inglés y que, para evitar embarrarse los pies caminado por una ciudad todavía no adoquinada, circulaban en landós tirados por mulas. El Marigny también recibió a una inmigración alemana que hizo que la zona fuera conocida en otro tiempo como “Pequeña Sajonia”;

– Es innegable: los anglos acabaron mandando. Sin embargo, sucumbieron a la prestancia de la francité y de la mediterraneidad, que asimilaron como símbolo de estatus. Para 1840 Nueva Orleáns era la tercera ciudad mayormente poblada de Estados Unidos, con alrededor de 102.000 personas. En 1860 sus muelles recibían anualmente cerca de 3500 vapores, un promedio de 10 por día. Dos millones de bultos de algodón remontaban hacia el norte en naves con nombres sonoros tales como “Belle of Memphis”, “Sultana”, “Valley Queen” o “Natchez”. Naturalmente, este comercio era controlado por los yanquis, los nuevos ricos de la ciudad, y uno de los modos de manifestación de su prosperidad fue la arquitectura de sus residencias. La nueva burguesía se instaló hacia el suroeste, en el sector conocido como Garden District.

Los peldaños de subida hacia el Garden District son las cuadras del Lower Garden District, distinguidas por calles que recibieron el nombre de todas las musas por iniciativa de un terrateniente francés, Barthélémy Lafon. Al final, las calles Calliope, Erato, Clio, Thalia, Melpomene, Therpsichore, Euterpe, Polymnia y Urania ceden a la fe católica y a la nostalgia francesa y anticipan otras bautizadas Felicity, Saint Mary, Saint Andrew y Josephine.

Después de Jackson Avenue, en el Garden District, las calles se llaman con números ordinales, a la manera anglosajona. Para tomar impulso hacia “la majestad del anonimato”, la primera calle se llama Philip. Después, el sector asciende desde la primera hasta la octava para que, al final, el distrito se dé un segundo aliento onomástico (Felicity, Harmony, Toledano) antes de terminar en Louisiana Avenue. El sector está lleno de mansiones colosales de escuela soberbio-pastiche: neoclásico, de estilo italiano, de estilo reina Ana, etcétera.

Hacia el lado del Mississippi, esta mediterraneidad se matiza un poco en el sector llamado Irish Channel, ubicado entre Magazine Street y Tchoupitoulas Street, lugar de residencia de una inmigración de origen irlandés perteneciente a la generación de la hambruna de la papa, a comienzos del siglo diecinueve. El Irish Channel queda entre Jackson Avenue y Delachaise Street, una cuadra más arriba de Louisiana Avenue. Su adyacencia con el Garden District y con los muelles del Mississippi insinúa la relación que las primeras generaciones de irlandeses mantenían con los señores que dominaban el tráfico fluvial: estibadores y obreros, gente que, por efecto contraste con relación a las privaciones de su lugar de origen, estaba dispuesta a trabajar mucho para cobrar cualquier cosa.

Aunque por efecto de continuidad toponímica las calles del Irish Channel son las mismas que las del Garden District, aún hoy este sector acoge poblaciones de bajos ingresos. Apenas quedan algunos irlandeses. Los nuevos vecinos son más bien afroamericanos entre los que destaca uno que otro latino de alguna diáspora centroamericana reciente.

Después de Louisiana Avenue, el Nueva Orleáns anglosajón prosigue hacia lo que se conoce como Uptown, área residencial en la que se encuentran las dos universidades privadas más importantes de Nueva Orleans, Tulane y Loyola. En lugar de subir, el Uptown sigue bajando hacia el suroeste. También aquí la bonanza de los negocios portuarios esquivó la austeridad británica del townhouse de ladrillos. Las calles siguen recurriendo a la nostalgia mediterránea: Delachaise, Foucher, Amelia o Constantinople (donde, en una residencia más bien deteriorada y decadente, vivía Ignatius Reilly, protagonista de La conjura de los necios, con su madre). Uno de los epígrafes de La conjura de los necios, proveniente del escritor A. J. Liebling, es un acto de conciencia con respecto a este legado:

“[…] Nueva Orleáns se parece más a Génova, o a Marsella, o a Beirut o a la Alejandría egipcia que a Nueva York, aunque los puertos suelan asemejarse entre sí más de lo se parecen a cualquier lugar dentro de la ciudad a la que sirven. Como La Habana o Puerto Príncipe, Nueva Orleáns se encuentra dentro de la órbita de un mundo helenístico que nunca tocó al Atlántico norte. El Mediterráneo, el Caribe y el Golfo de México forman un mar homogéneo, aunque interrumpido”.

Tierra neutra

Apenas llegado a Nueva Orleáns, una de las expresiones que más atrajo mi atención fue la manera como los locales llaman a la isla que, en medio de dos vías con sentido contrario, divide una calle o avenida: neutral ground. Ese apelativo tiene una razón histórica de ser. Puesto que los anglosajones daban por descontado que entre ellos y criollos nunca podría haber una cordialidad natural, llamaron “suelo neutro” a la hoy Canal Street, ubicada hacia el suroeste del Barrio Francés.

A comienzos del siglo diecinueve este espacio era una especie de zona de estibadores y de mercado en el que todas las etnias de la urbe se confundían en nombre del comercio. Los criollos no osaban pasar este límite para ir hacia las zonas residenciales de los anglos. Se trataba de un lugar francamente repugnante, lleno de mercaderías en estado de descomposición con sus respectivas ratas sobrealimentadas.

El nombre de la calle, “Canal”, responde al hecho de que, en 1832, los anglosajones prósperos del Garden District y de Uptown, negados a negociar con la aristocracia criolla un acceso acuático hacia el río Mississippi o hacia el lago Pontchartrain, cavaron una inmensa zanja entre estos dos extremos. Su carne de cañón para consumar semejante proyecto fueron cerca de diez mil obreros irlandeses quienes, a pico y pala, abrieron una trinchera que, llena de agua, permitía conectar directamente con el río o con el lago.

El proyecto cobró la vida de cerca de 8000 hombres, quienes murieron de hambre, agotamiento o fiebre amarilla. Toda esta épica hoy sólo es recuerdo: cien años más tarde los new-orlenian votaron por el relleno del canal y su transformación en una gran avenida, la más ancha de Nueva Orleáns y, al parecer, de toda América.

El legado del Tremé

El pasado 11 de abril, los bares de Nueva Orleáns le sonrieron al entusiasmo de los bebedores durante la emisión del primer capítulo de Tremé, la nueva serie estelar de HBO. Para muchos el relanzamiento mediático de la ciudad, Tremé cuenta los quebraderos de cabeza de una serie de personajes que simbolizan el afán de reconstrucción de Nueva Orleáns luego del huracán Katrina: Antoine Batiste, un trombonista de la Tremé Brass Band, desfalcado y obligado a “matar tigres” donde mejor puede; LaDonna Batiste-Williams, la dueña de un bar que trata de ubicar a su hermano, un convicto desaparecido durante la tormenta; Creighton Berrette, experto en medio ambiente indignado ante el hecho de que el sistema de contención y drenaje de las aguas no haya funcionado durante el vendaval; Albert Lambreaux, músico y miembro de los Mardi Gras Indian quien, en vista de que su casa en el Ninth Ward es irrecuperable, se muda a un bar aledaño; Jeannette Desautel, chef de un restaurante que, en medio de la escasez y el colapso de sus empleados, debe hacer malabarismos para poder cumplir con la oferta de su menú; Davis McAlary, un músico y locutor de la estación de radio comunitaria WWOZ, obligado por las circunstancias a ajustar el repertorio de su programa para mantener el interés de un público desmoralizado, que, a pesar de todo, constituye el sostén financiero de esta emisora sin fines de lucro; o Antoinette Berrette, una abogada en contacto con víctimas de la catástrofe (entre ellas LaDonna Batiste-Williams), quien se vale de sus contactos con la policía para ubicar desaparecidos.

Todos estos personajes se vinculan explícita o incidentalmente. La ciudad se ufana de ser una especie de regazo protector donde todos se conocen y se consuelan. En este espíritu, la serie representa la crisis de la urbe justo cuando el cataclismo transforma su consabida negligencia en tragedia compartida. El título da que pensar: Tremé es el nombre del primer barrio afroamericano de Estados Unidos, sector al que Nueva Orleáns le debe su patrimonio musical. Allí creció Louis Armstrong. De él formó parte el primer distrito rojo del país, el ya mencionado Storyville. De allí es una de las bandas de instrumentos de viento-metal más importantes: la Tremé Brass Band. La serie aprovecha el mito del Nueva Orleáns negro para articular la metáfora que dignifica el descalabro de una ciudad orgullosamente oscura, gregaria y disfuncional.

El Tremé fue uno de los más antiguos proyectos de bienes raíces de Nueva Orleáns, ciudad que, de por sí, como se vio en una entrega anterior, prosperó desde un proyecto de bienes raíces ideado por John Law, ministro de finanzas del Regente de Francia, Felipe de Orleáns. El propietario original de este sector, ubicado hacia el noreste de la ciudad, fue el sombrerero de origen francés Claude Tremé. Junto con su esposa, Julie Morand, Tremé se ocupó de subdividir su propiedad para vender las parcelas a negros deseosos de comprar su libertad a través de la venta de los productos agrícolas que fueran capaces de cosechar.

Otros clientes de Tremé fueron los inmigrantes que habían venido desde Santo Domingo, quienes casi duplicaron la población de piel oscura de la urbe, así como los viejos esclavos manumisos de los tiempos de los franceses y los españoles. Para 1850, una década antes del estallido de la Guerra Civil, la población de negros libres del Tremé poseía casi 2,3 millones de dólares en patrimonio inmobiliario en este sector, lo que equivale a casi el 15 por ciento del costo total del estado de Louisiana pagado por la unión americana a Napoléon Bonaparte en 1803.

Esta comunidad no sólo se caracterizaba por tener derecho de propiedad sobre la tierra, sino que se trataba de un grupo social con destrezas específicas: artesanos, médicos, empresarios, profesores y, desde luego, músicos. En el Tremé se encuentra también la iglesia de San Agustín, tercer templo católico construido en Nueva Orleáns que, a diferencia de los anteriores, ha congregado desde el siglo diecinueve a una feligresía mixta. Esta pretendida tolerancia fue el resultado de la que se conoció como la “Guerra de los bancos [de la iglesia]”.

Para no compartir cercanía con los negros, los blancos comenzaron a adquirir bancos de la iglesia en cada una de las dos naves laterales del templo. Apenas se enteraban, los negros compraban tres. Ello garantizó al comienzo una convivencia forzada que a la larga dio paso a una parroquia mezclada, todo un prodigio en el sur de Estados Unidos.

Leopoldo Tablante 

Comentarios (1)

Alfredo Ascanio
14 de enero, 2011

No hay duda que Leopoldo Tablante es un gran especialista de la ciudad de Nueva Orleáns. Se la conoce “al pelo”.

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