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Del Imperio a “Chimérica”

El último capítulo de El triunfo del dinero es un análisis sobre la globalización y el ascenso chino frente al presunto declive de Estados Unidos. En “Del Imperio a “Chimérica”, Niall Ferguson examina las características de la globalización dirigida por el Reino Unido entre la Guerra del Opio y las guerras mundiales del siglo XX, así como su vulnerabilidad frente a las conmociones.

Ferguson enseña de qué forma los acuerdos de Breton Woods y sus instituciones (el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional) nacieron para conjurar la devastación económica que dejaban las conflagraciones, con medidas como los controles de capitales que restringían la globalización. Del Plan Marshall pasa a las ayudas al desarrollo, a la crisis latinoamericana de la deuda en 1982 y los ajustes del FMI, que llevan tanta relación con las prácticas de lo que muchos llaman el imperialismo de Estados Unidos.

Hablando justamente de críticos del “imperialismo estadounidense”, Ferguson sale al paso de las quejas del Nobel de Economía Joseph Stiglitz y dice que la liberalización vino primero de Europa que de Estados Unidos. Sobre esta nueva liberalización, Ferguson recorre las crisis bursátiles de los 80 y 90, relacionándolas con algunas historias de empresas que apostaron demasiado. Era el reino de la incertidumbre, de la irracionalidad descrita por el financista George Soros en su teoría de la reflexibilidad.

Y salta finalmente a China, para celebrar su crecimiento, solidez, capacidad de ahorro. “En 2007”, indica Ferguson, “Estados Unidos tuvo que pedir prestados unos 800.000 millones de dólares al resto del mundo, lo que representa más de 4.000 millones por cada día laborable. China, en cambio, tiene actualmente un superávit contable de 262.000 millones de dólares, una cantidad equivalente a más de la cuarta parte del déficit estadounidense. Y una proporción extraordinariamente grande de ese superávit ha acabado prestándose a Estados Unidos. En la práctica, pues, la República Popular China se ha convertido en el banquero de los Estados Unidos de América”.

Vaya cambio. Pero ese éxito chino, según Ferguson, ha significado también una alianza con Estados Unidos, hasta el punto de promover el endeudamiento masivo la superpotencia que gestó el colapso financiero. Ferguson advierte sin embargo que la simbiosis puede convertirse en rivalidad, como ha pasado antes, con resultados catastróficos.

En el epílogo “El origen del dinero”, resume los postulados de su libro: “Desde la antigua Mesopotamia hasta la China actual, el triunfo del dinero ha sido el de las fuerzas que impulsan el progreso humano, un proceso complejo de innovación, intermediación  e integración que ha resultado tan vital como el avance de la ciencia o la difusión del derecho para que la humanidad pudiera escapar a la ardua tarea de la agricultura de subsistencia y a la miseria de la trampa malthusiana”.

También examina los factores heurísticos, las formas en que miramos la realidad y el pasado de manera sesgada; evalúa la evolución de las finanzas, un árbol genealógico capaz de generar sus propias extinciones masivas; y se detiene con varias preguntas sobre las consecuencias de la crisis, en febrero de 2009. El magnífico trabajo que ha hecho Niall Ferguson en El triunfo del dinero termina, como cabía esperar, con un final abierto: la historia que comenzó en las conchas de caurí, las tablillas con escritura cuneiforme y los bancos de Florencia siguió creciendo como un bosque inabarcable que, aunque de cuando en cuando sufra pavorosos incendios, nos ha dado a todos de comer. Las finanzas han financiado el arte, la exploración, la ciencia y la caridad humanas, aparte de la guerra y la lucha por el poder. Nos corresponde a nosotros seguir adelante con mejores ideas, mejores intenciones y unos cuantos consejos aprendidos.

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Unas cuantas preguntas desencadena el último capítulo de El triunfo del dinero. ¿Llegará China, con los pasivos ambientales y sociales que tiene, con un modelo tan sustentado en la exportación de manufactura barata, a alcanzar la importancia que muchos prevén? ¿Es factible pensar en un enfrentamiento entre EEUU y China? Por otro lado, Ferguson menciona, ya en el cierre, las distorsiones que nosotros mismos agregamos a la evaluación de la situación económica, tanto la del presente como la del pasado. ¿Cuánto estaremos equivocándonos con la de Venezuela en 2010, por ejemplo?

Finalmente, nos gustaría invitar a los lectores a proponer sus ideas sobre las tesis centrales de Niall Ferguson en su libro. ¿Comparte la visión de las finanzas como un invento central en la historia del mundo? ¿Qué podemos aprender los venezolanos y los latinoamericanos de estas ideas?