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Furia poética

Willy Mckey sobre la selección española de fútbol

Por Willy McKey | 20 de junio, 2010

a Darío Lancini, a pesar de lo azzurro del cielo

Jugar como nunca, perder como siempre. Ha dejado de ser un chiste para convertirse en una angustia común en las dos orillas del Atlántico. Una maldición transoceánica. Quizás sea la hermandad en la lengua lo que hace que la simpatía con la selección española consiga en América un aplauso fértil, capaz de hacer frente a los hooligans wanna-be y a los contenidos teutones, que logra enriquecerse por ascendencias que remiten a barcos salvavidas, a una república en fuga, a un sueño lila que tuvo que postergarse: un gentilicio que parece saber esperar… mas en esa espera nunca es poco lo que leuda. Furia española.

1. Lo que Estrabón dijo y lo que Naranjito calló. El lugar común que compara a la Península Ibérica con una piel de toro fue, alguna vez, un símil brillante de Estrabón, el pensador cartográfico del Imperio Romano. Un cuero abierto puesto al sol: la reminiscencia de una embestida que nunca fue. Ningún otro mapa de esa peña política que es la Unión Europea está tan cerca de África, tan cerca del sol y tan cerca del Atlántico a la vez.

Tengo buena memoria (al menos confío en ella). Creo que empecé a aplaudir a la Furia en 1982. No lo afirmo porque la única prueba que tengo es el recuerdo fiel de un muñeco de Naranjito hecho de un plástico denso y oloroso que, al apretarlo, emitía un chillido como de juguete para perros. En el brazo izquierdo sostenía un balón afortunadamente distanciado de la pretenciosa Jabulani. Naranjito heredó de Gauchito el balón Tango que le dio el triunfo a la Argentina del joven Mario Kempes en 1978, pero impermiabilizándole las costuras al pesado cuero. Fue suficiente para convertirlo en el balón oficial durante muchos años. España empezaba su Mundial atinando con el balón, pero no pasarían de allí los aciertos.

El mundo exclama: ‘¡Cosas de españoles!’ Y es verdad. Consideremos (1) que la España democrática organizaba, por fin, un evento que no tendría como punto en la agenda un desfile militar. No tengo recuerdos claros. Sólo pistas, indicios, juguetes… pero era 1982 y mi tía abuela sacaba las espinas a un bacalao para hacer unas croquetas. Ése es mi primer recuerdo como espectador del deporte más hermoso del mundo: el fuerte olor a cartuchera nueva que despedía Naranjito y un bacalao renunciando a su infraestructura en beneficio de unas croquetas. El fútbol y la infancia siempre están cerca de este tipo de recuerdos.

Ser hincha de la selección española, en cambio, es próximo a otro tipo de memorias: víctima eterna de sus vecinos, a pesar de calificar de segunda en su grupo, el arco de España fue atacado por los alemanes con su eterna vocación de panzers. La adelantaron Francia, Alemania, Inglaterra… pero la copa fue para los italianos. No pudo ser peor.

2. Spain is different. No conozco el origen de la aversión entre los bulliciosos fanáticos de la Forza Azzurra italiana y la dignidad torera de quienes militamos del lado ibérico. La admito como condición ontológica, como consecuencia de mi decisión por otra península, una que no parece una bota, una que tiene otra vocación cartográfica. Creo que cada vez que la Azzurra sale a la cancha, toda España apuestas sus vítores al contrario por algo que sobrepasa la razón. Por eso, puede que aquel triunfo de 1982 resulte tan doloroso. Uno de esos recuerdos que se heredan sin darse cuenta. Una espina en el bacalao.

Pero hay verdades del tamaño de la Eurocopa de 2008, ese evento al cual la Azzurra llegó con su nueva estrellita de Campeón del 2006 bordada en la camiseta, favoritísima y azul. Pocas veces los hinchas habíamos tenido tantas razones para soltar un conjuro que sentenciara algo, cualquier cosa. Un balbuceo de locos. Alza, toro de España: levántate, despierta (2), por ejemplo, sin que allí se nos fuera la vida, pero casi. España ganó. España campeona de algo. España, sí. Fue extraño: como si celebrar nos resultara ajeno, como si al duende (3) le incomodara el destellante reflejo de luces victoriosas. Samotracia: una victoria sin cabeza.

En 1964, España también fue campeona de Europa. A falta de otros tesoros que blindaran la vanidad, esa victoria fue una medallita en el pecho que la fanaticada tuvo que lustrar bien para mantenerla en la memoria. Dos años antes, en el Mundial de Chile de 1962, la selección había sido eliminada en la primera ronda, convirtiendo a España en una anfitriona respetable, pero poco temible. El triunfo sobre la URSS se empañó —no poco— con el vaho político de derechas versus izquierdas, pero sirvió para levantar al alicaído Real Madrid de Di Stéfano y al Barcelona huérfano de Helenio Herrera.

Sin embargo, el triunfo de la España de 2008 era otra cosa, ni siquiera comparable con aquella lección apolínea de una anónima Grecia ganándole al Portugal de Figo en 2004. Ninguna otra selección ha coqueteado tanto con la derrota ni el triunfo le ha resultado tan esquivo. Ganar no era lo nuevo. Celebrar sí.

En defensa propia, la reacción natural de quienes militamos debajo de esa camiseta roja —ajena o no, no pondré la torta ahora explicando mis pasteles— es amar a la selección como a una morita del Romancero gitano y camelarla, coquetearle, todo hasta que salen al campo. Es allí cuando uno advierte que la derrota es el único sino aparente, el destino más factible, a pesar de la alegría. Entonces, es hora de vociferar en contra del Camacho, el Aragonés o el Del Bosque de turno. En realidad, sólo estamos defendiendo el derecho legítimo a la derrota, que es lo único que tenemos. Qué sé yo. Será la sangre. Será esa península con vocación de bestia que ha dejado la piel. Serán los viajes que trajeron tanto fútbol a este lado del océano pero, a la vez, tanta república posible, tanta derrota, tanta utopía. Eso y ya. Furia inexplicable. Quien no la entienda, es porque escucha desde el fondo de un pozo (4).

3. De la piel de toro al biltong. Sólo quienes se permitan ceder a la hipnosis del periodismo deportivo —que son los mismos que se preguntan por qué habla tan alto el español en el poema de León Felipe— pueden sorprenderse de cosas como las de la derrota de España frente a Suiza. Jugar como nunca, perder como siempre. Ha dejado de ser un chiste para convertirse en un argumento esotérico que está por encima de cualquier estadística. La selección española que ahora está en Sudáfrica 2010 tiene, y no exagero, diez armadores y un portero. Todos los jugadores titulares y la banca entera que llevó Vicente Del Bosque al continente negro son capaces de armar una jugada hermosa. Mirarlos jugar en la llovizna sudafricana provoca palmear cantando Preciosa tocando viene / por un anfibio sendero / de cristales y laureles (5). Pero es España, es la piel del toro. El gol en contra tenía que ser producto de un absurdo.

Una de las delicias gastronómicas de la patria de Mandela es el biltong. Si nos ponemos pragmáticos, la mejor manera de traducirlo es “tasajo”. Se trata de bandas de carne seca que contempla en su carta de colores matices muy oscuros y carnes variopintas, que van de los antílopes hasta el ganado común, pasando por los avestruces y quién sabe si alguna especie en extinción con muy buen gusto. Carne seca. Alimento concebido para durar, para resistir, para permitir la supervivencia a la vez que despierta la sed. Así ha dejado Suiza al capitán Íker Casillas, una de las franjas más proteicas de la selección, luego de mal salirle a una esquiva Jabulani que nos alejó de un empate que, al menos, habría dejado el sabor de boca de un juego hermoso y sin goles: ser un toro indultado… por gracioso, pero indultado. Pero es España, es la piel del toro: se nos ahogó la posibilidad de decirle al mundo “veréis agigantarse la forma de un arquero” (6) , mientras Chile apaleaba a una Honduras que, aún así, ha visto a España caer y puede permitirse el lujo de envalentonarse un poquito, jugando a ser David.

4. Coda breve. Si cae España —digo, es un decir— (7) , las razones no pueden ser menos españolas. Toda la prensa rosa se ha sumado a la cobertura del Mundial como cardumen pirañero a explicarnos lo que la revista Marca no puede: Casillas salió mal a ese balón rifado porque su novia estaba en el público. ¿Lo ven? No son futbolistas, es verdad: son toreros que no deben tener en el graderío ni a la mare ni a la mujé porque eso puede acabar conjurando la muerte. La novia reportera del arquero portentoso entró al recinto a debilitarle el ánimo (y quién sabe si horas antes no le habría, digo yo, debilitado el brío en un acaloramiento africano).

El problema de esta verdad absoluta y romancera es que la entiende mejor la señora en el mercado que el “chavalillo” frente al televisor. Casillas ha salido mal, pero hay que ir más allá: Villa y “El Niño” Torres no alcanzaron el gol, Xavi e Iniesta no pudieron meter los balones que soñamos y un poste le robó a Xabi Alonso los laureles.

Sí. Puede ser que aún está demasiado cerca la victoria en la Eurocopa, el asunto italiano, las trompetas y los clarines —o vuvuzelas— de la Gloria. Pero ellos siguen allí, los italianos, con sus cuatro estrellas… mirándonos por encima del Mediterráneo. ¿Por qué no repetir aquel exceso que no nos deje saber cómo es que se celebra? Si perdemos, ya sabemos cómo se hace, pero esta vez lo haremos con el sambenito de favoritos. ¿Pero cómo no dejarse seducir por ese bailoteo de la muerte que es el gol ajeno? Al fin y al cabo no son futbolistas: son toreros.

***

1. César Vallejo
2. Miguel Hernández
3. Federico García Lorca
4. León Felipe
5. Federico García Lorca
6. Antonio Machado
7. César Vallejo

Willy McKey  Parte del equipo editorial de Prodavinci. Poeta, escritor, docente y editor de no-ficción y nuevo periodismo. Especialista en semiología política y conceptualización creativa. Puedes leer más textos de Willy McKey en Prodavinci aquí y seguirlo en twitter en @willymckey Haga click acá para visitar su web personal.

Comentarios (10)

Alonso García
20 de junio, 2010

¿Furia? Furia el ratón del queso y sin embargo se lo come.

saludos

Agustín Silva-Díaz
21 de junio, 2010

¡Grandísimo, McKey! No creo que nadie que haya pasado la vida sufriendo con la selección española no se conmueva -y sonría- con este gran artículo. Ser fanático de España es entender a Unamuno, saborear a García Lorca. Nada más español que la selección con sus chulillos, la gracia hortera y algo de pesimismo y sabiduría de Mairena. ¡Aúpa España y muchas gracias por el artículo!

Juan De Gouveia
21 de junio, 2010

Excelente artículo; a pesar de que no comparto la afición por “la roja”, me parece una manera fantástica de expresar todo el sentimiento que para ustedes, sus seguidores, genera su equipo. Saludos.

Tu contacto
21 de junio, 2010

..Haaala Willy!!!!Hoy me “suena divino” un goool y sin envidias ni rencores seguiremos viendo más toros, fútbol y flamenco!

Z. Abel Rodríguez
21 de junio, 2010

Para llamarse McKey escribe usted muy bien en español, señor Willy; sabroso y correctamente irónico. Lo felicito. Lo de España respecto a los mundiales no es sólo un asunto de “sino” (ni de estigma o “pava”), sino, más bien, de algo mucho más próximo, a las “imponderables” pequeñas cosas en los instantes cruciales del juego en el tiempo y el espacio que son los noventa minutos de correteo sobre la grama, pero que resultan de una filosofía y digamos que de una “escuela”. ¿En ese sentido, a qué sale a jugar España? Ialia y su “catenaccio” (cerrojo al que nunca renuncian) llevan cuatro títulos mundiales mientras Brasil y su “jogo bonito” (todo lo contrario), tiene cinco. ¿Eso no dice algo? España tiene la mejor liga y los mejores futbolistas del mundo, pero, precisamente por ello, los españoles de la selección aprenden a jugar y juegan un fútbol intenso, alegre, plural, y digamos que, en general, indisciplinado, y eso es lo que llevan a los mundiales. De Italia podría decirse lo mismo, pero la diferencia es que los italianos que son convocados a la “Squadra Azzurra” suelen ser los que mejor se adaptan al juego funcional,a la disciplina táctica de la defensa a ultranza y el contragolpe sólo si es seguro: un fútbol pragmático y “resultadista” (que algunos llaman antifútbol), que en no pocos casos les ha dado buenos dividendos. ¿Cómo han empezado este mundial? Como siempre: jugando aparentemente mal y empatando sus dos partidos, incluso con Nueva Zelanda, el peor equipo. En España 82 (a donde fieron sin Pruzzo, el mejor goleador del momento, porque no encajaba en en el sistema estratégico de Bearzot), por cierto, empataron sus tres primeros partidos y después fueron campeones. Acaba de terminar el juego España-Honduras con victoria dos a cero para la “Furia Roja”. Los ibéricos la tienen difícil, pero quién quita que, pese a su fútbol, hábil y vigoroso, pero sin rumbo filosófico, pasen de ronda y sean…, por lo menos, favoritos sentimentales de nuevo.

Alonso García
21 de junio, 2010

Lo que quise decir es que España se lo está comiendo…

Sydney Perdomo
21 de junio, 2010

“Ese toro enamoraooo de la luna” ¡Arriba Españaaaaaaaa, despertad esa furia bravía! Poco a poco hasta lograr algo y si no, pues que no importa contigo hasta siempre.

Muy bueno su artículo como siempre caballero.

Saludos y mis respetos sinceros. 🙂

Martha Durán
21 de junio, 2010

Ciertamente, con el pasar y pasar de mundiales estamos a punto de confirmar la existencia del “karma” con la selección española; país que, paradójicamente, se pelea – con Inglaterra – el primer puesto en las mejores ligas del mundo. Cuando juegan como los dioses les toca padecer las erradísimas decisiones de un árbitro demoledor, haciendo ya costumbre que cada juego de España sea siempre un dramón interminable. Lo más cerca que han estado de la Copa fue ese 4to lugar en Brasil 1950, una “larga”, injusta e histórica mala racha que muchos – españoles o no – deseamos termine, aunque no esté tan segura si realmente comenzó en algún momento. Buen texto Willy…

Nolan Rada
21 de junio, 2010

Las pasiones son, quizá, una de las cosas que el humano nunca comprenderá del todo. Magnificas y, hasta cierto punto, incoherentes. Lo anterior, surge al presenciar (leer) como la guerra cule-blanca queda “indultada” bajo la figura de La Roja que funge de “Tratado de paz”. De ahí, la defensa sólida a Casillas; la forma en la que a Ramos se le considera un jugador capaz de crear una jugada (que lo es) y no como aquél que le dio-snif- autopista libre a Henry en aquél terrible partido y, como expresión máxima de lo mencionado, se lamenta que el remate de Xabi Alonso no fuera un poco más preciso. Lo dicho, las pasiones son inciherentes muchas veces o, simplemente, se rinden a una mayor. En este caso, la Furia. Siguiendo en la linea pasional: es placentero leer un artículo donde, defendiendo sus colores cual torero en el ruedo (tomando ideas de lo leído), el escritor logra representar antecedentes, historia, piques pasados y recientes de una forma apasionada; pero sin llegar al punto extremo de parecer cansón. Y para no pecar de cansón yo, espero que esta sencilla frase englobe muchas cosas: ¡¡¡qué gusto me da leerte, vaina pa’ buena, amigo!!! Por cierto, muy lindo gesto dedicarle esto a Darío Lancini, “a pesar -infiero- de lo azzurro del cielo”. Un fuerte abrazo, querido pana.

Willy McKey
22 de junio, 2010

Quiero agradecerles a todos su lectura, militantes o no de la camiseta roja. Queda el juego contra Chile, nuestro espejo cromático, y Honduras ha servido para dejar sentada una nueva máxima, según Garcilaso Pumar: fallar es cuestión de método. Alonso, gracias por tu lectura. Agustín, como hincha del Espanyol sé que conoces de cerca el vilo durante cada año y no cada cuatro como me toca a mí: eso me hace admirar tus nervios. Juan: es bueno tener vecinos por acá (si le va a los azzurros, por favor no lo aclare). Tu contacto, ¿qué decir? ¿Olé, quizás? Zabel: gracias por los piropos al escribano, pero creo que mucho más valor tiene tu lectura del porqué fantasioso y errático de la carencia de tino: excelente. Alonso: ¡FURIA! (pase lo que pase… pese a lo que pese). Sydney, muy agradecido. Martha: un honor que te haya gustado… ¡pero cuánto karma! Ya veremos cuántas reencarnaciones hacen falta. Nolan: siempre es grato que a un especialista como tú le gusten estos textos: gracias.

Quiero hacer dos acotaciones al texto. La primera es gracias a Agustín Silva-Díaz, resumida en este link que explica uno de los orígenes posibles de la confrontación Roja-Azzurra http://bit.ly/dp8fcA ; la segunda me la recordó ayer Miguel Aguilar, editor de Random House Mondadori, y es ese olvidadizo triunfo olímpico en fútbol durante Barcelona 92, contra la selección de Polonia que quedó 3 a 2, a favor de la Furia. Vayan los dos complementos. Gracias a todos.

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