- Prodavinci - https://historico.prodavinci.com -

Cultura Urbana y Econoinvest en el corazón

Si repasamos la historia del mundo, nos saltará a la vista el papel progresista que han jugado las instituciones del mercado de capitales, en especial las Casas de Bolsa, como centros de acopio y distribución de valores comerciables, como red para facilitar el intercambio de fondos y créditos que sirven para nutrir el crecimiento de los países. Y si nos detenemos en el mundo de hoy, en su mapa que nos aparecerá que no existe nación alguna medianamente importante y en crecimiento económico significativo donde esas instituciones no se mantengan vivamente activas.

En particular, si revisamos el BRIC, ese grupo de cuatro países (Brasil, Rusia, India y China) que hoy asombra por su expansión, tan disímiles entre sí, constataremos que en todos ellos funciona un mercado abierto de capitales y que las bolsas existen desde tiempos inmemoriales o están en proceso de arraigo como en China. Si contrastamos estas evidencias con las de aquellos países donde se cercenó tanto el mercado de capitales como las instituciones bursátiles, nos asaltan sociedades exprimidas por la pobreza (por ejemplo, Cuba, Zimbabwe y Corea del Norte). Desde luego, tampoco es verdad que basta con la actividad bursátil para que de inmediato repunte el crecimiento y se difunda la equidad social. En muchas sociedades con libertad económica plena existen abrumadores territorios de pobreza (Brasil) y el crecimiento es insuficiente (Egipto). Pero la verdad es que su situación sería auténticamente pavorosa, mucho peor, sin tal apertura de su economía. Es decir, sin instituciones bursátiles ninguna sociedad tiene posibilidades de crecer, de reducir pobreza y de distribuir equidad en algún grado; gracias a ellas tienen cuentan con un factor para lograrlo, pero, claro, no es suficiente, se requieren otros. Es decir, si se las suprime y asfixia la economía toda, y con ella la sociedad, cobra cuerpo un declive que, como siempre y en todas partes, a quienes más arrasa es a los pobres y a la clase media.

De allí que la intervención de una Casa de Bolsa de la transparencia, rectitud, magnitud, y éxito de Econoinvest, nos sacuda como un despropósito, nos parezca una incongruencia mayúscula. En el socialismo no hay Casas de Bolsa, se afirma (y ya no es verdad del todo), de allí que entre otras, por esa causa en el socialismo al que se alude lo que sí abundó y abunda para la mayoría es el empobrecimiento y la miserabilización de la calidad de vida.

Pero hay más, esta empresa le fundó y desarrolló un grupo de venezolanos, en Venezuela, jóvenes todos ellos, con una demostración incontestable de la capacidad emprendedora atesorada en el país. Grupo que, además, emprendió formas modernas, originales y eficaces para estimular el ahorro, convertir a miles de personas en accionistas, facilitar créditos con claridad y celeridad para que la vida económica nacional pudiese mantenerse a flote, desatascar el mercado de divisas para que el país no se asomara a una escasez ponzoñosa, para abrir rendijas al irnos deslastrando del peso de la “petroeconomía”. Todo con tal grado de apego a leyes, normas y reglas, que se desmintió ese aserto de que sólo al margen de la legalidad se alcanzan resultados importantes.

Pero Econoinvest no se redujo a cultivar su jardín, a ensimismarse en su triunfo como proyecto empresarial. Gracias a los resultados que obtuvo, decidió invertir, desde un espíritu que ya se creía perdido, el del entusiasmo de un mecenas renacentista, en, por ejemplo, el patrocino del programa de Nuevo Periodismo Iberoamericano, el proyecto de recuperación de las ciudades venezolanas (Cien ideas para Caracas, para Valencia, para Maracaibo…), la invitación a intelectuales y escritores mayores de nuestro tiempo, a figuras del urbanismo, a Alcaldes con experiencias triunfantes a cuestas; también a tejer relaciones con el mundo cultural, periodístico y empresarial colombiano como un modo de aliviar tensiones en cuya persistencia sólo pierden los dos pueblos.

Pero, en especial, resalto esa obra espléndida que es la Fundación para la Cultura Urbana, bajo la responsabilidad de Rafael Arráiz Lucca, con su reconocidísimo Concurso Anual Transgenérico, su extraordinario, en calidad y cantidad, fondo editorial, su rescate de la historia y de la memoria fotográfica y musical nacional. En fin, un poderoso impulso moderno e innovador para la vida cultural, intelectual, urbana del país que, hoy por hoy, es tan indiscutible como reconocido.

Que el resultado de este esfuerzo, de esa energía invertida incondicionalmente en Venezuela por venezolanos, corran el peligro de resultar baldío, incomprensiblemente asediado, nos mueve a estupor pues si bien acaso no todos seamos Econoinvest, si lo fuésemos el país sería irreversiblemente mejor.