- Prodavinci - https://historico.prodavinci.com -

EL Púlpito Encarnado de El #Jeho Va

En estos días sostenía una conversación de ciento cuarenta caracteres con una amiga que me recordó una película que vi en esa niñez cada vez más presente por vaga, un lugar perdido entre cúmulos y cirros, insistente en la memoria, casi siempre mezquina y antojadiza.

Pero resolver la presencia de lo vago del recuerdo es tema para otro desbarre.

“Tú sí debes acordarte de la película”, dijo; y vino entonces la imagen, como si nunca se hubiese guardado en el desván, era la mano de un difunto que con vida propia –autónoma-, se vengaba de unos herederos inescrupulosos y acechaba a sus víctimas en una mansión victoriana; saltaba al cuello de mujeres lujuriosamente pacatas y de señoritos advenedizos y ambiciosos; muchos se preguntarán qué libertina no es pacata y por Dios, qué señorito no es castrado por las ambiciones.

Tema para otra consideración.

Pero “La mano vengativa” de cierta forma era una mano ética, una mano con una moral, la garra del conde de Montecristo y además una verdad silente con un discurso megafónico. La mano que mece la cuna, una castigadora.

Toda esta conversación de pocos caracteres, un intercambio rápido de tres tweets, a propósito de la visita de de La Mano de San Juan Bosco a Altamira. Buen tema para este pequeño y desordenado relato; pero tendré que posponerlo y proponerlo a la redacción que me hospede, por ser un asunto sensible para las almas caritativas de una comunidad desesperada por la carencia de norte político.

Traigo a cuento “The five fingers”, la película de horror producida a finales de los años cuarenta y la relaciono con La mano de San Juan Bosco, a propósito de un una imagen recurrente, esas secuencias poco conectivas que nos abruman por días y se hacen de nuestra voz, siendo un indicio de la palabra revelada: El púlpito Encarnado de El #Jeho Va; ubicuo, errabundo, una tribuna poeta, plástica, renacentista, organizadora de las ideas más descabelladas; el púlpito de la horizontalidad o de la verticalidad ciudadana; más que conceptual, como corresponde a cada púlpito verdadero, inapelable. Un lugar al que baja la gracia de la verdad y punto, porque ninguna verdad se discute y quien discute una verdad de inmediato se convierte en renegado de la sentencia cierta; ella se revela en el Sinaí, algunos escépticos la catalogan de oportunista, pero sus apólogos dicen que es ubicua y a veces se manifiesta en una conferencia de astrología antropológica, en un taller de arquetipos Junguianos, en las controversias políticas o en las discusiones sobre la vieja y más novedosa narrativa incurvada en las urbes deconstruidas.

Recurrí a “La mano macabra” o la Santa Palma de Don Bosco, porque el Púlpito Encarnado de El #Jeho Va tiene propiedades humanas pero es divino, no es parte del trasto corpóreo y mortal, es una humanidad, no tan compleja dicen sus tempranos detractores, pero por lo general pertinente y exageradamente deliberativa: una tribuna fisgona, inquisitiva, parejera y como toda tribuna bulliciosa, poseedora de esa mediana cultura que delega la fe, efectista, cultura de frases redondas, sus elocuencias – a veces redundantes y fuera de contexto- suelen ser aleccionadoras y se amplifican por una majestad que le es inherente a su condición predicativa. Principista y moral, el púlpito hecho carne vive entre nosotros como uno más, bien sea en este mundo tangible de los pellizcos, las caricias amables y las picadas de mosquitos, o en el hiperbólico mundo 2.o de la red.

Púlpito verdadero e inefable; infalible como el Papa, y soberbio e iracundo como el Dios del antiguo testamento, se hace hombre entre nosotros, se multiplica y sin mayor iniciación sale al mundo a cumplir su cometido, a contaminar con su evangelio; una sarta de generosos clisés o lugares comunes consumidos ávidamente por un rebaño sediento de luz y verdad.

El trono de la pureza es una especie de guía iluminado, de enciclopedia ilustrada, un tramador de sermones muy actuales de la A a la Z como el complejo vitamínico.

El Pulpito Encarnado no se limita sólo a señalar lo bueno y lo malo del mundo. Actual, con olfato y pertinencia, allí donde nace un proyecto, se barre solidario para brindar su desinteresada verdad sobre “el asunto”, un asunto que pudiera englobar cualquier competencia, pues él es El Púlpito, un súper héroe intelectual, con poderes para confrontar los diversos saberes y retos cognitivos; sin ningún rubor exhibe su versatilidad de sábila – Sibila- culta, sus acólitos también replican arrebatados por el don apostólico, su sabiduría.

De esta y otras oscuras maneras, inescrutables son los caminos de El Púlpito Encarnado, irradia su energía electromagnética, multiplicadora y devoradora de materia y termina por apropiarse de todo criterio emprendedor de los más diversos ideales en nombre de una solidaridad unidireccional.

Los Púlpitos Encarnados no vienen al mundo con la humildad de un Mesías. Aunque a veces se les confunda con tales, no lo son, ellos tienen hambre y su apetito no se sacia con la ingesta de calorías, carbohidratos o ideas sino con la propagación de su maná, de su ascendencia sobre la gente, las instituciones y sus proyectos. Imbatibles en la misión pastoral, a veces establecen justas o combates a muertes con todos aquellos a quienes consideran herejes, por lo general otros Púlpitos Encarnados que disputan su territorio marcado con anterioridad.

A estas alturas nos estaremos preguntando sobre la finalidad de El Púlpito Encarnado. Algunos todavía considerarán su labor orientadora o filantrópica, pero comienza a roer la perspicacia, porque hay que apuntar que estos perifoneadores de lo absoluto, estos magnates de la verdad se desnutren con el correr del tiempo, su verbo sobredimensionado deja de actuar y sus manejos eclécticos de los temas del mundo junto a la imaginada asertividad resultan ser una monótona campanela de heladero; algunos comienzan a identificarlos con una changa intelectual, otros con una bulla de avispero, a los menos desenfadados los enoja la irritante recurrencia en sus testimonios, y de pronto se dan cuenta que El Púlpito va desnudo, no como la verdad real, sino como una torpe mixtura de transparencias, de vacíos, de huecos y obviedades; deja de ser ( o nunca ha sido) el signo significante y modela los terribles lugares comunes de un acto cultural del lejano principio del siglo pasado.

Entonces, tanto folclorismo resulta intolerable, produce aquello que los existencialistas llamaron el asco ontológico: Ah Púlpito grosero, barrigón, adulante, de incisivos coloreados por el cipo de los más baratos vinos, te has cosificado; de la prédica celestial mudas a la cháchara de los estafadores de plaza pública.

Sus ojos opacos dejan de ser habitados por la verdad o la mentira; quedan cetrinos, con mal en el hígado, expuestos a la vergüenza de sus antiguos simpatizantes, quienes sin piedad le dan la espalda, buscando en el horizonte otras iglesias, otros santuarios, otros Púlpitos Encarnados donde repose la santa verdad. O El #Jeho Va.

“La mano”, engendro de pesadilla, la palma del Santo y el Púlpito Encarnado terminan como piezas de museo de cera, en un aparte especial para monstruos ontológicos.