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Groserías horribles

1.

La semana me arranca con un marrón oscuro en una barra.
Un señor cincuentón pregunta a la empleada de qué son los
cachitos.

¿No ve?, dice la mujer señalando el cartón con los
nombres, lleno de manchas de grasa. Su rostro tiene una
expresión como para ponerla en una carátula de La náusea.
De jamón y de pavo con queso crema, farfullé.

¿Y cuánto cuestan?

¿Está ciego? ¡Lea ahí!

El viejo sonríe, apoya el codo en la fórmica rayada.

Mi amor, entona con dulzura, ¿tengo la cara como una
pelota?

¿Perdón? La empleada se engrincha. Agarra un cruasán
como un 38.

Que si te parezco un balón, mi vida linda. Una
pelota… Como eso con lo que se juega al fútbol.

No…no…

¿Entonces por qué me tratas a las patadas, carricita?

Los parroquianos se ríen, los próximos sándwiches
que haga la empleada serán fatales, al viejo le brillan los ojos.

Y yo no sé por qué pero mis prospectos para esta
semana se empiezan a enturbiar.

2.

La partida de Gabo está incorrecta. El nombre no es, nuestras
cédulas están malas y la fecha de nacimiento debe ser la de
Maza Zavala.  Mi esposa anda arreglando eso.

El miércoles me llama desde el centro de Caracas. No
dice mi amor, no dice buenos días. Arranca a informarme.
Hay en su tono de voz algo que me recuerda a Sigourney
Weaver en Alien 2.

Fui para la jefatura pero me dijeron que eso no se
podía arreglar allí sino que había que ir a Tribunales…

¿Pero el pelón no fue de ellos?

Ya lo sé, pero en Gaceta salió un decreto y cambiaron
las competencias y en Tribunales me mandaron a la LOPNA.
Y allí una tipa que estaba mandando mensajes por el celular y
comiéndose una empanada me escupió y me dijo que quién
había sido el subnormal que me había mandado para allá.

¿Y tú no les dijiste que te habían mandado
de Tribunales?

Ya lo sé, pero salí de allí oliendo a queso y llegué de
nuevo a la p… jefatura donde exigí que me pasaran con el
responsable de eso y un tipo me dijo que el Dr. No sé que no
había llegado porque se encontraba realizando unas
actividades importantísimas y que me fuera a la central cerca
de la iglesia de Santa Teresa y yo le dije que no sabía donde
era y el muy m… me dijo que tenía que saberlo porque allí
era donde se pagaban los impuestos municipales y que yo
debía pagar impuestos municipales, ¿no? ¿O es que acaso no
los pagaba?
¿Lo puedes creer? ¿LO PUEDES CREER?

¿Y fuiste para allá?

¡Fui ayer! La tipa con la que hablé y me dijo que iba a
ayudarme, la cambiaron hoy, pero un abogado me mandó de
nuevo a la jefatura porque y que ya habían hablado y los tipos
me iban a dar una aclaratoria que tenía que traerle  y acabo de
buscarla…

No quiero seguir preguntando pero ya estamos allí.

¿Y?, murmullo.

Que en vez de partida de nacimiento pusieron de
DEFUNCIÓN y cuando les digo que corrijan esa barbaridad
la mujer va y me responde que ella no puede arreglar eso
porque está en su hora de almuerzo y comerse el p… menú
del día es su derecho constitucional. ¿Lo puedes creer? ¿LO
PUEDES CREER?

Claro que sí. Me imagino a mi señora y tiene la cara
como un balón.

¡Tengo ganas de gritarle groserías horribles!, me dice.
Pero no sé cuales pueden ser…

3.

El viernes en la mañana una camioneta Avalanche verde
pistacho y un Kia Sorrento blanco están bloqueando el
estacionamiento del trabajo. Veo unas chicas con vestidos de
noche en el Kia, unos vasos con alcohol. Un chamo con un
mohicano se baja de la camioneta y parece un turpial adicto
al crack.

Panita, me dice, ¿tu sabes dónde queda el club
Mirage?

Le digo que no sé, que me está tapando el puesto.

¿Pero estás seguro?, continúa, campaneando lo que
parece ser un Buchanans en un vaso de plástico rosa.

El puesto, vale.

Es que era en esta calle, sigue, viendo con ojos
perdidos los alrededores.

Yo bailo entre la implosión y la explosión. Intento
contar cuantos son dentro de la Avalanche pistacho. Gana la
explosión.

¡Mueve esa vaina, vale!, ladro por fin.

Me preparo a pasar sobre una panda de socialites de
segunda, espero que nadie esté armado.

Pero el muchacho me mira entristecido, le da un trago meditativo
al vaso.

¡Que mal humor!, suspira.

Se montan en la camioneta, se alejan con una música
altísima de los Black Eyed Peas.

Invento groserías horribles. Nadie más que yo las va a
escuchar.