Domingos de ficción

Iguanas

Cuento de Eloy Yagüe Jarque

Por Eloi Yagüe Jarque | 2 de mayo, 2010

La familia Morantes llegó un sábado temprano al apartamento en el litoral  que los amigos le habían prestado para pasar el fin de semana. El edificio estaba bien ubicado, cerca de la playa, y lo mejor de todo era que tenía piscina, parrillera y otras áreas comunes de recreación. En ellas había unas mesas de cemento con bancos incorporados. “Esa es la mía”, pensó el señor Morantes desde el balcón donde se había asomado a mirar el panorama. Era un día excelente para disfrutar del mar y la playa, un sol radiante lo inundaba todo. Sin embargo, nada más lejos de las intenciones de Morantes que disfrutar de un día playero con su familia. De hecho, ya lo había hablado con su esposa cuando ella le contó que sus amigos le prestaban el apartamento por el fin de semana.

–Cariño, este fin de semana se me hace difícil. Yo pensaba quedarme en casa, trabajando en el contrato que tengo pendiente, tú sabes.

–Anda, mi amor, hazlo por los niños. Si tú quieres trabajar llévate la laptop y yo me ocuparé de ellos.

Así fue que lo convenció. A regañadientes montó la cava y todos los trastos playeros el carro y se dirigieron al litoral. Tras instalarse en el apartamento, la intención de Morantes era quedarse en él trabajando. Pero su esposa volvió a tomar la palabra.

–Ay, mi amor, no te quedes aquí, ni siquiera vas a coger color. Mira, allá abajo hay unas mesas donde puedes trabajar tranquilo. Así por lo menos podrás disfrutar de la brisa marina.

Era innegable el poder de convicción de su mujer. Bajaron todos en traje de baño menos él, que iba en bermudas y con una camisa hawaiana. Abajo escogió otra mesa distinta de la que había visto desde arriba, una que estaba debajo de un frondoso árbol de mango. Era el lugar ideal, fresco, sombreado y además había cerca un tomacorriente, por si se le descargaba la batería.

–Bueno, aquí me quedo, muchachos.

–¿No vienes con nosotros, papi? –preguntó Patricia desde el candor de sus ocho años.

–No puedo, hija. Papi tiene que trabajar mucho este fin de semana.

–Anda, papi, no seas maluco –dijo Luisito, de seis años.

–No puedo, hijo. Vayan a la playa que está ahí mismito. Luego vienen a bañarse en la piscina y entonces jugaré con ustedes.

–Vamos, niños, ya oyeron a papá. Nos espera la arena, las olas…

–¡Y los cangrejos! –gritó eufórico Luisito pegando una carrera.

Tras despedirse de su familia, Morantes se sentó frente al computador. “Qué bueno que no hay más nadie”, pensó. “Así podré trabajar tranquilo”. Lo encendió y de inmediato se sumió en su labor. Concentrado estaba cuando una agitación cercana lo sobresaltó: algo había pasado por debajo de sus piernas a gran velocidad. Cuando se volteó vio a tres iguanas de tamaño respetable que se perseguían mutuamente con las fauces abiertas. Exhaustas tras la carrera se habían quedado como petrificadas al pie del mango. Lo único que se movía de ellas era el reseco abdomen que se hinchaba por efecto de la respiración. Las tres formaban las puntas de un triángulo irregular. Lo miraban de reojo.

–¡Coño, que susto me dieron! –les habló como si pudieran entenderlo–. ¡No voy a permitir más interrupciones! –dijo, acercándose a ellas haciendo aspavientos y profiriendo ruidos guturales. Asustadas, dos de ellas corrieron hacia el árbol y lo subieron a grandes zancadas, apoyándose en sus patas ganchudas, hasta que sus largas colas se perdieron entre el follaje.

Sólo una, que parecía la más grande y vieja, a juzgar por el color verde requemado de su piel escamosa, seguía inmóvil y lo miraba con una especie de curiosidad malévola, como una reina pudiera mirar a un súbdito que hubiera osado emitir un eructo en medio de un banquete real. Morantes pensó que había cierta arrogancia en esa mirada. La iguana comenzó entonces a mover la cabeza de arriba abajo, al tiempo que una cresta negra se erizaba sobre su pescuezo. Era como si chillara pero sin emitir sonido alguno. A Morantes le pareció el colmo de la provocación y buscó algo que arrojarle.

–Ninguna lagartija gigante se va a burlar de mí –dijo mientras levantaba una piedra de regular tamaño. Recordando sus tiempos de pitcher en el liceo, se colocó de medio lado, midió la distancia y le lanzó la piedra, que dio con fuerza en el costado del reptil.

La iguana ni se inmutó. Un instante después del impacto, se limitó a alejarse parsimoniosamente, meneando la cola, se acercó al árbol y lo subió como sus compañeras. Sólo que, a medio camino, le dedicó una última mirada a su agresor antes de perderse entre las hojas.

Morantes, satisfecho, volvió a su trabajo, el cual pudo proseguir sin interrupciones.

Horas después llegó su familia feliz, los niños llenos de arena hasta las cejas.

–¡Papi, papi! Hicimos un castillo de arena –dijo Patricia.

–Vi un cangrejo pero se metió en un hueco. Papi, ¿sabes que los cangrejos caminan de medio lado? –dijo Luisito.

–Vamos, niños, a ducharse quítense el agua salada y la arena– dijo su esposa.

Ella le refería algo de lo caras que estaban las cosas en la playa, de lo que había tenido que pagar por un toldo y dos sillas y el costo de la comida y las bebidas.

–¿Sabes lo que cuesta un pescado frito? Menos mal que trajimos sándwiches.

–Ajá –dijo él sin levantar la vista de la pantalla.

Morantes siguió enfrascado en su quehacer. El contrato era más complejo de lo que había imaginado. Había que considerar cláusulas que nunca antes había redactado. Lamentaba no tener conexión a internet pero de todos modos debía seguir trabajando.

A pesar de sus ruegos no se bañó con los niños en la piscina. Al mediodía se comió un sándwich y un refresco que le llevó su mujer. Sólo tuvo conciencia de la hora cuando ella se le acercó para decirle que subían al apartamento porque ya se estaba haciendo de noche y cerraban la piscina.

–No tardes en subir, mi amor– le dijo. Voy a preparar una cenita.

–Enseguida voy –contestó Morantes.

Sin embargo, la agradable temperatura, pues ya empezaba a refrescar, lo animó a seguir en lo suyo. La pantalla del computador emitía un tenue resplandor que iluminaba en derredor. Una suave brisa agitaba las ramas del mango produciendo un relajante sonido.

Cuando se dio cuenta, ya eran pasadas las nueve. Morantes se sobresaltó. Había estado todo el día trabajando en el contrato. “Los niños ya deben estar por acostarse, debo subir”, pensó recordando que no se dormían si no le daba un beso a cada uno y les contaba un cuento.

Empezó a recoger sus cosas. Apagó la laptop. Cuando se oscureció la pantalla, escuchó un sonido de ramas sobre su cabeza. Al principio no le hizo mucho caso pero las ramas volvieron a sonar de manera extraña, ya que en ese momento no soplaba brisa.

Cuando Morantes se dio cuenta estaba rodeado de sombras. La débil luz de un farol cercano, que luchaba contra la oscuridad, le permitió distinguir que se hallaba en medio de un círculo de reptiles. No sabía cuántas eran, el terror que lo paralizaba le impedía contarlas. Pero había muchas, muchísimas iguanas completamente quietas, acechando. En eso apareció la otra, la iguana mayor. Se quedó allí, mirándolo. De pronto empezó a mover la cabeza de arriba abajo. De inmediato todas lo imitaron. Movían la cabeza con la boca abierta, como si asintieran o como si aullaran pero sin emitir sonido alguno. Su último pensamiento, antes de aceptar que estaba perdido, fue una absurda certeza de que el color de las fauces de los reptiles era el mismo de las guayabas por dentro, una especie de rojo pálido.

Morantes nunca llego al apartamento. La laptop quedó apagada sobre la mesa. Un jirón de tela con motivos hawaianos se veía en el piso, al pie del árbol de mango.

*******

Foto: Bill Gracey

Eloi Yagüe Jarque Escritor, periodista y profesor de la UCV. Ha publicado libros de relatos como "Esvástica de sangre" (2000) y "Balasombra" (2005), entre otros. Ha sido finalista del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos y recipiente del Premio Nacional de Narrativa Salvador Garmendia por sus novelas "Las alfombras gastadas del Gran Hotel Venezuela" (1999) y "Cuando amas debes partir" (2006)

Comentarios (17)

Jose Ovaldía
2 de mayo, 2010

Buen plot. El estilo no termina de fluir (sobre todo los diálogos). Las dos últimas líneas matan el cuento. Tenía que haber terminado en la palabra pálido. Gracias, Yagüe.

Lisandro
2 de mayo, 2010

Todos los domingos, después del café y de leer la prensa me dispongo a leer los cuentos que publica Prodavinci. Puedo decir que soy un lector consecuente de este portal. Espacio abierto para que lectores y escritores se lean y expresen. En obediencia a mi ritual dominical leí el cuento “Iguanas”, e hice un breve comentario sobre el mismo. En él decía que el cuento en cuestión no me gustó por pecar de cierta monotonía. Más o menos así fue el comentario que hice. Y lo mantengo: no me gustó el cuento. Ahora, veo con preocupación que no lo hayan publicado, mientras que otros comentarios ya han aparecido en línea. Mi preocupación se hace extensiva a la situación diaria venezolana: ¿si no compartes pensamientos y planteas una línea contraria te vetan, así como lo hace a diario el General de la República? Señores de Prodavinci, ¿acaso ustedes únicamente publican comentarios favorables a un autor o tema? De ser así, estamos padeciendo el mismo mal republicano. Y me extraña esta actitud después de haber leído los pensamientos de Aristóteles publicados en el twitter de Prodavinci: “Los tiranos se rodean de hombres malos porque les gusta ser adulados y ningún hombre de espíritu elevado les adulará”. Ojalá esta queja-comentario sea publicado, porque de lo contrario están cayendo en el mal que se acusa a otros, en esta malograda democracia: la intolerancia y el silenciamiento de los contrarios. Muy buenas tardes, Lisandro.

Alonso García
2 de mayo, 2010

Estimado Lisandro, me pasa igual que a ti. Soy lector consecuente de este portal. Para ser honestos, este cuento a mí sí me gustó. Sin embargo otras veces no ha ocurrido lo mismo con lo que publica el portal, y he querido disentir. Me he encontrado con la misma situación, mis comentarios “negativos” no se publican, y puedo hablar de una enorme cantidad de comentarios que no han aparecido, porque lamentablemente me disgusta ser concesivo. Entonces he recurrido a la vieja táctica de felicitar al autor en principio y luego decir lo que pienso de la manera más disfrazada posible, con mucha ironía. Lamentablemente aquí sí debo hablar de una dictadura del pensamiento. Debemos tener cuidado, porque finalmente nos estamos negando nosotros mismos los espacios para pensar diferente. Te recomiendo un artículo de Alberto Barrera publicado hoy en El Nacional. Parece ser que el comportamiento militarista está cuajando incluso en quienes lo adversamos, con la desgracia de que el disenso se está estigmatizando negativamente. Perdonen el despropósito, sres de Prodavinci, ojalá esto sí sea publicado. Saludos

David Aguilar
2 de mayo, 2010

Eloi, nunca había leído un cuento tuyo y debo decir que me gustó -aunque coincido con lo del final de José-. Al principio, por el título pensé que el cuento tenía una connotación política. Bueno, supongo que uno puede ver política en todas partes.

Me llamaron la atención los comentarios de Alonso y Lisandro por lo que me puse a revisar algunos cuentos anteriores. En varios, incluyendo el de la semana pasada de Suniaga, hay comentarios muy críticos e incluso hasta duros hacia el cuento publicado por lo que no encuentro el monopolio de opinión en los comentarios que sugieren en sus comentarios. (Ya como anécdota: me llamó la atención una señora que le dijo a Suniaga que hubiera preferido no leer ese cuento… delen un ojo a ese y otros comentarios.)

Saludos a todos,

Jose Ovaldía
2 de mayo, 2010

Pues que casualidad. A mi me sucede lo mismo. Hay que conceder que por lo menos están aceptándolo al publicar nuestros comentarios. Supongo que se tratará de un cambio de política.

Faustino Villagrán
2 de mayo, 2010

Con respecto al cuento, está chévere. O es signo de los tiempos o es estos últimos cuentos eran flojos Gracias a todos por participar de estas tertulias. Es honroso participar en ellas para mí , aunque les digo, es cuestión nuestra no volcarnos al hate-comment, la única forma es opinar frescamente, sin resentimientos. A la crítica se le considera arte, pensemos en eso. Yo creo que para la pluralidad: la tolerancia, que no hipocresía. O es que vamos a mostrarnos como foristas impublicables?? No no no

Alonso García
3 de mayo, 2010

Creo que se trata de un cambio de política en el portal, que saludo y celebro, por cierto. Saludos a los foristas y muy especialmente a Eloi!

Faustino Villagrán
3 de mayo, 2010

Sin duda alguna, al portal le cae bien esta “nueva política” menos censuradora. Porque si a ver vamos es lo que demandan sus internautas. Ojo, no caiga esto en la insultadera de Panfleto Negro, donde si acaso hay es estímulo a la afrenta y al rencor.Como diría Across Tico

David Aguilar
3 de mayo, 2010

Bueno, como dice Faustino la crítica es un arte. Muchos portales han tenido que eliminar la posibilidad de comentar debido al comportamiento irrespetuoso de los comentaristas -además que esto puede tener consecuencias legales-. Me pasó en Tal Cual, dirigido por Teodoro. Allí no se pueden hacer comentarios y creo que nadie puede decir que Tal Cual coarta la libertad de expresión o que censura. Allí se pueden encontrar con este mensaje:

“La restricción de los comentarios en el portal se debió a la presencia constante de mensajes anónimos que ofendían y degradaban a ciudadanos y determinadas organizaciones políticas del país. Lamentamos esta situación que sólo afecta la libre discusión de las ideas, y resulta contraria al espíritu que anima a TalCual como medio de información y de opinión. Esperamos sea de su comprensión.”

Sólo sugiero cuidar los espacios donde podemos criticar y comentar haciéndolo sin ataques personales ni ofensas ni provocaciones, etc. Si no me temo que cada vez más encontraremos mensajes como el que aparece en el portal de Tal Cual.

francisco martínez
3 de mayo, 2010

Saludo que haya libertad en los comentarios, porque el mío es muy duro: es un cuento flojo, con una prosa llena de intervenciones del autor, como verrugas en la piel, mal entrecomillado, es decir, un pésimo uso de las comas, con errores de ortografía como sandwiches acentuada sándwiches sin usar las formas del español para decir una palabra que en el origen anglosajón no se acentúa,y el uso innecesario del coño como expresión…sin contar de que adolece del “perismo” de los escritores que esta generación, que comienzan una oración con la palabra pero después de punto y seguido, ignorando que lo correcto es usar la cama, porque es una oración subordinada;un pésimo cuento y un escritor que en vez de escribir mejor cada día, cada día su prosa se desinfla más.

Faustino Villagrán
3 de mayo, 2010

Fran, no estoy en demasía en acuerdo con usted, raudo no es el uso los signos de puntuación que hace el autor, allá quienes quieran sojuzgarlo en virtud del estilo, no me parece lo adecuado… , Claro que sándwich lleva acento, busque en el RAE, le aconsejo. Antes de escribir hay que leer. Bonita no es su afrenta al autor, ya me la esperaba. Rauda, veloz y a ras del cuello. O es que no ha leído Mallaremé?? los poetas reinventan la sintaxis. No esperaba menos. !!!

Alonso García
3 de mayo, 2010

De acuerdo con que la crítica es un arte. No podemos exigir buen uso de los signos de puntuación si nosotros mismos no lo hacemos en nuestro breve comentario. Continuando la discusión sobre la libertad de expresión que no sé porque vino a caer en este cuento (que a mí sí me gusta y celebro y felicito a su autor) debo decir que no debemos caer en el desmadre de planfleto negro. Allá la crítica es el desnalgue, la erupción del rencor y la desinhibición total de un mínimo pudor. Tampoco llegar a los extremos engañosos de la anulación total de Tal Cual (excelente estrategia de imagen). Prodavinci es un espacio de reflexión. Ojalá no se pierda cierta mínima compostura ahora que soplan nuevos vientos, ni se abuse tampoco, porque entonces caeríamos en la visceralidad de panfleto, que me entretiene allá pero no aquí. Saludos a los foristas.

PD: Ahora se me ocurre que el comentario de francisco martínez sea una suerte de instalación.

francisco martínez
3 de mayo, 2010

sr. Villagrán, el sr. Yagüe no es “poeta”, es narrador, y la prosa no inventa los acentos. Por lo demás, sostengo todo lo dicho, sin ser tan ampuloso como usted. no me interesa la polémica, me interesa la buena narrativa que nos saque del gueto criollista en que vivimos, y esa buena narrativa no es precisamente este cuento.

Faustino Villagrán
4 de mayo, 2010

Cuál gueto criollista? Si ni imaginario cultural pareceríamos tener. Izquierdo o derecho, de cualquier postura sea. Está más que claro que los artistas son el Poeta. Gracias por sostener la diatriba, sin cortapisas. Oremos porque prevalezca el arte, sobre el ataque y la desgracia.

Eloi Yagüe Jarque
14 de mayo, 2010

Estimados lectores, ante todo deseaba agradecerles la lectura y sus comentarios a mi relato, incluso los malhumorados. De cada uno de ustedes aprendo algo. Lo que no entiendo es el uso que hacen algunas personas de espacios como este, que considero bastante abierto, para descalificar por motivos personales. La mala fe se nota en algunos comentarios que sólo buscan destruir. De todos modos prefiero que me crucifiquen a pasar desapercibido. Hasta ahora he publicado siete libros de cuentos los cuales lamentablemente no han tenido la difusión que se merecen. Empecé colaborar en esta página por la amable invitación del amigo Oscar Marcano y espero seguir haciéndolo y contar con vuestra atención.

Ángela Lusinche
16 de agosto, 2010

¡Excelente cuento Eloi! Me hizo reir lo de la mirada amenazante de la iguana. Hay un cierto humor que luego se transforma en sorpresa con la desaparición del protagonista. De igual manera, las iguanas son bellas. Y bueno, muy acertado tu comentario. Hay personas que no soportan la excelencia en los demás.

¡Un abrazo y gracias!

Ligia Parra Pérez
9 de febrero, 2011

Hasta ahora leo el cuento. Lo que me intriga es si las iguanas se comieron al hombre, puede suceder?. Yo siempre las he visto inofensivas.De una felleza prehistórica,pero inofensivas totalmente. Eso ocurre o forma parte de la intriga, de la inventiva del escritor? me gustaría que pudiera responderme.

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