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Con usura

La lectura  de los primeros capítulos del reciente Capitalism and the Jews, del profesor de origen judío de la Universidad Católica de Washington, Jerry Z. Muller, me lleva a pensar sobre el asunto de la usura. El tema de la usura es apasionante y Muller se encarga de convencer de esta circunstancia a los escépticos.  Con el tema estoy familiarizado por razones más literarias que económicas. En efecto, a este resbaladizo tópico, dedicó Ezra Pound uno de sus mejores poemas, que en la esmerada versión del querido maestro José Vázquez Amaral, dice así:

CANTO XLV

Con usura el hombre no puede tener casa de buena piedra
con cada canto de liso corte y acomodo
para que el dibujo les cubra la cara,
con usura
no hay para el hombre paraísos pintados en los muros
de su iglesia

harpes et luz
donde las vírgenes reciban anuncios
y resplandores brotes de los tajos,
con usura
no puede ver el hombre Gonzaga a sus herederos y sus
concubinas
no se pinta cuadro para que dure y para la vida
sino para venderse  y pronto
con usura, pecado contra natura
es tu pan siempre de harapos viejos
es tu pan seco como el papel
sin trigo de montaña, harina fuerte
con usura la línea se hincha
con usura no hay demarcación clara
y nadie puede hallar sitio para su morada,
El picapedrero se aparta de la piedra
el tejedor de su telar

CON USURA

no llega lana al mercado
la oveja nada vale con usura
Usura es un ántrax, usura
mella la aguja en las manos de la muchacha
y detiene la pericia del que hila. Pietro Lombardo
no vino por usura
Duccio no vino por usura
ni Pier della Francesca; Zuan Bellin’ no por usura
ni pintóse “La Calumnia”.
Angélico no vino por usura; no vino Ambrogio Praedis,
No vino iglesia de piedra cincelada firmada:
ADAMO ME FECIT.
No por usura St. Trophime
No por usura St. Hilaire,
Usura oxida el cincel
Oxida el oficio y el artesano
Roe los hilos del telar
Nadie aprende a tejer oro en su dibujo;
El azur tiene una llaga por usura; el carmesí
sin bordar se queda
El esmeralda a ningún Memling tiene
Usura asesina al niño en las entrañas
Detiene la corte del mancebo Ha llevado la perlesía a la cama, yace
entre la joven desposada y su marido

CONTRA NATURAM

Han traído putas para Eleusis
Se sientan cadáveres al banquete
a petición de usura.

Toda erudición es limitada, e interesada, y Muller no menciona el formidable poema de Pound en su libro, a pesar de su belleza e interés conceptual. No quiero pensar que el pretendido antisemtismo del vate norteamericano haya sido la causa de la omisión. Lo que hace Pound es poner en claros versos la ideología cristiana medioeval, que nunca vio con buenos ojos la práctica del préstamo usurero. en este sentido Muller es oportuno y revelador. Y, en su búsqueda de los orígenes, llega hasta donde llegamos siempre: los griegos y, en su caso, Aristóteles. Y, con Aristóteles, como con Goethe, “everything goes well”.

En su conocida condena a la usura, Aristóteles no hacía sino profundizar el rechazo de su maestro Platón a la práctica del préstamo a interés. En Leyes (742), Platón escribe que “tampoco se prestará a interés ya que al prestatario le será lícito no pagar el interés ni tan siquiera restituir el capital prestado”. Menos idealista, porque nadie es más idealista que Platón, el gran Aristóteles, con toda su sabiduría, no entendió, como la harán los romanos, la importancia del préstamo a interés supervisado para el desarrollo de una economía moderna.  En Política (1258B), leemos:

La más aborrecida forma de obtener dinero, y con justa razón, es la usura,
porque en ella la ganancia procede del dinero y no de los objetos naturales.
El dinero estaba destinado al uso de intercambio, y no para incrementarse
por medio del interés. El término interés, que significa la creación de
dinero a partir del dinero se le aplica también a su multiplicación.
Hay una rama de la industria digna de la excreción general y es el tráfico
de dinero que saca ganancia de la moneda, violentando su oficio.   El
signo monetario fue inventado para facilitar las permutas, pero la usura
lo hace productivo por sí mismo, porque así como un ser engendra otro ser,
así la usura es moneda que engendra moneda. Con mucha razón se ha reputado
esta especie de industria la más contraria de todas a la naturaleza.

En su Etica Nicomaquea, vuelve sobre la usura y los usureros:

Otros sobrepasan la medida cuando se trata de tomar, recibiendo de todas
partes e indistintamente; por ejemplo, los que desempeñan oficios indignos
de hombres libres, los alcahuetas y gentes por el estilo y los que prestan
dinero a interés de usura. Toda esta chusma se procura dinero por medios
deshonestos y en cantidades indebidas. Todos parecen poseer el mismo
sórdido afán de ganancia. su actividad no viene determinada por más
que el beneficio, y aun este pequeño, que les hace plegarse a la vergüenza.

Es difícil estar en desacuerdo con Aristóteles. Pero no parece prudente pasar por alto que sólo en una sociedad como la suya, con una gigantesca mano de obra esclava, el préstamo, el ahorro y la inversión eran actividades condenables o subalternas.

En tiempos de Roma, el préstamo a interés fue aceptado y tempranamente regulado. Los intereses fueron confinados por Julio César al 12%, una tasa que fue llevada hasta la mitad y menos por sus sucesores. El pensamiento y la influencia desmesurada de Aristóteles tuvo que esperar hasta el siglo XII, cuando de la mano de Averroes, vuelva a ser leído en Europa. Su rechazo de la usura va a ser asumido por la iglesia cristiana y convertida en pecado mortal y, no pocas veces, en pena capital. Pero una nueva clase estaba por nacer y, como diría Herman Hesse, para nacer hay que romper un mundo. La burguesía se acercaba y, ante su avance indetenible, la iglesia tuvo que ceder. Nacía así el mundo moderno. Max Weber es sólo uno, tal vez el más brillante,  de los pensadores económicos, que reseña los inconvenientes del rechazo a los préstamos a interés por parte de la iglesia:

El efecto práctico de la prohibición cristiana de la usura y del principio
vigente respecto de la vida de negocios, especialmente del lucro mercan-
til: Deo placere non potest
es, en general, difícil de apreciar. La prohi-
bición de la usura dio como fruto toda clase de rodeos jurídicos. Lo
mismo que el interés abierto, tuvo la iglesia que tolerar, por fin, después
de dura lucha, el negocio de préstamo con garantia de prenda a beneficio
de los pobres en las instituciones caritativas del monte pietatis
(definiti-
vamente desde León X).

En su Capitalism and the Jews, el profesor Muller recoge las opiniones de algunos de los más influyentes pensadores protestantes de su tiempo, así como de exponentes del pensamiento judío y cristiano. Como Francis Bacon, para quien la condena a la usura era algo perfectamente improductivo. Pero también Montesquieu habló de la necesidad del préstamo a interés. El enemigo más encarnizado de la práctica prestamista, fue Voltaire, en lo que Muller, justamente, llama un “caso típico de proyección”, habida cuenta que el gran hombre francés incurrió, él mismo, en la  práctica de prestar dinero a elevados intereses. La usura vive con nosotros y muchos, como el mercader de Venecia, sólo viven para ella. Al final, usura, que es voraz e insaciable, termina devorándolos.