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#Twiteq: nada es menos virtual que un tequeño

Hay un día en que la gente despega la vista y los dedos del teclado y se da un abrazo

Por Willy McKey | 26 de abril, 2010

“Si tú me sigues, yo te sigo”
@OscarDLeon

dedicado a la #liga140

El Twitter ya no es novedad: cuando algo es amenazado por rumores vinculados con la Ley, se confirma que es conocido por la mayoría. Sin embargo, hasta hace poco me resultaba desconocido un cónclave caraqueño donde se reúnen los usuarios de esta herramienta para verse, conocerse y (¿quién quita?) hasta seguirse en la vida, literalmente hablando.

La reunión es mensual y se hace el último martes de cada mes. La edición de marzo se hizo muy cerca de mi casa, así que la tentación de acercarme fue inmediata. Sin embargo, no sabría cómo comportarme en una reunión tan reseñada en Twitter sin tener al menos un cómplice.

Conseguir uno no fue difícil: al parecer somos muchos los curiosos.

1. Último martes del mes

Llegué a la Trattoria de Orlando, en Chacao, con un hándicap que puede parecer premeditado y alevoso: sin saldo y prácticamente sin batería en el teléfono celular. Sin embargo, la verdad es que me di cuenta de todo esto cuando intenté ponerme en contacto con @angelalayon para avisarle que estaba cerca. Sería nuestro primer #Twiteq y quisimos fungir de espectadores casi lejanos, pero con la seguridad de tener en el lugar a alguno de nuestros contactos cerca. Al entrar al local, @angelalayon me dio una noticia cuyo tono poético cargó todo de singularidad: su teléfono no tenía señal.

Al recinto donde se reunirían en minutos los más variopintos grupos de twitteros sólo entraba una débil señal para teléfonos regulares, mientras que blackberries y iPhones no alcanzaban a llenar una barrita. La falla tecnológica combinaba con mi libreta, recurso infalible cuando falla la grabadora que me deja colgar mp3 en terrenos 2.0. Anoto esto y pasa la primera bandeja: no veo tequeños, sino unos pequeños pastelitos de hojaldre cuya factoría creo reconocer.

Con los primeros pasapalos como marco, empezamos a leer el talante de los presentes. El azar hizo que diéramos con @lacoplera. Se mueve cómoda entre varios grupos: salta de uno a otro con una facilidad que pasma y llega hasta nosotros sin buscarla. No se presenta con su nombre de pila 0.0, sino con un a.k.a. que en este contexto parece lo políticamente correcto. Agradezco que mi Twitter coincide con el nombre al cual obedezco y nos presentamos: ella, en efecto, dice “Mucho gusto… La Coplera”. “¡Acá hay un pacto tremendo!”, me twitteo a mí mismo… sólo que vía Direct Message.

Era imprescindible ubicarme en un lugar privilegiado del local antes de que la bebida empezara a hacer efecto en los presentes: no quería que una posible introversión colectiva se viera mitigada por líquidos alcahuetas. Consigo una guarida ideal, a la altura del final de la barra y viendo hacia la puerta. Desde allí veo por primera vez cómo los twitteros que entran y salen se abrazan al reconocerse, se estrechan la mano colocando la otra en el hombro de sus colegas en el ejercicio de los 140 caracteres. Es como si el contacto físico fuese urgente, necesario, requisitorio: esta reunión ha sido pensada para vencer la virtualidad, no para celebrarla… pero ya retomaremos esto.

Mientras tanto, pasa la segunda bandeja confirmando mi percepción: son pasteles de @pastedanubio. No he probado ni un tequeño.

2. Twitología, rizoma y carbohidratos cercanos

Si alguien luce como anfitrión del evento es @modulor: todos lo saludan al llegar y —si bien muy pocos usan su nombre 0.0, prefiriendo alargar la ere final de su arroba para hacerla vibrante y sonora—, quienes se le acercan chocan su mano con una percusión real, empírica.

Es de los pocos que están desde el primer #Twiteq y sabe que eso tiene su valor: así como Jack Dorsey, Evan Williams y Biz Stone van por el mundo contando que ellos inventaron el Twitter, @modulor relata con entusiasmo aquella primera mesa de El León, en La Castellana, con la ya mítica ración de tequeños fundadora.

El terreno paralelo de los podscats tiene en @modulor a uno de sus más conspicuos representantes nacionales: una periodicidad que supera largo las 140 entregas le ha dado legitimidad en el mundo navegable. Eso le asegura cierta vistosidad, pero la ya conocida teoría filosófica de Gilles Deleuze y Félix Guattari demuestra que el rizoma es una organización de elementos que no obedece jerarquías: cualquier elemento puede afectar al otro. En el #Twiteq esas figuras destacadas (@jordimirobruix entre ellas, además del propio @modulor) no ejercen de jefes del asunto, ni son maestros de ceremonia o saludantes oficiales. Incluso, hay quienes entran y nunca se acercan a sus territorios… me atrevería a decir que ni siquiera saben quiénes son y muchos no están en sus listas de seguidores (corrección: hoy debo decir followers).

Dato curioso: la cobertura vía Twitter del evento palidece apenas empieza… es lógico: quienes han estado durante el día avisando horas de llegada y confirmando asistencias empiezan a relajarse y alejan sus pulgares oponibles de los teléfonos. Todos son unos agentes del encuentro: han evitado aburrir a los presentes con temas de reunión, seminarios, charlas o foros pretenciosos. Incluso, patrocinantes como @tequechongos han sido más aplaudidos que las empresas telefónicas y de comunicaciones que intentan llevar el evento a su terreno. Pasa una tercera bandeja de apetitosos hojaldres con ricota fresca. Los dejo pasar y @angelalayon entiende mi gesto atípico: le pedimos al mesonero una ración de tequeños.

3. Enviromental varietal

Con la tercera espumante, me pregunto qué pensarán los vecinos de la cuadra. Acertar un juicio sobre lo que ocurría dentro de la tratoría de la calle Páez de Chacao desde las afueras del local resultaría difícil: dependiendo del momento en el cual vieras hacia la acera sur, podrías concluir que se trataba de una reunión de fanáticos del animé, una despedida de soltera, un juego con Johan Santana de abridor, el cumpleaños de una estudiante de comunicación social muy popular, una rueda de prensa clandestina o un casting para la versión nacional de Big Bang Theory. En el fondo, ninguna de las versiones estaría del todo errada.

Se lo comento a @luiscarlos, un viejo amigo de la dimensión 0.0 a quien no veía desde hace más de tres años. Es inexplicable cómo la virtualidad pudo convocarnos de nuevo, pero lo hizo. Periodista acucioso, serio, buen lector y conocedor del ejercicio virtual de la palabra, se dispone en la barra, más cerca de la puerta, a contestarme algunas preguntas y registrar fotográficamente el evento. Como veo que logra ambos ejercicios con tino, lo sigo atropellando a preguntas. Me dice que la lista de seguidores de cualquiera confiesa nuestra deleuziana condición capitalista y esquizofrénica: siempre viene bien tener más y no importa de dónde vengan porque, si han llegado hasta nosotros, seguro existe algún nexo común. Yo lo oigo con atención y sugiero poco: cuenta con más de 8.500 followers, mientras yo apenas supero las dos centenas. Sabe lo suyo.

Toma poco tiempo llegar a la esfera de lo político. La llegada de un sector de la vida política al Twitter ha sido (antes que efectiva) ruidosa. No se trata del bando rojo ni de su opuesto, sino de quienes se decantan por los extremos de esos bandos. La posibilidad de la reflexión individual que permite el Twitter —algo tan parecido a pensar en voz alta, según @vriquelme— termina llevando la lectura inteligente a terrenos de la medianía. Si alguien pudo demostrarme estos efectos fue @naky: conversando, nos acercábamos a conclusiones comunes que pueden parecer obvias, pero la verdad es que esperanzan mucho.

El Twitter no es un instrumento para calcar frases del estatus de Facebook o del nickname de cualquier chat. Los mensajes breves te exponen a análisis concentrados, opiniones, revisiones y miradas muy singulares (en el sentido gramatical y adjetival de la palabra). Una invitación a un #Twiteq se cruza con una noticia sobre @AntanasMockus o el comentario de algún programa de radio que podría interesarnos. Es por eso que, en un territorio dominado por el respeto al individuo, todo extremista consigue una réplica o se arriesga al gesto más político dentro del aleteo del pajarito azul: ser bloqueado, ver descender la cifra de seguidores… hundirse.

En cada testimonio que levanto noto cómo el Twitter ha devenido experiencia colectiva y dinámica. La gente hasta se acompaña cuando ve televisión y comentan segundo a segundo (tweet a tweet) lo que sucede dentro de la caja mágica que hoy luce demasiado lenta frente al piar de los blackberries. Además, me descubren que soy parte de la maraña: una señora mayor me reconoce. —Tú eres el escritor… me encantan tus cuentos (dice con poderosa capacidad crítica y poniéndome a pensar seriamente en mis poemas). Tanto se me nota que @angelalayon se apiada de mí: “Otra ración, amigo, por favor…”, dice. Más tequeños.

4. Un samurái. Una adeca. Un melómano.

Era hora de dejar de hablar con los cómodos, los salidores, los cercanos. Buscando un avatar más interesante, doy con @ultimatekira.

Luego de un “¡Wabisuke, omote wo agero!”* entramos en la poca confianza que permite un samurái. Su territorio, obvio: manga, animé, Japón. Sin embargo, el aguerrido guerrero fue el primero en confesar un asunto delicado. Lo hizo mientras me narraba su no-primer #Twiteq, cuando la entrada de un sector de los enardecidos empezó (lo cito) a invadir el Twitter, a volverlo peligroso: no había venido antes porque  el Twitter lucía encendido.

La paranoia también es un territorio libre. Muchos twitteros dejaron colar la misma información cuando se las sacaba con cucharilla, gracias a que @ultimatekira me proporcionara el primer insumo. Durante algunos días algunos twitteros sufrieron algunos temores por la idea de congregarse varios en un mismo lugar. Internet puede ser también un terrible cultivo. Pero la experiencia colectiva envalentona, protege, activa. La exposición del pensamiento resulta terapéuticamente liberadora y quienes te siguen saben qué piensas, cuándo te contradices y cómo recapacitas.

Pensé de inmediato en otros tiempos de confrontación: relatos de suegros, abuelos, tíos de uno que vivieron mejores décadas.

Todo cobró sentido cuando oí a mis espaldas una voz femenina presentándose también por su a.ka. Eran @laadeca y sus ahora nuevos conocidos (y futuribles followers). Iba a ser difícil olvidar su arroba. Una cosa más: #yoconfieso que días después del evento busqué sus twitters y creo que llegué a las fechas referidas por @ultimatekira sin que me quedara la más mínima duda de que a esta mujer, distante en años del avatárico samurái, no la acoquinan fácilmente. Así se trabaja la imagen en el twitter: por sus timelines los reconoceréis.

Uno de esos reconocibles por su actividad es @frankblackhal. Puede que su creación más meritoria sea el hashtag #VenezuelaEsPlazaDeRock, una etiqueta que se convirtió en trinchera de quienes advierten cómo las giras latinoamericanas de rock eluden nuestro territorio —ni caribeño ni andino— como si acá no resultara la taquilla del ritmo monarca del siglo XX. Resulta que @frankblackhal ha sido un activista del sonido, colaborando desde varios puntos del ciberespacio con la posibilidad real de ver grupos con factura internacional en los cosos locales (junto a un exhaustivo trabajo sobre cine). Su utopía, la idea de que venga Depeche Mode, sigue siendo una tarea pendiente. No pierde la fe: sabe que no es el único que mantiene esa esperanza viva. Compartimos pasteles.

5. Tweet inconsciente (y consciente)

“Yo no tengo Twitter. Vengo a acompañarlo a él, que sí tiene y lo usa muchísimo. Incluso su tesis tiene que ver con esto de los nuevos medios”**. María Cristina es la novia de @eduardoask, un estudiante de la Universidad Monte Ávila que tiene una fe probada con esto de la utilidad de las redes sociales. En episodios recientes, cuando a sus condiscípulos llegaron a acusarlos de ser responsables de algunos incendios del cerro El Ávila, hubo un enfrentamiento entre fuerzas (de seguridad) del Estado y estudiantes de la UMA. Él fue quien dio el tubazo, vía Twitter, a los periodistas de la ciberzona quienes le dieron vuelo a su denuncia y la hicieron pública. El trabajo de grado de @eduardoask, precisamente, versa sobre eso: la aplicación de los nuevos medios en el ejercicio periodístico real, palpable. Suena emocionado cuando lo cuenta. María Cristina lo observa, con mirada (tierna y cruel) de mujer atea que se enamora de un sacerdote… he visto esa mirada antes, pero esta vez le apuesto al sacerdote.

A estas alturas, dentro de mis objetivos iniciales sólo quedaba una mesa por abordar: estaba justo en la esquina opuesta. Allí, una joven llevaba a cabo una extraña rutina: pedía al resto de los sentados sus teléfonos momentáneamente… segundos apenas. Fue @luiscarlos quien se dio cuenta: ella estaba twitteando en blackberry ajeno. Una estudiante de la @ecsucv (@andrerivero88), sentada en una mesa con puros expertos del tweet (@naldoxx, @corinabriceno y @valenruizl, @malvaradoc, @algarcia, entre otros) era la rémora tecnológica de los planes de telefonía de sus amigos… y ellos no lucían enfadados con la idea: daba la impresión de que cada préstamo se convertía en una medalla a favor del oficio, aunque ella tuviera que pelear con la poca señal que había en el recinto. Curioso el empeño… aunque noble.

Con @naldoxx y compañía apareció la tónica técnica y referencial. De los pulgares e índices de la gente que estaba allí reunida salieron cuentas tan disímiles como @pastedanubio, @globovision y @bufito. No es poca cosa. Han sufrido, asesorado, acompañado y hasta inventado dinámicas de lo posible en los 140 caracteres.

Todos son opositores a los puristas. Aparentemente existe una comunidad ortodoxa del Twitter. Son esos que se molestan especialmente cuando dos o tres contactos entre sí utilizan el medio como un chat, con dinámicas de contrapunto. Es curioso lo que acotan en esta mesa especializada: las herramientas funcionan en el modo en que la gente las usa, que no siempre tiene que coincidir con para lo que fueron diseñadas. Lo que no tolera nadie es el malhabido tweetlonger. Como dicen en la #liga140, si no cabe en 140 caracteres es porque no va en Twitter. Gente seria.

7. Addendum

Hoy martes 27 de abril hay un nuevo #Twiteq. Su sede será el Hard Rock Café de Sambil y no es necesaria invitación alguna. Basta tener un arroba con el cual presentarse a los demás y las ganas de romper el hielo y acercarse hasta dar con quienes tengan más coincidencias con nuestra realidad.

El poeta Edmundo Ramos Fonseca insiste en que la gente está muy solita. Ver el vencimiento de la virtualidad en el pasado #Twiteq me resultó esperanzador. Soy un nostálgico, un romántico, un esdrújulo, un cursi: no es de extrañar que ver a los twitteros saludándose con afecto tropical —esa abrazadera y tocadera que caracteriza nuestro calor— me resultara simpático. Además, hay un trasbambalinas que no he comentado: no son poc@s l@s solter@s que van con la esperanza simple de dejarse ver, de coquetear, de conseguir el follower de su vida. Y la verdad es que el evento se presta para eso: al menos se tiene la confianza en que quienes allí se congregan pueden ser breves al hablar. Sí, hay gente que está muy solita… pero sabe acompañarse.

Aún así, me queda una duda orbitando sobre los #Twiteq: ¿será igual de humano, de cercano, de desinhibido el encuentro de mañana, en ese último piso del mall donde seguramente habrá completa señal telefónica y, posiblemente, hasta Wi-Fi? ¿Y si todos se distraen, cayendo hipnotizados en las pantallas de sus celulares, dejando enfriar la atmósfera… y los tequeños? La idea me aterra.

Una advertencia: si no asisto, pero ven que las barritas de señal de sus edges empiezan a fallar, es posible que esté con algunos cómplices esdrújulos saboteando las antenas y estimulando aquella posibilidad de verse a los ojos.

Esta reunión ha sido pensada para vencer la virtualidad, no para celebrarla…

Eso en cuanto al Twitter, porque nada es menos virtual que un tequeño.

Hasta mañana, en el #Twiteq.

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NOTA DE REDACCIÓN: direcciones de Willy Mckey y Prodavinci en twitter para continuar esta conversación: @willymckey y @prodavinci

LAS OTRAS NOTAS

* “¡Wabisuke, omote wo agero!” tiene que ver con el bueno de Kira. No se preocupen.

** Espero que haya sido sin darse cuenta, pero al transcribir el primer comentario que me hizo María Cristina Cabrelle al preguntarle sobre el pajarito azul noté que tiene 140 caracteres. Cuéntenlos. Copien la frase sin comillas y póngala en su “¿Qué pasaa?” particular y verán: espetó un tweet inconsciente, permitiéndonos concluir que —como dicen algunos inexpertos en lenguas extranjeras— hay quienes no escriben Twitter pero lo hablan.

Nota numerológica: la evolución de la web ha pasado por tres etapas, digamos, formales. La 0.0 consistía en la interacción que permitió compartir documentos entre fuerzas militares e instituciones educativas (paradójico, pero cierto). La web 1.0 nació con la fórmula www que hoy nos permite llegar a información gracias a la gran red. El nuevo paradigma es la web 2.0 que, simplificando un poco, incluye las redes sociales, los servicios distribuidos por vía internet y las páginas que admiten mejoras en sus interfaces con la intención de imitar los comportamientos del propio usuario. Google, BitTorrent, Wikipedia… y Twitter, por ejemplo.

Foto: LuisCarlos Díaz

Willy McKey  Parte del equipo editorial de Prodavinci. Poeta, escritor, docente y editor de no-ficción y nuevo periodismo. Especialista en semiología política y conceptualización creativa. Puedes leer más textos de Willy McKey en Prodavinci aquí y seguirlo en twitter en @willymckey Haga click acá para visitar su web personal.

Comentarios (9)

Virginia Riquelme @vriquelme
26 de abril, 2010

He visto por Twitter las convocatorias a los #Twiteq y no entendía por qué la gente tiene la imperiosa necesidad de pasar a la dimensión 0.0. Ahora, después de leer esta especie de crónica del evento, si en algún momento me había entrado una mínima curiosidad de contestar mi inquietud asistiendo a uno, con esto se ha borrado por completo. Agradezco que este texto me haya evitado el momento y, sobre todo, haya respondido mis dudas: la gente está muy solita… A lo que yo agregaría: y se consuela con poco.

Willy McKey
26 de abril, 2010

Hay de todo y para todos en el timeline del Señor.

Carla Alvarenga
26 de abril, 2010

Tenía mucho tiempo que no hacía uso de la “lectura rápida”. Sin desperdiciar una letra puedo decir dos cosas: mi @ no puede ser más sincero, así que ya no le veo “punch” a la presentación rompe hielo jajaja… y así como dan ganas de romper la paranoia y asistir al #twitteq me intimida (más de lo innato) ser presa de tu crónica!

ahí te va una follower más! 😉

Alexander sousa
26 de abril, 2010

Muchas gracias por la cronica… sigan asi amigos…

La Judía
26 de abril, 2010

Cuestión de épocas y tecnologías. Recuerdo la época de los 80 con el “boom” de los radioaficionados identificándose con sus QRZ y logrando una fórmula de intercambio y encuentro comparable a Twitter e incluso recordé aquel programa de radio en Avila 91.9 FM (en sus inicios) “La hora del gato” con Guillermo Tell, un espacio donde muchos desahogamos telefónicamente nuestras inquietudes con pseudónimos gatunos. Ambos también desembocaban en la necesidad del encuentro físico, incluso, el programa de radio logró un encuentro histórico, si no me equivoco, en el nivel superior del estacionamiento de los estadios de la UCV. Como sea, trópico o no, creo que cualquier red social nos enfrenta con la dualidad de expresarnos desde la seguridad de nuestra computadora/radio/teléfono y la necesidad de conocernos una vez que logramos “conectarnos”, el contacto físico… mirarse a los ojos. Quizás 2nd life ha logrado ir un paso adelante pero sigue faltando ese “Je ne sais qui”. Cristiano, rabo y oreja por sus líneas y siga adelante con sus cuentos, son pura poesía.

Mr Z.
27 de abril, 2010

Con respecto a la ortoxia, hay una máxima de la tecnología que no se debe olvidar: “La calle encuentra sus propios usos para las cosas”

henryfb
27 de abril, 2010

Yo navegue modo texto, fui de los primeros en tener email, gracias a un BBS (boletin board system) una vaina similar a Facebook, no habia internet sino a saltos, el sistema se conectaba con otro en la capital, transferia los emails cada media hora. Despues inventaron Mosaic, el primer browser para navegar modo imagen como ahora, despues se Chateaba con los IRC en Dalnet (un sistema de servidores de chat) aun la web no lo soportaba. Todos y cada uno de esos pasos tuvo reuniones de logia, cada uno de esos hallagoz fue razon para irse a conocer, pronto habra otro instrumento, las cosas aburren hasta que llega el nuevo juguete.

Guillermo (@modulor)
1 de mayo, 2010

Gracias por la crónica Willy, de verdad, la mejor que he leído acerca del Twiteq. La reunión del Hard Rock Cafe estuvo muy buena, alrededor de 500 personas pasándolo bien, convocadas por Twitter (que es lo que aun hoy no deja de impresionarme. Debe ser porque tuve un profesor en la universidad que nos decía que nunca debíamos perder la capacidad de asombro, jeje).

La gente tiene ganas de socializar, de que la tecnología sea una ayuda y un complemento, no la vida misma. “Ponerle cara a las arrobas” es un comienzo para ello. Es quitarse ese sindrome del hombre invisible, que como no me ven la cara, no tengo verguenza y asi, anónimo, paso a cometer el desmán o el crimen que quiera.

Conociéndonos “frente a frente”, la relación que hay a través de Internet es una ayuda, un complemente, una herramienta. No LA relación, sino una ayuda a la relación y a la comunicación.

En fin, que es dia del trabajador y estoy hablando mucho ya. Un abrazo y gracias 😉

Irene Lucena
6 de mayo, 2010

jajajajajajajajajjaja me has iluminado con tu cuento porque soy un poco nueva en twitter y las veces que he visto el #Twitteq no entendía para nada y sí me causaba muchísima curiosidad de saber que rayos era eso jajajajajajajaja. Espero que para la próxima pueda asistir aunque me da un poco de pavor estar sola entre tanta gente 😛

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